Estrella Azul se levantó y se dirigió hacia Boca Materna. Garra de Tigre caminaba a su lado, avanzando al mismo ritmo que ella.
—¡Vamos, Cuervo! —llamó Zarpa Gris.
Cuervo continuaba sentado en la roca, mirando fijamente las peñas. Al oír a su amigo, se puso en pie y empezó a seguirlos despacio. Zarpa de Fuego reparó en que Cuervo no había pronunciado apenas una palabra en toda la jornada. «¿Estará preocupado por el Clan de la Sombra, o hay algo más que lo reconcome?», se preguntó.
Sólo tardaron unos momentos en alcanzar Boca Materna. Zarpa de Fuego se detuvo en el umbral y miró al interior. La negrura que había más allá del arco de piedra era más oscura que la noche más nublada. Entornó los ojos, tratando de ver adónde llevaba el túnel, pero no logró distinguir nada.
Junto a él, Zarpa Gris y Cuervo doblaron el cuello nerviosamente junto a la entrada. Incluso Garra de Tigre parecía intranquilo por el negro agujero que se abría ante ellos.
—¿Cómo encontraremos el camino en semejante oscuridad? —preguntó el guerrero.
—Yo sabré el camino —respondió Estrella Azul—. Sólo debéis seguir mi olor. Cuervo y Zarpa Gris, vosotros os quedaréis de guardia aquí fuera. Zarpa de Fuego, tú nos acompañarás a Garra de Tigre y a mí hasta la Piedra Lunar.
Zarpa de Fuego sintió un estremecimiento de emoción. ¡Qué honor! Miró de reojo a Garra de Tigre. El guerrero tenía la cabeza alzada con audacia, pero el aprendiz pudo detectar un leve olor a miedo procedente de él. Y el olor se volvió más intenso cuando Estrella Azul se internó en la oscuridad.
Garra de Tigre sacudió su poderosa cabeza y fue tras la líder. Zarpa de Fuego los siguió.
Dentro de la cueva, sus ojos no captaron nada. La completa oscuridad resultaba extraña, pero más lo sorprendió descubrir que no estaba asustado. Su deseo de averiguar qué había más allá era mucho más fuerte.
El aire frío y húmedo le caló el pelaje y los huesos, agarrotándole los músculos. Ni siquiera las noches más gélidas tenían un ambiente tan helado como allí. «Este lugar no ha conocido jamás el calor del sol», pensó, sintiendo el suelo, liso como el hielo, bajo las patas. El aire glacial le llenaba los pulmones cada vez que respiraba, hasta que se sintió mareado.
Siguió a la gata y el guerrero a través de la oscuridad, guiándose tan sólo por el olor y el tacto. Estaban recorriendo un túnel que no dejaba de descender, retorciéndose a un lado y luego a otro. Sus bigotes rozaban las paredes de la caverna, diciéndole dónde avanzar y dónde girar. Su olfato le decía que Garra de Tigre y Estrella Azul iban a sólo un par de colas por delante de él.
Continuaron y continuaron. «¿Cuánto habremos recorrido?», se preguntó el aprendiz. Entonces notó un cosquilleo en los bigotes. El aire que aspiraba parecía más fresco. Olfateó de nuevo, aliviado al percibir el familiar mundo de fuera. Podía oler a turba, presas y el aroma del brezo. Debía de haber un agujero en el techo del túnel.
—¿Dónde estamos? —maulló en la oscuridad.
—Hemos entrado en la gruta de la Piedra Lunar —respondió Estrella Azul dulcemente—. Esperaremos aquí. La luna estará en lo más alto dentro de poco.
Zarpa de Fuego se sentó sobre las patas traseras en el frío suelo de piedra, y esperó. Oía la respiración regular de Estrella Azul, y los agitados jadeos con olor a miedo de Garra de Tigre.
De repente, con un destello más cegador que el sol poniente, la gruta se iluminó. Zarpa de Fuego tenía las pupilas dilatadas al máximo por la negrura del túnel, de modo que cerró los ojos para protegerlos de la fría y blanca luz. A continuación abrió despacio unas pequeñas rendijas para mirar.
Vio una roca resplandeciente que relucía como hecha de incontables gotas de rocío. ¡La Piedra Lunar! Zarpa de Fuego miró alrededor. A la fría luz reflejada por la roca logró vislumbrar los extremos en sombras de una gruta de techo alto. En el centro se alzaba la Piedra Lunar, que tenía tres colas de altura.
Estrella Azul estaba mirando hacia arriba, con el pelaje blanco destellando al resplandor de la Piedra Lunar. Incluso el pelaje oscuro de Garra de Tigre se veía de un plateado brillante. Zarpa de Fuego siguió la mirada de la gata líder. En lo alto del techo había una abertura que dejaba ver un estrecho triángulo de cielo nocturno. La luna proyectaba un rayo de luz a través del agujero hasta la Piedra Lunar, haciendo que centelleara como una estrella.
Zarpa de Fuego percibió que el olor a miedo de Garra de Tigre era cada vez más intenso, hasta que resultó abrumador. El aprendiz se sorprendió. ¿Acaso el guerrero podía ver algo allí, algo peligroso? Luego percibió un movimiento y un roce, y oyó las pisadas de Garra de Tigre, que regresaba corriendo a la entrada de la cueva.
—¿Zarpa de Fuego? —La voz de Estrella Azul sonó queda y tranquila.
—Sigo aquí —respondió nervioso. ¿Qué había asustado a Garra de Tigre?—. ¿Estrella Azul? —preguntó al ver que ella no hablaba. Tenía el corazón desbocado, y la sangre le rugía en los oídos.
—Va todo bien, joven guerrero; no temas —murmuró la gata. Su voz lo apaciguó un poco—. Creo que Garra de Tigre se ha visto sorprendido por el poder de la Piedra Lunar. En el mundo de fuera, Garra de Tigre es un guerrero intrépido y poderoso, pero aquí abajo, donde hablan los espíritus del Clan Estelar, un gato necesita un tipo de fuerza diferente. ¿Qué percibes, Zarpa de Fuego?
El aprendiz olfateó el aire y obligó a su cuerpo a relajarse.
—Sólo mi propia curiosidad —admitió.
—Eso está bien —respondió Estrella Azul.
Zarpa de Fuego volvió a mirar la Piedra Lunar. Sus ojos se habían acostumbrado a la luz y ya no estaba deslumbrado. En vez de eso, el resplandor lo sosegaba. Sacudió la cola al recordar su sueño. ¡Aquello era la brillante bola de luz que había visto!
Hechizado, Zarpa de Fuego observó cómo Estrella Azul subía a la roca y se tumbaba. La gata alargó la cabeza y tocó la Piedra Lunar con la nariz. Sus ojos azules centellearon con su reflejo un momento antes de que los cerrara. Apoyó la cabeza sobre las patas, mientras sus párpados se agitaban y sus patas daban sacudidas ocasionales. «¿Está durmiendo?», se preguntó Zarpa de Fuego. Luego recordó las palabras de Zarpa Gris: «Los nuevos líderes deben dormir cerca de la piedra, y mientras duermen tienen sueños especiales».
El aprendiz esperó. El frío no era tan intenso allí, pero aun así empezó a temblar. No tenía ni idea de cuánto tiempo había transcurrido, pero de pronto la roca dejó de brillar. La gruta se sumió de nuevo en la oscuridad. La luna había seguido su camino y estaba fuera de la vista. Lo único que quedaba eran estrellas diminutas que relucían en la negrura.
Zarpa de Fuego distinguía apenas la pálida silueta de su líder, tumbada sobre la Piedra Lunar. Quería llamarla, pero no se atrevía a romper el silencio.
Después de más instantes interminables, Estrella Azul habló:
—¿Zarpa de Fuego? ¿Todavía estás aquí? —Su voz sonaba lejana y agitada.
—Sí, Estrella Azul.
El aprendiz oyó las pisadas de la líder, que se acercaba.
—Deprisa —siseó la gata.
El joven notó cómo pasaba junto a él.
—Debemos regresar al campamento —añadió.
Zarpa de Fuego corrió tras ella, asombrado por la velocidad con que Estrella Azul atravesaba la oscuridad. Siguió su olor a ciegas, recorriendo el túnel hacia arriba, hasta que emergieron sanos y salvos al mundo exterior.
Cuando Estrella Azul y Zarpa de Fuego salieron de la cueva, Garra de Tigre estaba esperando junto a Zarpa Gris y Cuervo. La expresión del guerrero era fría y tenía el pelo algo erizado, pero permanecía inmóvil y digno.
—Garra de Tigre —lo saludó Estrella Azul, pero no mencionó su huida desde las profundidades de la caverna.
El guerrero se relajó un poco.
—¿Qué has averiguado? —preguntó.
—Debemos regresar al campamento de inmediato —respondió la líder.
Zarpa de Fuego vio una mirada de desesperación en los ojos de la gata. Volvió a recordar los horrores de su pesadilla: los gatos que huían; los enormes guerreros oscuros; el ensordecedor aullido de angustia… Procuró desprenderse del frío miedo que le agarrotó los músculos, y siguió a Estrella Azul cuando ésta empezó a bajar la ladera corriendo, junto con los otros, alejándose de Boca Materna. ¿Acaso la visión de su pesadilla estaba a punto de convertirse en realidad?