—¿Dónde? ¿Cuántos guerreros? —quiso saber Corazón de Fuego.
—Por ahí. —Fronde señaló con la cola hacia lo más profundo del bosque—. No sé cuántos. Se mueven con sigilo a través de la maleza.
—De acuerdo. —Pensó deprisa, procurando pasar por alto los fuertes latidos de su corazón—. Regresa al campamento y avisa a Estrella Azul y Garra de Tigre. Necesitamos unos cuantos guerreros aquí fuera de inmediato.
—Sí, Corazón de Fuego. —El aprendiz dio media vuelta y bajó el barranco como un rayo.
En cuanto Fronde se marchó, el joven guerrero se dirigió hacia el bosque, andando con renovada cautela bajo los helechos arqueados. Al principio todo le pareció tranquilo, aunque no tardó en captar el apestoso olor de muchos intrusos: el olor del Clan del Viento y el Clan de la Sombra.
En algún punto cercano, un pájaro lanzó una entrecortada llamada de alarma. Corazón de Fuego se escondió detrás de un árbol. Seguía sin ver nada, pero notaba un hormigueo, a la expectativa.
Tensó los cuartos traseros y saltó a un árbol, por el que trepó hasta una rama baja. Se quedó allí agazapado, mirando hacia abajo a través de las hojas. El suelo del bosque parecía desierto, sin siquiera una abeja zumbando. Entonces captó el temblor de un helecho; un destello blanco que desapareció enseguida. Al cabo de unos momentos, una cabeza asomó entre la vegetación que crecía bajo el árbol. Corazón de Fuego reconoció a Estrella Nocturna.
El líder del Clan de la Sombra soltó un maullido quedo:
—¡Seguidme!
Emergió de entre los helechos y cruzó corriendo una extensión de campo abierto. Una banda de gatos apareció tras él. Corazón de Fuego se puso cada vez más tenso al ver cuántos eran. Guerreros de los clanes del Viento y de la Sombra se encaminaban juntos hacia el campamento. Corazón de Fuego vio a Estrella Alta y Rescoldo, Rengo y Rabón, Patas Mojadas y Bigotes, corriendo uno al lado del otro como si fueran compañeros de camada.
No hacía mucho tiempo, esos mismos gatos habían peleado entre sí en el campamento nevado del Clan del Viento. Ahora estaban unidos en su odio a Cola Rota y al Clan del Trueno por haberle dado cobijo.
Corazón de Fuego sabía que tendría que luchar contra ellos. Incluso aunque consideraba amigos a los guerreros del Clan del Viento, tendría que apoyar a su líder y a su propio clan.
Mientras se preparaba para saltar, oyó un furioso maullido procedente del campamento y reconoció la voz de Garra de Tigre. Pese a la desconfianza que le inspiraba el lugarteniente, Corazón de Fuego no pudo evitar sentirse aliviado. En esos instantes, el Clan del Trueno necesitaba toda la valentía feroz y las habilidades de combate de Garra de Tigre.
Bajó apresuradamente del árbol y fue hacia la batalla, sin intentar ocultarse ya de los invasores. Al salir de entre los árboles, vio que el espacio abierto que había en lo alto del barranco estaba cubierto por una masa de gatos que se retorcían bufando. Garra de Tigre y Estrella Nocturna se enfrentaban con furiosos zarpazos. Cebrado había inmovilizado a un guerrero del Clan del Viento. Musaraña se abalanzó, chillando de rabia, sobre Rescoldo. Flor Matinal, una reina del Clan del Viento, clavó las garras en el costado de Rabo Largo, que se precipitó aullando barranco abajo.
Corazón de Fuego saltó hacia Flor Matinal, con la ira latiéndole en las venas. No pudo evitar recordar cómo había ayudado a esa misma reina a cargar con uno de sus cachorros en el viaje de regreso al campamento del Clan del Viento, después de que Estrella Rota los expulsara de su hogar. La gata dio media vuelta cuando Corazón de Fuego aterrizó a su lado, y retrocedió un poco como si estuviera a punto de propinarle un zarpazo. Ambos gatos se quedaron mirándose fijamente. Flor Matinal tenía los ojos llenos de pena, y Corazón de Fuego vio que ella también recordaba todo lo que habían pasado juntos. Se sintió incapaz de atacarla, y al cabo de un instante la reina se alejó de él y desapareció en la agitada masa de gatos.
Antes de que Corazón de Fuego pudiera tomar aire, un gato lo embistió por detrás, derribándolo en el suelo húmedo. Pataleó en vano para ponerse en pie. Al doblar el cuello, se encontró con la feroz mirada de Rabón. Un segundo después, el guerrero del Clan de la Sombra le clavó los colmillos en el bíceps. Gritando de dolor, Corazón de Fuego le golpeó la barriga con las patas traseras, arrancándole mechones de pelo atigrado. La sangre de Rabón le salpicó cuando éste retrocedió gritando de dolor y se fue.
Corazón de Fuego se levantó a duras penas y miró alrededor resollando. Lo más encarnizado de la batalla se había desplazado al fondo del barranco. Los gatos enemigos estaban avanzando, decididos a invadir el campamento. Superaban en número a los guerreros del Clan del Trueno, que eran incapaces de mantenerlos a raya. ¿Y dónde estaba Estrella Azul?
Entonces la vio. Junto con Tormenta Blanca y Manto Polvoroso, estaba en posición de ataque en la boca del túnel de aulagas, lista para impedir la entrada con su vida. Bigotes y Patas Mojadas ya habían cruzado la línea defensiva de Garra de Tigre, y mientras Corazón de Fuego observaba la escena horrorizado, Patas Mojadas se abalanzó contra la líder.
El joven guerrero corrió por lo alto del barranco. De todo el Clan del Trueno, sólo Fauces Amarillas y él sabían que Estrella Azul se hallaba en la última de sus nueve vidas. Si ella moría en esa batalla, el Clan del Trueno se quedaría sin líder… o peor: se quedaría bajo el control de Garra de Tigre.
Cuando estaba por encima de la entrada del túnel, se lanzó pendiente abajo sin tocar apenas las rocas, traicioneramente empinadas, para aterrizar patinando en el centro del combate. Mordió a Patas Mojadas en el cuello para separarlo de Estrella Azul. La líder arañó al atigrado gris hasta que éste se apartó trastabillando y huyó.
Una oleada de gatos en plena pelea llegó hasta Corazón de Fuego y los demás que estaban junto al túnel de aulagas. El joven mordió y arañó instintivamente sin saber contra quién luchaba. Unas zarpas afiladas le hirieron la frente y la sangre empezó a gotearle sobre los ojos. Jadeó, sintiendo que estaba a punto de ahogarse con el fétido olor de sus enemigos.
Entonces oyó que Estrella Azul le alertaba al oído:
—¡Están atravesando el muro! ¡Atrás! ¡Defended el campamento!
El joven guerrero intentó mantenerse en pie cuando los invasores llevaron la batalla hasta el mismo túnel. La aulaga se le clavaba en el pelo como zarpas enemigas. Allí era imposible luchar, de modo que avanzó hasta el campamento.
En el claro, Sauce, Viento Veloz y Tormenta de Arena se habían apresurado a guardar la maternidad, preparados para proteger a las reinas y sus cachorros. Rabo Largo, lamiéndose deprisa las heridas, se hallaba ante el refugio de Cola Rota junto con Fronde. Entre las ramas del árbol caído, Corazón de Fuego pudo entrever el pelaje atigrado oscuro y los ojos ciegos del antiguo líder del Clan de la Sombra. No pudo evitar sentir una punzada de frustración al pensar que los estaban atacando a causa de aquel gato cruel y asesino.
Estrella Nocturna y Bigotes fueron los primeros en irrumpir por el túnel, y avanzaron por el espacio abierto en dirección al refugio de Cola Rota. Estrella Alta se abrió paso por el espinoso seto y se les unió. Los siguieron más intrusos.
—¡Detenedlos! —maulló Corazón de Fuego, llamando a los guerreros de su clan mientras corría por el claro—. ¡Quieren a Cola Rota!
Se lanzó sobre Estrella Nocturna, al que hizo rodar por el suelo polvoriento, preguntándose cuántos gatos del Clan del Trueno querrían defender realmente al antiguo líder del Clan de la Sombra. Sin duda, a muchos de ellos les encantaría entregarlo a los otros clanes. Pero Corazón de Fuego también estaba seguro de que todos mantendrían su lealtad; sintieran lo que sintiesen en lo más hondo, lucharían por el Clan del Trueno.
Inmovilizó a Estrella Nocturna, clavándole los colmillos en el huesudo omóplato. El líder del Clan de la Sombra se revolvió y consiguió levantarse. Corazón de Fuego perdió el equilibrio, y de repente descubrió que estaba atrapado: aunque era viejo, Estrella Nocturna seguía siendo ferozmente fuerte.
El líder le enseñó los dientes con ojos brillantes. De repente retrocedió y dejó libre a Corazón de Fuego. Tras enjugarse la sangre de los ojos, el joven guerrero vio que Fronde había saltado sobre el líder del Clan de la Sombra y estaba aferrado a su lomo con las cuatro zarpas. Estrella Nocturna intentó zafarse en vano, y entonces rodó por el suelo para aplastar al aprendiz. Éste soltó un maullido furioso.
Corazón de Fuego atacó a Estrella Nocturna con las uñas desenvainadas, pero Estrella Alta se interpuso entre ambos con la intención de llegar al refugio de Cola Rota. Corazón de Fuego notó que lo forzaban a apartarse.
Entonces apareció Garra de Tigre. El enorme lugarteniente sangraba por varias heridas y tenía el pelo pegoteado de barro, pero sus ojos ámbar seguían ardiendo con el fuego de la batalla. Golpeó a Estrella Alta con una de sus patazas, derribándolo y haciendo que se alejara de allí.
Llegaron más gatos del Clan del Trueno: Tormenta Blanca, Musaraña, Viento Veloz y la propia Estrella Azul. El signo del combate cambió. Los intrusos empezaron a batirse en retirada, huyendo por el túnel y los huecos entre los helechos que rodeaban el claro. Jadeante, Corazón de Fuego se quedó mirando cómo Bigotes desaparecía a la zaga de los intrusos que huían. La batalla había terminado.
Cola Rota estaba encogido en su refugio, con la cabeza inclinada, mirando el suelo sin verlo. No había emitido ni un sonido durante el combate. Corazón de Fuego se preguntó si sabría siquiera cuánto había arriesgado su clan de adopción por él.
Cerca, Fronde se levantó penosamente. Del bíceps le colgaba un jirón de piel desgarrada y tenía el pelo manchado de tierra y sangre, pero sus ojos centelleaban.
—Bien hecho —maulló Corazón de Fuego—. Has luchado como un guerrero.
Los ojos del aprendiz brillaron todavía más.
Mientras tanto, los maltrechos gatos del Clan del Trueno se estaban congregando alrededor de su líder. Estaban todos embarrados y ensangrentados, y parecían tan agotados como se sentía Corazón de Fuego. Al principio guardaron silencio, con la cabeza gacha. El joven guerrero no percibió ninguna sensación de triunfo en su victoria.
—¡Tú nos has traído esto! —Fue Cebrado quien habló, encarándose con Estrella Azul—. Tú decidiste que acogiéramos a Cola Rota aquí, y ahora nos hemos dejado la piel para defenderlo. ¿Cuánto falta para que uno de nosotros termine muriendo por su culpa?
Estrella Azul pareció angustiada.
—Nunca creí que fuera a ser fácil, Cebrado. Pero debemos hacer lo que consideramos correcto.
Cebrado resopló con desdén.
—¿Por Cola Rota? Por un par de ratones, ¡yo mismo acabaría con su vida!
Otros guerreros le dieron la razón entre maullidos.
—Cebrado. —Garra de Tigre se abrió paso a través de los gatos reunidos para situarse junto a Estrella Azul, que de repente pareció vieja y frágil al lado del enorme atigrado oscuro—. Te recuerdo que estás hablando con tu líder. Muestra un poco de respeto.
Cebrado los miró a ambos lleno de rabia, pero al final bajó la cabeza. Garra de Tigre paseó la mirada ámbar por los demás gatos.
—Corazón de Fuego, ve a buscar a Fauces Amarillas —pidió Estrella Azul.
El joven guerrero fue hacia la guarida de la curandera, y descubrió que ésta ya estaba recorriendo el claro penosamente, seguida de cerca por Carbonilla. Las dos gatas se pusieron a examinar las heridas de los guerreros para ver quiénes necesitaban tratamiento con más urgencia. Mientras Corazón de Fuego aguardaba su turno, vio que otro gato aparecía por la entrada del campamento. Era Látigo Gris. Tenía el pelaje lustroso e intacto, y en la boca un par de presas.
Antes de que Corazón de Fuego pudiera moverse, Garra de Tigre se separó de Carbonilla y corrió al encuentro de Látigo Gris en el centro del claro.
—¿Dónde has estado? —quiso saber.
El guerrero gris pareció desconcertado. Dejó las presas en el suelo y maulló:
—Cazando. ¿Qué demonios ha pasado aquí?
—¿A ti qué te parece? —gruñó el lugarteniente—. El Clan del Viento y el de la Sombra nos han atacado para llevarse a Cola Rota. Necesitábamos a todos nuestros guerreros, pero por lo visto tú no estabas aquí. ¿Dónde estabas?
«Con Corriente Plateada», respondió Corazón de Fuego para sí. Dio gracias al Clan Estelar por que Látigo Gris hubiera regresado al menos con carne fresca; ésa era una buena razón para haber estado lejos del campamento.
—Bueno, ¿y cómo iba a saber yo lo que estaba ocurriendo? —protestó Látigo Gris, empezando a parecer irritado—. ¿O es que tengo que pedirte permiso antes de salir del campamento?
Corazón de Fuego se estremeció. Su amigo debería saber que no era buena idea provocar a Garra de Tigre, pero quizá la culpabilidad lo estaba volviendo temerario.
El lugarteniente soltó un gruñido gutural.
—Pues sales demasiado a menudo del campamento… tú y Corazón de Fuego.
—¡Un momento! —terció Corazón—. Yo he estado aquí durante el ataque. Y no es culpa de Látigo Gris si él no estaba.
Garra de Tigre posó su fría mirada sobre el guerrero gris y luego sobre Corazón de Fuego.
—Sólo os diré una cosa: tened cuidado —bufó—. No os quito la vista de encima… a ninguno de los dos. —Dio media vuelta y regresó junto a Carbonilla.
—Y a mí qué me importa —masculló Látigo Gris.
Mientras él llevaba su caza al montón de carne fresca, Corazón de Fuego se acercó cojeando a las curanderas para que examinaran sus heridas.
—¡Uf! —exclamó Fauces Amarillas al pasar sus expertos ojos sobre el joven—. Si te hubieran arrancado más pelo, parecerías una anguila. Pero ninguna herida es profunda. Sobrevivirás.
Carbonilla llegó con una bola de telaraña, que presionó sobre el zarpazo que Corazón de Fuego tenía sobre el ojo. Le tocó la nariz con la suya delicadamente.
—Has sido muy valiente, Corazón de Fuego —le susurró.
—Pues no creas… —repuso él con una súbita timidez—. Todos hemos hecho lo que teníamos que hacer.
—Pero no es fácil —intervino Fauces Amarillas—. He participado en muchas batallas y lo sé. Estrella Azul —añadió, volviéndose hacia la líder para mirarla de frente—, gracias. Para mí, significa mucho que hayas arriesgado la integridad de tu clan por proteger a Cola Rota.
Estrella Azul negó con la cabeza.
—No tienes por qué agradecérmelo. Es una cuestión de honor. A pesar de lo que Cola Rota ha hecho, ahora merece nuestra compasión.
La vieja curandera inclinó la cabeza. En voz muy baja, de modo que sólo Estrella Azul y Corazón de Fuego pudieron oírla, maulló:
—Cola Rota ha puesto en un gran peligro a mi clan de adopción, y eso lo lamento mucho.
Estrella Azul se le acercó y le dio un lametón reconfortante. Durante un momento, la expresión de sus ojos fue la de una madre tranquilizando a un cachorro asustado. Corazón de Fuego vio mentalmente a su líder atravesando el bosque la noche de la Asamblea, y cómo la luz de la luna resplandecía plateada sobre tres pelajes grises: los de Estrella Azul, Vaharina y Pedrizo.
Corazón de Fuego soltó un grito ahogado. ¿Era eso lo que había visto realmente? Tres gatos tan idénticos que no podían ser otra cosa que familia. Vaharina y Pedrizo eran hermanos, lo sabía… y Tabora le había contado que de pequeños tenían el olor del Clan del Trueno.
¿Sería posible que los cachorros de Estrella Azul no hubieran muerto hacía muchas lunas? ¿Sería posible que Vaharina y Pedrizo fueran los cachorros perdidos de la líder del Clan del Trueno?