13

Zarpa de Fuego llegó al borde del barranco y miró hacia abajo, al campamento. Estaba sin resuello y tenía las patas resbaladizas por el rocío. Olfateó el aire. Aún tenía tiempo de hablar con Fauces Amarillas antes de que los otros volvieran de la Asamblea. Bajó la pendiente rocosa y se deslizó por el túnel de aulagas sigilosamente.

El campamento estaba tranquilo y en silencio, aparte de los leves resoplidos de los gatos que dormían. Zarpa de Fuego rodeó deprisa el lindero del claro hasta el nido de la gata. La vieja curandera estaba enroscada en su lecho de musgo.

—Fauces Amarillas —susurró el joven—. ¡Fauces Amarillas! Despierta. ¡Es importante!

Se abrieron dos ojos naranja que centellearon en la oscuridad.

—No estaba dormida —maulló con voz queda; parecía tranquila y alerta—. ¿Has venido derecho a mí desde la Asamblea? Eso debe de significar que ya te has enterado. —Parpadeó despacio y desvió la mirada—. De modo que Estrella Rota ha mantenido su promesa…

—¿Qué promesa? —Zarpa de Fuego se sintió muy confuso. Aquella gata parecía saber lo que estaba pasando mejor que él.

—El noble líder del Clan de la Sombra prometió expulsarme de todo el territorio de los clanes —respondió secamente—. ¿Qué ha dicho sobre mí?

—Nos ha advertido de que nuestros cachorros estaban en peligro mientras diéramos asilo a una desertora. No ha pronunciado tu nombre, pero el Clan del Trueno se ha imaginado que estaba hablando de ti. Debes marcharte antes de que regresen los demás. ¡Corres peligro!

—¿Quieres decir que han creído a Estrella Rota? —Fauces Amarillas agachó las orejas y agitó la cola, furiosa.

—¡Sí, así es! Cebrado dice que eres peligrosa. Los otros gatos temen lo que podrías hacer. Garra de Tigre está planeando venir y… No lo sé… ¡Creo que deberías irte antes de que lleguen!

Zarpa de Fuego oyó maullidos de gatos rabiosos en la distancia. La gata se puso en pie a duras penas. El aprendiz le dio un empujoncito para ayudarla.

—¿A qué se refería Estrella Rota cuando aconsejó que vigiláramos de cerca a nuestros cachorros? —no pudo evitar preguntar—. ¿De verdad harías algo así?

—¿Si haría qué?

—Herir a nuestros cachorros.

A Fauces Amarillas se le dilataron las fosas nasales. Miró fijamente a Zarpa de Fuego.

—¿Tú lo crees?

El joven le sostuvo la mirada.

—No. No creo que seas capaz de hacerles daño. Pero ¿por qué Estrella Rota ha dicho tal cosa?

Los gatos se iban acercando, así como los olores de agresión y rabia. Fauces Amarillas miró frenéticamente a un lado y otro.

—¡Vete! —la instó Zarpa de Fuego. La seguridad de la vieja gata era más importante que su propia curiosidad.

Pero ella se quedó donde estaba y lo miró. Sus grandes ojos reflejaron una calma repentina.

—Zarpa de Fuego, tú crees que soy inocente, y me siento agradecida por eso. Si me crees, los otros podrían llegar a creerme también. Y sé que Estrella Azul será justa y dejará que hable en mi defensa. No puedo pasarme la vida huyendo. Soy demasiado vieja. Me quedaré aquí y haré frente a lo que tu clan decida sobre mí. —Suspiró y se dejó caer sobre sus huesudas ancas.

—Pero ¿qué pasa con Garra de Tigre? ¿Y si él quiere…?

—Es impetuoso, y conoce el poder que tiene sobre los demás gatos… Todos sienten hacia él un temor reverencial. Pero incluso él obedecerá a Estrella Azul.

Unos crujidos en el sotobosque que rodeaba los límites del campamento indicaron que los gatos habían llegado casi a la entrada.

—Vete de aquí, Zarpa de Fuego —susurró Fauces Amarillas, enseñándole sus dientes ennegrecidos—. No te busques problemas dejando que te vean conmigo ahora. No hay nada que puedas hacer por mí. Ten fe en tu líder y deja que ella decida qué ocurrirá conmigo.

Zarpa de Fuego comprendió que Fauces Amarillas había tomado una decisión. Le tocó el pelaje parcheado con la nariz, y luego se internó sigilosamente en las sombras, a observar.

Los gatos llegaron a través del túnel de aulagas: primero Estrella Azul, acompañada de Corazón de León, luego Escarcha y Sauce. Escarcha se separó de la tropa y corrió hacia la maternidad, con la cola erizada de alarma. Garra de Tigre y Cebrado entraron en el claro hombro con hombro, con expresión ceñuda. Los seguían los demás, con Zarpa Gris y Cuervo en la retaguardia. En cuanto Zarpa de Fuego vio a sus amigos, salió de entre las sombras para reunirse con ellos.

—Has venido a avisar a Fauces Amarillas, ¿verdad? —le susurró Zarpa Gris cuando llegó a su lado.

—Sí. Pero ella no va a marcharse. Confía en que Estrella Azul la trate con justicia. ¿Alguien me ha echado de menos?

—Sólo nosotros —respondió Cuervo.

Por todo el campamento, los gatos que no habían acudido a la Asamblea empezaron a despertar. Debían de haber captado el olor de la agresión y percibido la tensión en las voces de los recién llegados, pues todos corrieron al claro, con la cola bien erguida.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó un guerrero atigrado que se llamaba Viento Veloz.

—¡Estrella Rota ha exigido derechos de caza en nuestro territorio para el Clan de la Sombra! —contestó Rabo Largo, lo bastante alto para que todos lo oyeran.

—Y nos ha prevenido sobre una desertora que hará daño a nuestras crías —añadió Sauce—. ¡Debía de referirse a Fauces Amarillas!

Maullidos de furia y angustia se elevaron de la multitud.

—¡Silencio! —ordenó Estrella Azul, saltando a la Peña Alta.

Instintivamente, todos los gatos se colocaron delante de ella.

Un estridente chirrido hizo que giraran la cabeza hacia el árbol caído en que dormían los veteranos. Garra de Tigre y Cebrado habían arrancado brutalmente a Fauces Amarillas de su lecho y la llevaban a rastras. La gata chillaba furiosa, pero la arrastraron hasta el claro y la lanzaron delante de la Peña Alta. Zarpa de Fuego sintió que todos los músculos de su cuerpo se tensaban. Sin pensar, adoptó la posición de ataque, preparándose para saltar sobre los agresores de Fauces Amarillas.

—Espera, Zarpa de Fuego —le susurró Zarpa Gris—. Deja que Estrella Azul se encargue de esto.

—¿Qué ocurre? —exigió saber la líder, bajando de la Peña Alta de un salto para fulminar con la mirada a sus guerreros—. Yo no he dado orden de atacar a nuestra prisionera.

Garra de Tigre y Cebrado soltaron instantáneamente a Fauces Amarillas, que se agazapó sobre el polvo, siseando y bufando.

Escarcha salió de la maternidad y se abrió paso hasta llegar a Estrella Azul.

—¡Hemos regresado a tiempo! —anunció jadeando—. ¡Los cachorros están a salvo!

—¡Por supuesto que lo están! —le espetó Estrella Azul.

Escarcha pareció desconcertada.

—Vas a expulsarla, ¿verdad, Estrella Azul? —maulló la reina, abriendo mucho los ojos azules.

—¿Expulsarla? —resopló Cebrado, sacando las uñas—. ¡Deberíamos matarla ahora mismo!

Estrella Azul clavó sus penetrantes ojos azules en la iracunda cara de Cebrado.

—Y ¿qué es lo que ha hecho Fauces Amarillas? —le preguntó con calma glacial.

—¡Tú estabas en la Asamblea, Estrella Azul! Estrella Rota ha dicho que ella… —empezó Cebrado.

—Estrella Rota sólo ha dicho que hay una desertora en algún lugar del bosque —maulló la líder con una voz peligrosamente tranquila—. No ha mencionado el nombre de Fauces Amarillas. Los cachorros están sanos y salvos. Mientras Fauces Amarillas permanezca en mi clan, no sufrirá ningún daño.

Sus palabras fueron recibidas con silencio, y Zarpa de Fuego soltó un suspiro de alivio.

Fauces Amarillas levantó la vista hacia la líder y entrecerró los ojos respetuosamente.

—Si lo deseas, Estrella Azul, me marcharé ahora mismo —dijo.

—No es necesario. No has hecho nada malo. Aquí estarás segura. —Luego dirigió la mirada a los gatos que rodeaban a Fauces Amarillas y maulló—: Es hora de que hablemos de la verdadera amenaza para nuestro clan: Estrella Rota. Ya habíamos empezado a prepararnos para un ataque del Clan de la Sombra. Continuaremos con los preparativos, y patrullaremos las fronteras más a menudo. El Clan del Viento ha desaparecido. El del Río ha concedido derechos de caza a los guerreros del de la Sombra. Así pues, nos encontramos solos contra Estrella Rota.

Un murmullo de desafío recorrió los gatos, y Zarpa de Fuego sintió un hormigueo de anticipación.

—Entonces, ¿no vamos a acceder a las exigencias de Estrella Rota? —preguntó Garra de Tigre.

—Los clanes jamás han compartido derechos de caza —contestó Estrella Azul—. Siempre se las han arreglado para hallar sustento en sus propios territorios. No hay ninguna razón para que eso deba cambiar.

Garra de Tigre asintió.

—Pero ¿podemos defendernos solos contra un ataque del Clan de la Sombra? —inquirió Orejitas con voz trémula—. ¡El Clan del Viento no lo ha logrado! ¡El Clan del Río ni siquiera va a intentarlo!

Estrella Azul miró fijamente al veterano.

—Pues nosotros sí tendremos que intentarlo. No vamos a ceder nuestro territorio sin pelear.

Todos los gatos del claro coincidieron asintiendo con la cabeza.

—Mañana iré a la Piedra Lunar —anunció la líder—. Los guerreros del Clan Estelar me darán la fuerza que preciso para liderar el Clan del Trueno en estos momentos oscuros. Todos debéis descansar un poco. Tenemos mucho que hacer cuando llegue la luz del día. Ahora deseo hablar con Corazón de León.

Sin una palabra más, Estrella Azul se volvió y se dirigió a su guarida.

Zarpa de Fuego advirtió la admiración que reflejaron los ojos de algunos ante la mención de la Piedra Lunar. Los gatos se reunieron apresuradamente en grupos, murmurando con voces agitadas.

—¿Qué es la Piedra Lunar? —le preguntó a Zarpa Gris.

—Una roca situada bajo tierra, que reluce en la oscuridad —susurró su amigo con temor y respeto—. Todos los líderes de los clanes tienen que pasar una noche en la Piedra Lunar cuando son elegidos. Allí, los espíritus del Clan Estelar comparten con ellos.

—¿Qué comparten?

Zarpa Gris frunció el entrecejo.

—No lo sé —admitió—. Sólo sé que los nuevos líderes deben dormir cerca de la piedra, y mientras duermen tienen sueños especiales. Después se les concede el don de nueve vidas y adoptan un nombre compuesto con «Estrella».

Zarpa de Fuego observó cómo Fauces Amarillas se marchaba cojeando hacia su lecho. Parecía que el duro trato de Garra de Tigre había agravado su vieja herida. Mientras se encaminaba hacia la guarida de los aprendices, Zarpa de Fuego decidió que por la mañana le pediría más semillas de adormidera a Jaspeada.

—Bueno, ¿qué ha pasado? —preguntó Polvoroso sacando la cabeza de su guarida. Con sus ansias de saberlo todo sobre la Asamblea, parecía haber olvidado su resentimiento por el nuevo aprendiz.

—Pues lo que ha contado Rabo Largo. Estrella Rota ha exigido derechos de caza… —empezó Zarpa Gris.

Polvoroso y Arenisca se sentaron a escuchar, pero Zarpa de Fuego estaba observando el campamento. Vio las siluetas de Estrella Azul y Corazón de León, sentados muy juntos ante la guarida de la líder, hablando acaloradamente.

Luego reparó en la pequeña forma de Cuervo en la entrada del dormitorio de los guerreros. Garra de Tigre estaba con él. Zarpa de Fuego vio que su amigo agachaba las orejas y se encogía ante las feroces palabras de su mentor. El guerrero se alzaba sobre él, con el doble de su tamaño, y sus ojos y dientes relucían en la oscuridad. ¿Qué estaría diciéndole a Cuervo? Zarpa de Fuego estaba a punto de acercarse sigilosamente cuando Cuervo dio media vuelta y cruzó el claro corriendo.

Zarpa de Fuego lo saludó cuando llegó al dormitorio de los aprendices, pero su amigo no pareció reparar en él. En vez de eso, entró en la guarida sin pronunciar palabra. El joven aprendiz se disponía a seguirlo cuando vio que se acercaba Corazón de León.

—Bueno —maulló el lugarteniente del Clan del Trueno, dirigiéndose a los aprendices—. Parece que Zarpa de Fuego, Zarpa Gris y Cuervo están a punto de alcanzar una nueva etapa en su aprendizaje.

—¿De qué se trata? —preguntó Zarpa Gris, ilusionado.

—¡Estrella Azul desea que la acompañéis en su viaje a la Piedra Lunar! —A Corazón de León no se le escapó la decepción de Polvoroso y Arenisca, así que se apresuró a añadir—: No os preocupéis vosotros dos; haréis el viaje pronto. De momento, el Clan del Trueno necesita vuestra fuerza y destreza en el campamento. Yo también me quedaré aquí.

Zarpa de Fuego miró más allá de Corazón de León, hacia su líder. Estrella Azul estaba yendo de un grupo de guerreros a otro, dando instrucciones a cada uno. El aprendiz se preguntó por qué lo habría elegido a él para aquel viaje.

—Estrella Azul quiere que ahora descanséis —continuó Corazón de León—. Pero primero id a ver a Jaspeada para recoger las hierbas que vais a necesitar en esta expedición. Es un largo camino. Necesitaréis algo que os dé vigor y calme vuestro apetito. Habrá poco tiempo para cazar.

Zarpa Gris asintió, y Zarpa de Fuego apartó sus ojos de Estrella Azul y asintió también.

—¿Dónde está Cuervo? —preguntó el guerrero.

—Ya está acostado —respondió Zarpa de Fuego.

—Bien. Dejadlo dormir. Podéis recoger sus hierbas por él. Descansad bien. Partiréis al amanecer.

Luego sacudió la cola y se encaminó de nuevo a la guarida de Estrella Azul.

—Bueno —maulló Arenisca—, entonces será mejor que vayáis a ver a Jaspeada.

Zarpa de Fuego esperaba notar amargura en su voz, pero no fue así. Aquél no era momento para envidias. Todos parecían estar unidos contra la amenaza del Clan de la Sombra.

Zarpa de Fuego y Zarpa Gris fueron deprisa a la guarida de Jaspeada. El túnel de helechos estaba oscuro. Ni siquiera la luz de la luna llena atravesaba aquélla densa cubierta.

Jaspeada parecía estar esperándolos cuando llegaron al claro iluminado.

—Habéis venido por unas hierbas para el viaje —maulló la curandera.

—Sí, por favor —respondió Zarpa de Fuego—. Y creo que Fauces Amarillas necesita más semillas de adormidera. Me da la impresión de que estaba resintiéndose de sus heridas.

—Le llevaré un poco cuando os hayáis ido. Y vuestras hierbas están preparadas. —Jaspeada señaló unos paquetes cuidadosamente envueltos en hojas—. Aquí hay bastante para los tres. La hierba verde oscuro mitigará las punzadas de hambre durante el trayecto. La otra os proporcionará vigor. Coméoslas justo antes de partir. No están tan buenas como la carne fresca, pero el sabor no dura mucho.

—Gracias, Jaspeada —maulló Zarpa de Fuego.

Se inclinó para tomar uno de los paquetes. Al bajar la cabeza, Jaspeada le frotó suavemente la mejilla con la nariz. El aprendiz aspiró su dulce aroma y le dio las gracias ronroneando.

Zarpa Gris recogió los otros paquetes, y los dos amigos se volvieron para cruzar de nuevo el túnel.

—¡Buena suerte! —les deseó Jaspeada—. Y buen viaje.

Llegaron a la entrada de su guarida y soltaron los paquetes.

—Bueno, ¡sólo espero que estas hierbas no tengan un sabor demasiado asqueroso! —masculló Zarpa Gris.

—El camino a la Piedra Lunar debe de ser muy largo, pues es la primera vez que nos dan hierbas. ¿Sabes dónde está?

—Más allá del territorio de los clanes, en un lugar llamado Rocas Altas. Se encuentra bajo tierra, muy profundamente, en una cueva a la que llamamos Boca Materna.

—¿Has estado allí alguna vez? —Zarpa de Fuego estaba impresionado con que su amigo supiera tanto de aquel misterioso sitio.

—No, pero todos los aprendices deben viajar hasta allí antes de convertirse en guerreros.

La idea de convertirse en guerrero hizo que a Zarpa de Fuego le brillaran los ojos de emoción, y no pudo evitar erguirse un poco.

—No te hagas tantas ilusiones. Aún tenemos que finalizar el entrenamiento —le advirtió Zarpa Gris, como si le hubiera leído el pensamiento.

Zarpa de Fuego miró a través del dosel de hojas, hacia las estrellas que centelleaban en lo alto, en el cielo negro. La hora de la luna alta había pasado.

—Deberíamos dormir un poco —maulló.

Pero no creía que fuese capaz de dormir; la aventura de la mañana siguiente le daba vueltas en la cabeza. Había asistido a la Asamblea, iba a ir a la Piedra Lunar… ¡qué lejana le parecía ahora su vida de gato doméstico!