¿Me pregunto si aún siguen juntos, caminando uno al lado del otro, las manos cada vez más cerca de las empuñaduras de sus armas para defenderse uno del otro, diría yo, tanto como de otros enemigos?

Muchas veces pienso en ellos, Artemis Entreri y Jarlaxle. Incluso durante la llegada del rey Obould al frente de sus hordas de orcos, incluso en medio de la guerra y bajo la amenaza a Mitbril Hall; sentía que mis pensamientos salvaban con frecuencia la inmensidad del tiempo y la distancia para buscar mentalmente una imagen de la inverosímil pareja.

¿Por qué debo preocuparme?

En el caso de Jarlaxle, está siempre la justificación de que una vez conoció a mi padre, de que en un tiempo deambuló por los caminos de Menzoberranzan en compañía de Zaknafein, quizá de una forma muy parecida a como deambula ahora por los caminos del Mundo Superior en compañía de Artemis Entreri. Siempre supe de la complejidad de esta extraña criatura, que desafía las sencillas expectativas que uno podría tener con respecto a un drow, incluso las que un drow pudiera tener con respecto a otro. Me siento a gusto con la complejidad de Jarlaxle, porque sirve como recordatorio del individualismo. Habida cuenta de mi herencia oscura, a menudo sólo la fe en el individualismo me permite conservar el juicio. No estoy atrapado por mi herencia ni por mis orejas de elfo ni por mi piel del color del carbón. Por más que en ocasiones me siento víctima de las expectativas de los demás, que no pueden definirme, limitarme ni controlarme en la medida en que yo comprendo que no hay una virtud racial, que sus percepciones de quién debo ser resultan irrelevantes con respecto a la verdad de quién soy realmente.

Jarlaxle refuerza esa realidad, como un recordatorio más contundente que ningún otro de que en cada uno de nosotros reside una personalidad que desafía las limitaciones externas. Es alguien único, sin duda alguna, y eso es algo bueno, creo yo, porque el mundo no podría sobrevivir con muchos de su clase.

En realidad, mentiría si dijera que mi interés por Artemis Entreri proviene sólo de su relación con esa afirmación que es Jarlaxle. Aunque Jarlaxle hubiese vuelto a la Antípoda Oscura, abandonando al asesino a una existencia solitaria, estoy seguro de que regularmente enfocaría en él mis pensamientos. No me da lástima; no me haría amigo de él. No espero ni su redención ni su salvación ni su arrepentimiento ni su modificación con respecto al extremo egoísmo que define su existencia. En el pasado tuve la convicción de que Jarlaxle influiría positivamente sobre él, al menos hasta el punto de poder mostrarle a Entreri lo vacía que está su existencia.

Sin embargo no es eso lo que me impulsa a pensar en el asesino; no es por la esperanza que pienso en él tan a menudo, sino por el temor.

No hasta el punto de que si él me buscara tuviéramos que volver a luchar. ¿Ocurriría eso? Tal vez, pero no es algo que me dé miedo ni que me avergüence ni que me moleste. Si me busca, si me encuentra, si me arroja un arma, que así sea. Creo que tanto para él como para mí será una pelea más en una vida de continuo batallar.

Pero no, la razón por la que Artemis Entreri se convirtió en algo que ocupa con asiduidad mis pensamientos, y con horror, es porque me sirve como recordatorio de lo que podría haber sido yo. Yo transité por caminos oscuros en Menzoberranzan, en un equilibrio entre el optimismo y la desesperación, por una senda que bordeaba tanto la esperanza como el nihilismo. De haber sucumbido a éste, me habría convertido también en otra víctima indefensa de la aplastante sociedad drow, habría liberado la furia de mis espadas en lugar de emplearlas en la causa de la rectitud -o al menos eso es lo que espero y ésa es la finalidad de mi lucha-. En esas épocas de grandes tensiones, en las que creo haber perdido a mis amigos, encuentro esa rabia de la desesperación. Abandono mi corazón. Pierdo mi alma.

Artemis Entreri hace muchos años que abandonó su corazón. Sucumbió a la desesperación, como es obvio. Tengo que preguntarme, aunque es seguro que me resultará doloroso, qué diferencia hay entre él y Zaknafein; casi me da la impresión de que estoy siendo irreverente con mi amado padre al plantear semejante comparación. Tanto Entreri como Zaknafein liberaron la furia de sus espadas sin el menor remordimiento, porque ambos creían estar rodeados por un mundo que no merecía ni el menor atisbo de clemencia por su parte. Mis razones para establecer una diferencia entre ambos se basan en que la antipatía de Zaknafein estaba correctamente centrada, mientras que Entreri permanece ciego a los aspectos de su mundo que merecen comprensión y no el juicio y el rigor finales de la espada.

Sin embargo, Entreri no establece diferencias. Contempla su entorno tal como Zaknafein veía Menzoberranzan, con la misma repugnancia amarga, con la misma sensación de desesperanza, y por ende, con la misma ausencia de remordimiento por hacer la guerra a ese mundo...

Está equivocado, lo sé, pero no me resulta difícil identificar la fuente de su crueldad la he reconocido antes, yen un hombre que tuve en la más alta estima. Es decir, en un hombre al que debo mi propia vida.

Somos todos hijos de la ambición, incluso aunque dicha ambición nos libre de toda responsabilidad. El deseo de alejarse de la ambición es en sí mismo ambición, y por eso la ambición es una ineludible verdad de la existencia racional.

Al igual que Zaknafein, Artemis Entreri ha interiorizado sus metas. Su ambición se basa en el mejoramiento del yo. Busca la perfección del cuerpo y de las artes marciales, no por el deseo de usar esa perfección para lograr una finalidad más importante, sino más bien para lograr la supervivencia. Trata de mantenerse a flote sobre la suciedad y el fango para poder respirar aire limpio.

La ambición de Jarlaxle es muy otra, como lo es la mía, aunque me temo que nuestros objetivos no son de la misma índole. Jarlaxle no trata de controlarse, sino de controlar su entorno. Mientras Entreri puede pasarse horas ejercitando la memoria de los músculos para una sencilla maniobra, Jarlaxle ocupa el tiempo coaccionando y manipulando a la gente que tiene a su alrededor para crear un medio que satisfaga sus necesidades. No pretendo comprender esas necesidades si están relacionadas con Jarlaxle. Son ambiciones interiores, creo yo, y no tienen nada que ver con las grandes necesidades de la sociedad ni con ninguna otra dimensión del bien común. Si tuviera que hacer una predicción basada en mi limitada experiencia con ese drow totalmente atípico, diría que Jarlaxle crea tensión y conflicto por pura diversión. Sale ganando Con estas maquinaciones... Sin la menor duda, al orquestar la lucha entre Artemis Entreri y yo en la réplica al Crenshinibon estaba presente una maniobra pensada para aprovecharse aún más del valioso activo representado por Entreri. Sin embargo, supongo que Jarlaxle causarla problemas incluso sin que mediara el aliciente del botín o de la ganancia personal.

Tal vez esté aburrido por tantos cientos de años de existencia, en las que lo mundano se ha convertido para él en representación de la mismísima muerte. Crea agitación por el puro placer de la agitación. Lo que hace así con cruel indiferencia por los que se convierten en involuntarios principios en su a menudo mortífero juego es un testimonio del mismo tipo de resignación negativa que hace mucho tiempo afectó a Artemis Entreri ya Zaknafein.

Cuando pienso en Jarlaxle y Zaknafein codo con codo en Menzoberranzan, no dejo de preguntarme si no habrán barrido las calles como un terrible monzón, dejando atrás una estela de destrucción al tiempo que una multitud de confusos elfos negros rascándose las cabezas ante las carcajadas de la salvaje pareja que se perdía a lo lejos.

Tal vez Jarlaxle encontró en Entreri a un compañero en su tormenta privada.

Pero Artemis Entreri, pese a todos los parecidos, no es Zaknafein.

La diferencia del método, y lo que es más importante, de la finalidad, entre Entreri y Jarlaxle demostrará una discordia permanente entre ambos, espero, si no se hicieron pedazos ya y uno de los dos, o ambos, no han muerto en el arroyo.

Zaknafein, lo mismo que Entreri, podría haber encontrado la desesperación, pero nunca perdió su alma en ella. Nunca se le rindió.

Ésta es una bandera blanca que levanta desde hace tiempo Artemis Entreri, y no se la puede hacer pedazos fácilmente.

Drizzt Do’Urden