Epílogo de la autora

La Biblia atormenta a sus lectores. A menudo, cuenta con detalle cosas que no les urge saber, mientras omite otras, que despiertan gran interés. Sirva como ejemplo el famoso versículo del Éxodo 1:15, que da los nombres de dos comadronas judías y se olvida de identificar al faraón que esclavizó a los hebreos. Cualquier novelista o dramaturgo que se siente atraído por las historias bíblicas tiene que lidiar con este problema.

En el caso de María Magdalena, su nombre aparece en los cuatro Evangelios canónicos —el de Mateo, el de Marcos, el de Lucas y el de Juan— con relación a cinco acontecimientos distintos: 1) Su liberación de siete demonios por Jesús. 2) Su permanencia al lado de Jesús, junto con otras mujeres a las que él había sanado, y el apoyo material que brindó a su ministerio. 3) Su presencia en la crucifixión. 4) Su temprana llegada a la tumba la mañana de Pascua, para ungir el cuerpo de Jesús. 5) Su encuentro con el Cristo resurrecto. (Según el evangelio de Juan, Cristo se apareció primero a ella y le ordenó que llevara la noticia a los demás, hecho que le otorgó el título de «Apóstol de los Apóstoles», siendo un apóstol un «emisario»). Los discípulos y los apóstoles no son necesariamente lo mismo. San Pablo fue apóstol sin ser discípulo. María Magdalena fue ambas cosas, como también Pedro, Juan y Santiago.

María Magdalena reaparece en los llamados Evangelios apócrifos, documentos que fueron redactados con posterioridad, algunos ya en el siglo III d. C. Éstos incluyen el Evangelio de María, el Evangelio de Felipe, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro y el Pistis Sofía. En estos textos gnósticos, que ponen de relieve enseñanzas y conocimientos secretos, María Magdalena aparece como una figura iluminada, poseedora de un saber espiritual especial, por el que Jesús la honra. Los estudiosos sostienen que esto podría ser un reflejo de la huella histórica que dejó la importante posición que esta mujer ocupó entre los discípulos. Los textos apócrifos, sin embargo, no nos facilitan detalles de su vida personal.

A partir de ese momento, como sucediera con los demás discípulos, María Magdalena se funde en la leyenda de sus fantásticas aventuras en lugares exóticos.

Cuando quise escribir una novela sobre la vida de María Magdalena, descubrí que disponía de muy pocos datos biográficos en los que apoyarme. Los especialistas suponen que su título, María de Magdala, significa que provenía de la ciudad del mismo nombre a orillas del mar de Galilea, un centro de salado y secado del pescado. El hecho de poder contribuir sustancialmente a la financiación del ministerio de Jesús demuestra que era una mujer con recursos. No existen bases históricas ni bíblicas que apoyen la teoría de que fuera una prostituta, la pecadora que lavó los pies de Jesús con su cabello o, siquiera, la propia María de Betania.

Traté, por lo tanto, de idear una vida probable, una vida representativa de su época y clase social, la biografía de una persona normal y corriente. Por eso hice que tuviera un padre y una madre vivos y con dos hermanos. Retraté una familia de judíos practicantes y, para ilustrar uno de los conflictos del judaísmo en aquella época, hice que uno de los hermanos defendiera la interpretación estricta de su religión y que el otro fuese más receptivo a las influencias griega y romana de su entorno.

Hice de María una mujer casada y una madre, porque eso sería lo normal entonces. También porque quería indicar que abandonó su familia para seguir a Jesús, que ser discípulo conllevaba una serie de sacrificios personales.

Aunque no existen menciones específicas de su papel en los primeros tiempos de la Iglesia, estimo probable que prosiguiera con su misión con los demás discípulos. Según una vieja tradición, terminó sus días en Éfeso, en Asia Menor, donde murió como mártir. Su tumba, cercana a las sepulturas de los Siete Durmientes de Éfeso, fue lugar de peregrinación. La primera mención de su festividad, el veintidós de julio, aparece en los anales de Éfeso y corresponde al año 510 d. C.

Hice que su edad coincidiera con el siglo: nació en torno al año 1 y murió alrededor del 90 d. C. Tendría, por lo tanto, veintisiete años cuando se unió a Jesús, más de treinta cuando él fue crucificado, y fue convirtiéndose en uno de los «pilares de la Iglesia» a partir de su mediana edad y hasta su extrema vejez. Es verosímil que los primeros seguidores de Jesús, testigos presenciales de su vida y sus obras, fueran celebridades en la vejez, ancianos venerables cuyos recuerdos tenían un valor inestimable para los fieles.

En cuanto a los demonios, mis investigaciones apuntan a que suelen abordar a una persona gracias a un objeto o posesión que entra en su casa y está relacionado con la actividad demoníaca. A veces, el objeto se adopta por ignorancia; otras, por ingenuidad. Los exorcismos, desde luego, existían pero no se parecían a los complicados rituales del catolicismo medieval. La práctica habitual estipulaba el ayuno y la oración, seguidos de la orden de expulsión del demonio. En cuanto a las demás manifestaciones —el aturdimiento, los arañazos y magulladuras (que, en ocasiones, trazan letras o vocablos en la piel de las víctimas), la bajada de la temperatura ambiental— se dan actualmente en los casos de posesión.

Debe quedar claro que la posesión se distinguía claramente de la enfermedad. No había confusión entre las dos, como tiende a haber hoy en día.

Incluí el encuentro con Jesús y su familia en la niñez para mostrar que él siempre tuvo una percepción y capacidad de expresión extraordinarias.

Envié a María al desierto como último recurso contra los demonios porque era un remedio conocido de la época. Algunas de las leyendas posteriores también hablan de su estancia en el desierto.

En relación con los sentimientos románticos entre Jesús y María, y Judas y María, me imagino a Jesús como un hombre atractivo, y sería extraño que alguna de sus seguidoras no albergara sentimientos nobles hacia él. Suele ocurrir entre mentores y pupilos, profesores y alumnos, maestros y discípulos. También sería insólito que no se produjeran lazos de este tipo en el seno de un grupo mixto, discípulos y discípulas en el primor de la vida. (De hecho, resultaría ingenuo suponer que no fue así).

La escena donde María y Juana espían las actividades de Judas en el palacio de Antipas es, por supuesto, ficción, aunque la pertenencia del esposo de Juana a la casa de Antipas hacía tal escena posible. Sería sorprendente que los discípulos de Jesús no intentaran averiguar qué planeaban las autoridades con respecto a su maestro.

Sabemos por las epístolas de san Pablo que algunas Iglesias esperaban el segundo advenimiento de Jesús como algo inminente, y que sus miembros abandonaban la vida mundana con el fin de prepararse para su llegada. La congregación de fieles de Jezrael, que yo creé para ilustrar ese hecho, se basa, por lo tanto, en la realidad.

Los cristianos de Jerusalén se refugiaron realmente en Pela, en el estado actual de Jordania, antes de la destrucción del Templo.

Santiago, el hermano de Jesús, fue un converso tardío a la causa, y sus demás parientes también fueron importantes líderes de la Iglesia durante el siglo I d. C.

El historiador Josefo describió la batalla de Magdala.

Aunque algunos testimonios afirman que la Virgen María murió en Éfeso, la tradición que ubica su muerte en Jerusalén es más antigua y está más extendida, y por eso la elegí.

En general, fue la historia particular de María Magdalena —su edad, familia, aspecto y educación— la que tuve que reconstruir, a partir de los datos disponibles. Sus obras después de unirse a Jesús, así como el contexto histórico y geográfico general, se fundamentan en mis investigaciones y en los anales existentes.

Incluyo a continuación algunas sugerencias para los que estén interesados en mis fuentes y material de lectura.

Entre los libros no canónicos:

Robinson, James M., The Nag Hammadi Library in English, Harper, San Francisco, 1990.

Barnstone, Willis, The Other Bible, Harper, San Francisco, 1984.

Entre mis lecturas preparatorias:

Daniel-Rops, Henri, Daily Life in the Time of Jesus, Weidenfeld & Nicholson, Londres, 1962.

Murphy-O’Connor, Jerome, The Holy Land, Oxford University Press, Nueva York, 1999.

Nun, Mendel, The Sea of Galilee and Its Fishermen in the New Testament, Kibbutz Ein Gev, Israel, 1989.

Nun, Mendel, «Galilee Harbors from the Time of Jesús», Biblical Archaeology Review, Julio-agosto de 1999.

Sobre la posesión demoníaca:

Martin, Malachi, Hostage to the Devil, Harper, San Francisco, 1976.

Entre los estudios de la función de la mujer en la Iglesia primitiva:

Schüssler Fiorenza, Elisabeth: In Memory of Her: A Feminist Theological Reconstruction of Christian Origins, Crossroads Publishing Company, Nueva York, 1983.

Shepard Kraemer, Rose y D’Angelo, Mary Rose, Women & Christian Origins, Oxford University Press, Nueva York, 1999.

Pagels, Elaine, The Gnostic Gospels, Random House, Nueva York, 1979.

Entre la enorme cantidad de libros escritos sobre Jesús, me fueron de especial ayuda los siguientes:

Grant, Michael, Jesus: An Historian’s Review of the Gospels, Scribner, Nueva York, 1977.

Ehrman, Bart D., Jesus: Apocalyptic Prophet of the New Millennium, Oxford University Press, Nueva York, 1999.

Alien, Charlotte, The Human Christ, Free Press, Nueva York, 1998.

Son muchos los libros escritos sobre María Magdalena. Entre ellos, un estudio de la figura histórica de María y de las varias interpretaciones que han hecho de ella el arte, la leyenda y la literatura a través de los siglos:

Haskins, Susan, Mary Magdalen: Myth and Metaphor, Riverhead Books, Nueva York, 1993.

Los intentos más recientes de interpretación de la vida de María incluyen:

Thompson, Mary R., Mary of Magdala, Apostle and Leader, Paulist Press, Mahwah, Nueva Jersey, 1995.

Maisch, Ingrid, Mary Magdalene: The Image of a Woman Through the Centuries, Liturgical Press, Collegeville, Minnesota, 1998.

De Boer, Esther, Mary Magdalene - Beyond the Myth, SCM Press, Londres, 1997.

Ricci, Carla, Mary Magdalene and Many Others: Women Who Followed Jesus, Burns & Oates, Tunbridge Wells, Kent, 1994.

Moltmann-Wendel, Elisabeth, The Women Around Jesus, SCM Press, Londres, 1982.

Existe un libro más antiguo, que fue uno de los primeros en abordar la investigación de las bases históricas de la vida de María Magdalena y su posterior distorsión:

Malvern, Marjorie M., Venus in Sackcloth: The Magdalen’s Origins and Metamorphoses, Southern Illinois University Press, Carbondale and Edwardsville, 1975.