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El amor en Yodok

Las relaciones sexuales estaban prohibidas en Yodok Cuando se sorprendía a una pareja haciendo el amor, enviaban al hombre al calabozo. Se aplicaba la misma regla a un guardia que se aprovechara de su poder para abusar de una detenida; si salía vivo del calabozo, lo trasladaban. Las mujeres se libraban del calabozo. Se les castigaba con la humillación pública; tenían que relatar sus retozos delante de todo el poblado. Su narración nunca era lo bastante precisa para el gusto de los guardias. Querían que dijera qué caricias le había prodigado a su compañero y lo que este le había hecho, con la mano, la lengua, y en qué posiciones. He asistido a esta especie de confesiones públicas. Se admitía incluso a los niños. Nos reíamos nerviosamente. Era un poco nuestro curso de educación sexual, no faltaba algo de curiosidad y nuestra sensación era ambigua, entre la avidez y la vergüenza. La cara divertida del guardia que amenazaba con violencia a la mujer para hacerla hablar, la mirada destrozada de esta y las risitas de los asistentes, todo ello componía un cuadro siniestro y de lo más miserable.

An Myong Chul, un antiguo guardia del campo que se fugó al Sur, ha contado los actos de barbarie y los horribles castigos impuestos a las mujeres culpables de relaciones sexuales: a una mujer embarazada se le ató a un árbol y fue azotada, a otra le cortaron los pechos, una tercera murió tras ser violada con el mango de un pico. Yo solo tuve conocimiento de estas sesiones públicas de confesión.

Las relaciones sexuales en Yodok estaban prohibidas porque podían dar lugar al nacimiento de hijos de contrarrevolucionarios. El Estado norcoreano es partidario de la eugenesia: la gente con un origen inapropiado debe desaparecer y en todo caso no debe reproducirse. Una vez vi como un guardia obligó a una mujer embarazada a desnudarse y a mostrar a los detenidos, que habían sido reunidos, su vientre hinchado; luego, se puso a golpearla e insultarla:

—¡Tú, una contrarrevolucionaria!, ¿te atreves a traer un hijo a este mundo? —gritaba mientras le propinaba puñetazos—. ¡Tú, de la familia de un traidor a la patria! ¡Es inconcebible!

Por lo general, se obligaba a abortar a las desgraciadas que se quedaban embarazadas. Había en el campo un detenido encargado de esta operación, un antiguo médico que operaba en unas condiciones que daban miedo: sin anestesia ni instrumentos adecuados. Algunas mujeres consiguieron esconder su embarazo hasta el parto. Esta solución no era mucho mejor: los guardias se llevaban al bebé y nunca se volvía a saber de él. Hubo dos mujeres de Yodok que lograron salvar a sus niños. Una de ellas, cuyo embarazo fue descubierto muy tarde, se negó simplemente a entregar al recién nacido. Delante de todos nosotros, atónitos, le dijo a los guardias que podían matarla, pero que no cedería. No tenían ningún derecho a matar a un niño que no había cometido ningún crimen.

—¡Sería traicionar la constitución de la República Popular Democrática! —gritaba—. Si se entera nuestro Gran Líder, se enfadará.

Además, añadió, estaba dispuesta a casarse con el padre. Para nuestra sorpresa los guardias dudaron y le dejaron que se quedara con el niño.

La recuerdo muy bien porque era la hermana mayor de uno de mis amigos. Su padre había sido un cuadro del Partido del Trabajo, fiel entre los fieles de Kim Il Sung La policía japonesa lo había detenido en una ocasión por haber colgado la bandera norcoreana en la fachada del ayuntamiento de Kyoto. De vuelta en Corea, rechazaba los regalos que le enviaban sus amigos del Japón capitalista. Este hombre, a pesar de ser rojo hasta los huesos, fue detenido, acusado de ser un espía y encarcelado con toda su familia.

Su hija era muy fuerte. La he visto trabajar en los campos mejor que muchos hombres. El amor, sin embargo, es una fuerza misteriosa. Se enamoró de un guardia y cuando descubrieron que estaba encinta, el guardia confesó su falta y fue enviado al calabozo. Sobrevivió gracias a las ratas y ranas que ella le llevaba. A la salida estaba esquelético y pesaba menos de cuarenta kilos. No podía andar y hubo que sacarlo en una camilla. La joven lo ayudó a recuperarse y a la vez se ocupó del niño sin dejar de trabajar. Supe que en 1989 salieron de Yodok y se casaron. Es una historia bonita y larga. La mayoría eran más tristes y más breves. La malnutrición prolongada transforma el deseo.

A pesar de todo, el deseo subsistía. Tenía incluso sus héroes. Como ese tipo de unos treinta años que entró en el campo en 1986. Un hombre guapo, bien formado. Según una contabilidad que recogía los rumores del campo, había tenido relaciones con veintiocho mujeres. A pesar de su reputación de donjuán, o por eso mismo, tenía mucho éxito. Un éxito que pagó tres veces con el calabozo. ¡Tres veces y tres meses cada vez! Es el único detenido que sobrevivió a una prueba así. Salió siempre sano y salvo, de pie y capaz de andar sin ayuda, aparentemente intacto. Lo llamábamos «El hombre de hierro». Su resistencia y sus proezas sexuales lo hicieron famoso y respetado en Yodok. Hasta los guardias de seguridad parecían impresionados y no lo trataban como a cualquier otro detenido.

No sé si está vivo todavía, pero si lo está, seguramente se encuentra en el campo n° 15, porque cada estancia en el calabozo suponía cinco años más de detención.