—Alguien les ha hecho otra visita a los Wu —dijo Sellitto, alzando la mirada hacia Rhyme mientras hablaba por el móvil.
—¿Qué? —dijo Sachs, asombrada—. ¿En nuestro piso franco de Murray Hill?
Rhyme condujo su silla hasta situarse frente al detective, que añadió:
—Un tipo de tez oscura, poca estatura, con guantes, fue divisado por una de las cámaras de seguridad del callejón. Estaba comprobando una de las ventanas traseras. ¿Creéis que es una coincidencia?
—Con el Fantasma no hay coincidencias —bromeó Sonny Li con sarcasmo.
Rhyme asintió y dijo:
—¿Qué sucedió?
—Dos de los nuestros fueron a por él, pero se escabulló.
—¿Cómo demonios ha podido el Fantasma adivinar dónde estaban? —preguntó Rhyme.
—¿Quién sabe? —dijo Sellitto.
—Tal vez uno de sus bangshous me siguió hasta la clínica tras el tiroteo de Canal Street —propuso Sachs— y luego siguió a los Wu hasta el piso franco. Es posible aunque algo descabellado. —Fue hacia la pizarra y señaló una anotación—. ¿Y qué pasa con esto?
Se sabe que el Fantasma tiene en nómina a gente del gobierno.
—¿Estás pensando en un espía? —preguntó Sellitto.
—Nadie en el FBI sabía que los estábamos enviando a Murray Hill —dijo ella—. Ahora que lo pienso, Dellray ya se había ido. Eso lo reduce todo a alguien del INS o del NYPD.
—Bueno —empezó Sellitto—. Lo que está claro es que no podemos seguir teniéndoles allí. Llamaré a los U.S. Marshals para que los trasladen a un centro de protección de testigos en el norte del estado. —Miró a todos los presentes—. Y que esta información no salga de esta sala. —Hizo una llamada y lo arregló todo para que trasladaran a los Wu en una furgoneta blindada.
Rhyme estaba impacientándose.
—Que alguien hable con el FBI. ¿Dónde demonios está el sustituto de Dellray? Eddie, llama.
Deng se puso en contacto con el ayudante del agente especial al cargo en el FBI. Resultó que había habido un retraso con la dichosa asamblea en la que se iba a decidir enviar más agentes al caso GHOSTKILL.
—Dicen que todo estará listo para esta tarde.
—¿Qué es «todo»? —preguntó Rhyme cáustico—. ¿Y cómo de «listo» tiene que estar todo para que nos den los agentes que hemos solicitado? ¿Es que no saben que ahí fuera hay un asesino?
—¿Quieres volver a llamarles?
—No —exclamó—. Quiero que revisemos las pruebas.
La búsqueda de Sachs en la escena del crimen del piso franco del Fantasma había ofrecido resultados desiguales. Uno de los datos descorazonadores era que el teléfono móvil que tan crucial había sido para dar con el paradero del Fantasma había sido abandonado en el apartamento. Si aún lo tuviera en su poder, podrían rastrearle de nuevo. Pero todo eso significaba que el criminal sospechaba que ésa había sido la forma que habían tenido para dar con él, y que a partir de entonces sería mucho más cuidadoso con las llamadas desde o a un móvil.
A diferencia del sicario muerto en Canal Street, el uigur del piso franco llevaba encima una identificación: un carné de conducir y una tarjeta de visita del centro cultural del Turquestán de Queens. Pero Bedding y Saúl, acompañados por un equipo de operaciones especiales, se hallaban en esos momentos en el centro hablando con el jefe de la organización que les dijo que sólo había oído que un chino no identificado había contratado a gente del barrio para hacer una mudanza y que no sabía nada más. Los Gemelos les aseguraron que seguirían presionándole, aunque intuían que aquel hombre prefería ir a la cárcel antes que traicionar al Fantasma.
Tampoco les resultó de ninguna ayuda el nombre en el contrato de arrendamiento del apartamento del Fantasma: Harry Lee. Tanto el número de la Seguridad Social como las referencias que contenía eran falsos, y el cheque del alquiler provenía de una cuenta de un banco del Caribe. Además, Deng les informó de que «Lee» era un apellido tan común en chino como «Smith» en inglés.
No obstante, el cadáver del viejo que había muerto de una sobredosis de morfina sí les reveló algunos datos interesantes. Encima llevaba su cartera, donde un carné de identidad mojado de agua salobre lo identificaba como Chang Jiechi. Escondido detrás del documento encontraron un pedazo de papel doblado muy viejo. Deng sonrió con tristeza.
—Fijaos. Es un autógrafo de Chiang Kai-shek, el líder nacionalista. En la nota felicita a Chang Jiechi por sus esfuerzos para hacer frente a los comunistas y tratar de evitar que el pueblo chino caiga en manos de la dictadura.
Rhyme la miró y luego se fijó en la ristra de fotos que había debajo de las del viejo muerto. Eran primeros planos de sus manos. El criminalista movió su propio dedo y condujo la Storm Arrow hasta la pizarra.
—Mirad eso —dijo—. Mirad sus manos.
—Las saqué por los manchones —dijo Sachs.
Los dedos y las palmas de Chang Jiechi estaban cubiertos de manchas azules y negras. Era pintura o tinta. Claramente se veía que no se trataba de un caso de amoratamiento por lividez post mórtem, lo que por otra parte no podría haber ocurrido dado lo reciente de la defunción.
—¡Los dedos! —dijo Rhyme—. ¡Mirad sus dedos!
Amelia entrecerró los ojos y los miró más de cerca.
—Tiene hendiduras.
Tomó una muestra de las huellas de Sam Chang y la puso cerca de las de su padre. Las palmas y los dígitos eran de distinto tamaño, y las del viejo estaban mucho más arrugadas, pero las marcas que Rhyme había localizado en los dedos de Sam Chang eran claramente similares a las de su padre.
Habían supuesto que tales marcas se debían a algún tipo de herida. Pero ahora veían que no era el caso.
—¿A qué se debe? —preguntó Cooper—. ¿Es algo genético?
—No, no puede serlo —dijo Rhyme, que examinaba atentamente la foto de los dedos del viejo Chang. Cerró los ojos y dejó volar la mente, al igual que uno de los halcones peregrinos que se posaban en el alero de la ventana de su dormitorio. Manos llenas de tinta y de marcas… Dejó caer la cabeza sobre el respaldo de la silla y miró a Sachs.
—¡Son pintores! Tanto el padre como el hijo son artistas. ¿Os acordáis del logo de The Home Store en la furgoneta? Uno de ellos lo pintó.
—No —dijo Li, mirando la foto—. Pintores, no. Calígrafos. En China caligrafía muy importante. Cogen el pincel así. —Tomó un bolígrafo y lo sostuvo perfectamente vertical en un triángulo formado por el pulgar, el índice y el corazón. Cuando lo soltó les mostró la mano: se podía advertir en sus dedos una marca roja idéntica a la de las huellas de Sam Chang y de su padre—. La caligrafía se consideraba un arte en China. Pero durante la Revolución Proletaria, se persiguió a los artistas con dureza. Muchos calígrafos buscaron empleos en imprentas y pintando anuncios, haciendo cosas útiles. Buenas para sociedad. En barco, Chang me dijo que él era disidente y que le echaron de escuela. Nadie lo contrata en colegios. Tiene sentido que él haga impresión y dibuje anuncios, señales.
—Y en la clínica Wu comentó que Chang ya había conseguido un empleo aquí —apuntó Sachs.
—Sabemos que los Chang están en Queens —dijo Rhyme—. Consigamos que todos los oficiales del Distrito Quinto que hablen chino empiecen a llamar a todas las empresas de artes gráficas, a todas las imprentas que hayan contratado a ilegales.
Alan Coe se echó a reír, presumiblemente de la candidez de Rhyme.
—No colaborarán. No tenemos guanxi.
—¿Quieres tu puto guanxi? —replicó Rhyme—. Diles que si nos mienten y nos enteramos, el INS les cerrará el negocio y que, si los Chang mueren, los empapelaremos por complicidad en un asesinato.
—¡Ahora piensas como policía chino! —exclamó Sonny Li, divertido—. ¡Eso sí que es un Acicate Popular sin Precedentes en la Historia!
Deng sacó el móvil y llamó a la central.
Mel Cooper había pasado varias muestras encontradas en la escena del crimen de Patrick Henry Street por el cromatógrafo de gas. Estudió los resultados.
—Aquí hay algo interesante. —Miró la bolsa que Sachs había marcado con un rotulador—. Esto estaba en los zapatos del padre de Chang. Nitratos, potasio, carbón, sodio… Biosólidos. En cantidades nada despreciables.
Estos restos llamaron la atención de Rhyme. El término «biosólido» lo debía haber inventado algún experto en relaciones públicas lo bastante listo como para darse cuenta de que las posibilidades comerciales de su producto se verían mermadas por su verdadero nombre: mierda humana procesada.
Las catorce plantas de tratamiento de residuos de la ciudad de Nueva York producían más de un millar de toneladas de biosólidos al día y lo vendían por todo el país como fertilizante. El hecho de que en aquella suela hubiera cantidades significativas indicaba que los Chang vivían cerca de alguna de esas plantas.
—¿Podemos ir buscando casa por casa en las inmediaciones de las plantas de tratamiento? —preguntó Sellitto.
Rhyme negó con la cabeza. Sólo en Queens había varias y, dado que en la zona de Nueva York hay vientos variables, los Chang podían vivir en un radio de varias manzanas alrededor de cualquiera de ellas. Si no podían acotar la zona de alguna manera, por ejemplo, encontrando la imprenta donde Sam Chang iba a trabajar, el rastreo podía durar una eternidad.
El resto de las pruebas no dio mucho de sí. La morfina que el anciano había usado para suicidarse provenía de una clínica china, y por tanto no les servía en su investigación forense.
—¿La morfina puede matarte? —preguntó Sellitto.
—Corre el rumor de que así fue como se suicidó el escritor Jack London —respondió Rhyme, cuyo conocimiento de técnicas suicidas era tan amplio como el de anécdotas de crímenes históricos—. Además, en la dosis justa, cualquier cosa puede matarte.
Sachs añadió que el viejo no llevaba ningún billete de metro o cualquier otro tipo de documento que pudiera ayudar a localizar de dónde había llegado.
Pero, como alguien le recordó entonces a Rhyme, Amelia Sachs no había sido la única policía en investigar la escena del crimen del apartamento del Fantasma.
—Hey, Loaban, yo también encontré cosas cuando investigo apartamento de Fantasma. ¿Quieres oírlas?
—Adelante.
—Tengo buen material, digo. Okay, hay estatua de Buda frente a puerta. En dormitorio no hay estéreo ni color rojo. El pasillo pintado de blanco. Los estantes de libros tienen puertas. Tenía estatua de ocho caballos. Todos los espejos eran grandes para no cortar parte de la cabeza cuando se mira en ellos. Tenía campanas de bronce con empañaduras de madera: las guardaba en el lado occidental del piso. —Asintió ante el obvio significado de todo aquello—. ¿Ya lo sabes, Loaban?
—No —dijo Rhyme—. Sigue.
Li se llevó la mano al bolsillo de la camisa para sacar un pitillo pero dejó caer el brazo.
—En mi mesa de la comisaría de Liu Guoyuan, tengo un cartel.
—¿Otro proverbio?
—«Jw yi jan san». Significa «Si le muestro a un hombre esquina de objeto y él no capaz de saber cómo son otras tres esquinas, entonces yo no me molesto en volver a enseñarle».
No es un mal lema para un detective forense, pensó Rhyme.
—¿Y tú has deducido algo que sea de ayuda, algo que podamos usar que no sea una estatua de ocho caballos y unas campanas de bronce?
—Feng shui, digo.
—La disposición de los muebles en una casa para que te traigan buena suerte —explicó Thom. Cuando Rhyme le miró sorprendido, añadió—: lo vi en un programa del canal Casa y Jardín. Y no te preocupes: estaba en mi tiempo libre.
Rhyme estaba impaciente.
—Así que vive en un apartamento que le trae buena suerte, ¿no, Li? ¿Qué tipo de prueba útil nos ofrece eso?
—¡Felicidades, Sonny! —exclamó Thom—. Ya tienes el tratamiento de apellido. Lo reserva para los verdaderos amigos. Fíjate que a mí sólo me llama «Thom».
—Nadie te ha dado vela en este entierro, Thom. Creo que estás aquí sólo para escribir, no para hacer apostillas a lo que digo.
—¿Que vaya al grano, Loaban? A mí me parece claro —continuó Li—. Fantasma contrata a alguien para ordenar su dormitorio y el tipo que contrata hace trabajo de puta madre. Conoce el oficio. Tal vez también sabe otros sitios donde Fantasma tiene apartamentos.
—Vale —dijo Rhyme—. Eso es útil.
—Voy a comprobar hombres feng shui en Chinatown. ¿Qué te parece?
Rhyme miró a Sachs y ambos se echaron a reír.
—Tengo que escribir otro tratado de criminalística. Esta vez le añadiré un capítulo «woo-woo».
—Hey, ¿sabes qué dice nuestro líder Deng Xiaoping? Dice no importa si gato blanco o negro si caza ratones.
—Vete entonces a cazar un ratón, Li. Pero vuelve luego. Necesito más baijiu. Oh, y Sonny…
El policía chino le miró.
—Zaijian. —Rhyme pronunció con cuidado la palabra que había aprendido en una página web dedicada a la traducción del chino.
Li asintió.
—Adiós. Sí, sí. Hasta lo pronuncias bien, Loaban. Zaijian.
El chino se marchó y ellos volvieron a las pruebas. Pero el equipo no hacía progresos y pasó una hora sin que recibieran noticias de los oficiales que investigaban las empresas de artes gráficas de Queens.
Rhyme volvió a reposar la cabeza en la almohada. Sachs y él miraron el listado; Rhyme sentía una sensación conocida: la esperanza de que apareciera una nueva prueba aunque supieran de antemano que tampoco les iba a llevar a ningún lado.
—¿Quieres que vuelva a hablar con los Wu, o con John Sung? —le preguntó ella.
—No necesitamos más testigos —murmuró Rhyme—. Necesitamos más pruebas. Necesito algo concreto.
Más malditas pruebas… Necesitaban…
Entonces volvió la cabeza hacia el mapa: el primero, el de Long Island. Miró un punto rojo a una milla de la costa de Orient Point.
—¿Qué? —le preguntó Sachs al verle entrecerrar los ojos.
—Maldita sea —murmuró él.
—¿Qué?
—Tenemos otra escena del crimen. Y me había olvidado de ella.
—¿Qué?
—El barco. El Fuzhou Dragón.
GHOSTKILL
Escena del crimen Asesinato Jerry Tang | Escena del crimen Tiroteo Canal Street | Escena del crimen Tiroteo piso franco |
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Cuatro hombres echan la puerta abajo, lo torturan y le disparan. | Prueba adicional apunta piso franco en la zona de Battery Park City. | Huellas digitales y fotos de manos de Chang Jiechi apuntan padre —e hijo Sam— son calígrafos. Sam Chang podría trabajar rotulando en una imprenta. Llamar comercios y empresas del ramo en Queens. |
Dos casquillos: también modelo 51. Tang tiene dos disparos en la cabeza. | Chevrolet Btazer robado. | Biosólidos en zapatos difunto apuntan que viven en barrio cercano a planta de tratamiento de residuos. |
Vandalismo pronunciado. | Paradero desconocido. | El Fantasma usa a un experto en feng shui para que le arregle entorno vivienda. |
Algunas huellas. | No hay correspondencias para huellas. | |
Sin correspondencia, excepto las de Tang. | Moqueta del piso franco: Lustre-Rite de la empresa Arnold, instalada en los pasados seis meses; llamada a empresa para conseguir lista de instalaciones. | |
Los tres cómplices calzan talla menor que la del Fantasma, probable que sean de menor estatura. | Localización instalaciones confirmada: 32 en Battery Park City. | |
Rastreo sugiere que el Fantasma tiene un piso franco en el centro, probablemente en la zona de Battery Park City. | Encontrado mantillo fresco. | |
Los sospechosos cómplices probablemente de minoría étnica china. En la actualidad se busca su paradero. | Cadáver cómplice del Fantasma: minoría étnica del oeste o noroeste de China. Nada en las huellas. | |
Uigures de Turquestán. Centro Comunitario Islámico de Queens. | Arma: WaltherPPK. | |
Llamadas de móvil apuntan al 805 de Patrick Henry Street, en el centro. | Más sobre los inmigrantes: | |
Los Chang: Sam, Mei-Mei, William y Ronald; padre de Chang: Chang Jiechi y bebé: Po-Yee. Sam tiene empleo pero empleador y localización desconocidos. Conduce furgoneta azul: marca y matrícula desconocidas. | ||
Apartamento de los Chang en Queens. | ||
Los Wu: Qichen, Yong-Ping, Chin-Meiy Lang. |