Capítulo 29

Medianoche.

A pesar de un largo día que le había llevado a través de medio mundo desde un barco que se hundía hasta un apartamento en Central Park West, Sonny Li no parecía cansado.

Entró en la habitación de Lincoln Rhyme con una bolsa de la compra en la mano.

—Cuando fui a Chinatown con Hongse, Loaban, compré un par de cosas. Regalo para ti.

—¿Un regalo? —preguntó Rhyme desde su trono, la nueva cama Hil-Rom Flexicair que, tal y como le habían dicho, era sumamente cómoda.

Li sacó un objeto de la bolsa y empezó a quitarle el papel de regalo.

—Mira lo que te he comprado. —En sus manos sostenía una figurilla de jade de un hombre con un arco y una flecha que parecía muy fiero. Li observó la habitación—. ¿Dónde queda el Norte?

—Ahí —le dijo Rhyme.

Li puso la figurilla sobre una mesa contra el muro. Luego volvió a coger la bolsa y sacó unas varitas de incienso.

—No te atrevas a quemar eso aquí.

—Tengo que hacerlo, Loaban. No te matará.

A pesar de su afirmación sobre que los chinos no sabían decir no, esta vez no daba la impresión de que Li fuera a transigir.

Puso la barrita de incienso en un soporte y la encendió. Luego encontró una taza en el baño y la llenó de un licor que sirvió de una botella verde, que también llevaba en la bolsa de la compra.

—¿Qué te propones, hacer un templo?

—Una capilla, Loaban. No un templo. —Li parecía asombrado de que Rhyme no hubiera caído en la cuenta de las diferencias entre una y otro.

—¿Quién es ése? ¿Confucio? ¿Buda?

—¿Con un arco y flecha? —se burló Li—. Loaban, sabes tanto de tan poco y tan poco de tanto…

Rhyme se rió al recordar que su ex mujer solía decirle lo mismo, aunque a mayor volumen y sin articularlo tanto.

—Éste es Guan Di —dijo Li—, el dios de la guerra. Le hacemos sacrificio. Le gusta vino dulce y yo le he comprado eso.

Rhyme se quedó pensando en lo que dirían Sellitto y Dellray, por no hablar de Sachs, al ver su dormitorio convertido en una capilla en honor del dios de la guerra.

Li se inclinó sobre la imagen y murmuró unas plegarias en chino. Sacó una botella blanca de la bolsa y se sentó en una silla de mimbre junto al lecho de Rhyme. Se sirvió en la taza que había encontrado en el baño y llenó uno de los vasos de plástico de Rhyme, al que quitó la tapa antes de rellenarlo por la mitad.

—¿Y eso? —preguntó Rhyme.

—Bueno, Loaban. Chuyeh ching chiew. Ahora hacemos sacrificios a nosotros. Esto bueno, como whisky.

No, en realidad no se parecía al whisky para nada, nada que ver con la delicadeza del ahumado de turba en un escocés de dieciocho años. Pero, aunque sabía bastante mal, le calentaba a uno con el primer sorbo.

Li señaló el improvisado altar.

—Encontré a Guan Di en tienda de Chinatown. Dios muy popular. En China miles de capillas dedicadas a él. Pero no lo compro por guerra. Es también el dios de detectives, digo.

—Te lo estás inventando.

—¿Chiste? No, es cierto, digo. Toda comisaría que yo veo tiene estatua Guan Di. Si los casos no van bien los detectives quemar ofrendas, justo como nosotros. —Otro trago de licor. Li olió el licor—. Esto trago fuerte, digo. Este baijiu.

—¿Qué?

Señaló la botella de Chuyeh ching chiew.

—¿Qué has rezado? —preguntó Rhyme.

—Traduzco: «Guan Di, déjanos encontrar a los Chang y pillar al puto Fantasma».

—Esa es una buena plegaria, Sonny. —Rhyme bebió un poco más de licor. Con cada nuevo sorbo parecía mejorar; o tal vez es que era mejor olvidarse de lo mal que sabía.

—Esa operación que tú dices antes —dijo el policía chino—. ¿Te mejora?

—Puede. Un poco. No podré andar pero tal vez recupere un poco de movilidad.

—¿Cómo funciona?

Le contó a Li que la doctora Cheryl Weaver, que trabajaba en la unidad de neurología de la Universidad de Carolina del Norte, estaba desarrollando una cirugía experimental en pacientes con daños en la columna vertebral. Podía recordar casi de forma literal la explicación de la doctora sobre cómo funcionaba dicha técnica:

El sistema nervioso está formado por axones, que son los que transmiten los impulsos eléctricos. Al lesionarse la columna vertebral, esos axones se cortan o se estrujan y mueren. Así que dejan de llevar esos impulsos nerviosos y el cerebro no puede distribuir su mensaje al resto del cuerpo. Seguramente, te han dicho que los nervios no se regeneran. Eso no es del todo cierto. En el sistema nervioso periférico —como nuestros brazos y piernas— los axones dañados pueden volver a crecer. Pero en el sistema nervioso central —el cerebro y la columna vertebral— no lo hacen. Al menos no crecen de nuevo por sí solos. Así, cuando te cortas un dedo la piel lo recubre y puedes recuperar el sentido del tacto. Eso no sucede en la columna vertebral. Pero hay cosas que estamos aprendiendo a hacer y que pueden ayudar al recrecimiento.

Nuestro acercamiento al problema en este instituto se basa en un ataque completo al lugar de la lesión. Desde todos los frentes, usamos la cirugía de descomprensión tradicional para reconstruir la estructura ósea de las vértebras y para proteger el lugar dañado por la lesión; después, injertamos dos cosas en ese lugar, la primera es parte del tejido del sistema nervioso periférico del paciente y lo segundo son células embrionarias del sistema nervioso central.

—De un tiburón —añadió Rhyme para Sonny Li.

—¿Del pez? —se rió Li.

—Exacto. Los tiburones son más compatibles con los humanos que el resto de los animales. Luego —añadió el criminalista— tomaré medicinas que me ayudaran a regenerar la columna vertebral.

—Hey, Loaban —preguntó Li—, esta operación, ¿peligrosa?

De nuevo Rhyme escuchó la voz de la doctora Weaver.

Claro que hay riesgos. Las medicinas no es que sean particularmente peligrosas. Pero los riesgos vienen asociados al tratamiento. El C4 te ocasionará problemas respiratorios. Aunque tendrás respiración asistida, la anestesia puede provocarte también problemas respiratorios. Además el estrés de la operación puede provocarte disrreflexia autónoma y eso podría derivar en una subida de la tensión —ya sé que estás familiarizado con esto— que podría provocarte un infarto cardiaco o cerebral. Hay también riesgo de traumatismo en la zona afectada: ahora no tienes quistes pero la operación y su consiguiente crecimiento podría elevar la presión en la zona y causarte más daños adicionales.

—Sí, es peligroso —admitió Rhyme.

—Me suena a «Yi luán tou shi».

—Lo que significa…

—Se traduce así —dijo Li después de meditarlo—: «tirar huevos contra rocas». Significa hacer algo que va a fracasar, digo. ¿Por qué haces esta operación?

A Rhyme le parecía obvio. Para conseguir, aunque fuera mínimamente, algo de independencia. Tal vez para poder coger el vaso con la mano, por ejemplo, y poder llevárselo a la boca. Para rascarse la cabeza. Para ser más «normal», por usar un término políticamente muy incorrecto dentro de la comunidad de discapacitados. Para estar más cerca de Amelia Sachs. Para ser un mejor padre para el bebé que Sachs deseaba tanto.

—Es algo que tengo que hacer, Sonny —se limitó a decir. Luego señaló la botella de Macallan—. Probemos ahora mi baifu.

Baijiu, Loaban —replicó Li, riendo—. Lo que has dicho significa «Probemos mi tienda».

Baijiu —se corrigió Rhyme.

Li llenó la taza y el vaso del criminalista con whisky escocés.

Rhyme sorbió: sí, esto era mucho mejor.

Li tragó una taza entera de escocés de un solo sorbo. Sacudió la cabeza.

—Digo, no deberías hacer esa operación.

—He sopesado los riesgos y…

—No, no. ¡Abarca quien eres! Abarca tus limitaciones.

—Pero ¿por qué? ¿Por qué no tengo que hacerlo?

—Yo veo toda la mierda científica que tenéis aquí en Meiguo. En China no tenemos ciencia en todos sitios como vosotros. Claro, Beijín, Hong Kong, Guang-dong, Fuzhou, claro, claro: tenemos casi todo que vosotros tenéis. Algo más atrasados, gracias Jefe Mao, pero tenemos ordenadores, Internet, misiles… Sí, a veces explotan pero suelen ir al espacio sin problemas. Pero los médicos no usan tanta ciencia. Nos devuelven la armonía. En China, médicos no dioses.

—Aquí lo vemos de otra forma.

—Sí, sí —dijo Li—. Los médicos te hacen parecer más joven. Te dan pelo. Dan a mujeres xiong más grandes, sabes… —Se señaló el pecho—. Nosotros no entendemos eso. Eso no está en armonía.

—¿Y tú crees que estoy en armonía así? —preguntó Rhyme algo exasperado.

—El destino te hizo así, Loaban. Y te hizo así a propósito. Tal vez tú el mejor detective que puedes ser por lo que sucedió. Ahora tu vida equilibrada, digo.

—No puedo andar —dijo Rhyme, riendo—, no puedo recoger pruebas… ¿Cómo puede eso ser mejor?

—Tal vez tu cerebro, tal vez funciona ahora mejor, digo. Tal vez ahora tú tienes más fuerza de voluntad. Tu jizhong, tu enfoque, tal vez ahora mejor.

—Lo siento, Sonny, no me lo trago.

Pero ya sabía que una vez que Sonny Li se concentraba en un tema no lo soltaba.

—Déjame explicarte, Loaban. ¿Recuerdas a John Sung? ¿Qué tenía piedra de la suerte, Rey Mono?

—Lo recuerdo.

—Tú eres mono.

—¿Que soy qué?

—Tú eres como mono, digo. Mono hace magia, milagros; es inteligente, duro: también tiene mala leche, digo. Como tú. Pero ignora naturaleza: busca formas de hacer trampas a los dioses y así vivir siempre. Roba melocotones de la inmortalidad y borra nombres de Registro de vivos y muertos. Entonces tiene problemas. Lo queman, le dan paliza y lo entierran bajo montaña. Al final mono abandona idea de querer vivir siempre. Encuentra amigos y todos hacen peregrinaje a tierra sagrada en oeste. Entonces feliz, en armonía, digo.

—Quiero volver a andar —susurró obcecado Rhyme, mientras se preguntaba por qué le estaba abriendo su mente a ese hombrecillo extraño—. Eso no es pedir demasiado.

—Pero tal vez es pedir demasiado —respondió Li—. Escucha Loaban, mírame. Ojalá yo soy como Chow Yun-Fat, y todas las chicas me persiguen. Ojalá yo administro gran comuna y recibo cientos de premios a la productividad y todos me respetan. Ojalá yo banquero de Hong Kong. Pero no en mi naturaleza. Mi naturaleza es yo policía de puta madre. Tal vez tú andar de nuevo, pero tú pierdes algo: algo más importante. ¿Por qué bebes esta basura? —Señaló la botella de whisky escocés.

—Es mi baijiu favorito.

—¿Sí? ¿Cuánto cuesta?

—Unos setenta dólares la botella.

Li puso mala cara. En cualquier caso, acabó la taza y se sirvió de nuevo.

—Escucha, Loaban, ¿Tú conoces el Tao?

—¿Yo? ¿Esa mierda New Age? Te equivocas conmigo.

—Vale, yo te voy a decir algo. En China tenemos dos grandes filósofos. Confucio y Lao-Tsé. Confucio piensa que lo mejor para gente es obedecer superiores, seguir órdenes, kow tow a mejores, callarse. Pero Lao-Tsé dice lo contrario. Lo mejor para cada persona es seguir su propia forma de vida. Encontrar armonía y naturaleza. En tu lengua Tao se dice Forma de vida. El escribe algo yo trato de decir. Habla de ti, Loaban.

—¿De mí? —preguntó Rhyme, quien recordó que su interés por las palabras de aquel hombrecillo se debía exclusivamente a la cantidad de alcohol ingerida.

—En Tao —tradujo Li mientras guiñaba los ojos—, Lao-Tsé dice: «Sin cruzar el umbral se conoce el universo. Sin mirar por ventana se ve el camino. En vez de eso, vive en el centro de tu ser. La manera de hacer es ser».

—¿Es que en China todos tenéis una maldita cita para cada cosa?

—Sí, nosotros muchos refranes, cierto. Deberías hacer que Thom te lo escriba y lo ponga en la pared, junto a altar de Guan Di.

Los dos hombres guardaron silencio.

Sin cruzar el umbral se conoce el universo. Sin mirar por ventana se ve el camino…

Dieron por finalizado ese tema de conversación y Li le habló de su vida en China.

—¿Cómo es tu casa? —le preguntó Rhyme.

—Apartamento. Pequeño, del tamaño esta habitación.

—¿Dónde está?

—En mi ciudad, Liu Guoyuan. Significa «seis orquídeas», pero ahora ya no hay ninguna, todas cortadas. Población de unas cincuenta mil personas. A las afueras de Fuzhou. Allí, en provincia, mucha, mucha gente. Más de un millón, digo.

—No conozco esa zona.

—En la provincia de Fujián, sureste de China. Frente a Taiwán. Mucha montaña. Río Min, grande, corre por allí. Nosotros lugar independiente. Beijín preocupado por nosotros. Fujián origen de primera tríada, de bandas organizadas, digo. Tríada San Lian Hui. Muy poderosa. Mucho contrabando: sal, opio, seda. En Fujián mucho marineros. Mercaderes, importadores. No tantos agricultores. El Partido Comunista poderoso allí en mi ciudad porque secretario de partido es capitalista privado. Tiene empresa de Internet como AOL. Todo un éxito. ¡Ja, todo un perro lacayo del capitalismo! Su empresa hace mucho, mucho dinero. Sus acciones no caen como NASDAQ.

—¿Qué tipo de crímenes hay en Liu Guoyuan? —le preguntó Rhyme.

—Muchos sobornos, dinero para protección —contestó Li, asintiendo—. En China es normal hacer trampas en negocios; engaños okay. Pero si uno engaña al Partido o al gobierno, entonces puta mala muerte: a la cárcel, un disparo en la nuca. También tenemos muchos crímenes distintos. Lo mismo que pasa aquí. Asesinatos, robos, violaciones. —Li bebió un poco de licor—. Yo cazo hombre que mata mujeres. Mata cuatro, quiere matar más. Yo lo encuentro. —Se rió—. Una gota de sangre. Encuentro una gota en la rueda de su bicicleta, tan grande como grano de arena. Eso le sitúa en la escena. Él confiesa. Mira, Loaban, no todo es «woo woo».

—Seguro que no, Sonny.

—Secuestro de mujeres gran problema en China: tenemos más hombres que mujeres. Ciento veinte hombres por cada cien mujeres. La gente no quiere tener hijas. Sólo chicos, digo. ¿Y luego de dónde salen novias? Así que muchos secuestradores raptan chicas y mujeres y las venden. Es triste, las familias nos dice «Busca mi mujer, mi hija, secuestradas». Muchos oficiales de seguridad no se molestan; casos muy difíciles. A veces se llevan las mujeres a miles de kilómetros de distancia. Yo encuentro seis el año pasado. En nuestra oficina todo un récord. Encontrar secuestrador y arrestarlo buena sensación.

—Eso es en lo que se basa todo —dijo Rhyme.

Li alzó su taza al oír esto y ambos bebieron en silencio. Rhyme pensó que estaba a gusto. La mayor parte de la gente que le visitaba lo trataba como a un bicho raro. No, no querían resultar groseros, pero o bien se esforzaban por ignorar su «condición», así aludían a su estado, o bien hablaban de su minusvalía y hacían chistes o comentarios jocosos para demostrarle que se sentían cerca de él, cuando en verdad no era así en absoluto y en cuanto veían el catéter o la caja de pañales para adultos en un rincón del dormitorio contaban los minutos que les faltaban para escapar. Esta gente nunca le llevaba la contraria, no discutía con él. Se limitaban a fingir una amistad.

Pero en el rostro de Sonny Li, Rhyme podía ver una completa indiferencia hacia su estado. Como si de hecho fuera algo natural.

Se dio cuenta de que casi todo el mundo que había conocido en los últimos años, con la excepción de Amelia Sachs, eran eso: meros conocidos. No había pasado ni siquiera un día desde que se conocieron, pero Sonny Li ya parecía algo más que eso.

—Has mencionado a tu padre —dijo Rhyme—. Cuando le llamaste esta tarde me dio la impresión de que la conversación iba por mal camino. ¿Cuál es su historia?

—Ah, mi padre… —bebió un poco más de whisky, al que parecía haberse acostumbrado de igual forma que Rhyme al baijiu. A la globalización por la bebida, pensó Rhyme con gozo.

Li se sirvió de nuevo.

—Tal vez quieras saborearlo —le sugirió Rhyme.

—Ya lo saborearé cuando yo muerto —respondió el policía y vació la taza, adornada con flores pintadas, de un solo trago—. Mi padre… No le gusto mucho. Yo no… ¿Cómo se dice?… colmado sus expectativas.

—¿Le has disgustado?

—Sí, yo le causo disgustos.

—¿Por qué?

—Ah, muchas cosas. Te daré una historia en pocas letras.

—En pocas palabras.

—En los años veinte, el doctor Sun Yat-sen unifica China pero llega guerra civil. Kuonmintangs, el Partido Nacional, estaban a las órdenes de Chiang Kai-shek. Pero Gongchantangs, los comunistas, luchan contra ellos. Luego Japón nos invadió, malos tiempos para todos. Después que Japón pierde, tenemos más guerra civil en China, y al final Mao Zedong y los comunistas ganan, llevan a los nacionales hasta Taiwán. Mi padre luchó con Mao. Octubre de 1949, él con Caudillo Mao en la Puerta de la Paz Celestial en Beijín. Oh, Loaban, oigo esa historia un millón de veces. Cómo él estaba allí mientras las bandas tocaban La Marcha de los Voluntarios. Todo jodidamente patriótico, digo.

»Mi padre entonces consigue guanxi. Contactos en lo más alto. Se convierte en alto mando de Partido en Fujián. Quiere que yo también. Pero yo veo lo que los comunistas hacen en el sesenta y seis, en la Revolución Cultural Proletaria sin Precedentes en la Historia: lo destrozan todo, hacen daño a gente, asesinan muchos. Ni el Gobierno ni el Partido hacen cosas buenas.

—No fue natural —dijo Rhyme—. No estaba en armonía.

—Eso mismo, Loaban —rió Li—. Mi padre quiere que yo me afilie al Partido. Me lo ordena. Me amenaza. Pero no me preocupa Partido. No me interesan cooperativas. —Movió los brazos—. No me importan grandes ideas. Lo que me gusta es trabajo policial. Me gusta atrapar criminales… Siempre atar cabos, siempre desafíos, digo. Mi hermana buen puesto, alto puesto en Partido. Nuestro padre orgullo de ella aunque ella es mujer. Él dice que ella no le trae desgracia como yo, dice eso a todas horas. —Se le mudó el rostro—. Otra cosa mala es que yo tampoco tengo hijo cuando me casé.

—¿Estás divorciado? —le preguntó Rhyme.

—Mi esposa, muerta. Enferma y muere. Fiebres, cosa muy mala. Estuvimos casados unos años pero sin hijos. Mi padre dice que eso culpa mía. Lo intentamos, pero no hijo. Luego ella muere. —Se levantó y fue hacia la ventana; observó las luces de la ciudad—. Mi padre, muy estricto. Cuando yo creciendo él me pega todo el rato. Nunca lo que yo hacía, nunca lo bastante bueno. Buenas notas… yo buen estudiante. Medallas en el ejército. Me caso con chica respetable, buena, consigo trabajo en policía, detective, no sólo tráfico, digo. Voy a visitar mi padre cada semana, le doy dinero, presento mis respetos ante tumba de mi madre. Pero todo lo que hago nunca es suficiente. ¿Y tus padres, Loaban?

—Los dos están muertos.

—Mi madre no tan estricta como mi padre pero nunca dice nada. Él no le deja… Aquí en País Bello, vosotros no tanto… ¿cómo decir?… ¿Bajo la influencia de vuestros padres?

Una buena manera de expresarlo, pensó Rhyme.

—No, no tanto. Aunque hay gente que sí.

—Respeto a padres es cosa número uno para nosotros. —Señaló la estatua de Guan Di—. De todos los dioses, los más importantes nuestros antepasados.

—Tal vez tu padre tenga mejor opinión de ti de lo que te deja entrever. Tal vez sea una fachada, porque piensa que eso es bueno para ti.

—No, a él yo no le gusto. Nadie que va a mantener apellido familiar, digo. Eso es muy mala cosa.

—Conocerás a alguien y tendrás una familia.

—¿Un hombre como yo? —se mofó Li—. No, no. Yo sólo policía, no tengo dinero. La mayoría de hombres de mi edad en Fuzhou trabajan en negocios, tienen mucho dinero. Mucho dinero en esa zona. ¿Recuerdas que te dije más hombres que mujeres? ¿Por qué una mujer escoger a un viejo pobre como yo cuando puede tener a joven rico?

—Tienes mi edad —repuso Rhyme—. No eres viejo.

Li volvió a mirar por la ventana.

—Tal vez yo me quedo aquí. Hablo inglés bien. Soy oficial de seguridad aquí. Trabajo en Chinatown. De incógnito.

Parecía hablar en serio. Pero entonces Sonny Li se echó a reír y dijo lo que ambos estaban pensando.

—No, no, demasiado tarde para eso. Muy mucho tarde para eso… no, atrapamos Fantasma, voy a casa y sigo siendo detective de puta madre. Guan Di y yo resolvemos crímenes y salgo en periódico de Fuzhou. Tal vez jefe me da medalla. Tal vez mi padre ve noticias y piensa que yo no tan mal hijo. —Se sirvió otro whisky—. Okay, ahora ya bastante borracho: ahora tú y yo jugamos juego, Loaban.

—No juego juegos.

—Pero ¿qué juego ese en tu ordenador? —dijo Li con rapidez—. Ajedrez. Lo veo.

—No juego con frecuencia —aclaró Rhyme.

—Los juegos te mejoran. Yo te muestro cómo jugar mejor juego. —Volvió a la bolsa de la compra mágica.

—No juego a la mayor parte de los juegos, Sonny. No puedo ni sostener las cartas, ya sabes.

—Ah, los juegos de cartas —dijo Li con desdén—. Son juegos de suerte. Sólo buenos para ganar dinero. Digo, en esos tú guardas secretos al ocultar tus cartas a los adversarios. Los juegos mejores son juegos tú guardas secretos en la cabeza, digo. ¿Wei-chi? ¿Alguna vez oyes de wei-chi? También llamado Go.

A Rhyme le sonaba el nombre.

—¿No se parece a las damas?

Li se rió.

—No, no las damas.

Rhyme miró el tablero que Li sacaba de la bolsa y que colocó a un lado de la cama. Era una cuadrícula con una serie de líneas perpendiculares. Luego el chino sacó dos bolsas: una que contenía un centenar de pequeñas piezas blancas y otra de piezas negras.

De pronto, Rhyme se dio cuenta de que ardía en deseos de jugar y se forzó a prestar atención a lo que Li le decía con voz animada para explicarle las reglas y el propósito del wei-chi.

—Parece bastante simple —comentó Rhyme. Los jugadores se alternaban a la hora de poner sus piezas en el tablero con el propósito de rodear las del contrincante y así eliminarlas del juego.

Wei-chi como todos grandes juegos: reglas sencillas, ganar difícil. —Li separó las fichas en dos pilas. Mientras lo hacía, continuó—: El juego es muy viejo. Yo estudio con el mejor jugador de la historia. Se llamaba Fan Si-pin. Vivió en siglo XVIII, de vuestro calendario. Desde entonces nadie mejor que él. Jugaba partida tras partida con Su Ting-an, que era casi tan bueno como él. Las partidas normalmente en tablas pero Fan consiguió más puntos luego mejor jugador en definitiva. ¿Sabes por qué mejor?

—¿Por qué?

—Su era jugador defensivo, pero Fan… siempre ofensivo. Él siempre hacia delante, era impulsivo, loco, digo.

Rhyme sintió el entusiasmo que transmitía aquel hombre.

—¿Juegas mucho a esto?

—Estoy en club allá en casa. Sí, juego mucho. —Se quedó un segundo callado y pareció nostálgico. Rhyme se preguntó el motivo. Luego, Li se pasó una mano por el pelo grasiento y dijo—: Okay, juguemos. Ya verás que te gusta. Puede durar largo rato.

—No estoy cansado —dijo Rhyme.

—Yo tampoco —dijo Li—. Ahora, tú nunca has jugado antes así que yo doy ventaja. Te doy tres fichas de más. No parece mucho pero ventaja grande, grande en wei-chi.

—No —dijo Rhyme—. No quiero ventajas.

Li lo miró y debió de pensar que eso tenía que ver con su minusvalía. Añadió con gravedad:

—Sólo te doy ventaja porque tú jamás juegas antes. Eso único motivo. Los jugadores con experiencia siempre hacen eso. Es la costumbre.

Rhyme lo entendió y apreció las palabras de Li para reconfortarle. Aun así, insistió:

—No. Tú mueves ficha. Venga, adelante. —Y vio cómo Li bajaba los ojos y se fijaba en la cuadrícula de madera que les separaba.