Capítulo 10

Una figura, acompañada por Jim Bell, apareció en el marco de la puerta.

Era un hombre en la cincuentena: su pelo que comenzaba a escasear; rostro redondo y distinguido. Llevaba sobre uno de sus brazos una chaqueta azul. Su camisa blanca estaba perfectamente planchada con mucho almidón, si bien en las axilas aparecían oscuras manchas de sudor. Una corbata rayada se mantenía en su lugar con una pinza.

Rhyme pensó que podía ser Henry Davett; los ojos del criminalista eran una de las partes de su cuerpo que habían salido incólumes del accidente, su visión era perfecta, y leyó el monograma que llevaba en la pinza de la corbata a tres metros de distancia: WWJD.

¿William? ¿Walter? ¿Wayne?

No tenía idea de quién podría ser.

El hombre miró a Rhyme, entrecerró los ojos para apreciar mejor la situación, y lo saludó con un movimiento de cabeza. Entonces Jim Bell dijo:

—Henry, quiero presentarte a Lincoln Rhyme.

De manera que no se trataba de un monograma. Aquél era Davett. Rhyme devolvió el saludo y llegó a la conclusión de que la pinza de la corbata probablemente había pertenecido al padre. William Ward Jonathan Davett.

Entró en el cuarto. Sus perspicaces ojos se posaron sobre el equipo.

—Ah, ¿conoce los cromatógrafos? —preguntó Rhyme al observar un destello de reconocimiento.

—Mi departamento de Investigación y Desarrollo posee dos. Pero este modelo… —movió la cabeza críticamente—. Ya ni se fabrica. ¿Por qué los utiliza?

—El presupuesto estatal, Henry —dijo Bell.

—Os enviaré otro.

—No es necesario.

—Esto es basura —dijo el hombre con brusquedad—. Tendré uno nuevo aquí en veinte minutos.

Rhyme dijo:

Obtener la evidencia no es el problema. El problema está en interpretarla. Ahí es donde necesitamos su colaboración. Este es Ben Kerr, mi ayudante forense.

Estrecharon las manos. Ben parecía aliviado al ver que otra persona sin minusvalía estaba en el cuarto.

—Siéntate, Henry —dijo Bell, acercando una silla con rueditas. El hombre se sentó e inclinándose un poco hacia delante, se arregló cuidadosamente la corbata. El gesto, la postura, los pequeños círculos de los ojos confiados fueron percibidos por Rhyme, quien pensó: encantador, elegante… y un hombre de negocios terriblemente duro.

Se preguntó otra vez acerca de las letras WWJD. No estaba seguro de haber resuelto el enigma.

—Todo esto es por las muchachas secuestradas, ¿verdad?

Bell asintió.

—Nadie realmente se atreve y lo dice, pero en el fondo de nuestras mentes… —miró a Rhyme y a Ben— estamos pensando que Garrett ya podría haber violado y asesinado a Mary Beth, y tirado su cuerpo en algún lugar.

Veinticuatro horas…

El sheriff continuó:

—Pero todavía tenemos la posibilidad de salvar a Lydia, esperamos… y debemos detener a Garrett antes que secuestre a alguien más.

—Y Billy, qué vergüenza. Oí que sólo trataba de ser un buen samaritano y salvar a Mary Beth cuando lo mataron —dijo con enfado el hombre de negocios.

—Garrett le aplastó la cabeza con una pala. Horroroso.

—De manera que el tiempo es muy valioso. ¿Qué puedo hacer? —Davett se volvió a Rhyme—. Usted dijo que había que interpretar algo.

—Tenemos algunos indicios de dónde ha estado Garrett y hacia dónde se encamina con Lydia. Tengo la esperanza de que usted conozca un poco la zona de por aquí y pueda ayudarnos.

Davett asintió.

—Conozco la zona muy bien. He estudiado ingeniería geológica y química. También he vivido en Tanner's Corner toda mi vida de manera que estoy muy familiarizado con el condado de Paquenoke.

Rhyme movió la cabeza señalando los diagramas.

—¿Puede echarles un vistazo y decirnos lo que piensa? Estamos tratando de relacionar estos indicios con una ubicación específica.

Bell agregó:

—Probablemente se trate de un lugar al que puedan llegar a pie. A Garrett no le gustan los coches. No quiere conducir.

Davett se puso las gafas y acomodó la cabeza hacia atrás, mirando el muro.

ENCONTRADO EN LA ESCENA PRIMARIA DEL CRIMEN
BLACKWATER LANDING

ENCONTRADO EN LA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN
EL CUARTO DE GARRETT

Davett examinó la lista de arriba abajo, tomándose su tiempo, mientras sus ojos se entrecerraban varias veces. Frunció el ceño levemente.

—¿Nitratos y amoniaco? ¿Sabe usted lo que eso puede significar?

Rhyme asintió.

—Pienso que dejó algunos explosivos para detener a la patrulla de rescate. Ya se lo dije.

Con una mueca, Davett volvió al diagrama.

—El canfeno… Creo que se utilizaba en faroles antiguos. Como las lámparas de petróleo.

—Es cierto. De manera que pensamos que el lugar en que tiene a Mary Beth es antiguo. De siglo XIX.

—Debe de haber miles de casas, graneros y chozas antiguas por los alrededores… ¿Qué más? Polvo de caliza… No permitirá que podamos reducir mucho las posibilidades. Existe una enorme veta de caliza que corre a través de todo el condado de Paquenoke. Solía dar mucho dinero. —Se levantó y movió un dedo trazando una diagonal en el mapa, desde el borde sur del Great Dismal Swamp hasta el sudoeste, de la localización L-4 a la C-14—. Podría encontrar caliza en cualquier lugar a lo largo de esa línea. Eso no nos ayudará mucho. Pero —se alejó un poco y cruzó los brazos— el fosfato es útil. Carolina del Norte es un importante productor de fosfato pero no se extrae por aquí, sino más al sur. De manera que, combinado con el detergente podría decir que ha estado cerca de agua contaminada.

—Demonios —dijo Jim Bell—. Eso sólo nos dice que ha estado en el Paquenoke.

—No —respondió Davett—, el Paquo está tan limpio como agua de pozo. Es oscuro pero sus aguas proceden del Great Dismal Swamp y del lago Drummond.

—Oh, es agua mágica —dijo el sheriff.

—¿Qué es eso? —preguntó Rhyme.

Davett explicó:

—Algunos de los que vivimos aquí desde hace mucho tiempo llamamos al agua del Great Dismal agua mágica. Está llena de ácido tánico procedente de la descomposición de los cipreses y enebros. El ácido mata las bacterias de manera que se conserva fresca por mucho tiempo; antes de que llegara la refrigeración la usaban como agua potable en los viajes en barco. La gente pensaba que poseía propiedades mágicas.

—Entonces —siguió Rhyme, que nunca se interesaba demasiado en los mitos locales si no lo ayudaban en su actividad forense—, si no es el Paquenoke, ¿dónde ubicarían los fosfatos?

Davett miró a Bell.

—¿Dónde realizó el secuestro más reciente?

—En el mismo lugar en que secuestró a Mary Beth. Blackwater Landing —Bell señaló en el mapa moviendo su dedo hacia el norte, hacia la localización H-9—. Cruzó el río, se dirigió a un refugio de caza que está por ahí y se encaminó media milla al norte. Luego la patrulla de rescate perdió el rastro. Están esperando que nosotros les demos instrucciones.

—Oh, entonces no hay dudas —dijo Davett con una confianza alentadora. El empresario movió su dedo hacia el este—. Cruzó Stone Creek. Aquí. ¿Lo veis? Algunas de las cascadas forman una espuma como de cerveza, por las cantidades de detergentes y fosfatos que hay en el agua. Comienza cerca de Hobeth Falls al norte y hay una tonelada de aguas residuales. En esa ciudad no saben nada de planificación y zonificación.

—Bueno —dijo Rhyme—. Ahora, una vez que cruzó el arroyo, ¿tiene alguna idea del camino que pudo haber seguido?

Davett consultó nuevamente el diagrama.

—Si se encontraron agujas de pino entonces debo pensar en este camino —señaló en el mapa 1-5 y J-8—. Hay pinos por todos lados en Carolina del Norte pero por aquí los bosques son generalmente de robles, cedros antiguos, cipreses y gomeros. El único bosque grande de pinos que conozco está al nordeste. Aquí. En camino al Great Dismal. —Miró con detenimiento los diagramas durante un instante, luego negó con la cabeza—. Me temo que no hay mucho más que pueda decir. ¿Cuántos grupos de búsqueda tenéis por allí?

—Uno —respondió Rhyme.

—¿Qué? —Davett se volvió hacia él, frunciendo el ceño—. ¿Sólo uno? Está bromeando.

—No —dijo Bell, que parecía a la defensiva frente al firme interrogatorio de Davett.

—Bueno, ¿cuántos hombres lo componen?

—Cuatro policías —dijo Bell.

Davett sonrió con burla.

—Es una locura —mostró el mapa con la mano—. Tienen cientos de kilómetros cuadrados. Se trata de Garrett Hanlon… el Muchacho Insecto. Directamente vive al norte del Paquo. Puede dejaros fuera de terreno en un minuto.

El sheriff se aclaró la garganta.

—El señor Rhyme piensa que es mejor no utilizar demasiada gente.

—No se puede dejar de utilizar mucha gente en una situación como esta —dijo Davett a Rhyme—. Debería tener cincuenta hombres, proporcionarles rifles y hacer que explorasen la zona hasta que lo encontrasen. Lo está haciendo todo mal.

Rhyme se dio cuenta que Ben escuchaba el discurso de Davett con expresión mortificada. El zoólogo supondría, naturalmente, que uno debería usar guantes de seda cuando discute con inválidos. Sin embargo, el criminalista respondió con calma.

—Una gran cacería sólo conseguiría que Garrett mate a Lydia y luego desaparezca.

—No —dijo Davett con énfasis—, lo asustaría y la dejaría ir. Tengo cerca de cuarenta y cinco personas trabajando en un turno de la fábrica en estos momentos. Bueno, una docena son mujeres. No queremos que se impliquen. Pero los hombres… Déjeme traerlos. Encontraremos algunas armas de fuego. Los buscaríamos por Stone Creek.

Rhyme se podía imaginar lo que treinta o cuarenta cazadores aficionados al botín podrían hacer en una búsqueda como ésa. Negó con la cabeza.

—No, no es la manera de manejar la situación.

Sus ojos se encontraron y por un momento un pesado silencio se instaló en el cuarto. Davett se encogió de hombros y fue el primero en mirar para otro lado, pero su retirada no significaba que Rhyme tuviera razón. Significaba lo opuesto: una protesta enfática que decía que al ignorar sus consejos Rhyme y Bell actuaban por su cuenta y riesgo.

—Henry —dijo Bell—, acordé dejar que el señor Rhyme dirigiera la operación. Le estamos muy agradecidos.

Parte de los comentarios del sheriff iban dirigidos al propio Rhyme, y eran una forma implícita de pedir disculpas por las opiniones de Davett.

Por su parte Rhyme estaba encantado de ser la diana de la franqueza de Davett. Si bien admitirlo le resultaba chocante, ya que no creía para nada en premoniciones, pero sintió que la presencia de ese hombre allí constituía una señal de que la operación quirúrgica saldría bien y que tendría un efecto benéfico en su estado. Lo sintió a causa del breve intercambio que había tenido lugar, en el cual el inflexible empresario lo había mirado a los ojos y le había dicho que cometía un tremendo error. Davett ni siquiera se dio cuenta del estado de Rhyme; todo lo que consideró fueron las acciones de Rhyme, su decisión, sus actitudes. Su cuerpo dañado no tenía importancia para Davett. Las manos mágicas de la doctora Weaver lo acercarían un paso más al lugar en que todo el mundo lo trataría de esta forma.

El empresario dijo:

—Rezo por esas chicas —luego se volvió a Rhyme—. Rezaré también por usted, señor. —La mirada duró un segundo más que una despedida normal y Rhyme percibió que la última promesa fue hecha con sinceridad y literalmente.

—Henry es un poco obstinado —dijo Bell cuando Davett salió de la estancia.

—Tiene intereses propios aquí, ¿verdad? —preguntó Rhyme.

—La chica que murió a causa de las avispas el año pasado. Meg Blanchard…

La picaron 131 veces.

Rhyme asintió.

Bell continuó:

—Trabajaba en la compañía de Henry. Iba a la misma iglesia a la que pertenecen él y su familia. No es distinto a la mayoría de la gente de aquí: piensa que la ciudad estaría mejor sin Garrett Hanlon. Sólo que tiende a pensar que su manera de manejar las cosas es la mejor.

Iglesia… oración…

Rhyme de repente comprendió algo. Le preguntó a Bell:

—La pinza de la corbata de Davett… ¿La J es por Jesús?

Bell rió.

—Lo descubriste. Oh, Henry destrozaría a un competidor sin mover una ceja pero es diácono en la iglesia. Va tres veces a la semana o algo así. Una de las razones por las cuales le gustaría mandar un ejército contra Garrett es que piensa que el muchacho probablemente sea un pagano.

Rhyme todavía no lograba descifrar el resto de las iniciales.

—Me rindo. ¿Qué significan las otras letras?

—Quieren decir «¿Qué haría Jesús?». Eso es lo que los buenos cristianos de por aquí se preguntan cuando se enfrentan a una decisión importante. Yo mismo no tengo ni un indicio de lo que él haría en un caso como éste. Pero te digo lo que yo haré: llamar a Lucy y a tu amiga y ponerlas sobre el rastro de Garrett.

*****

—¿Stone Creek? —dijo Jesse Corn después que Sachs transmitiera el mensaje de Rhyme a la patrulla de rescate. El policía señaló—: Un kilómetro hacia allí.

Comenzó a caminar por los matorrales, seguido por Lucy y Amelia. Ned Spoto estaba en la retaguardia y sus ojos claros escudriñaban nerviosamente los alrededores.

En cinco minutos salieron de la maraña y tomaron un sendero muy transitado. Jesse les indicó que lo siguieran hacia la derecha, al este.

—¿Este es el sendero? —Sachs preguntó a Lucy—. ¿El que pensabas que había tomado el chico?

—Exacto —respondió Lucy.

—Tenías razón —aceptó Sachs en voz baja, sólo para sus oídos—. Pero no obstante teníamos que esperar.

—No, tú tenías que demostrar quién estaba al mando —dijo Lucy con brusquedad.

Es completamente cierto, pensó Sachs. Luego añadió:

—Pero ahora sabemos que probablemente haya una bomba en el rastro. No lo sabíamos antes.

—De todas maneras yo hubiera buscado trampas. —Lucy se quedó en silencio y continuó por el sendero, con los ojos fijos en el suelo, demostrando que de verdad ella habría buscado esas trampas.

En diez minutos llegaron a Stone Creek, con sus aguas lechosas y llenas de espuma por los contaminantes. En la orilla encontraron dos grupos de huellas: las de zapatos, de pequeño tamaño pero profundas, dejadas probablemente por una mujer corpulenta, Lydia, sin duda y los pies descalzos de un hombre. Aparentemente Garrett había desechado la otra zapatilla.

—Crucemos por aquí —dijo Jesse—. Conozco los bosques de pinos que mencionó el señor Rhyme. Este es el camino más corto para llegar a ellos.

Sachs se acercó al agua.

—¡Detente! —gritó Jesse de repente.

Ella se quedó paralizada, se agachó con la mano en la pistola.

—¿Qué pasa? —preguntó. Lucy y Ned sonrieron frente a su reacción. Estaban sentados sobre unas rocas, quitándose los zapatos y las medias.

—Si te mojas las medias y sigues caminando —dijo Lucy—, necesitarás una docena de vendajes antes de avanzar cien metros. Ampollas.

—No sabes mucho de caminatas, ¿no? —le preguntó Ned a la policía.

Jesse Corn emitió una risita exasperada ante lo que había dicho su colega.

—Porque vive en la ciudad, Ned. Como me imagino que no serás un experto en metros y rascacielos.

Sachs ignoró tanto la burla como la galante defensa; se quitó los botines y las negras medias que le llegaban al tobillo. Se enrolló los pantalones.

Comenzaron a cruzar el arroyo. El agua estaba fría como el hielo; resultaba maravillosa. Lamentó que la corta caminata por el arroyo terminara.

Esperaron unos pocos minutos en el otro lado para que se les secaran los pies, luego se pusieron las medias y los zapatos. Buscaron por la orilla hasta que hallaron las huellas de nuevo. El grupo siguió el rastro hasta los bosques, pero como el suelo se tornaba más seco y más enmarañado, lo perdieron.

—Los pinos están en esa dirección —dijo Jesse. Señaló al nordeste—. Lo más sensato para ellos es haber ido derecho por aquí.

Siguiendo sus instrucciones, marcharon otros veinte minutos, en hilera, escudriñando el suelo por si aparecía alguna trampa. Entonces el roble, el acebo y los juncos dieron paso al enebro y el pinabete. Delante de ellos, a unos cuatrocientos metros, emergió una línea de abundantes pinos. Pero ya no había ninguna señal de huellas del secuestrador ni de sus víctimas. Ni indicio alguno de por dónde habían entrado al bosque.

—Demasiado grande —murmuró Lucy—. ¿Cómo vamos a encontrar el rastro allí?

—Despleguémonos en abanico —sugirió Ned. Él también parecía cohibido por la maraña de vegetal que tenía delante—. Si ha puesto una bomba aquí será difícil verla.

Estaban a punto de separarse cuando Sachs levantó la cabeza.

—Esperad. Quedaos aquí —ordenó, comenzando a caminar lentamente por el matorral, con los ojos en el suelo buscando trampas. A quince metros de los demás policías, en una arboleda de plantas en flor que ahora estaban sin hojas y rodeadas de pétalos en descomposición, encontró las huellas de Garrett y Lydia sobre la tierra polvorienta. Conducían a un sendero abierto que se adentraba en el bosque.

—¡Venid por aquí! —gritó—. Seguid mis huellas. Está libre de trampas.

Un momento después los tres policías se reunieron con ella.

—¿Cómo las encontraste? —preguntó un admirado Jesse Corn.

—¿Qué hueles? —preguntó Sachs.

—A mofeta —dijo Ned.

Sachs explicó:

—Garrett tenía olor a mofeta en los pantalones que encontré en su casa. Me imaginé que había estado por aquí antes. Me limité a seguir el olor.

Jesse rió y dijo a Ned:

—¿Qué tal para una chica de ciudad?

Ned puso los ojos en blanco y comenzaron a caminar por el sendero, moviéndose con lentitud hacia la línea de pinos.

Varias veces a lo largo de esa ruta pasaron por zonas amplias y baldías. Los árboles y los arbustos estaban secos. Sachs se sentía nerviosa a medida que marchaban a través de esas zonas, en que la patrulla estaba expuesta por completo a un ataque. En la mitad del segundo claro y después de otro gran susto, cuando un pájaro o un animal movió los arbustos levantando algo de polvo, sacó su teléfono celular.

—Rhyme, ¿estás ahí?

—¿Qué pasa? ¿Habéis encontrado algo?

—Volvimos a encontrar el rastro. Pero dime, ¿alguna de las evidencias señala que Garrett sabe disparar?

—No —contestó Rhyme—. ¿Por qué?

—Hay algunas zonas baldías en los bosques por aquí, la lluvia acida o la contaminación quemaron todas las plantas. Tenemos cero resguardo. Es el lugar perfecto para una emboscada.

—No veo ningún indicio que tenga que ver con armas de fuego. Tenemos los nitratos pero si provinieran de munición también hubiéramos encontrado granos de pólvora quemados, limpiador, grasa, cordita, fulminante de mercurio. No hay nada de eso.

—Lo que significa que no ha disparado un arma de fuego hace tiempo —dijo Sachs.

—Correcto.

Ella cortó la comunicación.

Mirando alrededor con cautela, temerosos, caminaron varios kilómetros más, rodeados por el olor a trementina en el aire. Arrullados por el calor y el sonido de los insectos, estaban todavía en el sendero que Garrett y Lydia habían transitado, aunque no se veían huellas. Sachs se preguntó si no las habían perdido.

—¡Alto! —gritó Lucy Kerr poniéndose de rodillas. Ned y Jesse se quedaron helados. Sachs sacó la pistola en una fracción de segundo. Luego se dio cuenta de a qué se refería Lucy: el brillo plateado de un cable a través del camino.

—Diablos —dijo Ned—. ¿Cómo lo viste? Es completamente invisible.

Lucy no respondió. Se deslizó al costado del sendero, siguiendo el cable. Delicadamente sacó unas ramas. Las hojas crujientes y cálidas hacían ruido a medida que eran levantadas una a una.

—¿Quieres que llame a los artificieros de Elizabeth City? —preguntó Jesse.

—Shhh —ordenó Lucy.

Las cuidadosas manos de la policía pusieron las hojas a un lado, milímetro a milímetro.

Sachs retenía el aliento. En un caso reciente había sido víctima de una bomba antipersona. No había quedado muy lastimada pero recordó que en un instante, el tremendo ruido, el calor, la ola de presión y escombros la habían envuelto por completo. No quería que le sucediera otra vez. Sabía también que demasiadas bombas caseras eran rellenadas con cojinetes, a veces con monedas, a modo de metralla mortal. ¿Garrett habría hecho también algo así? Recordó la imagen: sus ojos sombríos y hundidos. Recordó el bote de insectos. Recordó la muerte de esa mujer en Blackwater Landing producida por las picaduras. Recordó a Ed Schaeffer en coma por el veneno de las avispas. Sí, decidió, Garrett prepararía la trampa más dañina que pudiera inventar.

Se encogió cuando Lucy sacó la última hoja del montón.

La policía suspiró y se sentó sobre los talones.

—Es una araña —murmuró.

Sachs también la vio. No se trataba de hilo de pescar, en absoluto, sino de un largo hilo de araña.

Se pusieron de pie.

—Araña —dijo Ned, riéndose. Jesse también se rió.

Pero sus voces no sonaban alegres y cuando comenzaron a andar nuevamente por el sendero Sachs se dio cuenta de que cada uno levantaba cuidadosamente los pies por encima del hilo brillante.

*****

Lincoln Rhyme, tenía la cabeza hacia atrás, los ojos escudriñando la pizarra.

ENCONTRADO EN LA ESCENA SECUNDARIA DEL CRIMEN
EL CUARTO DE GARRETT

Suspiró con enfado. Se sentía completamente inútil. Las pruebas eran inexplicables para él.

Sus ojos se posaron sobre el libro de insectos.

Miró a Ben.

—Así que eres un estudiante, ¿verdad?

—Cierto, señor.

—Lees mucho, me imagino.

—Es la manera en que paso gran parte de mi tiempo, si no estoy en el campo.

Rhyme observaba los lomos de los libros que Amelia había traído del cuarto de Garrett. Reflexionó:

—¿Qué dicen acerca de una persona sus libros favoritos? Me refiero a lo que no es obvio, es decir, que está interesada en el tema de los libros.

—¿Qué quiere decir?

—Bueno, si una persona tiene muchos libros de autoayuda, eso dice algo. Si la mayoría son novelas, eso dice otra cosa. Estos libros de Garrett son todos manuales, ninguno es de ficción. ¿Qué puedes decir?

—No lo sé —el hombretón miró una vez las piernas de Rhyme, involuntariamente en apariencia. Luego volvió su atención al diagrama de evidencias. Habló entre dientes:

—Realmente no puedo comprender a las personas. Los animales son mucho más comprensibles para mí. Son mucho más sociables, más predecibles, más coherentes que la gente. Tremendamente más inteligentes, además —luego se dio cuenta de que estaba divagando y ruborizándose, dejó de hablar.

Rhyme miró nuevamente los libros.

—Thom, ¿puedes alcanzarme el dispositivo para libros? —conectado al ECU, o unidad de control ambiental, que Rhyme podía manipular con el único dedo que podía mover, el dispositivo usaba una armazón de goma para pasar las páginas de los libros—. ¿Está en la furgoneta, verdad?

—Creo que sí.

—Espero que lo hayas traído. Te dije que lo trajeras.

—He dicho que creo que está —dijo el ayudante con calma—. Iré a ver si está allí —añadió, y salió del cuarto.

Terriblemente más inteligentes además…

Thom retornó un momento después con el dispositivo.

—Ben —llamó Rhyme—. ¿Ese libro que está encima?

—¿Allí? —preguntó el joven, mirando los libros. Era Field Guide to Insects of North Caroline.

—Ponlo en el dispositivo —se obligó a mostrarse paciente—. Si eres tan amable.

El ayudante mostró a Ben cómo montar el libro y luego enchufó un conjunto distinto de cables al ECU ubicado bajo la mano de Rhyme.

Leyó la primera página y no encontró nada útil. Luego su mente ordenó a su dedo anular que se moviera. Un impulso se disparó del cerebro, bajó en espiral hacia abajo por un minúsculo axón sobreviviente en su médula espinal, pasando al lado de un millón de congéneres muertos, luego bajó por el brazo de Rhyme hasta su mano.

El dedo se movió unos milímetros.

El propio dedo del dispositivo se movió de costado. La página se dio vuelta.