16
En la taberna apareció Bibi y se sentó junto a la barra:
—Hola, Tamina, dame un whisky.
Bibi solía tomar café y sólo excepcionalmente oporto. Su petición de whisky demostraba que se encontraba en un estado de ánimo fuera de lo corriente.
—¿Cómo va la escritura? —preguntó Tamina sirviéndole el alcohol.
—Le haría falta mejor humor —dijo Bibi. Bebió el whisky de un trago y pidió otro.
En la taberna entraron varios clientes más. Tamina les preguntó a todos lo que querían, volvió a la barra, le sirvió a la amiga el segundo whisky y fue después a atender a los clientes. Cuando volvió Bibi le dijo:
—A René ya no le puedo ni ver. Cuando vuelve de viaje se pasa dos días enteros en la cama. ¡Dos días sin quitarse el pijama! ¿Tú lo aguantarías? Y lo peor es cuando quiere joder. Es incapaz de entender que a mí joder no me divierte nada de nada. Esto tiene que acabarse. Siempre preparando sus estúpidas vacaciones. Acostado en la cama, en pijama y con el atlas en la mano. Al principio quería ir a Praga. Ahora ya no le interesa. Descubrió no sé qué libro sobre Irlanda y quiere ir a Irlanda cueste lo que cueste.
—¿Así que os vais de vacaciones a Irlanda? —preguntó Tamina con un nudo en la garganta.
—¿Nosotros? Nosotros no vamos a ningún sitio. Yo me quedo aquí a escribir. A mí no me lleva a ningún lado. A René no le necesito. No tiene ningún interés por mí. Yo estoy escribiendo e imagínate que aún no me ha preguntado qué es lo que escribo. He comprendido que ya no tenemos nada que decirnos.
Tamina quería preguntarle: ¿Así que no vas a Praga? Pero tenía un nudo en la garganta y no podía hablar.
En ese momento entró en la taberna la japonesa Zuzu y se sentó de un salto en la silla del bar junto a Bibi. Dijo:
—¿Seríais capaces de joder en público?
—¿En qué sentido? —preguntó Bibi.
—Por ejemplo aquí en la taberna, en el suelo, delante de todos. O en el cine durante la película.
—Calla —gritó Bibi mirando hacia abajo, hacia las patas de su banqueta, donde su hija hacía ruido. Luego dijo—: ¿Por qué no? Es completamente natural. ¿Por qué iba a tener vergüenza de algo que es natural?
Tamina se preparaba una vez más para preguntarle a Bibi si iba a ir a Bohemia. Pero se dio cuenta de que la pregunta era inútil. Estaba demasiado claro. Bibi no iría a Bohemia.
La dueña de la taberna salió de la cocina y entró en el salón sonriéndole a Bibi:
—¿Qué tal? —Le dio la mano.
—Haría falta una revolución —dijo Bibi—. ¡Tendría que pasar algo! ¡Por fin tendría que pasar algo!
Esa noche Tamina soñó con avestruces. Estaban junto a la cerca y le hablaban a todo meter. Le daban pavor. No podía moverse del sitio y lo único que hacía era mirar como hipnotizada sus picos mudos. Tenía la boca cerrada convulsivamente. Dentro de la boca tenía un anillo de oro y temía perderlo.