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¿Pero por qué se avergüenza tanto de ella?

La explicación más fácil es la siguiente: Mirek fue desde muy pronto uno de aquellos que salieron a perseguir a sus propios actos, mientras que Zdena sigue siendo fiel al jardín en el que cantan los ruiseñores. Últimamente pertenece inclusive a ese dos por ciento de la nación que dio la bienvenida a los tanques rusos.

Eso es cierto, pero no me parece que esta explicación sea convincente. Si sólo se tratase de que les dio la bienvenida a los tanques rusos despotricaría contra ella públicamente y en voz alta y no negaría haberla conocido. Pero Zdena le había hecho algo mucho peor. Era fea.

¿Y qué importancia tenía que fuese fea, si hacía más de veinte años que no se había acostado con ella?

Eso no importaba: la nariz grande de Zdena proyectaba, aun a distancia, una sombra sobre su vida.

Hace años tuvo una amante guapa. En una oportunidad su amante visitó la ciudad de Zdena y volvió disgustada:

—Por favor, ¿cómo has podido salir con esa tía tan fea?

Dijo que la había conocido muy superficialmente y negó decididamente que hubieran tenido relaciones íntimas.

Y es que el gran secreto de la vida no le era desconocido: Las mujeres no buscan hombres hermosos. Las mujeres buscan hombres que han tenido mujeres hermosas. Por eso tener una amante fea es un error fatal. Mirek intentaba borrar todas las huellas de Zdena y dado que los partidarios de los ruiseñores lo odiaban cada vez más, tenía la esperanza de que Zdena, que se esforzaba en hacer carrera como funcionaria del partido, se olvidara de él rápidamente y por voluntad propia.

Pero se engañaba. Hablaba de él siempre, en todas partes y en cualquier oportunidad. Cuando por desgracia la encontraba en compañía de otra gente, se apresuraba a hacer valer, costase lo que costase, algún recuerdo que dejase en evidencia que en otro tiempo lo había conocido íntimamente.

Se ponía furioso.

—Si la odias tanto a la tía esa, dime por qué anduviste con ella —le preguntó una vez un amigo suyo que la conocía.

Mirek comenzó a explicarle que entonces era un niño tonto de veinte años y que ella tenía siete años más. ¡Era respetada, admirada, todopoderosa! ¡Conocía a todo el mundo en el comité central! ¡Le ayudaba, lo empujaba hacia adelante, le presentaba a gente influyente!

—¡Quería hacer carrera, gilipollas! —gritó—: ¡Entiendes, un joven trepa agresivo! ¡Por eso me pegué a ella y me dio lo mismo que fuese horrible!