Todos los relatos que figuran en este volumen han sido escritos en los últimos años, y algunos son muy recientes. Una tercera parte de ellos trata de inmigrantes en los Estados Unidos, país en el que he vivido ya más tiempo que en mi Polonia natal. He traducido estos relatos con la ayuda de varios colaboradores, y he caído en la cuenta de que en el curso del proceso de traducir llevo a cabo una amplia labor de revisión. No es exagerado afirmar que, al paso de los años, el inglés ha llegado a ser mi «segundo idioma». También es cierto que las versiones extranjeras de mis novelas se han hecho sobre la base de su versión inglesa.
Los traductores al inglés, cuyos nombres constan al término de cada relato, no sólo son quienes primero leen mis obras, sino también quienes realizan las primeras críticas constructivas de las mismas, o por lo menos eso imagino. He sido traductor durante toda mi vida, y considero que la traducción es el mayor problema que plantea la literatura, y, al mismo tiempo, su más exigente piedra de toque. El «otro» idioma, el idioma al que la obra ha de ser vertida, no permite oscuridades, ni juegos de palabras, ni oropeles lingüísticos. La traducción enseña al autor a referirse a hechos antes que a la interpretación de los hechos, y a dejar que éstos hablen por sí mismos. Muy a menudo el «otro» idioma es el espejo que nos ofrece la oportunidad de vernos con todas nuestras imperfecciones, y, si cabe, corregir nuestros errores.
Más de la mitad de los relatos que siguen han sido corregidos por Rachel MacKenzie, redactora jefe de The New Yorker, y Robert Giroux ha revisado el volumen en su totalidad. Dedico la presente obra a quienes la tradujeron y revisaron.
I. S.
Nueva York, a 2 de junio de 1970.