25

Alentados por el alivio de estar de nuevo en casa, Zarpa de Fuego y Zarpa Gris adelantaron a la patrulla para llegar al campamento del Clan del Trueno. Escarcha estaba echada en medio del claro, con la cabeza apoyada tristemente en las patas. Cuando los dos aprendices entraron, ella alzó la nariz y olfateó el aire.

—¡Mis pequeños! —chilló.

Se levantó de un salto y pasó ante los dos amigos para recibir al resto de la patrulla, que ya llegaba por el túnel.

Los cachorros se abalanzaron sobre Escarcha y se apretujaron contra su costado. Ella los rodeó con su suave cuerpo y los lamió por turnos, ronroneando sonoramente.

Fauces Amarillas se quedó en la entrada del campamento, y contempló la escena en silencio.

Estrella Azul se acercó a la patrulla que acababa de regresar. Miró con ternura a Escarcha y sus pequeños, y luego se volvió hacia Tormenta Blanca.

—¿Están todos bien? —preguntó.

—Están bien —respondió el guerrero.

—Bien hecho, Tormenta Blanca. El Clan del Trueno te honra.

El guerrero inclinó la cabeza para aceptar sus elogios y respondió:

—Pero los encontramos gracias a este aprendiz.

Zarpa de Fuego levantó la cabeza y la cola con orgullo, disponiéndose a hablar, pero un gruñido acusador de Garra de Tigre sonó por todo el claro:

—¿Por qué habéis traído de vuelta a la traidora?

El lugarteniente se aproximó a la patrulla y se detuvo junto a Estrella Azul.

—Fauces Amarillas no es una traidora —replicó Zarpa de Fuego.

Miró alrededor. El resto de los gatos se habían reunido rápidamente en el claro para ver a los cachorros y felicitar a la patrulla de rescate. Algunos habían reparado en Fauces Amarillas y la miraban con verdadero odio.

—Ella mató a Jaspeada —espetó Rabo Largo.

—Mirad entre las uñas de Jaspeada —sugirió Zarpa Gris—. ¡Encontraréis pelo marrón de Cara Cortada, no pelo gris de Fauces Amarillas!

Estrella Azul le hizo una señal a Musaraña, que salió corriendo a donde yacía el cuerpo de Jaspeada a la espera de su enterramiento. El Clan aguardó en tenso silencio hasta su regreso.

—Zarpa Gris tiene razón —dijo Musaraña sin resuello al volver al claro—. Jaspeada no fue atacada por un gato gris.

Un murmullo de sorpresa recorrió la multitud.

—Pero ¡eso no significa que Fauces Amarillas no se llevara a los cachorros! —siseó Garra de Tigre.

—Sin Fauces Amarillas, ¡nunca los habríamos recuperado! —estalló Zarpa de Fuego, impaciente de agotamiento—. Ella sabía que los había raptado un guerrero del Clan de la Sombra. Iba en su busca cuando la encontramos. Ha arriesgado su vida al regresar al campamento del Clan de la Sombra. ¡Ha sido ella quien ha ideado el plan que nos ha introducido en el campamento enemigo y nos ha dado la oportunidad de vencer a Estrella Rota!

Los gatos escucharon atónitos las palabras de Zarpa de Fuego.

—Es cierto —maulló Tormenta Blanca—. Fauces Amarillas es una amiga.

—Me alegra oírlo —murmuró Estrella Azul, intercambiando una mirada con Zarpa de Fuego.

Escarcha maulló ansiosa entre la multitud:

—¿Estrella Rota está muerto?

—No; ha escapado —respondió Tormenta Blanca—. Pero nunca volverá a dirigir el Clan de la Sombra.

Escarcha suspiró de alivio y siguió acariciando a sus cachorros.

Tormenta Blanca miró a Estrella Azul.

—He prometido al Clan de la Sombra que los dejaríamos en paz hasta la próxima luna llena —explicó—. El liderato de Estrella Rota ha dejado al Clan sumido en el caos.

Estrella Azul asintió.

—Ésa ha sido una oferta inteligente y generosa —maulló con aprobación.

Luego, la líder del Clan del Trueno pasó ante Tormenta Blanca y el resto de la patrulla y se aproximó a Fauces Amarillas. Ésta bajó los ojos mientras Estrella Azul le tocaba el áspero pelaje gris con el hocico.

—Fauces Amarillas, deseo que sustituyas a Jaspeada como curandera del Clan del Trueno —maulló—. Estoy segura de que encontrarás todos sus suministros tal como los dejó.

Los demás gatos empezaron a murmurar entre sí, agitando la cola de nerviosismo. Fauces Amarillas miró alrededor, inquieta, y no dijo nada.

Escarcha miró a las otras reinas antes de mirar a Fauces Amarillas y asentir lentamente para dar su conformidad.

La vieja gata inclinó la cabeza respetuosamente ante la reina blanca antes de dirigirse a su nueva líder:

—Gracias, Estrella Azul. El Clan de la Sombra ya no es el clan que conocía. Ahora mi clan es el Clan del Trueno.

Zarpa de Fuego sintió que lo recorría una oleada de satisfacción porque la vieja gata a la que había llegado a querer se convirtiese en la curandera de su clan. Luego dejó caer la cola, pues se dio cuenta de que nunca más volvería a encontrar a Jaspeada en su claro, con la luz del sol reluciendo en su suave pelaje y sus ojos brillando para darle la bienvenida.

—¿Dónde está Cuervo? —inquirió Estrella Azul de pronto, y Zarpa de Fuego se olvidó de sus recuerdos agridulces con un sobresalto.

—Sí —intervino Garra de Tigre—. ¿Dónde está mi aprendiz? Qué extraño que haya desaparecido al mismo tiempo que Estrella Rota. —Lanzó una mirada cargada de intención a los gatos reunidos.

—Si crees que Cuervo ha estado ayudando a Estrella Rota, ¡te equivocas! —exclamó Zarpa de Fuego con audacia.

Garra de Tigre se puso tenso, con un fulgor amenazante en sus ojos amarillos.

—Cuervo está muerto —continuó Zarpa de Fuego bajando la cabeza, como abrumado por el dolor—. Encontramos su cuerpo en el territorio del Clan de la Sombra. Por los olores que lo rodeaban, debió de matarlo una patrulla del Clan de la Sombra. —Miró a Estrella Azul—. Te lo contaré todo más tarde —prometió.

Fauces Amarillas le dirigió una mirada interrogativa. Él le devolvió la mirada suplicándole silenciosamente que no dijera nada. La gata movió apenas las orejas para indicar que lo entendía y desvió la vista.

—Yo nunca he dicho que Cuervo fuera un traidor —siseó Garra de Tigre. Hizo una pausa, y dejó que una expresión de congoja le empañara los ojos antes de dirigirse al resto del clan—: Cuervo podría haber sido un buen guerrero. Su muerte ha llegado demasiado pronto, y muchos de nosotros sentiremos su pérdida durante mucho tiempo.

«¡Palabras huecas!», pensó Zarpa de Fuego con amargura. ¿Qué diría Garra de Tigre si supiera que Cuervo estaba a salvo, más allá del bosque, cazando ratas con Centeno?

Estrella Azul rompió el silencio:

—Echaremos de menos a Cuervo, pero lloraremos por él mañana. Primero hay que llevar a cabo otro ritual… un ritual, lo sé, que habría complacido mucho a Cuervo. —Se volvió hacia Zarpa de Fuego y Zarpa Gris—. Habéis demostrado un gran valor esta noche. ¿Han luchado bien, Tormenta Blanca? —preguntó.

—Como guerreros —respondió Tormenta Blanca con solemnidad.

Estrella Azul miró los ojos amarillos del guerrero y asintió levemente. Luego alzó la cabeza y clavó la vista en la franja de estrellas del Manto de Plata. Su voz sonó alta, clara y mesurada en el silencioso bosque.

—Yo, Estrella Azul, líder del Clan del Trueno, solicito a mis antepasados guerreros que observen a estos dos aprendices. Han entrenado duro para comprender el sistema de vuestro noble código, y os los encomiendo a su vez como guerreros. —Miró a los dos jóvenes entornando los ojos—. Zarpa de Fuego, Zarpa Gris, ¿prometéis respetar el código guerrero y proteger y defender a este clan, incluso a costa de vuestra vida?

Zarpa de Fuego sintió que algo se agitaba en su interior, una hoguera que le ardía en el estómago y le zumbaba en los oídos. De repente, tuvo la sensación de que todo lo que había hecho por el clan —las presas que había cazado, los enemigos con los que había luchado— había sido por ese único momento.

—Lo prometo —contestó resueltamente.

—Lo prometo —repitió Zarpa Gris, con el pelo erizado de emoción.

—Entonces, por los poderes del Clan Estelar, os doy vuestros nombres guerreros: Zarpa Gris, a partir de este momento serás conocido como Látigo Gris. El Clan Estelar honra tu valor y tu fuerza, y te damos la bienvenida como guerrero de pleno derecho del Clan del Trueno.

Estrella Azul se adelantó y posó el hocico en lo alto de la cabeza inclinada de Látigo Gris. Él le dio un lametón respetuoso en el omóplato, y luego se incorporó y fue a unirse a los otros guerreros.

Estrella Azul se irguió y examinó a Zarpa de Fuego un largo instante antes de hablar.

—Zarpa de Fuego —dijo al fin—, a partir de este momento serás conocido como Corazón de Fuego. El Clan Estelar honra tu valor y tu fuerza, y te damos la bienvenida como guerrero de pleno derecho del Clan del Trueno. —Le tocó la cabeza con el hocico y susurró—: Corazón de Fuego, estoy orgullosa de tenerte como uno de mis guerreros. Sirve bien a tu clan, joven.

A Corazón de Fuego le temblaban tanto los músculos que logró lamer el omóplato de Estrella Azul a duras penas. Ronroneó roncamente para darle las gracias, y luego fue a colocarse junto a Látigo Gris.

Entre la multitud sonaron maullidos elogiosos, y las voces del clan se elevaron en el inmóvil aire de la noche para corear el nombre de los nuevos guerreros:

—¡Corazón de Fuego! ¡Látigo Gris! ¡Corazón de Fuego! ¡Látigo Gris!

Corazón de Fuego miró a los presentes, viendo rostros que se habían vuelto familiares en las últimas lunas. Los escuchó mientras aclamaban su nuevo nombre, y se sintió abrumado por el afecto y respeto que vio brillar en sus ojos.

—La luna ya está casi en lo alto —maulló Estrella Azul—. Según la tradición de nuestros antepasados, Corazón de Fuego y Látigo Gris deben velar en silencio hasta el alba, y guardar solos el campamento mientras los demás dormimos.

Corazón de Fuego y Látigo Gris asintieron solemnemente.

Mientras el resto de los gatos empezaba a desaparecer en sus guaridas, Garra de Tigre pasó ante Corazón de Fuego. El lugarteniente del Clan del Trueno aflojó el paso y le susurró quedamente al oído:

—No creas que puedes burlarme, minino de compañía. Ten cuidado con lo que le cuentas a Estrella Azul.

Un escalofrío recorrió el espinazo de Corazón de Fuego. ¡Estrella Azul debía conocer la traición de Garra de Tigre!

Mientras el lugarteniente se encaminaba a la guarida de los guerreros, Corazón de Fuego dejó a Látigo Gris solo en el claro y fue tras la líder. La alcanzó delante de su guarida.

—Estrella Azul, ya sé que estoy quebrantando el voto de silencio, pero debo hablar contigo antes de empezar la vigilia.

Ella lo miró negando con la cabeza.

—Éste es un ritual muy importante, Corazón de Fuego. Puedes hablar conmigo por la mañana.

Él lo aceptó bajando la cabeza. Garra de Tigre no era un problema que pudiera resolverse de la noche a la mañana. Regresó junto a Látigo Gris, en el centro del claro. Los dos amigos intercambiaron una mirada, pero no dijeron nada.

Corazón de Fuego miró la luna por encima de su cabeza. Su pelaje rojizo parecía plateado bajo la fría luz. Alrededor, los arbustos y árboles estaban envueltos en una niebla húmeda que se le adhería al pelo. El joven cerró los ojos y recordó los sueños de su infancia. Ahora, los fríos olores del bosque que captaba eran reales, y la vida de guerrero se extendía ante él. Sintió un intenso júbilo que le subió por las patas y le inundó todo el cuerpo. Luego abrió los ojos sobresaltado. Otro par de ojos relucientes lo observaba desde la guarida de los guerreros.

¡Garra de Tigre!

Corazón de Fuego le sostuvo la mirada sin parpadear. Ahora ya era un guerrero. Tenía un enemigo en el lugarteniente del clan, y éste tenía un enemigo en él. Corazón de Fuego ya no era el joven inocente que se había unido al clan hacía varias lunas. Era más grande, más fuerte, más rápido y más sabio. Si estaba destinado a oponerse a Garra de Tigre, que así fuera. Estaba listo para el desafío.