—Los Chang están en algún lugar de Queens —dijo Sachs, escribiendo esta información en la pizarra—. Conducen una furgoneta azul. Marca y matrícula desconocidas.
—¿Tenemos algo más concreto? —musitó Rhyme—. ¿Azul cielo, azul marino, azul cobalto…?
—Wu no logró recordarlo.
—Vaya, eso sí que es de gran ayuda.
Mientras Sachs empezaba a pasearse por la estancia, Thom la relevó en la pizarra.
La información sobre el cuatro por cuatro del Fantasma que el cabeza de serpiente había abandonado en el escenario del tiroteo junto al apartamento de los Wu, tampoco era mucho mejor. El Blazer había sido robado y la matrícula era falsa. Al rastrear el número de identificación del vehículo sólo averiguaron que éste había sido robado en Ohio hacía meses.
Sonny Li estaba sentado con ellos pero, por el momento, no les había obsequiado con ninguna de sus intuiciones de detective asiático; se dedicaba a rebuscar en una gran bolsa de plástico que había traído consigo de Chinatown. Lon Sellitto estaba al teléfono y daba la impresión de que le estaban comunicando que el Fantasma se había desvanecido tras el tiroteo.
Sachs, Mel Cooper y el criminalista se turnaron a la hora de ubicar las pruebas que la joven había encontrado en el Blazer. Había localizado unas pequeñas fibras de moqueta de color gris en los pedales del acelerador y el freno y dos fibras iguales en el dobladillo del pantalón del sicario muerto frente al apartamento de los Wu. Dichas fibras no eran iguales a las de las alfombrillas del Blazer y por tanto podían provenir del piso franco del Fantasma.
—Quemémoslas para cotejarlas con las bases de datos.
Cooper pasó dos de las fibras por el cromatógrafo de gas y el espectrómetro, con lo que consiguió el listado de las substancias exactas que había en aquel tipo de moqueta.
Mientras esperaban los resultados llamaron a la puerta y un instante después Thom dejaba pasar a Harold Peabody.
Rhyme supuso que habría ido a hablarles del intolerable comportamiento de Coe en el apartamento de los Wu. Pero Peabody parecía tan sombrío que se temió algo peor. Y luego tras él apareció otro hombre. Rhyme le reconoció: era el ayudante del agente especial al cargo de la oficina del FBI en Manhattan, un tipo demasiado atractivo, con una barbilla perfecta y algo petulante. Rhyme había trabajado con él unas cuantas veces y sabía que era eficiente, pero sin el mínimo asomo de imaginación y dado a la burocracia, cosa de la que Dellray solía quejarse. También él parecía sombrío.
Luego apareció un tercero. Por su traje azul marino con camisa blanca, Rhyme intuyó que también trabajaba para el FBI, pero el tipo se identificó someramente como Webley, del Departamento de Estado.
Así que ahora el Departamento de Estado también está en esto, pensó Rhyme. Era buena señal. Dellray debía de haber usado todo su guanxi para conseguirles refuerzos.
—Perdona la intrusión, Lincoln —empezó Peabody.
—Necesitamos hablar con usted —dijo el ayudante—. Esta noche ha sucedido algo en el centro de la ciudad.
—¿Qué?
—¿Tiene que ver con el caso? —preguntó Sachs.
—No pensamos que guarde relación, pero me temo que sí que va a tener cierta repercusión en él.
Venga, vete al grano, pensó Rhyme, deseoso de que la mirada que le estaba enviando le transmitiera ese mismo mensaje.
—Alguien ha colocado una bomba esta misma noche en el garaje que está frente al edificio federal.
—¡Dios! —susurró Mel Cooper.
—… en el coche de Fred Dellray.
No, por favor, pensó Rhyme.
—¡No! —gritó Sachs.
—¿Una bomba? —prorrumpió Sellitto, echando mano al móvil.
—Él está bien —dijo el ayudante con rapidez—. La carga no explotó.
Rhyme cerró los ojos. Dellray y él habían perdido a gente muy cercana por culpa de las bombas. Incluso alguien tan poco dado a las emociones como Rhyme creía que era la forma más insidiosa y cobarde de asesinar a nadie.
—¿No daño? —preguntó Li, preocupado.
—No.
El policía chino musitó algo, tal vez una oración.
—¿Qué ha pasado? —preguntó el criminalista.
—Dinamita con un interruptor de presión. Dellray lo activó pero sólo se disparó el detonador. Tal vez la bomba no estuviera bien hecha. Aún no lo saben.
—Nuestra unidad de artificieros la ha desmontado y se la ha pasado a los de la PERT.
Rhyme conocía y respetaba a la mayoría de los técnicos de la PERT[5], la Unidad de Respuesta de Pruebas Físicas. Sabía que si se podía encontrar algo en el artefacto ellos lo harían.
—¿Por qué crees que eso no guarda relación con nuestro caso?
—Hubo una llamada anónima al teléfono de la policía, veinte minutos antes de la explosión. Una voz de hombre, de acento no determinado, dijo que la familia Cherenko planeaba una venganza por la redada de la semana pasada. Añadió que la cosa no iba a acabar ahí.
Rhyme recordó que Dellray acababa de realizar una gran operación secreta en Brooklyn, el nido de la mafia rusa. Atraparon a tres blanqueadores de dinero internacionales junto con sus respectivos empleados, varios supuestos sicarios y confiscaron millones de dólares y rublos.
—¿Origen de la llamada?
—Una cabina de Brighton Beach.
La mayor comunidad rusa de Brooklyn.
—No creo en las coincidencias —dijo Rhyme—. El Fantasma ha pasado mucho tiempo en Rusia, ¿os acordáis? Para recoger a los inmigrantes.
Miró interrogante a Sachs con una ceja levantada.
—El Fantasma y sus colegas tenían ya bastante con escapar de la escena —respondió ella—. No me los imagino dando un rodeo hasta el edificio federal para colocar un artefacto explosivo. Pero eso no significa que no hayan podido contratar a alguien.
—¿Cómo colocaron el artefacto? —preguntó Sellitto.
—Pensamos que fueron dos. Alguien prendió fuego a una furgoneta aparcada frente al garaje para distraer al guarda. El otro entró y colocó la bomba.
Consternado, Rhyme cayó en la cuenta de las «implicaciones» a las que había aludido el ayudante del agente especial.
—Entonces, Fred queda fuera del caso del Fantasma, ¿no?
El otro asintió.
—Recuerda qué le pasó a su compañero.
Se refería a Toby Doolittle, el camarada de Dellray que murió en el atentado de Oklahoma City.
—De hecho ya ha comunicado todo lo relativo al caso y está llamando a sus contactos en Brighton Beach.
Rhyme no se sentía con fuerzas para culpar al agente.
—Pero necesitamos ayuda, Harold —dijo—. Fred iba conseguirnos un equipo de SPEC-TAC y algunos agentes más. —También sabía que Dellray se disponía a relegar al INS al papel de meros asesores, pero no le pareció oportuno aludir a ello en aquellas circunstancias—. La red del Fantasma es demasiado buena, está muy bien protegido en los bajos fondos. Necesitamos más gente y mejores medios.
—Estamos en ello, Lincoln. Por la mañana vendrá un nuevo agente especial de operaciones y tendrás noticias de los del SPEC-TAC —le dijo el ayudante.
Peabody se desabotonó la chaqueta y, al hacerlo, se vio que su camisa estaba completamente sudada.
—Me han contado lo de Alan Coe —dijo—, lo que pasó en el apartamento de los Wu. Quiero deciros que lo lamento.
—Podríamos haber atrapado Fantasma —dijo Li— si Coe no hace disparo.
—Lo sé. Mirad, es un buen tipo. No tengo muchos agentes tan entregados como él. Trabaja el doble que la mayoría, pero es muy impulsivo. He tratado de pararle un poco. Lo pasó muy mal cuando desapareció su informante; supongo que sigue culpándose de eso. Cuando le suspendieron se tomó un permiso. Él no suelta prenda sobre ese tema, pero oí que fue al extranjero para averiguar lo que había sucedido. Lo pagó de su propio bolsillo. Finalmente volvió al trabajo y desde entonces ha sido como un sabueso. Es uno de mis mejores agentes.
Salvo por pequeños detalles como dejar escapar a un sospechoso, pensó Rhyme.
Los hombres se fueron después de repetir que por la mañana llegaría un nuevo agente especial de operaciones del FBI y sabrían algo más de los del SPEC-TAC. «Ya está apuntado en la agenda», dijeron.
—Buenas noches —dijo Webley, antes de seguir a los otros dos.
—Vale, volvamos al trabajo —les dijo el criminalista a Sellitto, Sachs, Cooper y Li. Eddie Deng estaba en casa, cuidando sus costillas rotas—. ¿Qué más te dijo Wu, Sachs?
Ella les contó lo que había averiguado en la clínica. La familia Wu estaba compuesta por Qichen, su mujer Yong-Ping, una hija adolescente llamada Chin-Mei y un niño llamado Lang. Los Chang eran Sam, Mei-Mei, William y Ronald, además del padre de Chang cuyo nombre chino era Chang Jiechi. Desde China, Sam había conseguido sendos empleos para William y para él mismo, pero Wu desconocía dónde o incluso qué tipo de trabajo era. Luego Sachs les dijo que la familia tenía el bebé de una mujer que se había ahogado en el Dragón.
—Po-Yee. Significa Niña Afortunada.
Rhyme advirtió el destello en sus ojos cuando mencionó al bebé. Sabía cuánto deseaba Sachs un hijo, de él. A pesar de que años atrás esta idea le habría parecido descabellada, ahora le gustaba secretamente. Aunque parte de su cambio de actitud no tenía una motivación paternal. Amelia Sachs era una de las mejores investigadoras de escena del crimen que él conociera. Su empatía era de capital importancia, ya que ella, más que cualquier otro profesional de escena del crimen que él conociera, tenía la habilidad de meterse en la mente del criminal en la escena y, tras entrar en su personalidad, encontrar pruebas que la inmensa mayoría de los investigadores pasarían por alto. Aunque Sachs también tenía otro aspecto en su personalidad: lo que la hacía perfecta para la escena del crimen también la llevaba hacia la rabia. Campeona de tiro, experta conductora, con frecuencia era la primera en presentarse en un tiroteo, siempre dispuesta a empuñar la pistola y acosar a los criminales. Eso era lo que había sucedido aquella misma noche, en el apartamento de los Wu.
Rhyme no podía pedirle que lo dejara, pero confiaba que con un niño en casa se dedicara en exclusiva a la escena del crimen, donde residía su verdadero talento como policía. En ese preciso instante, Mel Cooper le sacó de su ensoñación.
—Los resultados del cromatógrafo de las hebras de moqueta. —Explicó que se trataba de una mezcla de nylon y algodón; determinó el color y se conectó a Internet para cotejar las bases de datos de moquetas del FBI.
Unos minutos más tarde aparecía el resultado en pantalla.
—Es de la marca Lustre-Rite, fabricada por Arnold Textile & Carpeting en Wallingham, Massachussets. Tengo el número de teléfono —informó el agente.
—Que alguien los llame ya —dijo Rhyme—. Queremos saberlo todo sobre sus instalaciones en el Down Manhattan. ¿Crees que esta muestra es reciente, Mel?
—Lo más probable, con tantas fibras.
—Y eso, ¿por qué? —preguntó Li.
—Una moqueta pierde la mayor parte de las fibras en los seis primeros meses, más o menos —explicó el técnico.
—Yo me encargo —dijo Sellitto—. Aunque no esperéis milagros, teniendo en cuenta que lo más probable es que en la empresa hayan acabado la jornada hace horas. —Miró el reloj. Eran casi las once de la noche.
—Es una empresa manufacturera —le recordó Rhyme—. ¿Qué significa eso?
—No lo sé, Linc. Dímelo tú —masculló Sellitto. Nadie estaba con ganas de recibir lecciones.
—Que lo más seguro es que tengan turno de noche. Y un turno de noche implica un capataz, y un capataz siempre tiene el número de la casa del dueño, por si hay un fuego u otra contingencia.
—Veré qué puedo hacer.
Cooper estaba estudiando la pista que Sachs había encontrado en el Blazer.
—Más bentonita —dijo—. Tanto en los zapatos del Fantasma como en los de sus secuaces. —El hombre se puso al microscopio y analizó otra parte del material—. ¿Qué piensas, Lincoln? ¿Es esto mantillo? —Levantó los ojos del microscopio—. Esto viene del asiento del conductor.
—Orden, microscopio —dijo Rhyme. La imagen que Cooper estaba observando apareció en la pantalla del ordenador de Rhyme. El criminalista vio lo que reconoció de inmediato como rastros de mantillo de cedro fresco, del tipo que se usa en los jardines decorativos—. Bien.
—Se encuentra en muchas zonas de Battery Park City —comentó Sellitto, refiriéndose a las zonas residenciales del sur de Manhattan, que era donde las pruebas anteriores indicaban que podría ubicarse el piso franco del Fantasma.
Aunque es una zona muy grande, reflexionó Rhyme.
—¿Hay un productor determinado para este rastro? —preguntó.
—No —dijo Cooper—. Es genérico.
Bien, así que aquella muestra no podía conducirles a un escenario en particular. Aunque el hecho de que el mantillo siguiera húmedo tal vez podía ayudarles.
—Si hacemos una lista de posibles localizaciones, podremos eliminar aquellas donde no se haya puesto mantillo en los últimos días. No es mucho, pero es algo. —Luego Rhyme preguntó—: ¿qué hay del cadáver?
—No mucho —respondió Sachs. Le explicó que el hombre no llevaba ningún tipo de identificación encima: sólo unos novecientos dólares en metálico, balas de reserva, cigarrillos y un mechero—. Ah, y un cuchillo con manchas de sangre.
Cooper ya había pedido la identificación de la sangre, pero Rhyme sabía que correspondería o bien a Jimmy Mah o bien a Jerry Tang.
Llegaron los resultados de AFIS de las huellas encontradas en el Blazer, amén de las del muerto. Todos eran negativos.
Sonny Li señaló una Polaroid del rostro del cadáver.
—Hey, yo tenía razón, Loaban. Su cara: mírala. Es de etnia kazak, kirguiz, tajik o uigur. De una minoría, ¿recuerdas?
—Lo recuerdo, Sonny —dijo Rhyme—. Llama a nuestro amigo en los tongs: a Cai. Vamos a decirle que creemos que la banda pertenece a una de esas minorías que has mencionado, Sonny. Tal vez le ayude a estrechar el cerco. ¿Balística? —preguntó más tarde.
—El Fantasma sigue usando la modelo 51 —dijo Sachs.
—Es una pistola muy de fiar, digo —señaló Li.
—También he encontrado casquillos de nueve milímetros —levantó una bolsa con las pruebas—. Pero sin marcas distintivas. Tal vez una Beretta o una SIG Sauer, una Smith & Wesson o una Colt.
—¿Y el arma del muerto?
—La he investigado —dijo ella—. Sólo tenía sus huellas. Una vieja Walther PPK. Siete-punto-seis-cinco.
—¿Dónde está? —preguntó Rhyme.
Sachs y Li intercambiaron una mirada cómplice y evitaron a Sellitto.
—Creo que se la han quedado los federales —dijo ella.
—Ah.
Li evitó mirar a Rhyme y éste supo al momento que Amelia se la había dado al policía chino después de investigarla.
Bien, me alegro por él, pensó el criminalista. Si no llega a ser por este chino, Deng, Sachs y la chica de los Wu podrían haber sido asesinados esta misma noche. Dejemos que tenga algo con lo que protegerse.
Sachs le dio a Cooper el número de serie de la Walther y él lo comprobó en las bases de datos de armas de fuego.
—Fabricada en la década de los sesenta —dijo el técnico—. Desde entonces ha debido de ser robada una docena de veces.
—Acabo de hablar con el vicepresidente de Arnold Textile —dijo Sellitto—. Le he despertado y se ha mostrado bastante colaborador, dadas las circunstancias. Esta moqueta en particular es sólo para venta comercial, para instaladores y promotores inmobiliarios, y es lo mejor en su género. Me ha dado la lista de doce grandes promotores de la zona, que la compran directamente al fabricante, y de veintiséis distribuidores que se la venden a instaladores y a los que hacen subcontratas.
—Maldición —dijo Rhyme. Contactar a todos los que instalaban Lustre-Rite les costaría un esfuerzo considerable—. Que alguien se ocupe de eso.
—Tendré que empezar a despertar a mi gente —dijo Sellitto—. Cojones, si yo estoy despierto, ¿por qué no debería estarlo el resto del mundo? —hizo una llamada a la central para contactar con varios detectives para que le ayudaran, y les envió por fax la lista.
Entonces sonó la línea privada de Rhyme y él atendió la llamada.
—¿Lincoln? —preguntó una voz de mujer que sonó en el altavoz. Él se estremeció al reconocer a la persona que realizaba la llamada.
—Doctora Weaver.
La neurocirujana de Rhyme, la misma que le operaría en una semana.
—Sé que es tarde. ¿Interrumpo algo? ¿Estás ocupado?
—Para nada —respondió Rhyme, ignorando la mirada exagerada que Thom lanzó a la pizarra, con la que pretendía señalar que sí que estaba ocupado.
—Tengo los datos de la operación. Manhattan Hospital. Del viernes en una semana, a las diez A.M. En neurocirugía, tercera planta.
—Excelente —dijo él.
Thom apuntó la cita y Rhyme y la doctora se dieron las buenas noches.
—¿Tú vas a médico, Loaban? —preguntó Li.
—Sí.
—¿Por tu…? —el policía chino no supo dar con una forma de resumir el estado de Rhyme y señaló con una mano su cuerpo.
—Eso mismo.
Sachs no dijo nada y se dedicó a observar los datos que la doctora Weaver había dictado a Thom. Rhyme sabía que estaba en contra de su operación. La mayor parte de los éxitos de aquella nueva técnica se daban en pacientes cuya situación no era tan grave como la de Rhyme, que no habían sufrido tantos daños en la columna vertebral a nivel lumbar o torácico. Ella le había dicho que lo más probable fuera que la operación no le reportara avances visibles y que, por el contrario, tenía sus peligros: podría hacerle empeorar. Y que, teniendo en cuenta sus dolencias pulmonares, era posible que muriera en la mesa de operaciones. Pero Sachs comprendía la importancia que la operación tenía para él y estaba allí para apoyarle.
—Bueno —dijo ella—, tendremos que cerciorarnos de que atrapamos al Fantasma antes del próximo viernes.
Rhyme advirtió que Thom no le quitaba ojo de encima.
—¿Qué? —gruñó el criminalista.
Su ayudante le tomó la tensión.
—Demasiado alta —gruñó Thom a su vez—. Y no tienes buen aspecto.
—Bien, muchas gracias. Pero no creo que mi apariencia física tenga nada que ver con…
—Es hora de echar el cierre —dijo el ayudante, y no se refería sólo a su jefe.
Sellitto y Cooper también insistieron en que se fuera a dormir.
—Esto es un motín —musitó Rhyme.
—No —replicó Thom—. Es sólo sentido común.
Sellitto hizo una llamada para comprobar el estado de los Wu y de John Sung. La familia estaba ya en el piso franco del NYPD, en la zona de Murray Hill, en Nueva York. John Sung había declinado la invitación de Sachs para que se les uniera, temeroso de que eso le recordara todas las instalaciones chinas donde le habían retenido con anterioridad por disidente. En cambio, Sellitto había optado por enviar a otro policía al equipo que le vigilaba. Todos los oficiales encargados informaron que los inmigrantes se hallaban a salvo.
—¿Te vas a llevar esas hierbas? —le preguntó Rhyme a Sachs—. Porque eso espero. Apestan.
—Iba a dejarlas como ambientador pero si no te gustan… —se inclinó hacia él—. ¿Cómo te encuentras? Estás pálido.
—Sólo cansado —dijo. Lo que era verdad. Estaba muy cansado. Intuía que debía preocuparse por el agotamiento que sentía, pero creía que era fruto de los problemas del caso, que le rondaban desde hacía días. Sabía que debía prestar atención a la fatiga: ¿sería síntoma de algo más serio? Uno de los mayores problemas de los pacientes como él no era sólo la parálisis, sino el derivado del hecho de que sus nervios no respondieran, lo que implicaba complicaciones pulmonares y riesgos de infección; y, lo que tal vez fuera lo peor de todo, el hecho de que no sintiera dolor. Uno no tiene un sistema de alarma frente al cáncer, pongamos por caso, enfermedad que se había llevado a la tumba a su propio padre y al de Sachs. Recordó que su padre se enteró de que tenía la enfermedad cuando fue al médico aquejado de dolor de estómago.
—Buenas noches —dijo Mel Cooper.
—Wan an —dijo Li.
—Lo que tú quieras —gruñó Sellitto, y caminó por el pasillo.
—Sonny —dijo Rhyme—. Esta noche te quedas aquí.
—No tengo otro sitio donde ir, Loaban. Claro.
—Thom te preparará una habitación. Yo estaré arriba, ocupándome de un par de cosas. Ven luego a hacerme una visita si te apetece. Dame veinticinco minutos.
Li asintió y se volvió hacia la pizarra.
—Te subo arriba —dijo Sachs. Rhyme llevó la silla de ruedas hasta el pequeño ascensor que comunicaba el piso primero con el segundo, y que antes había sido un armario. Ella se le unió y cerró la puerta. Rhyme la miró a la cara. Estaba sumida en sus pensamientos, pero con algo que no tenía que ver con el caso.
—¿Quieres que hablemos, Sachs?
Sin responder, Amelia pulsó el botón del ascensor.
GHOSTKILL
Easton, Long Island, Escena del crimen | Furgoneta robada, Chinatown |
---|---|
Dos inmigrantes asesinados en la playa. Por la espalda. | Camuflada por inmigrantes con logo de «The Home Store». |
Un inmigrante herido: el doctor John Sung. Otro desaparecido. | Manchas de sangre indican que mujer herida tiene lesiones en su mano, brazo y hombre hombro. |
«Bangshou» (ayudante) a bordo; se desconoce su identidad. | Muestras de sangre enviadas al laboratorio para identificación. |
El asistente encontrado ahogado cerca del lugar donde se hundió el Dragón. | Mujer herida es AB negativo. Se pide más información sobre su sangre. |
Escapan diez inmigrantes: siete adultos (un anciano, una mujer herida), dos niños, un bebé. Roban la furgoneta de una iglesia. | Huellas enviadas a AFIS. |
Muestras de sangre enviadas al laboratorio para identificación. | No hay correspondencias. |
No se localizan vehículos de recogida de inmigrantes. | |
El vehículo que espera al Fantasma en la playa se largó sin él. Se cree que el Fantasma disparó al vehículo una vez. Petición de búsqueda del vehículo basada en el modelo, el dibujo de las llantas y la distancia entre los ejes. | |
El vehículo es un BMW X5. Se busca el nombre del dueño en el registro. | |
Conductor: JerryTang. | |
No se localizan vehículos de recogida de inmigrantes. | |
Teléfono móvil (se cree que del Fantasma) enviado al FBI para análisis. | |
Teléfono vía satélite, seguro, imposible de rastrear. Sistema del gobierno chino pirateado para su uso. | |
El arma del Fantasma es una pistola 7.62 mm: casquillo poco corriente. | |
Pistola automática china modelo 51. | |
Se sabe que el Fantasma tiene en nómina a gente del gobierno. | |
El Fantasma robó un sedán Honda rojo para escapar. Enviada orden de localización del vehículo | |
No se encuentra ningún rastro del Honda. | |
Recuperados tres cuerpos en el mar: dos asesinados, uno ahogado. | |
Fotos y huellas para Rhyme y la policía china. | |
El ahogado identificado como Víctor Au, el Bangshou del Fantasma. | |
Huellas enviadas a AFIS. | |
No se encuentran correspondencias para las huellas, pero sí marcas extrañas en los dedos de Sam Chang (¿herida, quemaduras de cuerda?). | |
Perfil de los inmigrantes: Sam Chang y Wu Quichen y sus familias, John Sung, bebé de mujer ahogada, hombre y mujer sin identificar (asesinados en la playa). |
GHOSTKILL
Escena del crimen Asesinato Jerry Tang | Escena del crimen Tiroteo Canal Street |
---|---|
Cuatro hombres echan la puerta abajo, lo torturan y le disparan. | Prueba adicional apunta piso franco en la zona de Battery Park City. |
Dos casquillos: también modelo 51. Tang tiene dos disparos en la cabeza. | Chevrolet Btazer robado. |
Vandalismo pronunciado. | Paradero desconocido. |
Algunas huellas. | No hay correspondencias para huellas. |
Sin correspondencia, excepto las de Tang. | Moqueta del piso franco: Lustre-Rite de la empresa Arnold, instalada en los pasados seis meses; llamada a empresa para conseguir lista de instalaciones. |
Los tres cómplices calzan talla menor que la del Fantasma, probable que sean de menor estatura. | Encontrado mantillo fresco. |
Rastreo sugiere que el Fantasma tiene un piso franco en el centro, probablemente en la zona de Battery Park City. | Cadáver cómplice del Fantasma: minoría étnica del oeste o noroeste de China. Nada en las huellas. |
Los sospechosos cómplices probablemente de minoría étnica china. En la actualidad se busca su paradero. | Arma: WaltherPPK. |
Más sobre los inmigrantes: | |
Los Chang: Sam, Mei-Mei, William y Ronald; padre de Chang: Chang Jiechi y bebé: Po-Yee. Sam tiene empleo pero empleador y localización desconocidos. Conduce furgoneta azul: marca y matrícula desconocidas. | |
Apartamento de los Chang en Queens. | |
Los Wu: Qichen, Yong-Ping, Chin-Meiy Lang. |