17

El sol llegó a su cénit y luego empezó a descender mientras los gatos atravesaban los antiguos terrenos de caza del Clan del Viento. Su profundo silencio mostraba que aún se resentían de la pelea con las ratas. Zarpa de Fuego notaba arañazos y mordiscos por todas partes. Vio que Zarpa Gris cojeaba, y que de vez en cuando saltaba a tres patas para proteger la que tenía herida. Pero era Estrella Azul quien más lo preocupaba. Ahora el ritmo de la gata era incluso más lento, pero se negaba a parar y descansar. La ceñuda expresión de su cara, ensombrecida de dolor, le decía a Zarpa de Fuego cuánto deseaba llegar al campamento del Clan del Trueno.

—No te preocupes por los guerreros del Clan de la Sombra —maulló Estrella Azul con los dientes apretados cuando Garra de Tigre se detuvo a olfatear el aire—. Hoy no encontrarás ninguno aquí.

Zarpa de Fuego se preguntó cómo podía estar tan segura.

Bajaron cuidadosamente la escarpada pendiente rocosa que llevaba a los Cuatro Árboles, y alcanzaron el sendero familiar que conducía a casa. Empezaba a atardecer, y Zarpa de Fuego empezó a pensar con anhelo en su cama y una buena ración de carne fresca.

—Aún puedo percibir el hedor del Clan de la Sombra —le susurró Zarpa Gris mientras atravesaban los terrenos de caza del Clan del Trueno.

—Quizá lo traiga la brisa desde el territorio del Clan del Viento —sugirió Zarpa de Fuego. Él también lo captaba, y le temblaban los bigotes.

De repente, Cuervo se detuvo.

—¿Oís eso? —maulló en un susurro.

Zarpa de Fuego aguzó el oído. Al principio sólo captó los familiares sonidos del bosque: el susurro de las hojas, la llamada de una paloma… Pero luego se le heló la sangre. En la distancia oyó alaridos sedientos de batalla, y los estridentes chillidos de cachorros aterrorizados.

—¡Rápido! —gritó Estrella Azul—. Es lo que me advirtió el Clan Estelar. ¡Están atacando nuestro campamento!

Trató de dar un salto adelante, pero tropezó. Volvió a incorporarse y avanzó cojeando.

Garra de Tigre y Zarpa de Fuego salieron disparados hombro con hombro. Zarpa Gris y Cuervo los siguieron, con la cola erizada hasta el doble de su tamaño habitual. Zarpa de Fuego se olvidó del dolor mientras corría hacia el campamento. Su única preocupación era proteger al clan.

Los sonidos de batalla se tornaron más y más fuertes conforme se acercaban a la entrada del campamento, y el hedor del Clan de la Sombra les saturó el olfato. Zarpa de Fuego iba justo detrás de Garra de Tigre cuando entraron al claro a través del túnel.

Fueron recibidos por una lucha febril. Los gatos del Clan del Trueno combatían furiosamente contra los guerreros del Clan de la Sombra. Los cachorros estaban fuera de la vista, y Zarpa de Fuego esperó que se encontraran a salvo, escondidos en la maternidad. Supuso que los veteranos más débiles se habrían refugiado dentro del tronco hueco de su árbol caído.

Todos los rincones del campamento parecían repletos de guerreros. Zarpa de Fuego vio a Escarcha y Flor Dorada, arañando y mordiendo a un enorme macho gris. Incluso la joven reina Pecas estaba peleando, aunque le faltaba poco para dar a luz. Cebrado estaba enzarzado en una fiera lucha con un guerrero negro. Tres de los veteranos, Orejitas, Centón y Tuerta, mordían valerosamente a una gata parda que peleaba con el doble de fuerza y ferocidad que ellos.

Los recién llegados se incorporaron al combate de inmediato. Zarpa de Fuego atrapó a una guerrera atigrada, más grande que él, y le hundió los colmillos en la pata. Ella gritó de dolor y se revolvió, arremetiendo con las afiladas uñas y abalanzándose sobre su cuello con la boca abierta. Zarpa de Fuego se retorció y agachó para evitar el mordisco. La gata no podía igualar su velocidad, de modo que él la agarró por detrás y la tiró al suelo. Le clavó las uñas de sus potentes patas traseras en el lomo, hasta que la gata chilló y consiguió zafarse, tras lo cual huyó hacia el denso sotobosque que rodeaba el campamento.

Zarpa de Fuego miró alrededor y vio que Estrella Azul había llegado. Pese a sus heridas, estaba luchando con un guerrero atigrado. Era la primera vez que el aprendiz la veía pelear; incluso estando herida, era una oponente poderosa. Su contrincante trataba de escapar, pero ella lo aferraba con tal fuerza y le hundía las uñas con tal furia, que estaba claro que el atigrado luciría las cicatrices de aquella batalla durante muchas lunas.

Entonces vio a un gato del Clan de la Sombra, blanco y con enormes patas negras, sacando a rastras a una veterana de la maternidad. Zarpa de Fuego recordó aquellas insólitas patas de la Asamblea. ¡Patas Negras! El lugarteniente del Clan de la Sombra no se entretuvo mucho en matar a la veterana que había estado protegiendo a los cachorros, y se dispuso a entrar de nuevo en el nido del zarzal. Los gatitos chillaban, indefensos, ahora que sus madres se debatían con otros guerreros del Clan de la Sombra en el claro.

Zarpa de Fuego se preparó para correr hacia la maternidad, pero una garra le rajó dolorosamente el costado. Al volverse, vio que una escuálida gata parda saltaba sobre él. Mientras caía al suelo, intentó avisar a otros miembros de su clan de que los cachorros estaban en peligro. Luchando con todas sus fuerzas para escapar de las garras de la guerrera, giró la cabeza para ver el refugio del zarzal.

Patas Negras ya había sacado a dos crías de su lecho, y se disponía a sacar a una tercera.

Zarpa de Fuego no pudo ver más cuando la gata parda le arañó la barriga. El aprendiz logró volverse y se agachó, como vencido. Ese truco había funcionado en otras ocasiones, y también funcionó en aquélla. Cuando la gata lo agarró triunfalmente y estaba a punto de clavarle los colmillos en el cuello, él saltó hacia arriba con toda la potencia que pudo y se quitó de encima a la guerrera. Luego se abalanzó de inmediato sobre ella. Esa vez no mostró compasión al darle un profundo mordisco en el bíceps. Después de eso, la gata huyó aullando a la maleza.

Zarpa de Fuego se levantó y fue corriendo a la maternidad. Asomó la cabeza por la entrada. No se veía a Patas Negras por ningún lado. Dentro del refugio, inclinada sobre los aterrorizados cachorros, estaba Fauces Amarillas. Tenía el pelo manchado de sangre, y un ojo penosamente hinchado. La gata alzó la vista con un furioso bufido, pero al descubrir que era Zarpa de Fuego, maulló:

—Los pequeños están bien. Yo los protegeré.

Zarpa de Fuego observó cómo la vieja gata tranquilizaba a los desamparados cachorros, y recordó la horrible advertencia de Estrella Rota sobre la desertora del Clan de la Sombra. No tenía tiempo de pensar en eso. Tendría que confiar en Fauces Amarillas. Asintió brevemente y volvió a salir entre las zarzas.

En el campamento ya sólo quedaban unos pocos guerreros del Clan de la Sombra. Cuervo y Zarpa Gris estaban peleando juntos, atacando a un macho negro hasta que se marchó aullando por los arbustos. Tormenta Blanca y Cebrado echaron a los dos últimos intrusos, con una ración extra de zarpazos y mordiscos.

Zarpa de Fuego se sentó, exhausto, y miró alrededor. El campamento estaba arrasado. El claro estaba salpicado de sangre, y mechones de pelo rodaban sobre la tierra. El muro de maleza que rodeaba el recinto estaba destrozado por donde habían irrumpido los invasores.

Uno por uno, los gatos del Clan del Trueno se reunieron bajo la Peña Alta. Zarpa Gris fue a sentarse junto a Zarpa de Fuego, resollando y sangrando por una oreja desgarrada. Cuervo se dejó caer y empezó a lamerse una herida de la cola. Las reinas corrieron a la maternidad para ver cómo estaban sus pequeños. Zarpa de Fuego esperó tenso a que salieran, pues otros gatos le tapaban la visión. Se relajó al oír gritos y ronroneos de alegría procedentes del refugio del zarzal.

Escarcha se abrió paso entre la multitud, seguida por Fauces Amarillas. La reina blanca se adelantó para dirigirse a los presentes:

—Nuestros cachorros están sanos y salvos gracias a Fauces Amarillas. Un guerrero del Clan de la Sombra ha matado a la valerosa Rosal y estaba intentando llevarse a los pequeños, pero Fauces Amarillas se ha enfrentado a él y lo ha ahuyentado.

—Además, no era un guerrero común y corriente del Clan de la Sombra —intervino Zarpa de Fuego, decidido a que su clan supiera cuánto le debían a Fauces Amarillas—. Yo lo he visto. Se trataba de Patas Negras.

—¡El lugarteniente del Clan de la Sombra! —exclamó Pecas, que había peleado tan agriamente para proteger a las crías que llevaba en su vientre.

Hubo un movimiento en el borde del grupo cuando Estrella Azul avanzó cojeando y se encaminó a los aprendices. Su expresión seria bastó para que Zarpa de Fuego supiera que algo iba mal.

—Jaspeada está con Corazón de León —murmuró la líder—. Lo han herido en la batalla. Tiene mal aspecto. —Señaló con la cabeza una sombra en el extremo más alejado de la Peña Alta, donde yacía el guerrero, un bulto inmóvil de pelaje dorado y lleno de polvo.

Un estridente alarido brotó de la garganta de Zarpa Gris mientras corría hacia Corazón de León. Jaspeada, que estaba inclinada sobre el lugarteniente del Clan del Trueno, retrocedió para que el joven aprendiz compartiera lenguas con su mentor por última vez. Mientras el aullido de dolor de Zarpa Gris resonaba por todo el claro, Zarpa de Fuego se estremeció y se le heló la sangre. ¡Era el grito que había oído en su sueño! La cabeza le dio vueltas un momento; luego se sacudió para recobrarse. Debía mantener la calma en atención a Zarpa Gris.

Miró a Estrella Azul, que le hizo un gesto de asentimiento, y entonces fue a reunirse con su amigo al lado de la Peña Alta. Se detuvo un instante junto a Jaspeada.

La curandera parecía exhausta, y tenía la mirada cegada de dolor.

—Ahora no puedo ayudar a Corazón de León —declaró quedamente—. Va de camino a unirse al Clan Estelar.

Pegó su cuerpo al de Zarpa de Fuego, quien se sintió reconfortado por el contacto de su cálida piel.

Los otros gatos observaron en silencio mientras el sol iba poniéndose poco a poco por detrás de los árboles. Al final, Zarpa Gris se incorporó y gritó:

—¡Se ha ido!

Volvió a echarse junto al cuerpo de Corazón de León y apoyó la cabeza en las patas delanteras. El resto del clan se acercó silenciosamente para cumplir con sus propios rituales de duelo por su amado lugarteniente.

Zarpa de Fuego se les unió. Lamió el cuello de Corazón de León y murmuró:

—Gracias por tu sabiduría. Me has enseñado muchísimo.

Luego se sentó junto a Zarpa Gris y empezó a lamerle las orejas con dulzura.

Estrella Azul esperó a que se hubiesen ido todos los gatos antes de aproximarse suavemente. Zarpa Gris no pareció reparar siquiera en la presencia de su líder. Zarpa de Fuego miró hacia otro lado mientras Estrella Azul le dirigía sus últimas palabras a su viejo amigo.

—Oh, ¿qué voy a hacer sin ti, Corazón de León? —susurró.

Después, regresó cojeando a su guarida y se tumbó en la entrada, con la mirada fija en la distancia, hundida por la tristeza. Ni siquiera intentó lavarse la sangre apelmazada de su piel. Era la primera vez que Zarpa de Fuego la veía completamente derrotada, y sintió que lo recorría un escalofrío.

Permaneció con Zarpa Gris y Corazón de León hasta que la luna estuvo bien alta. Cuervo se le unió, y juntos acompañaron a su afligido amigo. Garra de Tigre se acercó a compartir lenguas con Corazón de León brevemente. Zarpa de Fuego esperaba oír qué palabras iba a dedicarle a su amigo guerrero, pero Garra de Tigre guardó silencio mientras lamía el pelo enmarañado. Para extrañeza del aprendiz, los ojos del atigrado parecían fijarse más en Cuervo que en el difunto lugarteniente.

Jaspeada se dedicó a recorrer el campamento, ocupándose de las heridas y los nervios destrozados. Zarpa de Fuego vio que se acercaba dos veces a Estrella Azul, pero en ambas ocasiones la líder la mandó a encargarse de los demás. Sólo cuando Jaspeada hubo atendido a todos los heridos, Estrella Azul le permitió que curara sus mordiscos y zarpazos.

Al acabar, Jaspeada se dirigió a su guarida. Estrella Azul se puso en pie y se encaminó despacio a la Peña Alta. Los gatos del clan parecían estar esperándola. En cuanto ella se instaló en su lugar habitual, todos empezaron a reunirse en el claro de abajo, insólitamente callados y con rostro sombrío.

Zarpa de Fuego y Cuervo se levantaron a duras penas y se unieron a los demás, dejando a Zarpa Gris junto al cuerpo de Corazón de León. El aprendiz gris seguía tumbado con la nariz pegada al pelaje dorado de su mentor, que iba enfriándose. Zarpa de Fuego supuso que Estrella Azul disculparía a Zarpa Gris en la reunión del clan.

—La luna está casi en lo alto —maulló Estrella Azul mientras Zarpa de Fuego se situaba al lado de Cuervo—. Y una vez más es mi obligación… demasiado pronto… nombrar al nuevo lugarteniente del Clan del Trueno. —Tenía la voz cansada y quebrada por la tristeza.

Zarpa de Fuego fue mirando a todos los guerreros. Todos observaban expectantes a Garra de Tigre. Incluso Tormenta Blanca se había vuelto a mirar al atigrado oscuro. Por la audaz expresión de su rostro y el modo en que movía los bigotes de ilusión, Garra de Tigre parecía estar de acuerdo con ellos.

Estrella Azul respiró hondo y continuó:

—Pronuncio estas palabras delante del cuerpo de Corazón de León, para que su espíritu pueda oír y aprobar mi decisión. —Vaciló—. No he olvidado al gato que vengó la muerte de Cola Roja y nos trajo su cuerpo. Ahora el Clan del Trueno necesita su intrépida lealtad incluso más. —Estrella Azul hizo otra pausa, y luego maulló el nombre, alto y claro—: Garra de Tigre será el nuevo lugarteniente del Clan del Trueno.

Hubo un aullido de aprobación; las voces más altas pertenecían a Cebrado y Rabo Largo. Tormenta Blanca permaneció tranquilo, con los ojos cerrados y la cola enroscada alrededor de las patas. Asintió despacio de manera aprobatoria.

Garra de Tigre alzó la barbilla orgullosamente, escuchando los gritos del clan con los ojos entornados. Luego se abrió paso entre la multitud, aceptando elogios con breves gestos de la cabeza, y saltó a la Peña Alta junto a Estrella Azul.

—¡Clan del Trueno! —aulló—. Es un gran honor aceptar el puesto de lugarteniente del clan. Nunca había esperado obtener tan alto rango, pero, por el espíritu de Corazón de León, juro serviros lo mejor que pueda. —Bajó la cabeza solemnemente, observando a la multitud con sus enormes ojos amarillos, y luego bajó de un salto de la Peña Alta.

A su lado, Zarpa de Fuego oyó que Cuervo murmuraba con voz ahogada:

—¡Oh, no!

Se volvió para mirar a su amigo con curiosidad.

Cuervo estaba cabizbajo.

—¡Estrella Azul no debería haberlo elegido! —dijo entre dientes.

—¿Estás hablando de Garra de Tigre? —susurró Zarpa de Fuego.

—Él ha querido ser lugarteniente desde que se ocupó de Cola Roja… —Cuervo se detuvo bruscamente.

—¿Se ocupó de Cola Roja? —repitió Zarpa de Fuego.

De repente, pasaron muchas preguntas por su mente. ¿Qué sabía Cuervo? En la Asamblea, ¿su relato de la batalla con el Clan del Río había sido reflejo de la realidad? ¿Era Garra de Tigre responsable de la muerte de Cola Roja?