CAPÍTULO XVI
EL CHUPETE

Lo malo del chupete, por ejemplo, no es que el pezón sea de plástico; lo peor es el cuerpo que falta detrás del chupete.

C. RODRIGÁÑEZ

¿QUÉ ES Y PARA QUÉ SIRVE?

El chupete es uno de esos objetos que los futuros padres ya tienen antes de que nazca el niño y que, parece ser, no puede faltar en ninguna canastilla que se precie. Te los regalan por todas partes y se considera un elemento de vital importancia.

Fíjese que los chupetes no llevan instrucciones, son fáciles de usar y no hay que perder mucho tiempo averiguando su funcionamiento (al revés que algunos cochecitos o cunasparque, que requieren un curso avanzado para montarlos y desmontarlos).

Que los niños usen y se enganchen al chupete es sencillo. Basta con metérselo en la boca unas cuantas veces hasta que el bebé aprenda el mecanismo (probablemente no haya uno más fácil porque los niños tienen el instinto de succión); además, notará que succionar un chupete es agradable y le calma. Y es que el chupete calma a los niños. Hasta tal punto, que en inglés la palabra que usan para chupete es la de «pacificador». Es curioso, en castellano lo nombramos por lo que el bebé le hace al chupete y en inglés, por lo que el chupete le hace al bebé.

Probablemente los niños ya están predeterminados a calmarse con la succión. Por eso, generalmente, se calman al ponerlos al pecho, al usar el chupete o al chuparse el pulgar (o todo el puño). Debido a ello se inventó el chupete, que no es más que una imitación en plástico de un pezón materno, tal y como reza la frase del principio, que usamos los adultos para tener tranquilos a los bebés.

Y, al revés que otros inventos para usar con los bebés, este sí que funciona. Incluso en ocasiones es automático y el bebé pasa de llorar desconsoladamente a chupar con fuerza del chupete (y en silencio, para alegría de sus padres). Así, los adultos usan y abusan del chupete, ya que se lo damos a la mínima señal de intranquilidad por parte del niño. Podría haber auténticas competiciones internacionales de madres o padres metiendo el chupete en la boca de su niño al estilo de los duelos de pistoleros. La rapidez de algunos padres no deja de ser asombrosa.

Con el paso del tiempo y con el uso, el niño acaba entendiendo que ese instrumento tan simple es un buen aliado suyo, quizás porque comparte con él momentos de ansiedad y malestar que le calma. Así, el niño establece una relación con su chupete que va algo más allá del simple instrumento. El niño identifica no sólo el instrumento, sino que identifica cuál es su chupete. Hay ocasiones en que reclama su chupete, y no sirve de nada darle otro modelo, el mismo con distinto color o incluso el mismo con idéntico color pero sin desgaste. Así, podemos entender que la relación del niño con el chupete es algo más que la simple, la instrumental, ya que no establecen un contacto tan fuerte con la esponja del baño, la silla de paseo o incluso el biberón.

INCONVENIENTES Y ADVERTENCIAS

Cuando entendemos que el niño necesita el chupete se lo damos y a menudo conseguimos que el bebé deje de llorar o se tranquilice antes. Funciona tan bien, que finalmente acabamos convenciéndonos de que se lo damos por su tranquilidad y por su necesidad, y olvidamos que empezamos a dárselo sin que nos lo pidiera explícitamente y que si no lo hubiera conocido, no lo echaría de menos. Cuando llega el momento de retirarlo tenemos que tener presente este hecho y hacerlo de forma respetuosa para el niño, ya que, entre otras razones, su dependencia se la hemos creado nosotros.

El chupete hace tan bien su función de calmar al niño (pacificarlo), que a menudo se lo damos como sustituto y no como solución a su petición, que en general nos implicaría más a nosotros. El bebé llora porque reclama teta y la madre dice: «Le voy a dar el chupete a ver si se calma y me da tiempo a… (llegar a casa, acabar la tarea, bajar del taxi, etcétera)». En situaciones en que incluso nos sería fácil atender la petición del niño, lo calmamos dándole el chupete. Hay casos más complicados en que el chupete es prácticamente lo único que interactúa con el bebé, porque nadie más le hace caso.

Como ya he comentado al principio del capítulo, el chupete se halla en la mayoría de canastillas, incluso antes de que el bebé haya nacido. Ahora se fabrican multitud de tipos distintos de chupetes y de todos los tamaños, de forma que los hay para que se pueden dar desde el momento mismo del nacimiento. Sin embargo, la OMS y todos los expertos en el tema aconsejan no darlo hasta que la lactancia esté bien establecida. La razón no es otra que, puesto que el chupete es una imitación del pezón de la madre, no interesa que el bebé se acostumbre a la imitación y pueda llegar a rechazar el original (parecido a lo que pasa con el biberón). Hay diferencia entre el modo de succionar el pezón y el del chupete (o tetinas varias), y esta diferencia crea interferencias con la lactancia.

Hay recomendaciones que pertenecen más al apartado del sentido común y que no requieren apenas comentarios. Se aconseja que el chupete sea de una sola pieza, para evitar posibles accidentes si se rompiera en partes más pequeñas y para que se vaya renovando en función de su estado. Cuanto más viejos y gastados, más difíciles de esterilizar y más fáciles de romper, así que mejor irlos cambiando, evitando hacerlo el día en que vamos de visita a casa de los suegros o de fin de semana a la montaña para evitar escenas de verdadera desesperación.

Si no tiene agua al alcance pase otro líquido (leche, gaseosa) para eliminar la suciedad y retire bien con un pañuelo los restos de estas bebidas.

El uso de chupetes y biberones con sustancias dulces, sobre todo en la noche, provoca caries dental.

La Academia Americana de Pediatría ofrece unas recomendaciones en cuanto al chupete (la mayoría ya han sido citadas):

En el uso del chupete hay dos preguntas que se repiten hasta la saciedad por parte de los padres, y hacen referencia a la retirada del chupete. Estas preguntas son el cuándo y el cómo.

¿CUÁNDO RETIRAR EL CHUPETE?

Si no se hubiera obligado al niño a aceptar el chupete, no habría que quitárselo. Y digo obligar porque el recién nacido tiene el reflejo de extrusión desde que nace (por el cual escupe todo lo que se le mete en la boca que no sea el pezón de su madre), y es típico ver a los padres sujetando el chupete en la boca del niño porque «es que, si no, lo escupe». Pues claro.

Fiel a toda mi forma de entender la crianza, la respuesta es que no hay prisa y hay que hacerlo cuando el niño y los padres estén preparados. Al fin y al cabo es un mal hábito que les introducimos los padres, para nuestra tranquilidad, y cuando nosotros pensamos que ya no lo necesitan se lo retiramos, sin tener en cuenta su opinión ni sus sentimientos.

La edad más habitual en que se hace es hacia los 3 años. Esto es así por varias razones: en primer lugar, los niños acostumbran a empezar el colegio a los 3 años. Algunos lo hacen antes y otros lo hacen después (la escolarización en España no es obligatoria hasta los 6 años), pero la mayoría comienzan a esta edad. Al ir a la escuela, la presión sobre los padres y sobre los niños para que abandonen el chupete es importante, y por eso muchos progenitores se deciden a hacerlo sobre esta edad.

Por otro lado, no es mala edad para empezar, ya que en torno a los 3 años el niño ya ha adquirido el lenguaje y entiende lo que se le dice, ya sigue razonamientos básicos y dispone de memoria a largo plazo. Así, si se le explica, se le razona y se le muestra la manera de hacerlo, está en disposición de aceptarlo mucho mejor que si se hace antes, cuando no dispone de estas habilidades cognitivas.

Y, en tercer lugar, porque antes de los 3 años es muy difícil que haya malformaciones dentales o que estas sean irreversibles. Pero, por la misma razón, también se puede hacer después de los 3 años. Los logopedas que relacionan algunos problemas del habla con el uso del chupete están de acuerdo en que antes de los 5 años estos problemas son recuperables, y los ortodoncistas han comprobado que con una succión no mayor de seis horas y con una fuerza de succión normal casi no hay alteraciones hasta los 3 y 4 años, y las que se dan se solucionan con facilidad después, esporádicamente.

«La mayor parte de los niños abandona los hábitos de succión antes de los 4 años sin que se ocasionen daños permanentes», afirma Domingo Barroso, pediatra en el Centro de Atención Primaria José María Álvarez, de Don Benito, en Badajoz.

Contamos con otro factor a nuestro favor, si no hay alteraciones en la forma del paladar, los dientes que tienen los niños a estas edades son los llamados de dentición temporal o dientes de leche, que, afectados o no, se les van a caer.

Por lo que, realmente, hay mucho margen para forzar el abandono del chupete y podemos ser más respetuosos con el niño. No obstante, se puede intentar retirárselo antes, porque lo normal sería no habérselo dado.

¿CÓMO RETIRAR EL CHUPETE?

Si le sale bien a la primera, intente no parecer muy sorprendido.

ANÓNIMO

Hay muchas formas de retirar el chupete. No hay una norma fija. Como en tantas otras cosas, debe hacerse como el niño y los padres quieran. Sólo tenemos que tener en cuenta que estamos retirando un objeto de enorme importancia para el niño, y que después de hacerlo hay muchas probabilidades de que el niño lo vuelva a reclamar porque seguramente lo vuelva a necesitar.

No es un signo de debilidad por parte del niño reclamar un objeto que le calma y le disminuye la ansiedad. Así, debemos estar dispuestos en los días o semanas posteriores a la retirada del chupete a prestar más atención y a dar más cariño al niño, que, con toda seguridad, lo reclamará.

Volviendo al tema del cómo, generalmente da buen resultado vincular la retirada del chupete a fiestas señaladas y entregar el chupete de una forma explícita a algún personaje. Muchos padres aprovechan la Navidad para que el niño le ofrezca su chupete al Rey Mago al entregarle la carta, dárselo a alguien en el día del cumpleaños o dejar el chupete bajo la almohada para el Ratoncito Pérez. Es conveniente que el niño sea consciente de que está dando su chupete a alguien a cambio de algo o por alguna razón, para que así, cuando en los días posteriores nos reclame el chupete, se le pueda recordar lo que ha pasado con él. Otra idea es ir a una tienda de juguetes y, con la ayuda inestimable de la dependienta, cambiar aquel juguete que tanta ilusión le hace tener por los chupetes viejos. Recordarle que entregó el chupete por alguna razón y cuándo lo hizo es muy útil para que acepte que ya no lo tiene más.

Cuando el niño es más mayor se puede explicar qué se espera de él y convencerle. Hay que estar muy seguros de que el niño ha entendido toda la complejidad de la negociación, porque puede que no interprete igual que usted las palabras «para siempre».

Nico había pactado con su padre que ya no llevaría chupete. Cuando llegó la noche lo pidió para dormir. Su padre le dijo: «Nico, quedamos en que era para siempre». Y Nico contestó: «Sí, para siempre de día pero por la noche no vale». Ana H.

El uso del chupete es parecido al hábito de fumar de los adultos. Dejarlo no es nada difícil; hay gente que lo hace más de una vez al día. El problema es conseguir que, una vez que se ha dejado, no se vuelva a caer en el hábito. Por esto recomendamos esperar al día adecuado en que nuestro hijo entienda lo que está haciendo, vincular el momento exacto de dejarlo a algo agradable y tener presente que los días posteriores pueden ser difíciles, en los que habrá que estar a su lado con dosis extras de cariño.

Hay ocasiones en que la retirada del chupete se complica y el niño cumple aquello de: «A falta de pan, buenas son tortas», y sustituye el chupete que no tiene por el pulgar, que son dos, y, si me apuran, cuatro (una amiga mía de juventud, a los 25 años, se mordía la uña del pulgar del pie derecho delante de la tele cuando no le llamaba el novio; luego se dedicó al yoga). Cambiar el chupete por los pulgares es algo que debería evitarse, y es mejor renunciar temporalmente a retirar el chupete que permitir este nuevo hábito. La idea es muy sencilla: resulta mucho más fácil controlar el uso del chupete (se lo damos y se lo quitamos) que el uso del pulgar, que no podemos retirar. Por el contrario, en los casos en que el niño no usa chupete pero no para de meterse el pulgar en la boca, podemos usar el chupete como método de rescate para que deje de meterse los dedos en la boca y, más adelante, retirar de forma tranquila el chupete.

En resumen, el chupete se puede quitar porque sí («A partir de hoy se acabó»), porque se ha «perdido» o porque se lo hemos dado a los Reyes o a la señora de la tienda a cambio de un juguete. Hemos de buscar lo que mejor le vaya a sentar a nuestro hijo. Pero, ante la duda, ¿no cree que es mejor que los Reyes, los padres o la tienda le den algo a cambio de un objeto que es supervalioso para el niño? Los adultos, cuando nos cambiamos el coche o la casa, siempre buscamos la mejor oferta. No sea rácano con su hijo por una cosa que ha iniciado usted.

PARA SABER MÁS

GALÁN, A. et al., «Posibles repercusiones de la lactancia materna y uso del biberón sobre la oclusión en dentición temporal», Odontología Pediátrica, vol. 8, n° 2, año 2000, p. 49.

—, «Repercusión del uso de chupetes sobre los parámetros de la oclusión de la dentición temporal», Odontología Pediátrica, vol. 8, n° 2, año 2000, p. 48.

GRANDI, D. y DONATO, G., Terapia miofuncional. Diagnóstico y tratamiento, Lebón, Barcelona, 2008.

RESUMEN