Cal Fredericks presentó al doctor Elliot Penny a Sachs.
—Oh, ¿trabajas con Lincoln Rhyme? —preguntó el doctor, sorprendiendo a Sachs.
—Cierto.
—Cal me dijo que la detención de Garrett se debe en gran parte a vosotros dos. ¿Está aquí? ¿Lincoln?
—En este momento está en el edificio del condado. Probablemente no permanezca allí mucho tiempo.
—Tenemos un amigo en común. Me gustaría saludarlo. Pasaré a verlo si tengo la posibilidad.
Sachs dijo:
—Estará allí todavía una hora o algo así —se volvió a Cal Fredericks—. ¿Puedo preguntarle algo?
—Sí, señora —dijo el abogado defensor con cautela; Sachs estaba, al menos en teoría, trabajando para el enemigo.
—Mason Germain estaba hablando con Garrett hace un rato. Mencionó un lugar llamado Lancaster. ¿Qué es?
—El Centro de Detención para Delincuentes Violentos. Garrett será trasladado allí después de la acusación. Permanecerá allí hasta el juicio.
—¿Es un centro juvenil?
—No, no. De adultos.
—Pero Garrett tiene dieciséis años —dijo Sachs.
—McGuire lo juzgará, si no podemos conseguir una alegación, como a un adulto.
—¿Cómo es de malo ese Centro?
—¿Qué, Lancaster? —El abogado encogió sus estrechos hombros—. Le harán daño. No hay forma de evitarlo. No sé cuanto daño. Pero se lo harán sin duda. Un chico como él va a estar al final de la cadena alimentaria en VFDC[11].
—¿No podría estar separado de los demás?
—Allí no. Todos los internos están juntos. Básicamente constituye un gran corral. Lo mejor que podemos hacer es esperar que los guardias lo protejan.
—¿No hay posibilidad de fianza?
Fredericks se rió.
—No hay juez en el mundo que fije una fianza en un caso como este. Garrett sólo espera eso para escapar.
—¿Hay algo que podamos hacer para que lo lleven a otro centro? Lincoln tiene amigos en Nueva York.
—¿Nueva York? —Fredericks le obsequió con una sonrisa sureña, amable pero forzada—. No creo que esas relaciones tengan mucho peso al sur de la línea Mason-Dixon. Probablemente ni siquiera al oeste del Hudson. —Señaló a Penny con la cabeza—. No, nuestra mejor apuesta consiste en hacer que Garrett coopere y luego conseguir una alegación.
—¿No deberían estar aquí sus padres adoptivos?
—Sí que deberían. Los llamé pero Hal dijo que el chico se las tiene que arreglar solo. Ni siquiera me dejó hablar con Maggie, su madre.
—Pero Garrett no puede estar tomando decisiones por sí mismo —protestó Sachs—. Sólo es un chico.
—Bueno —explicó Fredericks—, antes de que se acuerde la acusación o el alegato, el juzgado designará un tutor ad litem. No se preocupe, estará protegido.
Sachs se volvió al doctor:
—¿Qué va a hacer? ¿Qué es este test de la silla vacía?
El doctor Penny miró al abogado, que asintió con la cabeza, autorizando la explicación.
—No es un test. Es una especie de terapia Gestalt, una técnica conductual, conocida porque se obtienen resultados muy velozmente en la comprensión de ciertos tipos de conducta. Voy a hacer que Garrett imagine que Mary Beth está sentada en una silla frente a él y haré que le hable. Que le explique por qué la secuestró. Espero hacerle comprender que la chica está trastornada y asustada y que lo que hizo es incorrecto. Que ella estará mejor si nos dice donde está.
—¿Y eso funcionará?
—En realidad no suele utilizarse para este tipo de situaciones pero pienso que dará resultado.
El abogado miró su reloj.
—¿Está listo, doctor?
El doctor asintió.
—Vamos —el doctor y Fredericks desaparecieron en el cuarto de interrogatorios.
Sachs se quedó atrás y sacó un vaso de agua del refrigerador. Lo bebió lentamente. Cuando el policía que estaba tras el mostrador volvió a prestar atención al periódico, Sachs se introdujo rápidamente en el cuarto de observación, donde estaba la cámara de video que grababa a los sospechosos. El cuarto estaba vacío. Cerró la puerta y se sentó. Observó el cuarto de interrogatorios. Podía ver en el medio a Garrett, en una silla. El doctor se sentaba a la mesa. Cal Fredericks permanecía en el rincón, de brazos cruzados, con un tobillo sobre una rodilla, lo que revelaba la altura de sus gruesos tacones.
Una tercera silla, desocupada, estaba frente a Garrett.
Sobre la mesa había refrescos. Los botes transpiraban por la condensación.
A través del altavoz barato y ruidoso, puesto sobre el espejo, Sachs escuchó sus voces.
—Garrett, soy el doctor Penny. ¿Cómo estás?
No hubo respuesta.
—Hace un poco de calor aquí, ¿verdad?
Garrett no dijo nada. Miró hacia abajo. Hizo sonar sus uñas. Sachs no pudo escuchar el sonido. Descubrió que su propio pulgar se hundía en la carne de su dedo índice. Sintió la humedad. Vio la sangre. Detente, detente detente, pensó y se obligó a bajar los brazos.
—Garrett, estoy aquí para ayudarte. Trabajo con tu abogado, el señor Fredericks, y estamos tratando de conseguirte una sentencia reducida por lo que pasó. Podemos ayudarte pero necesitamos tu cooperación.
Fredericks dijo:
—El doctor te hablará, Garrett. Vamos a tratar de descubrir algunas cosas. Pero todo lo que digas quedará entre nosotros. No se lo contaremos a nadie sin tu permiso. ¿Lo entiendes?
Garrett asintió.
—Recuerda, Garrett —dijo el doctor—, nosotros somos los chicos buenos. Estamos de tu lado… Ahora quiero probar algo.
Los ojos de Sachs observaban al muchacho, que se rascó una roncha. Dijo:
—Está bien.
—¿Ves esta silla aquí?
El doctor Penny señaló la silla con la cabeza y el chico la miró.
—La veo.
—Vamos a hacer una especie de juego. Tú vas a simular que hay alguien muy importante sentado en la silla.
—¿Como el presidente?
—No, quiero decir alguien muy importante para ti. Alguien a quien conozcas en la vida real. Vas a fingir que está sentado frente a ti. Quiero que le hables. Y quiero que seas muy sincero con esta persona. Que le digas todo lo que quieres decirle. Comparte tus secretos con ella. Si estás enfadado, se lo dices. Si la quieres también. Si la deseas, como desearías a una chica, se lo dices. Recuerda que está bien decir absolutamente todo. Nadie se sentirá mal contigo.
—¿Sólo hablar con la silla? —Garrett preguntó al doctor—. ¿Por qué?
—Por una parte, te hará sentir mejor acerca de las cosas que sucedieron hoy.
—¿Quiere decir cosas como que me detuvieron?…
Sachs sonrió.
El doctor Penny pareció reprimir una sonrisa también y movió la silla vacía hacia Garrett.
—Ahora, imagina que alguien importante está sentado aquí. Digamos Mary Beth McConnell. Y que tienes algo que decirle, ahora es tu oportunidad. Algo que nunca dijiste antes porque es demasiado fuerte. Algo realmente importante. No alguna tontería.
Garrett miró nerviosamente alrededor del cuarto, contempló a su abogado, que lo alentó con un movimiento de cabeza. El chico respiró profundamente y luego expiró con lentitud.
—Bien. Creo que estoy listo.
—Bueno. Ahora imagínate a Mary Beth en la…
—Pero no quiero decirle nada a ella —interrumpió Garrett.
—¿No quieres?
Negó con la cabeza.
—Ya le dije todo lo que quería decirle.
—¿No hay nada más?
El chico vaciló.
—No sé… Quizá. Sólo… la cosa es que me imagino a otra persona en la silla. ¿Podría ser de esta manera?
—Bueno, por ahora quedémonos con Mary Beth. Dices que quizá haya algo que querías decirle. ¿Qué es? ¿Quieres decirle cómo te falló o te lastimó? ¿O te hizo enfadar? ¿Cómo quieres arreglar las cosas con ella? Cualquier cosa, Garrett. Puedes decir cualquier cosa. Estará bien.
Garrett se encogió de hombros.
—Hum, ¿por qué no puede ser otra persona?
—Por ahora, digamos que tiene que ser Mary Beth.
El muchacho se volvió de repente hacia el espejo y miró directamente hacia donde estaba sentada Sachs. Involuntariamente, Sachs retrocedió, como si él supiera que ella estaba allí, aun cuando de ninguna manera podía verla.
—Sigue —lo alentó el doctor.
El chico se volvió hacia el doctor Penny.
—Bien. Creo que puedo decir que estoy contento porque está segura.
La casa del doctor se iluminó.
—Bien, Garrett. Comencemos por ahí. Dile que la salvaste. Dile por qué —señaló la silla con la cabeza.
Garrett miró nerviosamente la silla vacía. Comenzó:
—Ella estaba en Blackwater Landing y…
—No. Recuerda que estás hablando con Mary Beth. Finge que está sentada en la silla.
El muchacho se aclaró la garganta.
—Estabas en Blackwater Landing. Era muy, muy peligroso. La gente resulta herida en Blackwater Landing, puede ser asesinada. Estaba preocupado por ti. No quería que el hombre del mono te hiciera daño.
—¿El hombre del mono? —preguntó el doctor.
—El que mató a Billy.
El doctor miró al abogado que estaba detrás de Garrett y movía la cabeza.
El doctor Penny preguntó:
—Garrett, tú sabes que aun cuando hayas salvado de verdad a Mary Beth, ella puede pensar que hizo algo para enfadarte.
—¿Enfadarme? No hizo nada para enfadarme.
—Bueno, la alejaste de su familia.
—Me la llevé para asegurarme de que estuviera a salvo —recordó las reglas del juego y miró otra vez hacia la silla—. Te llevé para asegurarme de que estuvieras a salvo.
—No puedo evitar pensar —dijo el doctor con suavidad—, que hay algo más que quieres decir. Lo sentí hace un momento, que hay algo muy importante pero no quieres.
Sachs también lo había notado en la cara del muchacho. Sus ojos estaban confundidos pero estaba intrigado por el juego del doctor. ¿Qué pasaba por su cabeza? Había algo que quería decir. ¿Qué era?
Garrett se miró las uñas largas y mugrientas.
—Bueno, quizá haya algo.
—Sigue.
—Es… algo fuerte.
Cal Fredericks se inclinó hacia delante, tenía un lapicero y un block de papel.
El doctor Penny dijo suavemente:
—Veamos la escena… Mary Beth está aquí. Está esperando. Quiere que se lo digas.
Garrett preguntó:
—¿Lo quiere? ¿Usted piensa que sí?
—Sí —lo animó el doctor—. ¿Quieres decirle algo acerca del lugar en que está ahora? ¿Del lugar adonde la llevaste? ¿Cómo es? ¿Quizá quieras decirle por qué la llevaste allí en particular?
—No —dijo Garrett—. No quiero decirle nada acerca de eso.
—¿Entonces qué le quieres decir?
—Yo… —su voz se quebró. Sus uñas sonaron.
—Sé que es difícil.
Sachs también se inclinó hacia adelante en su silla. Vamos, se encontró diciendo, vamos, Garrett. Queremos ayudarte. Coopera un poco.
El doctor Penny continuó con voz hipnótica.
—Sigue, Garrett. Aquí está Mary Beth sentada en la silla. Está esperando. Se pregunta qué le vas a decir. Háblale —el doctor acercó a Garrett el refresco y el chico tomó unos largos sorbos. Las esposas chocaron contra el bote cuando lo levantó con ambas manos. Después de este respiro momentáneo, el doctor continuó—: ¿Qué es lo que realmente le quieres decir? ¿Eso tan importante? Veo que lo quieres decir. Veo que lo necesitas decir. Y pienso que ella necesita escucharlo.
El doctor acercó la silla vacía con un empujoncito.
—Aquí está, Garrett, sentada justo frente a ti, mirándote. ¿Qué es lo que quieres decirle y que hasta ahora no has podido? Ahora es tu oportunidad. Adelante.
Otro trago de Coca-cola. Sachs percibió que las manos del chico temblaban. ¿Qué vendría?, se preguntó. ¿Qué estaba apunto de decir?
De repente, sobresaltando a los hombres que estaban en el cuarto, Garrett se inclinó hacia delante y le declaró a la silla:
—Tú me gustas realmente, Mary Beth. Y… pienso que te amo —hizo algunas inspiraciones profundas, hizo sonar las uñas varias veces, luego cogió los brazos de la silla nerviosamente y bajó la cabeza, con la cara roja como un tomate.
—¿Eso es lo que querías decir?
Garrett asintió.
—¿Nada más?
—Uhm, no.
Esta vez fue el doctor quien miró al abogado y movió la cabeza.
—Señor —empezó Garrett—. Doctor… Tengo, digamos, una pregunta.
—Adelante, Garrett.
—Bien… hay un libro mío que me gustaría que me trajeran de casa. Se llama The Miniature World. ¿Sería posible?
—Veremos si se puede hacer —dijo el doctor. Miró, más allá de Garrett, hacia Fredericks, que puso los ojos en blanco mostrando su frustración. Los hombres se levantaron y se pusieron las chaquetas.
—Es todo de momento, Garrett.
El muchacho asintió.
Sachs se levantó rápidamente y salió hacia la habitación delantera. El policía del mostrador no se había dado cuenta de nada.
Fredericks y el doctor salieron mientras Garrett era llevado nuevamente a su celda.
Jim Bell entró por la puerta. Fredericks lo presentó al doctor y el sheriff peguntó:
—¿Algo?
Fredericks negó con la cabeza.
—Nada.
Bell dijo en un tono sombrío:
—Acabo de estar con el magistrado. Van a hacer la acusación a las seis y llevarlo a Lancaster esta noche.
—¿Esta noche? —dijo Sachs.
—Es mejor sacarlo de la ciudad. Hay algunas personas por aquí a quienes les gustaría llevar el asunto a su modo.
El doctor Penny dijo:
—Puedo probar después. Ahora está muy agitado.
—Por supuesto que está agitado —murmuró Bell—. Acaba de ser arrestado por asesinato y secuestro. Eso me pondría nervioso a mí también. Haga todo lo que quiera en Lancaster pero McGuire establecerá los cargos y nosotros lo llevaremos antes de la noche. Por otra parte, Cal, debo decírtelo: McGuire lo acusará de asesinato en primer grado.
*****
En el edificio del condado, Sachs encontró a Rhyme tan intratable como pensó que estaría.
—Vamos, Sachs, ayuda al pobre Ben con el equipo y vámonos ya. Le dije a la doctora Weaver que estaríamos en el hospital en algún momento de este año.
Pero ella se paró junto a la ventana y miró afuera. Finalmente dijo:
—Rhyme…
El criminalista levantó los ojos; parpadeó mientras la estudiaba como estudiaría un fragmento de evidencia que no pudiera identificar.
—No me gusta esto, Sachs.
—¿Qué?
—No me gusta ni un poco. Ben, no. Tienes que sacarle la armadura antes de guardarlo.
—¿Armadura? —Ben luchaba para cerrar la caja del ALS, la fuente alternativa de luz, utilizada para representar sustancias invisibles al ojo desnudo.
—La varilla —explicó Sachs y se encargó ella misma de empaquetar el artefacto.
—Gracias. —Ben empezó a enrollar un cable de ordenador.
—Esa mirada que tienes, Sachs. Eso es lo que no me gusta. Tu mirada y el tono de tu voz.
—Ben —preguntó Sachs—, ¿nos puedes dejar solos unos minutos?
—No, no puede —gruñó Rhyme—. No tenemos tiempo. Tenemos que terminar e irnos.
—Cinco minutos —dijo ella.
Ben miró de Rhyme a Sachs y, como ella lo contemplaba con una mirada implorante y no enojada, le ganó la batalla y el joven salió del cuarto.
Rhyme trató de convencerla.
—Sachs, hicimos todo lo que pudimos. Salvamos a Lydia. Encontramos al criminal. Garrett presentará un alegato y les dirá donde está Mary Beth.
—No les va a decir donde está.
—Pero ese no es nuestro problema. No hay nada más.
—No creo que Garrett sea culpable.
—¿De haber matado a Mary Beth? Estoy de acuerdo contigo. La sangre demuestra que probablemente esté viva pero…
—Quiero decir, de haber matado a Billy.
Rhyme sacudió la cabeza, para sacarse un molesto mechón de pelo de la frente.
—¿Crees que lo hizo ese hombre de mono castaño que mencionó Jim?
—Sí, así es.
—Sachs, es un muchacho conflictivo y sientes pena por él. Yo también siento pena por él. Pero…
—Eso no tiene nada que ver.
—Tienes razón, no tiene nada que ver —gruñó Rhyme—. Lo único que interesa son las evidencias. Y las evidencias muestran que no hay un hombre en mono castaño y que Garrett es culpable.
—Las evidencias sugieren que es culpable, Rhyme. No lo prueban. Las evidencias pueden interpretarse de muchas formas. Además, yo poseo algunas evidencias propias.
—¿Cuáles son?
—Me pidió que le cuidara los insectos.
—¿Y?
—¿No te parece un poco raro que un asesino de sangre fría se preocupe por lo que le sucede a unos jodidos insectos?
—Eso no es una evidencia, Sachs. Esa es su estrategia. Es la guerra psicológica, que trata de destruir nuestras defensas. Recuerda que el chico es inteligente. Tiene un alto coeficiente, buenas notas. Mira su material de lectura. Son cosas sesudas; ha aprendido mucho de los insectos. Una, por ejemplo, es que no poseen un código moral. Todo lo que les importa es sobrevivir. Ésas son las lecciones que Garrett aprendió. Ése ha dominado su desarrollo infantil. Resulta triste, pero no es nuestro problema.
—¿Sabes?, esa trampa que puso, la trampa cubierta de ramas de pino…
Rhyme asintió.
—Sólo tenía medio metro de profundidad. ¿Y el nido de avispas en su interior? Estaba vacío. No había avispas. Y la botella de amoniaco no estaba preparada para hacer daño a nadie, sino para advertirle de alguna manera que una patrulla de rescate se acercaba al molino.
—Esa no es una evidencia empírica, Sachs. Como el pañuelo de papel ensangrentado, por ejemplo.
—Dijo que se había masturbado. Y que Mary Beth se golpeó la cabeza y él le limpió la herida con el pañuelo. De todas formas, si la hubiera violado, ¿qué sentido tiene el pañuelo?
—Para limpiar después…
—No encaja en el perfil de violación que conozco.
Rhyme se citó a sí mismo, del preámbulo a su texto sobre ciencia criminalística:
—«Un perfil es una guía. La evidencia es…».
—… Dios» —ella completó la cita—. Bien, entonces, había muchas huellas en la escena. Recuerda que habían pisado por todas partes. Alguna de esas huellas podrían ser del hombre del mono.
—No hay otras huellas dactilares en el arma del crimen.
—Garrett afirma que el hombre usaba guantes —contestó ella.
—Pero tampoco había huellas de fragmentos de cuero.
—Podrían haber sido de tela. Déjame examinarlo y…
—«Podría ser, podría ser…». Vamos, Sachs, estas son puras especulaciones.
—Pero tú deberías haberlo oído cuando hablaba de Mary Beth. Estaba preocupado por ella.
—Actuaba. ¿Cuál es mi regla número uno?
—Tienes un montón de reglas número uno —musitó ella.
Él siguió imperturbable.
—No puedes confiar en los testigos.
—El chico cree que la ama, se preocupa por ella. Realmente piensa que la está protegiendo.
Una voz de hombre los interrumpió.
—Oh, la está protegiendo. —Sachs y Rhyme miraron hacia la puerta. Era el doctor Elliot Penny. Agregó—: La está protegiendo de sí mismo.
Sachs los presentó.
—Quería conocerte, Lincoln —dijo el doctor Penny—. Soy experto en psicología forense. Bert Markham y yo estuvimos juntos en un congreso de la AALEO el año pasado y él siente mucha admiración por ti.
—Bert es un buen amigo —dijo Rhyme—. Lo acaban de nombrar jefe del área forense del Departamento de Policía de Chicago.
El doctor Penny señaló el pasillo con la cabeza.
—El abogado de Garrett está allí con el fiscal del distrito, pero no creo que el resultado de esa entrevista sea muy positivo para el chico.
—¿Qué quería decir hace un momento, acerca de que él la quiere proteger de sí mismo? —Preguntó Sachs con cinismo—. ¿Es algún tipo de tontería sobre personalidades múltiples?
—No —replicó el doctor, en absoluto confundido por su abrasivo escepticismo—. Hay a todas luces algún conflicto emocional o mental, pero no es nada tan exótico como un caso de personalidades múltiples. Garrett sabe exactamente lo que hizo a Mary Beth y Billy Stail. Estoy completamente seguro de que la ha escondido en algún lugar para mantenerla alejada de Blackwater Landing, donde es probable que haya matado a esa otra gente en el transcurso de los últimos años. Y asustó a… ¿cómo se llama?, ese chico Wilkes e hizo que se suicidara. Pienso que estaba planeando violar y matar a Mary Beth al mismo tiempo que asesinó a Billy pero que la parte de él que, entre comillas, la ama, no le dejó. La sacó de Blackwater Landing tan pronto como pudo para evitar hacerle daño. Pienso que realmente la violó, a pesar de que para él eso no es una violación, sino sólo la consumación de lo que ve como, entre comillas, su relación. Tan normal para él como para un marido con su mujer en la luna de miel. Pero todavía sentía el impulso de matarla y por eso volvió a Blackwater Landing el día siguiente y consiguió una víctima sustituta, Lydia Johansson. Sin duda iba a matarla en lugar de Mary Beth.
—Supongo que no trabaja para la defensa —dijo Sachs con acritud— si ese es su comprensivo testimonio.
El doctor Penny negó con la cabeza.
—Por lo que pude oír ese muchacho irá a la cárcel con o sin testigos expertos.
—Yo no pienso que haya matado al chico. Y pienso que el secuestro no está tan claro como usted lo pinta.
El doctor Penny se encogió de hombros.
—Mi opinión profesional es que lo hizo. Es obvio que no lo sometí a todos los tests, pero exhibe una clara conducta asocial y psicopática, y estoy pensando en tres importantes sistemas diagnósticos —The International Classification of Diseases[12], el DSM-IV[13] y el Revised Psy-chopathy Checklist[14]. ¿Debería hacerle una batería completa de tests? Por supuesto. Pero claramente presenta una personalidad sin afectividad y antisocial/criminal. Tiene un alto coeficiente intelectual, exhibe modelos de pensamiento estratégico y conducta de delincuente organizado, considera aceptable la venganza, no manifiesta remordimientos… es una persona muy peligrosa.
—Sachs —dijo Rhyme— ¿qué sentido tiene? Ya no es nuestra tarea.
Ella lo ignoró, a él y a sus ojos penetrantes.
—Pero, doctor…
El doctor levantó una mano.
—¿Puedo hacerle una pregunta?
—¿Qué?
—¿Usted tiene hijos?
Una vacilación.
—No —contestó—, ¿por qué?
—Es comprensible que usted sienta simpatía por él, pienso que todos la sentimos, pero podría estar confundiéndola con algún sentimiento maternal latente.
—¿Qué quiere decir?
El doctor continuó:
—Quiero decir que si siente usted algún deseo de tener hijos puede no ser capaz de adoptar una opinión objetiva acerca de la inocencia o la culpa de un adolescente de dieciséis años. En especial de uno que es huérfano y ha padecido momentos difíciles en su vida.
—Yo puedo adoptar un papel perfectamente objetivo —masculló Sachs—. Lo que pasa es que hay demasiadas cosas que no cuadran. Los motivos de Garrett no tienen sentido, él…
—Los motivos son la pata floja de la mesa de la evidencia, Sachs, lo sabes.
—No necesito más máximas, Rhyme —gruñó ella.
El criminalista suspiró frustrado y miró al reloj.
El doctor Penny prosiguió:
—Le escuché preguntar a Cal Fredericks sobre Lancaster, acerca de lo que le pasaría al muchacho.
Ella levantó una ceja.
—Bueno, pienso que puede ayudarlo —dijo el doctor—. Lo mejor que puede hacer es pasar algún tiempo con él. El condado designará un asistente social para que trabaje con el tutor que nombra el tribunal y usted tendrá que obtener su aprobación pero estoy seguro de que se puede arreglar. Hasta quizá le cuente lo que pasó con Mary Beth.
Mientras consideraba estas palabras Thom apareció en la puerta.
—La camioneta está afuera, Lincoln.
Rhyme miró el mapa por última vez y luego se volvió hacia la puerta.
—Una vez más en la brecha, queridos amigos…
Jim Bell entró al cuarto y puso una mano sobre el brazo insensible de Rhyme.
—Estamos organizando una búsqueda por los Outer Banks. Con un poco de suerte la encontraremos en unos días. Oye, no puedo agradecerte lo suficiente, Lincoln.
Rhyme aceptó sus palabras con un movimiento de cabeza y deseó buena suerte al sheriff.
—Iré a visitarte al hospital, Lincoln —dijo Ben—. Te llevaré algo de scotch. ¿Cuándo te dejaran comenzar a beber nuevamente?
—No lo suficientemente pronto.
—Le ayudaré a Ben a terminar con esto —le dijo Sachs.
Bell le dijo:
—Luego te acercamos a Avery.
Sachs asintió.
—Gracias. Estaré pronto allí, Rhyme.
Parecía que el criminalista ya hubiera partido de Tanner's Corner, mental si no físicamente. No dijo nada. Sachs sólo escuchó el quejido cada vez más débil de la Storm Arrow a medida que se alejaba por el pasillo.
*****
Quince minutos después ya habían guardado la mayor parte del equipo forense. Sachs mandó a Ben a su casa, agradeciéndole sus esfuerzos como voluntario.
De inmediato apareció Jesse Corn a su lado. Ella se preguntó si habría estado al acecho en el pasillo, esperando la oportunidad de encontrarla sola.
—Es un personaje, ¿verdad? —Preguntó Jesse—. Me refiero al señor Rhyme. —El policía comenzó a apilar cajas sin ninguna necesidad.
—Lo es —dijo Sachs sin comprometerse.
—Esa operación de la que habla, ¿lo pondrá bien?
Lo matará. Lo pondrá peor. Lo convertirá en un vegetal.
—No.
Sachs pensó que Jesse preguntaría, ¿entonces por qué se somete a ella? Pero el policía le ofreció otro de sus dichos: «A veces uno se encuentra en la necesidad de hacer algo. Sin importar que parezca inútil».
Sachs se encogió de hombros, pensando: Sí, a veces es así.
Cerró los pasadores en la caja de un microscopio y enrolló los últimos cables eléctricos. Se fijó en una pila de libros sobre la mesa, los que había encontrado en el cuarto de Garrett de la casa de sus padres adoptivos. Cogió The Miniature World, el libro que el chico había pedido al doctor Penny. Lo abrió. Pasó las páginas, leyó un pasaje.
Hay 4500 especies conocidas de mamíferos en el mundo pero más de 980.000 especies conocidas de insectos y se estima que dos o tres millones más no han sido descubiertas aún. La diversidad y asombrosa resistencia de estas criaturas despiertan más que la simple admiración. Uno piensa en el término acuñado por el biólogo y entomólogo de Harvard E. O. Wilson «Biofilia», con el cual designa la afiliación emocional que los seres humanos sienten hacia otros organismos vivos. A todas luces existe una oportunidad tan favorable para conectar con los insectos como para hacerlo con los animales domésticos, un perro o un caballo de carreras, o, para el caso, con otros seres humanos.
Sachs miró hacia el pasillo, donde Cal Fredericks y Bryan McGuire todavía estaban trabados en su complicado torneo verbal. Era obvio que el abogado de Garrett lo perdía.
Sachs cerró el libro de golpe. Escuchó en su mente las palabras del doctor.
Lo mejor que puede hacer es simplemente pasar algún tiempo con él.
Jesse dijo:
—Oye, puede ser un poco complicado que vayamos al campo de tiro. Pero ¿te apetece tomar un café?
Sachs se rió interiormente. De manera que después de todo había conseguido su invitación.
—Realmente no puedo. Voy a dejar este libro en la cárcel. Luego tengo que ir al hospital en Avery. ¿Y si lo dejamos para otra ocasión?
—Prometido.