Capítulo 25

Garrett Hanlon llevó a Amelia por el ancho camino asfaltado; andaban más lentamente que antes, exhaustos por el ejercicio y el calor.

A Sachs la zona le resultaba familiar. Se dio cuenta de que iban por Canal Road: la ruta que habían tomado desde el edificio del condado, aquella mañana, para examinar las escenas de crimen de Blackwater Landing. Enfrente podía ver el oscuro fluir del río Paquenoke. A través del canal se hallaban esas casas señoriales y hermosas de las que habían hablado con Lucy cuando estuvieron juntas en el lugar.

Miró a su alrededor.

—No lo entiendo. Esta es la entrada principal a la ciudad. ¿Por qué no hay barricadas?

—Piensan que vamos por una ruta diferente. Colocaron barricadas al sur y al este.

—¿Cómo lo sabes?

Garrett respondió:

—Todos piensan que soy imbécil. Piensan que soy estúpido. Cuando eres diferente es lo que la gente cree. Pero no lo soy.

—¿Pero vamos hacia donde está Mary Beth?

—Seguro. Sólo que no es por donde piensan.

Una vez más la confianza y reserva de Garrett la preocuparon, pero su atención se centró nuevamente en la ruta y siguieron caminando en silencio. En veinte minutos estaban a poco menos de un kilómetro de la intersección donde Canal Road terminaba en la ruta 112, el lugar en que Billy Stail fuera asesinado.

—¡Escucha! —musitó el chico, tomándole el brazo con sus manos esposadas.

Ella levantó la cabeza pero no oyó nada.

—A los matorrales —salieron de la ruta y se colocaron junto a un grupo de acebos pinchudos.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Shhh.

Un momento después un gran camión de plataforma apareció detrás de ellos.

—Viene de la fábrica —murmuró Garrett—. Está por ahí arriba.

El letrero del camión indicaba que era de Davett Industries. Sachs reconoció el nombre del hombre que los había ayudado con las evidencias. Cuando pasó volvieron al camino.

—¿Cómo lo pudiste oír?

—Hay que ser cauteloso todo el tiempo. Como las polillas.

—¿Las polillas? ¿Qué quieres decir?

—Las polillas son muy inteligentes. Digamos que sienten las ondas de ultrasonido. Tienen unas cosas que les sirven como detectores de radar. Cuando el murciélago emite un sonido para encontrarlas, las polillas cierran sus alas, se tiran al suelo y se esconden. Los insectos también pueden percibir campos magnéticos y electrónicos. Pueden captar cosas de las que nosotros no nos damos cuenta. ¿Sabes que pueden dirigir insectos por medio de ondas de radio? O hacerlos ir; depende de la frecuencia —se calló, movió la cabeza hacia otro lado y quedó inmóvil en esa posición. Luego la miró nuevamente y dijo—: tienes que escuchar todo el tiempo. De otra manera te pueden pillar.

—¿Quiénes? —Preguntó Sachs, insegura.

—Lo sabes, todos. —De inmediato indicó el camino con la cabeza, hacia Blackwater Landing y Paquenoke—. En diez minutos estaremos seguros. Nunca nos encontrarán.

Sachs se estaba preguntando qué le sucedería a Garrett verdaderamente cuando encontraran a Mary Beth y volvieran a Tanner's Corner. Habría todavía algunos cargos contra él. Pero si Mary Beth corroboraba la historia del asesino verdadero, el hombre con el mono castaño, entonces el fiscal del distrito podría aceptar que secuestró a Mary Beth por el bien de ella. Todos los juzgados penales reconocían la defensa de otros como justificación. Probablemente anularían los cargos.

¿Y quién era el hombre del mono? ¿Por qué andaba al acecho en los bosques de Blackwater Landing? ¿Había sido él el que asesinara a los otros residentes en los últimos años y trataba de culpar a Garrett de las muertes? ¿Era él el que había aterrorizado al joven Todd Wilkes hasta que se suicidó? ¿Había una banda de narcotraficantes en la que estaba implicado Billy Stail? Ella sabía que los problemas de droga en una ciudad pequeña eran tan serios como en una ciudad grande.

Luego se le ocurrió algo más: que Garrett podía identificar al verdadero asesino de Billy Stail, el hombre del mono, quien en éste momento podría estar enterado de la huida y andar a la caza de Garrett y de ella misma. Para silenciarlos. Quizá tendrían…

De repente Garrett se quedó inmóvil con expresión de alarma en su rostro. Se dio vuelta.

—¿Qué? —susurró Sachs.

—Un coche, a gran velocidad.

—¿Dónde?

—Shhh.

Un rayo de luz que venía de atrás captó sus miradas.

Tienes que escuchar todo el tiempo. De otra manera te pueden pillar.

—¡No! —gritó Garrett, consternado, y la arrastró a un grupo de juncos.

Dos patrulleros del condado de Paquenoke corrían por Canal Road. Sachs no pudo ver quien conducía el primero, pero el policía del asiento de pasajeros, el mismo que había conseguido la pizarra para Rhyme, fruncía los ojos mientras escudriñaba los bosques. Llevaba una escopeta. Lucy Kerr conducía el segundo coche. Jesse Corn estaba sentado a su lado.

Garrett y Sachs yacían en una mata tupida que los ocultaba.

Las polillas cierran sus alas y se dejan caer al suelo…

Los coches pasaron a gran velocidad y frenaron hasta detenerse en el lugar en que Canal Road llegaba a la ruta 112. Aparcaron perpendicularmente a la ruta, bloqueando ambos sentidos. Los policías bajaron con sus armas preparadas.

—Barricada —musitó Sachs—. Mierda.

—No, no, no —susurró Garrett, atónito—. Se suponía que pensarían que estábamos yendo para el otro lado, al este. ¡Tenían que pensarlo así!

Un turismo pasó por su lado y disminuyó la velocidad al final de la ruta. Lucy le hizo señas e interrogó al conductor. Lo hicieron salir del vehículo y abrieron la cajuela, que examinaron con mucho cuidado.

Garrett se acurrucó en el nido de pasto.

—¿Cómo demonios se imaginaron que vendríamos por aquí? —susurró—. ¿Cómo?

«Porque tienen a Lincoln Rhyme», se respondió Sachs.

*****

—Todavía no ven nada, Lincoln —le dijo Jim Bell.

—Amelia y Garrett no van a estar caminando en medio de Canal Road —dijo Rhyme de mal humor—. Estarán entre los arbustos, tratando de no ser vistos.

—Ya establecieron una barricada y se encuentran controlando todos los coches —dijo Jim Bell—. Incluso cuando conocen a los conductores.

Rhyme miró otra vez el mapa del muro.

—¿No hay otra forma en que puedan ir al oeste desde Tanner's Corner?

—Desde la cárcel el único camino a través de los pantanos es Canal Road hasta la ruta 112 —pero Bell parecía dudar—. Debo decir, sin embargo, Lincoln, que llevar a todos a Blackwater Landing es un gran riesgo… Si realmente se dirigen al este, a los Outer Banks, van a pasar por otro lado y no los encontraremos jamás. Esta idea tuya, bueno… es un poco inverosímil.

Pero Rhyme creía que era correcta. Cuando estuvo mirando el mapa veinte minutos antes, siguiendo la ruta que el chico había tomado con Lydia, que llevaba al Great Dismal Swamp y poco más, se había empezado a preguntar sobre el secuestro de Lydia. Recordó entonces lo que dijo Sachs aquella mañana, cuando estaban en el campo persiguiendo a Garrett:

Lucy dice que no tiene sentido que venga por aquí.

Eso hizo que se autoformulase una pregunta que nadie había contestado satisfactoriamente aún. «¿Por qué exactamente Garrett secuestró a Lydia Johansson?». Para matarla como víctima sustituta era la respuesta del doctor Penny. Pero, como resultó después, no la había matado a pesar de tener el tiempo suficiente para hacerlo. Ni la violó. Ni existía ningún otro motivo para secuestrarla. Eran dos desconocidos, ella no lo había provocado, él no parecía estar obsesionado con ella y ella no fue testigo del asesinato de Billy. ¿Por qué lo habría hecho?

Entonces Rhyme recordó cómo Garrett contó a Lydia, por propia iniciativa, que Mary Beth permanecía oculta en los Outer Banks, y que allí estaba feliz. Que no necesitaba que la rescataran. ¿Por qué daría voluntariamente esta información? Y la evidencia en el molino, la arena de playa, el mapa de los Outer Banks… Lucy lo había encontrado con facilidad, de acuerdo a lo dicho por Sachs. Con demasiada facilidad. La escena, decidió Rhyme, fue preparada, como dicen los expertos forenses cuando las pruebas han sido colocadas para engañar a los investigadores.

Rhyme gritó con amargura:

—¡Nos engañó!

—¿Qué quieres decir, Lincoln? —preguntó Bell.

—Nos engañó —dijo el criminalista. Un chico de dieciséis años los había burlado a todos. Desde el principio. Rhym le explicó a Bell que Garrett se había quitado la zapatilla de forma intencional, en la escena del secuestro de Lydia. La llenó de polvo de caliza, lo que haría que cualquiera con conocimientos de la región, Davett, por ejemplo, pensara en la mina, donde el chico había colocado otra evidencia, la bolsa chamuscada y el maíz, que a su vez conducían al molino.

Se suponía que los perseguidores encontrarían a Lydia, junto con el resto de evidencias sembradas, para convencerlos de que Mary Beth estaba en una casa en los Outer Banks.

Lo que significaba, por supuesto, que estaba en la dirección opuesta, al oeste de Tanner's Corner.

El plan de Garrett era brillante. Pero había cometido un solo error, suponer que llevaría varios días a la patrulla de rescate encontrar a Lydia, para quien había dejado toda esa comida. Para entonces el muchacho estaría con Mary Beth en el verdadero escondite y los policías permanecerían peinando los Outer Banks.

Por eso Rhyme seguía preguntado a Bell cuál era el mejor camino para ir al oeste de Tanner's Corner. «Blackwater Landing», contestaba sin dudar, el sheriff, «la ruta 112». Y Rhyme había ordenado que Lucy y los policías se dirigieran allí tan rápido como fuera posible.

Cabía la posibilidad de que Garrett y Sachs ya hubieran pasado por la intersección y estuvieran camino al oeste, pero Rhyme ya tenía calculadas las distancias y no pensaba que andando, y manteniéndose ocultos, pudieran llegar tan lejos en tan poco tiempo.

Lucy ahora llamaba desde la barricada. Thom puso la llamada en el altavoz. La mujer policía, a todas luces todavía sospechando y sin saber bien de qué lado estaba Rhyme, dijo con escepticismo:

—No veo señales de ellos por aquí y hemos controlado todos los turismos que pasaron. ¿Está seguro de lo que hacemos?

—Sí —anunció Rhyme—. Estoy seguro.

Ella, a pesar de lo que pudiera pensar de esta respuesta arrogante, se limitó a decir:

—Espero que esté en lo cierto. Hay posibilidades de pasarlo muy mal aquí —dijo, y cortó.

Un momento después sonó el teléfono de Bell. Escuchó. Miró a Rhyme.

—Otros tres policías acaban de llegar a Canal Road, cerca de una milla al sur de la 112. Van a hacer una batida a pie hacia el norte, donde están Lucy y los otros. Localizarán a Garrett y Sachs —estuvo al teléfono un instante más. Miró a Rhyme, después apartó los ojos y siguió hablando—: Sí, está armada… y… sí, me han dicho que tira bien.

*****

Sachs y Garrett estaban acurrucados en los arbustos, mirando los turismos que esperaban para pasar la barricada.

Luego, detrás de ellos, otro sonido que, aun sin el oído sensible de una polilla, Sachs pudo detectar perfectamente: sirenas. Vieron un segundo grupo de luces parpadeantes, provenientes del otro extremo de Canal Road, del sur. Otro coche patrulla se detuvo y de él bajaron otros tres policías, también armados con escopetas. Comenzaron a caminar lentamente por los arbustos, aproximándose a Garrett y Sachs. En diez minutos se encontrarían ya, justo en el matorral de juncos donde se escondían los fugitivos.

Garrett la miró expectante.

—¿Qué? —preguntó ella.

Él miró el arma.

—¿No vas a usarla?

Ella lo miró atónita.

—No. Por supuesto que no.

Garrett señaló la barricada con la cabeza.

—Ellos lo harán.

—¡Nadie va a iniciar ningún tiroteo! —murmuró con rabia, horrorizada porque él hubiera llegado a pensarlo. Miró hacia atrás, a los bosques. Era un suelo pantanoso e imposible de atravesar sin que los vieran u oyeran. Frente a ellos estaba la valla de eslabones encadenados que rodeaba las Industrias Davett. A través de la red vio los coches del aparcamiento.

Amelia Sachs había trabajado durante un año en la delincuencia callejera. Esa experiencia, combinada con lo que sabía de coches, significaba que podía introducirse en cualquier vehículo y hacerlo arrancar en menos de treinta segundos.

Pero aun cuando tomara gran velocidad, ¿cómo podrían salir del terreno de la fábrica? Había una entrada de entrega y recepción de artículos pero también daba a Canal Road. Todavía tendrían que pasar por la barricada. ¿Podrían robar un cuatro por cuatro o una camioneta y atravesar la valla por donde nadie los viera y luego dirigirse a campo traviesa hasta la ruta 112? Había colinas empinadas y abruptas, laderas que daban a pantanos por todas partes, en los alrededores de Blackwater Landing; ¿podrían escapar sin chocar contra un camión y matarse?

Los policías de a pie estaban a sólo sesenta metros.

Hicieran lo que hicieran, ahora era el momento. Sachs decidió que no tenían opción.

—Vamos, Garrett. Tenemos que atravesar la valla.

Agachados, se movieron hacia el aparcamiento.

—¿Estas pensando en un coche? —preguntó el chico, viendo hacia dónde se dirigían.

Sachs miró hacia atrás. Los policías estaban a treinta metros.

Garrett continuó:

—No me gustan los coches. Me asustan.

Pero ella no le prestaba atención. Seguía escuchando sus palabras de hacía un rato, que circulaban por su pensamiento.

Las polillas cierran sus alas y se dejan caer al suelo.

*****

—¿Dónde están ahora? —Preguntó Rhyme—. ¿Los policías que hacen la batida?

Bell transmitió la pregunta a su teléfono, escuchó y luego tocó un lugar del mapa casi a medio camino del cuadrado G-10.

—Están cerca de aquí. Ésta es la entrada de la empresa de Davett. Veinte o treinta metros, yendo al sur.

—¿Pueden Amelia y Garrett rodear la fábrica para ir al este?

—No, la propiedad de Davett está vallada. Más allá hay un pantano intransitable. Si van al oeste tienen que nadar por el canal y probablemente no puedan subir por los bancos de la orilla. De todos modos no se pueden ocultar allí. Lucy y Trey los verían de seguro.

La espera era tan difícil que Rhyme sabía que Sachs se rascaría y pellizcaría su piel en un intento de aliviar la ansiedad que constituía un oscuro complemento a su energía y talento. Hábitos destructivos, sí, pero cómo se los envidiaba. Antes de su accidente, Rhyme descargaba las tensiones dando pasos y caminando. Ahora no tenía nada que hacer sino mirar el mapa y obsesionarse con el riesgo que corría Sachs.

Una secretaria asomó la cabeza por la puerta.

—Sheriff Bell, la policía del Estado en la línea dos.

Jim Bell entró en la oficina que estaba al otro lado del hall y cogió la llamada. Habló unos pocos minutos y regresó al trote al laboratorio. Dijo excitadamente:

—¡Los tenemos! Localizaron la señal de su móvil. Está en marcha hacia el oeste por la ruta 112. Dejaron atrás la barricada.

Rhyme preguntó:

—¿Cómo…?

—Parece que se escabulleron hasta el aparcamiento de Davett y robaron un camión o un cuatro por cuatro. Anduvieron por el campo hasta volver a la ruta. Hombre, se necesita conducir muy bien para hacerlo.

Esa es mi Amelia, pensó Rhyme. Esa mujer puede subirse a un muro conduciendo un coche…

Bell continuó:

—Va a abandonar el vehículo y conseguir otro.

—¿Cómo lo sabes?

—Está hablando por el móvil con una empresa de alquiler de coches en Hobeth Falls. Lucy y los otros están detrás, en una persecución silenciosa. Estamos hablando con la gente de Davett para ver quién echa de menos un coche del aparcamiento. Pero no necesitaremos una descripción si se queda en la línea un rato más. Otros pocos minutos y los técnicos tendrán su ubicación exacta.

Lincoln Rhyme miró el mapa, aunque para entonces ya lo tenía impreso en su mente. Después de un instante suspiró y luego murmuró:

—Buena suerte.

Pero no podía decir si su deseo se refería al cazador o a la presa.