Capítulo 24

Un sombrío Lincoln Rhyme penetró en el desmantelado laboratorio forense del edificio del condado de Paquenoke.

Lucy Kerr y Mason Germain estaban al lado de la mesa donde antes habían puesto los microscopios. Tenían los brazos cruzados y cuando entraron Thom y Rhyme, ambos policías miraron al criminalista y a su ayudante con una mezcla de desprecio y sospecha.

—¿Cómo demonios pudo hacerlo? —Preguntó Mason—. ¿En qué estaba pensando?

Pero estos eran dos de los muchos interrogantes acerca de Amelia Sachs que no podían ser contestados, al menos no todavía, de manera que Rhyme se limitó a preguntar:

—¿Hay alguien herido?

—No —dijo Lucy—. Pero Nathan quedo muy trastornado después de ver que le apuntaba el cañón de la Smith & Wesson. Que nosotros cometimos la locura de entregarle a Sachs.

Rhyme se esforzó por aparentar tranquilidad en la superficie, su corazón, no obstante, albergaba muchos temores por la chica. Lincoln Rhyme confiaba en las evidencias sobre todas las cosas y las evidencias mostraban claramente que Garrett Hanlon era un secuestrador y un asesino. Sachs, engañada por el calculado montaje del chico, estaba tan en riesgo como Mary Beth o Lydia.

Jim Bell entró en el cuarto.

—¿Se llevó algún coche? —prosiguió Rhyme.

—No lo creo —dijo Bell—. Estuve averiguando y no falta ningún vehículo por ahora.

Bell miró el mapa, todavía sujeto al muro.

—Esta no es una región desde donde sea fácil salir sin ser visto. Hay muchos cenagales y pocos caminos. Yo he…

Lucy dijo:

—Consigue algunos perros, Jim. Irv Wanner entrena un par de mastines para la policía del Estado. Llama al capitán Dexter de Elizabeth City y que te de el número de Irv. Él les seguirá la pista.

—Buena idea —dijo Bell—. Nosotros…

—Quiero proponer algo —interrumpió Rhyme.

Mason lanzó una carcajada irónica.

—¿Qué? —preguntó Bell.

—Quiero hacer un trato contigo.

—No hay trato —dijo Bell—. Ella es una delincuente en fuga. Armada, por añadidura.

—No le va a disparar a nadie —dijo Thom.

Rhyme continuó:

—Amelia está convencida de que no hay otra forma de encontrar a Mary Beth. Por eso lo hizo. Va con el chico a donde está escondida.

—No me interesa —dijo Bell—. No se puede andar sacando asesinos de la cárcel.

—Dame veinticuatro horas antes de llamar a la policía del Estado. Los encontraré para ti. Podemos arreglar algo con los cargos. Pero si se involucran perros y algunos agentes estatales, sabemos que se ajustaran a los reglamentos y eso significa que hay posibilidad de que alguien salga lastimado.

—Ese es un trato muy difícil y arriesgado, Lincoln —dijo Bell—. Tu amiga nos ha arrebatado a nuestro prisionero…

—No hubiera sido vuestro prisionero a no ser por mí. Nunca lo habríais encontrado por vuestra cuenta.

—Ni hablar —dijo Mason—. Estamos perdiendo tiempo y están más lejos cada minuto que pasamos hablando. Soy de la opinión de hacer que todos los hombres de la ciudad salgan a buscarlos ahora. Con el rango de policías. Haz lo que sugirió Henry Davett. Entrega rifles y…

Bell lo interrumpió y preguntó a Rhyme:

—Si te damos veinticuatro horas, entonces, ¿qué ganamos nosotros?

—Me quedaré y te ayudaré a encontrar a Mary Beth. Lleve el tiempo que lleve.

Thom dijo:

—La operación, Lincoln…

—Olvida la operación —murmuró Rhyme, sintiendo desesperación al decirlo. Sabía que la agenda de la doctora Weaver era tan apretada que si perdía la cita asignada para operarse tendría que anotarse de nuevo en la lista de espera. Luego le pasó por la mente que una de las razones por la cual Sachs hacía lo que hacía era evitar que Rhyme se sometiera a la cirugía. Ganar unos pocos días más y darle la oportunidad de cambiar de opinión. Pero apartó este pensamiento, diciéndose con rabia: encuéntrala, sálvala. Antes de que Garrett la añada a la lista de sus víctimas.

La picaron 137 veces…

Lucy dijo:

—Estamos presenciando algo que podríamos llamar lealtad dividida, ¿verdad?

Mason:

—Sí, ¿cómo sabemos que no nos enviará al granero de Robin Hood y la dejará escapar?

—Porque —explicó pacientemente Rhyme— Amelia está equivocada. Garrett es un asesino y sólo la utilizó para escapar de la cárcel. En cuanto no la necesite la matará.

Bell caminó unos instantes, mirando al mapa.

—Bien, lo haremos Lincoln. Tienes veinticuatro horas.

Mason suspiró.

—¿Y cómo diablos la va a encontrar en esa selva? —Señaló el mapa—. ¿Irá a llamarla y preguntarle dónde está?

—Es exactamente lo que voy a hacer. Thom, pongamos de nuevo el equipo en condiciones. ¡Y que alguien traiga de vuelta a Ben Kerr!

*****

Lucy Kerr estaba hablando por teléfono en la oficina contigua al cuarto de investigaciones.

—Policía del Estado de Carolina del Norte, Elizabeth City —respondió una fresca voz de mujer—. ¿En qué puedo ayudarle?

—Detective Gregg.

—Un momento, por favor.

—¿Hola? —se escuchó la voz de un hombre después de un instante

—Pete, soy Lucy Kerr y estoy en Tanner's Corner.

—Hola, Lucy, ¿qué pasa? ¿Qué hay de esas chicas perdidas?

—Lo tenemos bajo control —dijo Lucy, con voz tranquila a pesar de que sentía rabia porque Bell había insistido en que recitara las palabras que Lincoln Rhyme le había dictado—. Pero tenemos otro pequeño problema.

Pequeño problema…

—¿Qué necesitas? ¿Un par de agentes?

—No, sólo la localización de un teléfono celular.

—¿Tienes una autorización?

—Un empleado del juez te la manda en este momento.

—Dame los datos del teléfono y los números de serie.

Lucy le dio la información.

—¿Cuál es el código del área, dos uno dos?

—Es un número de Nueva York. El que lo posee está dando vueltas ahora.

—No es ningún problema —dijo Gregg—. ¿Quieres una grabación de la conversación?

—Sólo la localización.

Y una clara visualización del objetivo…

—Cuando… espera. Aquí está el fax… —Hizo una pausa mientras leía—. Oh, ¿sólo se trata de una persona perdida?

—Eso es todo —contestó Lucy a su pesar.

—Sabes que es caro. Tendremos que hacerte una factura.

—Lo comprendo.

—Bien, espera un momento, llamaré a los técnicos. —Se oyó un sonido débil.

Lucy se sentó al escritorio, con los hombros caídos, flexionando la mano izquierda y mirando sus dedos, toscos por sus años de jardinera, con una vieja cicatriz hecha con el asa de metal de un cajón de estiércol y la huella dejada en su dedo anular por los cinco años que usó el anillo de boda.

Flexionar, extender.

Observando las venas y los músculos ocultos por la piel, Lucy Kerr se dio cuenta de algo. Que el delito de Amelia Sachs había reventado una cólera que vivía en su interior y que era más intensa que cualquier cosa que hubiera sentido en su vida.

Cuando le sacaron una parte de su cuerpo se había sentido avergonzada y luego abandonada. Cuando su marido la dejó, se había sentido culpable y resignada y cuando finalmente sintió rabia por esos acontecimientos, se enfadó con una especie de cólera que irradia un calor inmenso pero nunca estalla en llamaradas.

Pero por una razón que no podía comprender, esta mujer policía de Nueva York había hecho que la simple furia al rojo vivo saliera con una explosión del corazón de Lucy, como las avispas que habían irrumpido fuera del nido y matado a Ed Schaeffer de una forma tan horrible.

Una furia al rojo vivo por la traición a Lucy Kerr, que nunca causó un daño intencionado a nadie, mujer que amaba las plantas, que había sido una buena esposa para su marido, una buena hermana, una buena mujer policía, una mujer que sólo quería los placeres inocentes que la vida proporciona con generosidad a todos, pero que parecía rehusarle a ella.

No más vergüenza o culpa o resignación o pena.

Simple furia, ante las traiciones en su vida. La traición de su cuerpo, de su marido, de Dios.

Y ahora de Amelia Sachs.

—¿Hola, Lucy? —preguntó Pete desde Elizabeth City—. ¿Estás ahí?

—Sí, estoy aquí.

—Vale… ¿estás bien? Suenas un poco rara.

Ella se aclaró la garganta.

—Muy bien. ¿Arreglaste todo?

—Para cuando quieras. ¿Cuándo va a hacer una llamada ese tipo?

Lucy miró hacia el otro cuarto. Gritó:

—¿Listo?

Rhyme asintió.

Al teléfono, ella dijo:

—En cualquier momento a partir de ahora.

—Quédate en línea —dijo Gregg—. Me conectaré.

Por favor, haz que funcione, pensó Lucy. Por favor…

Y luego agregó una posdata a su oración: …y, Dios querido, déjame hacer un disparo certero contra esa Judas.

*****

Thom ajustó los cascos a la cabeza de Rhyme. El ayudante marcó después un número.

Si el teléfono de Sachs estaba desconectado sonaría tres veces y luego el agradable tono de voz de la señorita del buzón comenzaría a hablar.

Una llamada… dos…

—Hola.

Rhyme creyó que nunca había sentido tanto alivio como al escuchar su voz.

—Sachs, ¿estás bien?

Una pausa.

—Estoy bien.

Vio que en el otro cuarto la cara taciturna de Lucy asentía.

—Escúchame, Sachs. Escúchame. Sé por qué lo hiciste, pero tienes que entregarte. Tú… ¿estás ahí?

—Estoy aquí, Rhyme.

—Sé lo que estás haciendo. Garrett accedió a llevarte hasta Mary Beth.

—Es verdad…

—No puedes confiar en él —dijo Rhyme, pensando con desesperación: en mí tampoco. Vio a Lucy mover un dedo haciendo un círculo, queriendo decir: que siga hablando—. He hecho un trato con Jim. Si lo traes de vuelta arreglaran algo con los cargos contra ti. Todavía no está involucrado el Estado. Y yo estaré aquí todo el tiempo necesario para encontrar a Mary Beth. He postergado la operación…

Por un instante cerró los ojos, traspasado por la culpa. Pero no tenía opción. Se imaginó cómo había sido la muerte de esa mujer en Blackwater Landing, la muerte de Ed Schaeffer… Imaginó a las avispas pululando por el cuerpo de Amelia. Tenía que traicionarla con el fin de salvarla.

—Garrett es inocente, Rhyme. Sé que lo es. No podía dejar que fuera al centro de detención. Lo matarían allí.

—Entonces procuraremos que lo encierren en otro lugar. Y repasaremos las evidencias. Encontraremos más evidencias. Lo haremos juntos. Tú y yo. Lo decimos así, Sachs, ¿verdad? Tú y yo… Siempre tú y yo. No hay nada que no podamos encontrar.

Hubo una pausa.

—Nadie está del lado de Garrett. Está solo, Rhyme.

—Lo podemos proteger.

—No puedes proteger a nadie de toda una ciudad, Lincoln.

—No menciones nombres de pila —dijo Rhyme—. Eso trae mala suerte, ¿recuerdas?

—Todo este asunto es de mala suerte.

—Por favor, Sachs…

Ella dijo:

—A veces sólo tienes que guiarte por la fe.

—¿Ahora quién está recitando máximas? —se obligó a reír, en parte para tranquilizarla, en parte, para tranquilizarse él.

Débiles ruidos de estática.

Vuelve a casa, Sachs, estaba pensando Rhyme. ¡Por favor! Todavía podemos salvar algo de todo esto. Tu vida es tan precaria como el nervio de mi cuello, la delgada fibra que todavía funciona.

Y que me es tan preciosa como tú.

Ella dijo:

—Garrett me dice que podemos llegar hasta Mary Beth esta noche o mañana por la mañana. Te llamaré cuando la tenga.

—Sachs, no cortes aún. Una cosa. Déjame decirte una cosa.

—¿Qué?

—Sea lo que sea lo que pienses de Garrett, no confíes en él. Tú piensas que es inocente. Pero trata de aceptar que quizá no lo sea. Tú sabes cómo nos manejamos en las escenas de crimen, Sachs.

—Con una mente abierta —recitó la regla—. Sin prejuicios. En la creencia de que todo es posible.

—Correcto. Prométeme que lo recordarás.

—Está esposado, Rhyme.

—Mantenlo así. Y no permitas que se acerque a tu arma.

—No lo haré. Te llamaré cuando tenga a Mary Beth.

—Sachs…

La línea quedó muda.

—Maldición —murmuró el criminalista. Cerró los ojos, trató de sacarse los cascos con una sacudida furiosa. Thom se inclinó hacia delante y levantó el aparato de la cabeza de Rhyme. Con un movimiento le arregló el oscuro cabello.

Lucy colgó el teléfono en el otro cuarto y se alejó de él. Rhyme pudo ver por su expresión que la localización no había funcionado.

—Pete dijo que están a cuatro kilómetros del centro de Tanner's Corner.

Mason musitó:

—¿No pueden calcular con más exactitud?

Lucy dijo:

—Si hubiera estado hablando unos minutos más la habrían podido localizar con una exactitud de cinco metros.

Bell estaba examinando el mapa.

—Bien, cuatro kilómetros hacia fuera de la ciudad.

—¿Crees que regresaría a Blackwater Landing? —preguntó Rhyme.

—No —dijo Bell—. Sabemos que se dirigen a los Outer Banks y Blackwater Landing le llevaría a la dirección opuesta.

—¿Cuál es el mejor camino para ir a los Banks? —preguntó el criminalista.

—No pueden ir a pie —dijo Bell, caminando hacia el mapa—. Tendrán que conseguir un coche o un coche y un bote. Hay dos formas de llegar allí. Pueden tomar la ruta 112 hacia el sur, hasta la 17. Eso los llevaría hasta Elizabeth City y podrían coger un bote o seguir por la 17 todo el tramo hasta la 158 y conducir hasta las playas. O podrían tomar Harper Road… Mason, lleva a Frank Sturgis y a Trey y vete a la 112. Haz una barricada en Belmont.

Rhyme notó que aquella era la ubicación M-10 del mapa.

El sheriff continuó:

—Lucy, tú y Jesse iréis por Harper hasta Millerton Road. Quedaos allí —eso era en H-14.

Bell llamó a su cuñado a la habitación.

—Steve, tu coordinarás las comunicaciones y proporcionarás a todos receptores de mano si todavía no los tienen.

—Seguro, Jim.

Bell les dijo a Lucy y a Mason:

—Decid a todos que Garrett tiene puesto uno de nuestros monos para detenidos. Son azules. ¿Qué tiene puesto tu chica? No lo recuerdo.

—Ella no es mi chica —dijo Rhyme.

—Perdón…

Rhyme masculló:

—Vaqueros y una camiseta negra.

—¿Tiene sombrero?

—No.

Lucy y Mason se dirigieron a la puerta.

Un instante después en el cuarto solo estaban Bell, Rhyme y Thom.

El sheriff llamó a la policía del Estado y dijo al detective que los había ayudado con el localizador de llamadas que mantuviera a alguien en aquella frecuencia pues la persona perdida podría llamar más tarde.

Rhyme notó que Bell hizo una pausa. Miró a Rhyme y dijo al teléfono:

—Te agradezco la oferta, Pete. Pero hasta ahora se trata de una persona perdida. Nada serio —colgó y luego murmuró—. Nada serio. Jesús, por Dios…

*****

Quince minutos más tarde, Ben Kerr entraba en la oficina. Realmente parecía contento por estar de vuelta, pese a que se le notaba afligido por las noticias que habían hecho necesario su regreso.

Con ayuda de Thom terminó de desembalar el equipo forense de la policía estatal mientras Rhyme observaba el mapa y los diagramas de las evidencias que estaban en el muro.

ENCONTRADO EN LA ESCENA PRIMARIA DEL CRIMEN
BLACKWATER LANDING

ENCONTRADO EN LA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN
EL CUARTO DE GARRETT

ENCONTRADO EN UNA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN
LA MINA

ENCONTRADO EN UNA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN
EL MOLINO

Mientras Rhyme miraba éste último diagrama, se dio cuenta de cuan pocas evidencias había encontrado Sachs en el molino. Siempre se daba el mismo problema cuando se localizaban pistas evidentes en escenas de crímenes, como el mapa y la arena. Psicológicamente la atención del observador flaquea y busca con menos diligencia. Ahora deseaba que tuvieran más evidencias de esa escena.

Entonces Rhyme recordó algo. Lydia había dicho que Garrett se había cambiado de ropas en el molino cuando la patrulla de rescate se acercaba. ¿Por qué? La única razón era que sabía que las ropas que había escondido podían revelar dónde había escondido a Mary Beth. Miró a Bell.

—¿Dijiste que Garrett tiene puesto un mono de la prisión?

—Es verdad.

—¿Tienes la ropa que vestía cuando fue detenido?

—Debe de estar en la cárcel.

—¿Puedes hacer que las envíen?

—¿Las ropas? Enseguida.

—Haz que las pongan en una bolsa de papel —ordenó—. Que no las desdoblen.

El sheriff llamó a la cárcel y dijo a un policía que trajera las ropas. Por la parte de conversación que escuchó, Rhyme dedujo que el policía estaba más que contento de ayudar a encontrar a la mujer que lo había amarrado de forma tan vergonzosa.

Rhyme observó el mapa de la costa este. Podrían limitar la búsqueda a las casas viejas, por la lámpara de canfeno, y a las que estaban alejadas de la playa, por la pista de las hojas de roble y arce. Pero el enorme tamaño de la región abrumaba. Cientos de kilómetros.

El teléfono de Bell sonó. Contestó y habló durante un minuto, luego cortó. Caminó hacia el mapa.

—Ya han colocado las barricadas. Garrett y Amelia pueden dirigirse hacia al interior para evitarlas —señaló la ubicación M-10— pero desde donde están Mason y Frank tienen una buena perspectiva y los verían.

Rhyme preguntó:

—¿Qué me dices de esa línea de ferrocarril al sur de la ciudad?

—No se usa para el transporte de pasajeros. Es una línea de carga y no tiene horario programado para trenes. Pero se puede marchar por los rieles. Por eso puse la barricada en Belmont. Yo creo que tomarán ese camino. También estoy pensando en que Garrett podría esconderse por un tiempo en la reserva de Vida Salvaje de Manitou Falls, con su interés por los bichos, la naturaleza y demás, probablemente pasa mucho tiempo allí —Bell señaló la ubicación T-10.

Farr preguntó:

—¿Qué nos dices del aeropuerto?

Bell miró a Rhyme.

—¿Amelia puede robar un aeroplano?

—No, no sabe volar.

Rhyme observó una referencia en el mapa. Preguntó:

—¿Qué es esa base militar?

—Se utilizó como depósito de armas en las décadas de los sesenta y setenta. Ha permanecida cerrada durante años. Pero hay túneles y refugios antiaéreos por todo el lugar. Necesitaríamos dos docenas de hombres para custodiar el recinto y aun así Garrett podría encontrar un sitio para esconderse.

—¿Está patrullada?

—Ya no.

—¿Qué es ese espacio cuadrado? ¿En la ubicación E-5 y la E-6?

—¿Eso? Probablemente un viejo parque de diversiones —dijo Bell, mirando a Farr y a Ben.

—Así es —dijo Ben—. Mi hermano y yo solíamos ir cuando éramos niños. Se llamaba, ¿cómo?, Indian Ridge o algo parecido.

Bell asintió:

—Era una recreación de un poblado indio. Lo cerraron hace unos años, porque nadie iba ya. Williamsburg y Six Flags eran mucho más populares. Es buen lugar para esconderse pero queda en dirección opuesta a los Outer Banks. Garrett no iría allí.

Bell tocó el lugar H-14.

—Lucy está aquí. Garrett y Amelia tienen que continuar por Harper Road en esos lugares. Si salen del camino se meterían en cenagales llenos de arcilla. Llevaría días atravesarlos, si sobrevivieran, lo que es muy dudoso. De manera que… Creo que nos limitaremos a esperar y ver que sucede.

Rhyme asintió distraído y movió los ojos como su amiga, la mosca inquieta, ahora ausente, de un mojón topográfico del condado de Paquenoke a otro.