2
Bibi es diez años más joven que Tamina. Hace ya casi un año que le habla, día tras día, de sí misma. Hace poco le dijo (y en ese momento fue cuando empezó todo) que piensa ir en verano con su marido a Praga.
En ese momento pareció como si Tamina se despertase tras varios años de sueño. Bibi sigue hablando durante un rato y Tamina (contra su costumbre) le interrumpe:
—Bibi, si fuerais a Praga, ¿podríais pasar por casa de mi padre y traerme una cosa? ¡No es nada grande! ¡Sólo un paquetito que os cabrá sin problemas en la maleta!
—Para ti lo que sea —dijo Bibi muy dispuesta.
—Te estaría eternamente agradecida —dijo Tamina.
—Confía en mí —dice Bibi y las dos mujeres siguen hablando durante un rato sobre Praga y a Tamina le arden las mejillas.
Bibi dice después:
—Quiero escribir un libro.
Tamina piensa en su paquetito de Bohemia y sabe que es necesario mantener la amistad de Bibi. Por eso ofrece inmediatamente la oreja:
—¿Un libro? ¿Y sobre qué?
La hija de Bibi, que tiene un año, gatea debajo de la banqueta del bar en la que está sentada su madre y no deja de alborotar.
—Silencio —dice Bibi mirando hacia abajo y luego echa, pensativa, el humo del cigarrillo—: Sobre mi modo de ver el mundo.
La niña grita cada vez más y Tamina pregunta:
—¿Y tú te atreverías a escribir un libro?
—¿Por qué no? —dice Bibi y vuelve a quedarse pensativa—: Claro que necesito informarme un poco de cómo se hace para escribir un libro. ¿No conoces por casualidad a Banaka?
—¿Quién es? —pregunta Tamina.
—Un escritor —dice Bibi—: Vive aquí. Tengo que conocerlo.
—¿Qué escribió?
—No lo sé —dice Bibi y agrega pensativa—: Debería leer algún libro suyo.