En beneficio mutuo
Artemis Entreri reconoció sin duda la voz, pero no el tono. En todos los meses que había pasado junto a Jarlaxle, tanto allí como en la Antípoda Oscura, nunca había oído al líder mercenario alzar la voz, enfadado.
Jarlaxle estaba gritando y, para satisfacción de Entreri, gritaba a Rai’gy y a Kimmuriel, lo que despertó su curiosidad.
—Simbolizará nuestro ascenso —gritaba Jarlaxle.
—Atraerá la atención de nuestros enemigos —protestó Kimmuriel.
—Para ellos no será más que una nueva casa de una cofradía.
—Ciertamente, tales estructuras no son insólitas —intervino Rai’gy, hablando en un tono más sereno y controlado.
Ése fue el momento elegido por Entreri para entrar en la habitación y encontró a los tres drows de pie, encarados. Berg’inyon Baenre escuchaba sentado, recostado tranquilamente contra una pared.
—No sabrán que la torre ha sido levantada por drows —prosiguió Rai’gy, tras lanzar una mirada rápida y desdeñosa al humano—, pero sí que la cofradía Basadoni cuenta con un nuevo poder.
—Eso ya lo saben —arguyó Jarlaxle.
—Lo sospechan, como sospechan que el viejo Basadoni está muerto —replicó el hechicero—. No les confirmemos sus sospechas. No lo reconozcamos.
Jarlaxle entrecerró su único ojo visible —ese día el parche mágico le cubría el ojo izquierdo—, y bruscamente posó la mirada en Entreri.
—Tú conoces la ciudad mejor que ninguno de nosotros. ¿Qué opinas? Tengo la intención de construir una torre, una imagen cristalina de Crenshinibon similar a la torre en la que destruiste a Drizzt Do’Urden. Mis socios temen que las demás cofradías, e incluso las autoridades supremas de Calimshan, reaccionen de manera peligrosa.
—Desde luego, la cofradía de magos lo haría. Es un grupo peligroso —respondió Entreri tranquilamente.
Jarlaxle retrocedió un paso, en apariencia sorprendido de que Entreri no lo hubiera apoyado inmediatamente.
—Las cofradías no paran de construir nuevas casas —arguyó el jefe mercenario—. Y algunas son más espléndidas que la que yo pienso crear con Crenshinibon.
—Sí, pero contratan abiertamente a los artesanos necesarios así como a hechiceros, si es que precisan magia —explicó Entreri.
El asesino estaba pensando con rapidez, perplejo ante el arriesgado plan de Jarlaxle. Entreri no deseaba ponerse de parte de Rai’gy y Kimmuriel, pues sabía que nada tenía que ganar con esa alianza. No obstante, la idea de construir una imagen de Crenshinibon allí, en el corazón de Calimport, era, cuanto menos, imprudente.
—¿Qué te decía yo? —interrumpió Rai’gy con una risa satisfecha—. Ni siquiera tu lacayo cree que sea una idea viable y mucho menos prudente.
—No me pongas palabras en la boca, Rai’gy —saltó inmediatamente Entreri. El hechicero le lanzó tal mirada de odio, que, por un momento, estuvo seguro de que iba a acabar con él allí mismo.
—Si levantamos una torre en Calimport, nos crearemos muchos problemas, pero no es imposible —explicó Entreri a Jarlaxle—. Tal vez podríamos contratar a un mago de la cofradía más importante para salvar las apariencias. Pero, de todos modos, sería más sencillo si situáramos la torre en las afueras de la ciudad, en el desierto quizá, donde además disfrutaría más de la brillante luz del sol.
—De lo que se trata es de erigir un símbolo de nuestra fuerza —manifestó Jarlaxle—. De nada serviría impresionar a los lagartos y a las víboras en el desierto.
—La política de Bregan D’aerthe ha sido siempre ocultar su fuerza. ¿Vamos a cambiar ahora una política tan efectiva, cuando nos encontramos en un mundo lleno de enemigos potenciales? Parece que olvidas quiénes somos, Jarlaxle, y dónde estamos —osó decir Kimmuriel.
—A cambio de una bonita suma podemos enmascarar la verdadera naturaleza de la torre. Y tal vez yo pueda dar con una ubicación que sirva a nuestros propósitos —razonó Entreri, dirigiéndose a Jarlaxle—, y, al mismo tiempo, aplacar vuestros temores fundados —agregó, mirando a Rai’gy y Kimmuriel.
—Hazlo. Demuestra que sirves para algo y que me he equivocado contigo —repuso Rai’gy.
Entreri aceptó el ambiguo cumplido con tranquilidad. En su mente ya tenía la ubicación perfecta, un motivo más para empujar a Jarlaxle y a Bregan D’aerthe contra Kohrin Soulez y el oasis Dallabad.
—¿Tenemos ya una respuesta de los Raker? —inquirió Jarlaxle. El drow se dirigió a un lado de la habitación y tomó asiento.
—En estos mismos instantes, Sharlotta Vespers está reunida con el bajá Da’Daclan —respondió Entreri.
—¿No crees que es probable que la mate, como venganza? —preguntó Kimmuriel.
—No perderíamos nada —replicó sarcásticamente Rai’gy.
—El bajá Da’Daclan está demasiado intrigado para… —empezó a decir Entreri.
—Impresionado, querrás decir —lo corrigió el mago.
—No, demasiado intrigado —insistió Entreri— para actuar de manera precipitada. No creo que esté enfadado por haber perdido un puesto sin importancia, sino que está más interesado en averiguar cuál es nuestra verdadera fuerza y nuestras intenciones. Si la mata, será para comprobar qué respuesta provoca.
—Si lo hace, quizá lo destruiremos por completo a él y a toda su cofradía.
Las palabras de Jarlaxle despertaron sorpresa en casi todos los presentes, excepto en Entreri. El asesino empezaba a sospechar que tras la aparente locura de Jarlaxle había un cierto método. Normalmente, alguien como Jarlaxle buscaría el modo de sacar un beneficio de un hombre tan consolidado en las estructuras de poder como el bajá Da’Daclan, líder de los Raker. No era habitual que el mercenario drow malgastara tiempo, energía y valiosos soldados en destruir más de lo necesario para conseguir un punto de apoyo. Pero ese punto ya estaba seguro en Calimport y, no obstante, las ansias de poder de Jarlaxle sólo hacían que aumentar.
Entreri no lo entendía, pero tampoco le preocupaba en demasía, pues pensaba que encontraría el modo de utilizarlo en beneficio propio.
—Antes de hacer nada contra el bajá Da’Daclan, debemos debilitar su apoyo exterior —afirmó el asesino.
—¿Qué apoyo exterior? —preguntaron al unísono Jarlaxle y Rai’gy.
—Los brazos del bajá Da’Daclan son muy largos. Sospecho que ha creado un anillo exterior de seguridad que quizá llegue incluso más allá de los límites de Calimport.
Por las expresiones de los elfos oscuros, Entreri se dio cuenta de que éstos habían picado y que, por el momento, no necesitaba decir nada más. De hecho, conocía al bajá Da’Daclan y sabía que el anciano no haría ningún daño a Sharlotta Vespers; no iba con su carácter tomarse una venganza tan directa. No, lo que haría sería promover un diálogo continuado con Sharlotta, pues Da’Daclan razonaría que si los Basadoni iban contra él de manera tan descarada como para destruir una de sus casas, debían de poseer nuevas y poderosas armas o aliados. El bajá Da’Daclan trataría de averiguar si el ataque se debía meramente al engreimiento de los nuevos líderes de la cofradía —si es que Basadoni estaba realmente muerto, tal como se rumoreaba—, o era debido a una confianza bien fundada. El hecho de que fuese la mismísima Sharlotta, que en el caso de la muerte de Basadoni debería haber alcanzado el nivel de poder más alto dentro de la organización, la elegida para ir a visitarlo, sugería que la segunda era la explicación más probable del ataque. Y, en ese caso, el bajá Da’Daclan no tendría ninguna intención de precipitar su fin.
Así pues, Sharlotta saldría de casa de Da’Daclan vivita y coleando, tras lo cual respondería a la llamada de Dwahvel Tiggerwillies. Cuando esa noche informara a Jarlaxle, el mercenario tendría la confirmación de que Da’Daclan contaba con un aliado fuera de la ciudad. Más adelante Entreri se encargaría de señalar que la base de operaciones de ese aliado sería el lugar perfecto para levantar una nueva e impresionante torre.
Sí, todo salía según el plan.
—Silencia a Kohrin Soulez, y el bajá Da’Daclan se quedará sin voz fuera de Calimport —explicó Sharlotta Vespers a Jarlaxle esa misma noche.
—No necesita voz fuera de la ciudad. Según la información que me habéis proporcionado tú y mis demás lugartenientes, Da’Daclan cuenta ya con el suficiente respaldo aquí, dentro de Calimport, para plantearnos seriamente una conquista.
—Pero el bajá Da’Daclan no lo entiende así —replicó Sharlotta sin dudar.
Para Jarlaxle era evidente que la mujer había dado muchas vueltas a ese asunto. Sharlotta había regresado de su encuentro con Da’Daclan y otros informantes de la calle muy animada y excitada. De hecho, no había logrado nada concluyente con el bajá, pero había intuido que el hombre estaba a la defensiva. La destrucción total de una de sus casas, aunque fuera un puesto avanzado sin importancia, lo tenía muy preocupado. Da’Daclan ignoraba cuánto poder poseía la cofradía Basadoni ni si se estaba librando una lucha interna por hacerse con el control, y esto lo inquietaba.
—¿Cree que el bajá Basadoni está muerto? —preguntó por tercera vez el drow, apoyando su anguloso mentón en una delicada mano negra.
—Sí —respondió Sharlotta también por tercera vez.
—¿Y no supone eso que la cofradía Basadoni es débil?
—Quizá sea así en tu mundo, en el que las casas son gobernadas por madres matronas que sirven directamente a Lloth. Pero aquí la pérdida de un jefe no supone nada más que inestabilidad, y los rivales se asustan. Por lo general, las cofradías no se enfrentan abiertamente entre sí, pues sería perjudicial para todos. Esto es algo que los viejos bajás han aprendido después de años e incluso décadas de experiencia, y que, durante generaciones, han transmitido a sus hijos o a sus sucesores.
Jarlaxle comprendía ese modo de proceder, por supuesto, pero mantuvo una expresión de perplejidad que instaba a Sharlotta a continuar. En realidad, el drow estaba aprendiendo más cosas sobre Sharlotta que sobre la convivencia entre las cofradías clandestinas de Calimport.
—A raíz de nuestro ataque, el bajá Da’Daclan cree en los rumores que hablan de la muerte del viejo Basadoni —prosiguió la mujer—. A su modo de ver, Basadoni está muerto o ha perdido el control de la cofradía, por lo que ahora somos muy peligrosos. —Sharlotta esbozó su característica sonrisa pérfida e irónica.
—Así pues, con cada hilo exterior que cortemos, primero la casa y luego el oasis Dallabad, Da’Daclan se sentirá menos y menos seguro —razonó Jarlaxle.
—Y me pone las cosas más sencillas para obligar a los Raker a cerrar un trato muy ventajoso para nosotros. Es posible que Da’Daclan nos ceda toda la manzana alrededor de la casa destruida para aplacarnos. Después de todo, arrasamos su centro de operaciones en esa área —replicó Sharlotta.
—Era un puesto avanzado sin importancia —comentó Jarlaxle.
—Por supuesto, pero imagina cómo nos respetarán las demás cofradías cuando se enteren de que el bajá Da’Daclan nos ha cedido parte de su territorio pese a haberlo atacado —ronroneó Sharlotta. Su incesante juego de intrigas, su continua busca del beneficio personal aumentó el respeto que le tenía Jarlaxle.
—¿El oasis Dallabad? —inquirió el drow.
—Sería una gran conquista, incluso sin tener en cuenta la ventaja que nos daría en nuestras negociaciones con el bajá Da’Daclan.
Jarlaxle se quedó un momento pensativo, asintió y, mirando pícaramente a Sharlotta, señaló el lecho con la cabeza. Para él, pensar en grandes beneficios era el mejor de los afrodisíacos.
Después de despedir a Sharlotta para reflexionar en privado sobre la información que le había proporcionado, Jarlaxle se dedicó a dar vueltas por la alcoba. Según Sharlotta —engañada por Dwahvel—, el oasis Dallabad era una especie de estación repetidora en beneficio del bajá Da’Daclan, desde la cual éste transmitía información a poderosos aliados situados muy lejos de Calimport. Dallabad era una fortaleza independiente, que oficialmente no formaba parte de la cofradía Raker ni de ninguna otra, administrada por un funcionario insignificante llamado Soulez. Al parecer, ese Soulez servía a los intereses de Da’Daclan a cambio de dinero y, según Sharlotta, a veces cobraba peajes a los viajeros que transitaban por los caminos del noroeste.
Mientras paseaba por la habitación, Jarlaxle trataba de digerir la información, que cuadraba con lo que Artemis Entreri había insinuado ese mismo día. Aunque percibía la llamada telepática de su nuevo aliado, el drow se limitó a ajustarse mejor el parche para sustraerse a ella.
Tenía que haber alguna conexión entre una cosa y otra, una verdad dentro de la verdad, alguna relación calculada entre la frágil posición de Dallabad y la mera conveniencia de todo ese asunto. ¿Acaso Entreri no le había sugerido que conquistara algún lugar fuera de Calimport donde poder construir con mayor seguridad la torre cristalina?
Y ahora esto: una ubicación perfecta, de fácil conquista, que se le ofrecía en bandeja de plata. Un lugar con una situación tan conveniente que Bregan D’aerthe mataría dos pájaros de un tiro.
Los intentos por infiltrarse en su mente no cesaban. Era una llamada poderosa, la más intensa que Jarlaxle había sentido a través del parche que le cubría un ojo.
Quiere algo, resonó la voz de Crenshinibon en su cabeza.
La reacción de Jarlaxle fue desestimar de inmediato las palabras de la Piedra de Cristal, convencido de que pensando por sí mismo se haría una imagen más clara de la situación en su conjunto, pero la siguiente afirmación de Crenshinibon fue más allá de las conclusiones a las que el drow llegaba lentamente.
Artemis Entreri actúa movido por otras intenciones. Tal vez por un viejo rencor o para lograr un tesoro.
—Nada de rencor —repuso Jarlaxle en voz alta, mientras se quitaba el parche protector a fin de que él y la Piedra de Cristal pudieran comunicarse sin estorbos—. Si Entreri albergara tales sentimientos, se encargaría personalmente de eliminar al tal Soulez. Él siempre se ha enorgullecido de trabajar solo.
¿Crees que es una simple coincidencia que, de pronto, traten de convencerte de que el oasis Dallabad, un lugar que jamás había sido mencionado antes, es la perfecta solución a nuestro problema con los Raker y nuestra necesidad de construir una torre?, preguntó la Piedra de Cristal y, sin esperar ninguna respuesta, se contestó a sí misma. Artemis Entreri tiene algún motivo oculto para querer que ataquemos el oasis Dallabad. De eso no hay duda. Probablemente sabía que nuestros informadores nos sugerirían que, conquistando Dallabad, asustaríamos al bajá Da’Daclan y reforzaríamos de manera considerable nuestra posición para negociar con él.
—Más probablemente, el mismo Artemis Entreri se ha encargado de que nuestros informadores llegasen a esa conclusión. —Jarlaxle terminó su razonamiento riendo quedamente.
Tal vez es un modo de llevarnos a la destrucción. De ese modo, sería libre y podría gobernar solo.
Pero Jarlaxle negó con la cabeza antes de que el último razonamiento de la Piedra de Cristal acabara de resonar en su cabeza.
—Si Artemis Entreri deseara verse libre de nosotros, encontraría una excusa para abandonar la ciudad.
¿Y huir tan lejos como Morik el Rufián, quizá?, inquirió Crenshinibon irónicamente.
Jarlaxle tenía que admitir que la Piedra de Cristal estaba en lo cierto. Bregan D’aerthe ya había demostrado que tenía unos brazos muy largos en la superficie, tal vez lo suficientemente largos para atrapar a cualquier desertor que huyera. Sin embargo, Jarlaxle discrepaba con la Piedra de Cristal en esto último. Para empezar, Artemis Entreri era lo suficientemente inteligente para comprender que Bregan D’aerthe no se lanzaría a ciegas contra Dallabad ni contra ningún otro enemigo. Además, si lo que pretendía Entreri era precipitar la caída de Bregan D’aerthe en la superficie, era un plan demasiado arriesgado. Sería muchísimo más sencillo informar a las autoridades de Calimshan de que había una banda de elfos oscuros actuando en Calimport.
El mercenario transmitió todos estos pensamientos a Crenshinibon, y conjuntamente llegaron a la conclusión de que la opción más probable era lo que había sugerido la piedra: que Entreri ambicionara un tesoro custodiado en el oasis Dallabad.
Jarlaxle cerró los ojos y absorbió las sensaciones de la Piedra de Cristal acerca de esas verosímiles sospechas, que cada vez cobraban más cuerpo. Al comprender que él y la mágica piedra habían aceptado esa conclusión y pensaban lo mismo al respecto, se echó a reír nuevamente. El sentimiento que predominaba en ambos no era la furia, sino que se sentían divertidos e impresionados. Fuesen cuales fuesen los motivos que movían a Entreri, y fuera o no cierta la información que relacionaba al bajá Da’Daclan con Dallabad, el oasis sería una conquista beneficiosa y, según todos los indicios, segura.
Más para la reliquia que para el elfo oscuro, pues Crenshinibon le había dejado bastante claro a Jarlaxle que debía construir una imagen de sí misma, una torre que recogiera los brillantes rayos del sol.
Era un paso más hacia su objetivo final, que siempre era el mismo.