Luxor 18.15 horas

Asomada al balcón, Erica estiró los brazos sobre la cabeza y suspiró aliviada. Había terminado de traducir el papiro. No había resultado difícil, aunque no estaba segura de comprender el significado de lo que decía.

Observó el Nilo y un enorme barco de pasajeros que pasaba. Después de haber estado inmersa en la antigüedad del papiro, el moderno trasatlántico parecía fuera de lugar. Resultaba tan incongruente como el aterrizaje de un plato volador sobre el Ayuntamiento de Boston.

Regresó a la mesa de vidrio sobre la que había estado trabajando, tomó la traducción y la leyó nuevamente:

Yo, Nenephta, jefe de arquitectos del Dios Viviente (que viva eternamente), Faraón, Rey de nuestras dos tierras, el gran Seti I, reverentemente me disculpo por haber perturbado el eterno descanso del rey niño Tutankamón que yace entre estas humildes paredes y con estas escasas provisiones por toda la eternidad. El inenarrable sacrilegio cometido por el picapedrero Emeni, quien intentó saquear la tumba del faraón Tutankamón y a quien hemos empalado debidamente y cuyos despojos hemos diseminado en el desierto del oeste para que queden a merced de los chacales, ha servido para un noble fin. El picapedrero Emeni ha abierto mis ojos haciéndome comprender la modalidad de los codiciosos y los injustos. Por lo que yo, Jefe de Arquitectos, conozco ahora la forma de asegurar la eterna seguridad del Dios Viviente (que viva eternamente), Faraón, Rey de nuestras dos tierras, el gran Seti I. Imhotep, arquitecto del Dios Viviente Zoser y constructor de la Pirámide Step, y Neferhotep, arquitecto del Dios Viviente Khufu y constructor de la Gran Pirámide, utilizaron esa forma en sus monumentos, pero sin comprensión plena. Por lo tanto, el eterno descanso del Dios Viviente Zoser y del Dios Viviente Khufu fue interrumpido y destruido durante el primer período oscuro. Pero yo, Nenephta, Arquitecto Jefe, comprendo plenamente la forma y también la codicia del ladrón de tumbas. Y así se hará, y la tumba del niño rey, faraón Tutankamón, es sellada nuevamente en este día.

Año 10 del Hijo de Re, Faraón Seti I, segundo mes de Germinación, día 12.

Erica colocó la hoja sobre la mesa. La palabra que le había provocado más problemas fue «forma». Los signos jeroglíficos sugerían «método» o «sistema» y aún «treta»; sin embargo la palabra «forma» era la que sintácticamente tenía más sentido. Pero su significado se le escapaba.

El hecho de haber sido capaz de traducir el papiro hizo que Erica se sintiera muy satisfecha. También hizo que palpara la vida del antiguo Egipto como algo completamente vivo, y la joven sonrió ante la arrogancia de Nenephta. A pesar de la aparente comprensión del arquitecto con respecto a la codicia de los ladrones de tumbas y a la «forma», la magnífica tumba de Seti había sido violada menos de cien años después de haber sido sellada, mientras que la humilde tumba de Tutankamón permaneció sin ser molestada durante tres mil años más.

Tomando nuevamente la traducción, Erica volvió a leer la parte referente a Zoser y Khufu. Repentinamente se arrepintió de no haber visitado la Gran Pirámide. En su momento se había sentido muy bien al no precipitarse a las pirámides de Gizeh igual que todo el resto de los turistas. Pero ahora deseó haberlo hecho. ¿Cómo pudo Neferhotep haber usado la forma en la construcción de la Gran Pirámide, pero sin plena comprensión? Erica miró fijamente las montañas distantes. Además de todos los significados misteriosos que se atribuían a la forma y al tamaño de la Gran Pirámide, ella acababa de descubrir otro, más antiguo aún. Ya en el tiempo de Nenephta, la Gran Pirámide era una estructura antigua. En realidad, pensó Erica, era probable que Nenephta no supiese mucho más sobre la Gran Pirámide de lo que sabía ella misma. Decidió visitarla. A lo mejor, simplemente por el hecho de estar parada a la sombra de ese monumento, o caminando por sus entrañas, le sería posible comprender lo que Nenephta quiso decir con la palabra «forma».

Miró la hora. Podía alcanzar con toda facilidad el tren nocturno de las 19.30 a El Cairo. Presa de afiebrada excitación, empacó su bolsón de lona con la Polaroid, la guía Baedeker, la linterna, un par de vaqueros y algo de ropa interior. Luego se dio un baño rápido.

Antes de abandonar el hotel llamó a Ahmed para decirle que regresaba a El Cairo por un día a dos porque la había asaltado el deseo irresistible de ver la Gran Pirámide de Khufu.

Ahmed comenzó a sospechar inmediatamente.

—Hay tanto que ver aquí en Luxor. ¿No puede esperar la Gran pirámide?

—No. Repentinamente siento una necesidad terrible de verla.

—¿Y también vas a ver a Yvon de Margeau?

—A lo mejor —contestó evasivamente Erica. Se preguntó si sería posible que Ahmed estuviese celoso—. ¿Quieres que le diga algo de tu parte? —Sabía que lo estaba azuzando.

—No, por supuesto que no. Ni siquiera me menciones. Llámame en cuanto regreses. —Ahmed cortó la comunicación antes de que ella pudiese despedirse.

En el preciso momento en que Erica subía al tren con destino a El Cairo, Lahib Zayed entraba en el Hotel Winter Palace. Era portador de un mensaje confidencial para Erica, en el que se decía que le mostrarían la estatua de Seti I la noche siguiente, siempre que siguiera ciertas instrucciones. Pero Erica no estaba en su cuarto, y Zayed decidió volver más tarde, temeroso de la reacción de Muhammad si no conseguía entregar ese mensaje.

Cuando el tren partió de la estación, Khalifa se dirigió al correo central para telegrafiar a Yvon de Margeau, comunicándole que Erica Baron estaba en camino a El Cairo. Agregó que la joven actuaba en forma muy extraña y que él esperaría instrucciones en el Hotel Savoy.