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Zarpa de Fuego advirtió que la patrulla estaba compuesta por varios gatos que se desplazaban deprisa. No logró reconocer el olor individual de cada uno entre los aromas terrosos de la ciénaga, pero supo que eran del Clan del Trueno. Contuvo la respiración mientras las pisadas pasaban rápidamente ante ellos y se alejaban.

—¿De verdad vamos a intentar rescatar a los cachorros de las garras del Clan de la Sombra nosotros solos? —susurró Zarpa Gris.

Fauces Amarillas fue la primera en responder:

—Yo podría encontrar algo de ayuda en el propio Clan de la Sombra. No todos los gatos apoyan a Estrella Rota.

Zarpa de Fuego alzó las orejas y Zarpa Gris sacudió la cola, sorprendidos ambos.

—Cuando se convirtió en líder —explicó la gata—, Estrella Rota obligó a los veteranos a abandonar la seguridad del campamento. Tuvieron que irse a vivir al lindero y cazar por sí mismos. Se trata de gatos que se han educado según el código guerrero. Algunos de ellos podrían ayudarnos.

Zarpa de Fuego la miró a los ojos, pensando deprisa.

—Y quizá yo logre convencer a la partida de caza del Clan del Trueno para que también nos ayude —maulló—. Si puedo hablar con ellos antes de que te vean, quizá consiga que crean en tu historia. Zarpa Gris, tú espera en el fresno muerto, donde huele a sangre de cachorros, hasta que uno de los dos regrese.

Zarpa Gris parecía preocupado.

—Pero ¿de verdad confías en que Fauces Amarillas vuelva con ayuda? —le susurró.

—Debes confiar en mí —gruñó la gata—. Volveré.

Zarpa Gris miró a su amigo, quien asintió.

Sin una palabra más, Fauces Amarillas echó a correr y desapareció entre los arbustos.

—¿Hemos hecho lo correcto? —preguntó Zarpa Gris.

—No lo sé —admitió el otro—. Si lo hemos hecho, somos héroes y los cachorros están a salvo. Si nos equivocamos, entonces ya podemos darnos por muertos.

Zarpa de Fuego salió corriendo detrás de la patrulla, rodeando zarzales, esquivando aulagas y atravesando ortigas. Era muy fácil seguir el rastro. Los furiosos gatos del Clan del Trueno no trataban de disimular su presencia en el territorio del Clan de la Sombra.

En lo alto, la densa capa de nubes se había alejado por fin. Por encima de la copa de los árboles, el Manto de Plata resplandecía en el cielo nocturno. La luna acababa de salir, pero su fría luz no podía atravesar la niebla adherida al oscuro sotobosque.

Zarpa de Fuego se concentró en los olores de delante. Captó la esencia de Tormenta Blanca. Olfateó de nuevo. Garra de Tigre no estaba entre ellos. Se apresuró para alcanzarlos y frenó con un patinazo detrás del grupo de gatos.

Los guerreros se volvieron con ojos llameantes, el pelo erizado y las orejas bajas agresivamente. Cebrado estaba allí, y la joven Musaraña, además del atigrado Viento Veloz. Musaraña no era la única hembra de la patrulla: también estaba Sauce.

—¡Zarpa de Fuego! —gruñó Tormenta Blanca—. ¿Qué haces aquí?

El aprendiz tomó aire jadeando.

—¡Me envía Estrella Azul! —exclamó sin resuello—. Quería que localizase a Fauces Amarillas antes…

—¡Ah! —lo interrumpió Tormenta Blanca—. Estrella Azul dijo que a lo mejor encontraba un amigo aquí. Ahora entiendo a qué se refería —añadió, mirándolo pensativo.

—¿Garra de Tigre está por aquí? —preguntó el aprendiz, sintiendo un cosquilleo de orgullo por la mirada que intercambió con el guerrero blanco.

—Estrella Azul insistió en que lo necesitaba en el campamento para proteger al resto de los cachorros —respondió Tormenta Blanca observándolo con curiosidad.

Zarpa de Fuego asintió aliviado, y maulló con urgencia:

—Tormenta Blanca, necesito vuestra ayuda. Puedo conduciros hasta los cachorros. Zarpa Gris me está esperando. Planeamos rescatarlos esta noche. ¿Vendréis?

—¡Por supuesto!

Los guerreros sacudieron la cola de emoción.

—Supondrá hacer una incursión en el campamento del Clan de la Sombra —les advirtió Zarpa de Fuego.

—¿Puedes llevarnos hasta allí? —preguntó Viento Veloz, ansioso.

—No, pero Fauces Amarillas sí puede. Y ha prometido traernos ayuda de sus antiguos aliados en el campamento.

Musaraña le lanzó una mirada feroz y agitó la cola con furia.

—¿Has encontrado a Fauces Amarillas? —siseó.

—No lo entiendo —maulló Tormenta Blanca, confuso—. ¿La traidora va a ayudarnos a rescatar a los cachorros que raptó?

Zarpa de Fuego respiró hondo para tranquilizarse y luego miró a Tormenta Blanca con firmeza.

—Fauces Amarillas no se los llevó —declaró—. Ni mató a Jaspeada. Quiere ayudarnos a recuperar a nuestros pequeños.

Tormenta Blanca le sostuvo la mirada y luego parpadeó lentamente.

—Indícanos el camino, Zarpa de Fuego —pidió.

Zarpa Gris estaba esperando junto al fresno, paseándose sin descanso alrededor del tronco podrido. Se detuvo en cuanto vio que la patrulla surgía entre la niebla y movió los bigotes a modo de saludo.

—¿Alguna noticia de Fauces Amarillas? —preguntó Zarpa de Fuego.

—Todavía no —respondió Zarpa Gris.

—No sabemos a qué distancia está el campamento del Clan de la Sombra —apuntó Zarpa de Fuego al sentir que Tormenta Blanca, a su lado, se ponía tenso—. Ahora mismo puede estar de camino hacia aquí.

—O puede que esté compartiendo lenguas alegremente con sus camaradas del Clan de la Sombra, mientras nosotros estamos aquí parados como idiotas, esperando a que nos tiendan una emboscada —respondió Zarpa Gris.

Tormenta Blanca observó a los dos aprendices y agitó las orejas con inquietud.

—¿Zarpa de Fuego? —inquirió.

—Fauces Amarillas volverá —aseguró él.

—Bien dicho, Zarpa de Fuego. —Fauces Amarillas salió de detrás del fresno y se sentó ante ellos—. Tú no eres el único que puede aparecer de repente —le dijo al aprendiz—. ¿Recuerdas el día que nos conocimos? Aquella vez también estabas mirando en la dirección equivocada.

Otros tres gatos aparecieron por detrás del árbol y se acomodaron tranquilamente a los lados de Fauces Amarillas. A los del Clan del Trueno se les erizó el pelo, alertas y recelosos.

Ambos clanes se miraron en silencio, sin pestañear. Zarpa de Fuego estaba nervioso e incómodo, pues no sabía qué hacer. Finalmente, habló uno del Clan de la Sombra, un macho gris. Era de cuerpo largo y flaco y tenía el pelo deslustrado.

—Hemos venido a ayudaros, no a haceros daño —maulló—. Habéis venido por vuestros cachorros; nosotros os ayudaremos a rescatarlos.

—¿Y a vosotros qué os va en esto? —preguntó Tormenta Blanca con cautela.

—Queremos vuestra ayuda para librarnos de Estrella Rota. Ha quebrantado el código guerrero, y el Clan de la Sombra está sufriendo por ello.

—Así de simple, ¿eh? —gruñó Viento Veloz—. Nos dejamos caer en vuestro campamento, recuperamos a los pequeños, matamos a vuestro líder y nos marchamos a casa.

—No encontraréis tanta resistencia como pensáis —murmuró el gato gris.

Fauces Amarillas se puso en pie.

—Dejad que os presente a mis amigos —maulló, moviéndose entre los gatos del Clan de la Sombra. Pasó junto al macho gris—. Éste es Cenizo, uno de los veteranos del clan. Y éste es Nocturno, un experimentado guerrero antes de que mataran a Estrella Mellada.

Rodeó a un magullado gato negro, que saludó con la cabeza.

—Y ésta es una de nuestras reinas de más edad, Nube del Alba. Dos de sus hijos murieron durante la expulsión del Clan del Viento.

Nube del Alba, una pequeña gata atigrada, saludó con un maullido.

—No deseo perder más hijos —dijo.

Tormenta Blanca se dio un rápido lametón al pecho para alisarse el pelo.

—Sois guerreros muy hábiles, pues habéis logrado acercaros hasta nosotros con total sigilo. Pero ¿sois suficientes? Necesitamos saber a qué vamos a enfrentarnos cuando irrumpamos en el campamento del Clan de la Sombra.

—Los viejos y los enfermos están muriendo de hambre lentamente —maulló Cenizo—. Las bajas entre nuestros cachorros son más de las que podemos soportar.

—Pero si el Clan de la Sombra es un desastre tal —espetó Cebrado—, ¿cómo es que últimamente ha dado muestras de tanta fuerza? Y ¿por qué Estrella Rota sigue siendo vuestro líder?

—Estrella Rota está rodeado por un pequeño grupo de guerreros de élite —respondió Cenizo—. Ellos son los temibles, porque morirían por él sin cuestionárselo. Los otros guerreros obedecen sus órdenes sólo porque tienen miedo. Lucharán al lado de Estrella Rota mientras crean que va a vencer. Pero si pensaran que su líder va a perder…

—¡Entonces lucharían contra él, no por él! —acabó Cebrado, asqueado—. ¿Qué clase de lealtad es ésa?

A los gatos del Clan de la Sombra se les empezó a erizar el pelo.

—Nuestro clan no ha sido siempre así —intervino Fauces Amarillas—. Cuando Estrella Mellada dirigía el Clan de la Sombra, éramos temidos por nuestra fuerza. Pero, en aquellos días, nuestra fuerza procedía del código guerrero y la lealtad al clan, no del miedo y la sed de sangre. —La vieja curandera suspiró—. Ojalá Estrella Mellada hubiese vivido más tiempo.

—¿Cómo murió Estrella Mellada? —inquirió Tormenta Blanca—. Ha habido muchos rumores en las Asambleas, pero nadie parece saber la verdad.

Los ojos de Fauces Amarillas se empañaron de pesadumbre.

—Una patrulla de otro clan le tendió una emboscada.

Tormenta Blanca asintió pensativo.

—Sí, eso es lo que la mayoría de los gatos parecen creer. Pero éstos son muy malos tiempos si los líderes son aniquilados en la oscuridad, en vez de en una batalla justa y honorable.

Zarpa de Fuego frunció el entrecejo, urdiendo diferentes planes de combate.

—¿Hay algún modo de llevarse a los cachorros sin alertar a todo el clan? —preguntó.

—Están muy vigilados —respondió Nube del Alba—. Estrella Rota espera que el Clan del Trueno intente recuperarlos. No podréis llevároslos en secreto. Vuestra única esperanza es un ataque directo.

—Entonces debemos concentrarnos en el ataque a Estrella Rota y su guardia personal —maulló Tormenta Blanca.

Fauces Amarillas tenía una propuesta:

—Los guerreros del Clan de la Sombra deberían conducirme al campamento. Podrían decir que me han capturado. Tenemos que asegurarnos de que Estrella Rota y sus guerreros estén fuera de sus guaridas. La noticia de mi captura atraerá a todos al claro. Una vez que todos hayan salido, os daré la señal de atacar.

Tormenta Blanca guardó silencio un momento. Luego asintió con cara seria, pues iba a enviar a sus guerreros a la batalla.

—Muy bien, Fauces Amarillas —maulló—. Por favor, guíanos hasta el campamento del Clan de la Sombra.