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18

El sol empezó a ponerse por tercera vez desde que Corazón de Fuego había estado a punto de ahogarse. Se estaba lavando delante de su guarida, pasándose la lengua con energía por el pelo. Aún le parecía notar el sabor del agua lodosa. Al doblar el cuello para lavarse el lomo, oyó unos pasos que se aproximaban; al levantar la mirada, se encontró a Garra de Tigre plantado ante él.

—Estrella Azul quiere que vayas a la Asamblea —gruñó el lugarteniente—. Reúnete con ella frente a su guarida… y tráete a Látigo Gris y Tormenta de Arena. —Se alejó a grandes zancadas antes de que Corazón de Fuego pudiera contestar.

El joven se puso en pie y se estiró. Mirando alrededor, descubrió a Látigo Gris y Tormenta de Arena comiendo junto al macizo de ortigas, y corrió hacia ellos.

—Estrella Azul nos ha escogido para asistir a la Asamblea —anunció.

Tormenta de Arena se terminó el mirlo que estaba comiendo y se relamió.

—Pero ¿es que podemos ir a la Asamblea? —maulló perpleja—. Pensaba que era imposible cruzar el arroyo.

—Estrella Azul dijo que el Clan Estelar se enfurecería si no lo intentábamos —contestó Corazón de Fuego—. Quiere hablar con nosotros… quizá tenga un plan.

Látigo Gris habló con la boca llena de campañol:

—Sólo espero que no pretenda hacernos nadar.

Pese a sus palabras, sus ojos relucieron de ilusión mientras engullía el resto de la presa y se levantaba. Corazón de Fuego sabía que estaría deseando ver a Corriente Plateada, y se preguntó si la pareja habría conseguido verse desde que Látigo Gris y él fueron sorprendidos cruzando el río tras su desafortunada misión de caza para el Clan del Río.

Corazón de Fuego pensó en los cachorros de Corriente Plateada y se preguntó cómo soportaría Látigo Gris verlos crecer en otro clan. ¿Podría la gata contarles alguna vez que su padre era un guerrero del Clan del Trueno? Apartó esas cuestiones de su mente mientras atravesaba el claro con sus amigos hacia la Peña Alta. La líder estaba sentada delante de su guarida, con Tormenta Blanca, Musaraña y Sauce ya a su lado. Al cabo de un momento se les unieron Garra de Tigre y Cebrado.

—Como sabéis, esta noche hay luna llena —empezó Estrella Azul cuando todos los gatos se reunieron en torno a ella—. Será difícil llegar hasta los Cuatro Árboles, pero el Clan Estelar esperará que hagamos lo posible por hallar una ruta seca. Por eso sólo he escogido guerreros; la caminata no será apta para veteranos, aprendices ni reinas embarazadas. Cebrado, esta mañana has dirigido una patrulla para inspeccionar el arroyo. Cuéntanos qué te has encontrado.

—El agua está empezando a bajar —maulló el gato—, pero muy lentamente. Hemos patrullado hasta el Sendero Atronador, y no hay ningún sitio por donde un gato pueda cruzar sin tener que nadar.

—Allá arriba el arroyo es mucho más estrecho —intervino Sauce—. ¿No se puede cruzar saltando?

—Tal vez, si te crecen alas —replicó Cebrado—. Si sólo cuentas con tus propias patas…

—Pero ése será el mejor sitio donde probar —repuso Tormenta Blanca.

Estrella Azul asintió.

—Empezaremos por allí —decidió—. Quizá el Clan Estelar nos guíe a un lugar seguro.

Se puso en pie y precedió a sus gatos silenciosamente fuera del campamento.

El sol ya se había puesto y el crepúsculo difuminaba las formas del bosque. Una lechuza ululó en la distancia, y entre la maleza se oía el sonido de presas, pero los guerreros estaban demasiado concentrados en su expedición para cazar. Estrella Azul los llevó directamente entre los árboles hasta donde brotaba el arroyo: un túnel de dura piedra que pasaba por debajo del Sendero Atronador. Su ruta habitual hasta los Cuatro Árboles no se acercaba tanto al Sendero Atronador, y Corazón de Fuego se preguntó qué estaría planeando hacer su líder. Cuando alcanzaron el túnel, vio que el agua desbordada se extendía de un extremo al otro, reflejando la débil luz de la luna que empezaba a salir. El agua también cubría el Sendero Atronador; mientras los gatos contemplaban la escena, un monstruo pasó ante ellos, moviéndose muy despacio y levantando una ola de agua sucia con sus patas negras y redondas.

Una vez que el monstruo desapareció en la distancia, Estrella Azul guió a sus gatos hasta el borde del agua sobre la dura superficie del Sendero Atronador. Olfateó el agua, arrugando la nariz por el hedor, y metió una pata en el líquido con cuidado.

—Aquí no es muy profundo —maulló—. Podemos andar por el Sendero Atronador hasta que alcancemos el otro extremo del arroyo, y luego llegar hasta los Cuatro Árboles bordeando la frontera del Clan de la Sombra.

¡Andar por el Sendero Atronador! Corazón de Fuego notó un picor de miedo ante la idea de seguir deliberadamente las huellas de los monstruos. El accidente de Carbonilla le había enseñado lo que podían hacerle a un gato, y eso que ella sólo estaba en el arcén.

—¿Y si aparece otro monstruo? —preguntó Látigo Gris, dando voz a los temores de Corazón de Fuego.

—Nos mantendremos en el borde —contestó Estrella Azul con calma—. Ya habéis visto lo despacio que se movía ese monstruo. A lo mejor a ellos tampoco les gusta mojarse las patas.

Corazón de Fuego vio que Látigo Gris seguía dubitativo. Él compartía las inquietudes de su amigo, pero no servía de nada continuar protestando. Garra de Tigre los tacharía de cobardes.

—¡Estrella Azul, espera! —llamó Tormenta Blanca cuando la líder empezó a vadear la inundación—. ¿Recuerdas lo bajo que es nuestro territorio al otro lado del arroyo? No puedo evitar pensar que también estará anegado. No creo que consigamos llegar a los Cuatro Árboles sin entrar en el territorio del Clan de la Sombra, que está más alto.

Cerca de Corazón de Fuego un gato bufó levemente; el joven guerrero sintió otra punzada de miedo. ¿Un grupo de guerreros atravesando la frontera de un clan contra el que habían luchado hacía poco? Si una patrulla los sorprendía, lo consideraría una invasión.

Estrella Azul se detuvo con el agua lamiéndole las patas y se volvió hacia Tormenta Blanca.

—Es posible —admitió—. Pero tendremos que arriesgarnos si ése es el único camino.

Se puso de nuevo en movimiento, sin dar tiempo a sus gatos a protestar. No había nada que hacer excepto seguirla. Corazón de Fuego chapoteó por el borde del Sendero Atronador justo detrás de Tormenta Blanca. Garra de Tigre se quedó en la retaguardia para vigilar si se acercaba algún monstruo.

Al principio todo estaba en calma, excepto por un monstruo que se desplazó en sentido contrario por el otro lado del Sendero Atronador. Luego Corazón de Fuego oyó el gruñido familiar y el chapoteo de un monstruo que se aproximaba.

—¡Cuidado! —gritó Garra de Tigre desde el final de la hilera.

Corazón de Fuego se quedó inmóvil, pegado al murete que delimitaba el Sendero Atronador al pasar sobre el arroyo. Cebrado se subió deprisa y se quedó allí agazapado, enseñándole los dientes al monstruo. Durante un momento, sus colores extraños y relucientes se reflejaron en la apestosa agua, que formó una ola y mojó a Corazón de Fuego hasta la barriga.

Luego desapareció, y el joven guerrero pudo volver a respirar.

Cuando alcanzaron el otro extremo del arroyo, Corazón de Fuego comprobó que Tormenta Blanca tenía razón. La tierra baja del lado del Clan del Trueno estaba anegada. No había nada que hacer excepto continuar por el borde del Sendero Atronador hasta que la tierra se elevaba; allí estaba lo bastante seco como para caminar.

Agradecido por dejar atrás el doloroso y duro Sendero Atronador, Corazón de Fuego levantó la cabeza y abrió la boca. Un olor fuerte y fétido le llenó las glándulas olfativas… ¡el olor del Clan de la Sombra! Habían seguido el Sendero Atronador hasta dejar el territorio del Clan del Trueno, y ahora una franja de tierra se extendía entre ellos y la Asamblea de los Cuatro Árboles.

—No deberíamos estar aquí —murmuró Musaraña, preocupada.

Si Estrella Azul había oído el comentario, hizo como si nada; apretó el paso hasta que estuvieron corriendo sobre la hierba mojada. Allí había pocos árboles, y el césped bien recortado ofrecía poca protección a los gatos invasores. A Corazón de Fuego le latía el corazón con fuerza, y no sólo por la velocidad de la caminata. Si los gatos del Clan de la Sombra los encontraban allí, tendrían problemas, pero los Cuatro Árboles no estaban ya muy lejos y quizá tuvieran suerte.

Entonces Corazón de Fuego captó una sombra oscura que se deslizaba por delante de ellos, como intentando interceptar a Estrella Azul, a la cabeza de su patrulla. La siguieron más sombras, y un aullido furioso quebró la quietud de la noche.

Durante un segundo, Estrella Azul corrió más, como si pensara que podía dejar atrás a sus oponentes. Luego se detuvo. Sus guerreros la imitaron. Corazón de Fuego se detuvo jadeando. Las sombras se acercaron más, y el joven vio que eran guerreros del Clan de la Sombra encabezados por su líder, Estrella Nocturna.

—¡Estrella Azul! —resopló al detenerse ante la líder del Clan del Trueno—. ¿Por qué has traído a tus gatos al territorio del Clan de la Sombra?

—Con estas inundaciones, era el único camino para llegar hasta los Cuatro Árboles —contestó Estrella Azul en voz baja y firme—. No tenemos malas intenciones, Estrella Nocturna. Sabes que hay una tregua para la Asamblea.

Estrella Nocturna bufó, pegando las orejas al cráneo y erizando el pelo.

—La tregua se limita a los Cuatro Árboles —gruñó—. Aquí no hay ninguna tregua.

Instintivamente, Corazón de Fuego adoptó una postura defensiva. Los gatos del Clan de la Sombra —aprendices y veteranos además de guerreros— formaron silenciosamente un semicírculo alrededor del grupo del Clan del Trueno, más pequeño. Al igual que Estrella Nocturna, tenían el pelo erizado y sacudían la cola con furia. Sus hostiles miradas reflejaban la fría luz de la luna. Corazón de Fuego sabía que, si estallaba una pelea, el Clan del Trueno estaba en una inferioridad absoluta.

—Estrella Nocturna, lo lamento —maulló Estrella Azul—. Jamás nos habríamos internado en vuestro territorio sin una buena razón. Por favor, dejadnos pasar.

Sus palabras no sirvieron para apaciguar a los gatos del Clan de la Sombra. Su lugarteniente, Rescoldo, se situó junto a su líder, una figura desdibujada bajo la luz de la luna.

—Creo que han venido a espiar —gruñó Rescoldo quedamente.

—¿Espiar? —Garra de Tigre se abrió paso para colocarse al lado de Estrella Azul, y adelantó la cabeza hasta que su nariz quedó a un ratón de distancia de la de Rescoldo—. ¿Qué vamos a espiar aquí? No estamos ni medianamente cerca de vuestro campamento.

Rescoldo enseñó unos colmillos afilados como espinas.

—Danos la orden, Estrella Nocturna, y los haremos pedazos.

—Inténtalo si puedes —gruñó Garra de Tigre.

Durante unos segundos, Estrella Nocturna guardó silencio. Corazón de Fuego tenía los músculos en tensión. Musaraña le mostraba los dientes al guerrero más cercano del Clan de la Sombra, y los ojos dorados de Tormenta de Arena brillaban preparados para luchar.

—Quietos —gruñó por fin Estrella Nocturna a sus guerreros—. Los dejaremos pasar. Quiero a los gatos del Clan del Trueno en la Asamblea. —Aunque sus palabras eran amistosas, las pronunció con los dientes apretados.

Recelando de golpe, Corazón de Fuego le susurró a su amigo:

—¿Qué quiere decir con eso?

Látigo Gris se encogió de hombros.

—Ni idea. No hemos sabido nada del Clan de la Sombra desde que empezaron las inundaciones. ¿Quién sabe qué están tramando?

—Incluso os daremos escolta —añadió Estrella Nocturna, entornando los ojos—. No queremos que el Clan del Trueno se asuste por algún ratón malhumorado, ¿verdad?

Un murmullo de aprobación brotó de los guerreros del Clan de la Sombra. Se organizaron hasta rodear a los gatos del Clan del Trueno por todos los flancos. Con un leve gesto de la cabeza, Estrella Nocturna echó a andar junto a Estrella Azul. Los demás gatos los siguieron; la patrulla del Clan de la Sombra avanzaba al mismo ritmo que el Clan del Trueno.

El Clan del Trueno se encaminó a la Asamblea completamente rodeado de enemigos.

La luna ya estaba en lo más alto cuando Corazón de Fuego y los demás gatos del Clan del Trueno fueron pastoreados hasta la hondonada de los Cuatro Árboles. Una luz fría e intensa se derramaba sobre los miembros de los clanes del Río y del Viento que ya estaban congregados allí. Todos ellos se volvieron para mirar con curiosidad el grupo que bajaba la ladera. Corazón de Fuego sabía que él y el resto de su clan parecerían prisioneros. Avanzó a grandes zancadas y orgullosamente, con la cabeza y la cola bien altas, desafiando a cualquiera a decir que habían sido derrotados.

Para su alivio, los gatos del Clan de la Sombra se dispersaron entre las sombras en cuanto llegaron a la hondonada. Estrella Azul fue derecha a la Gran Roca con Garra de Tigre a su lado. Corazón de Fuego miró alrededor en busca de su amigo y descubrió que ya había desaparecido. Al cabo de un momento lo entrevió acercándose a Corriente Plateada, pero la atigrada estaba rodeada de otros gatos de su clan, y Látigo Gris sólo pudo revolotear por allí con expresión frustrada.

Corazón de Fuego reprimió un suspiro. Sabía cuánto deseaba su amigo volver a ver a Corriente Plateada, especialmente ahora que ella iba a tener cachorros, pero era muy arriesgado juntarse en una Asamblea, donde cualquier gato podía sorprenderlos.

—¿Qué te ocurre? —Musaraña le hizo dar un salto—. Parece que tienes algo entre ceja y ceja.

Corazón de Fuego se quedó mirando a la guerrera marrón.

—Yo… estaba pensando en lo que ha dicho Estrella Nocturna —improvisó rápidamente—. ¿Por qué ha dicho que quería a los gatos del Clan del Trueno aquí?

—Bueno, estoy segura de una cosa: no estaba siendo amable y servicial —intervino Tormenta de Arena, acercándose junto con Sauce. Se lamió una pata y se la pasó por la oreja—. Enseguida lo averiguaremos.

—Hay problemas a la vista —maulló Sauce por encima del hombro mientras iba a reunirse con un grupo de reinas del Clan del Viento—. Lo noto en las zarpas.

Más desasosegado que nunca, Corazón de Fuego se paseó por entre los árboles, escuchando disimuladamente a los gatos que lo rodeaban. La mayoría mantenían charlas inocentes, intercambiando noticias con los otros clanes, y no oyó nada sobre qué planeaba el Clan de la Sombra. No obstante, sí notó que todos sus miembros lo miraban con mala cara al pasar, todavía claramente hostiles. Y advirtió que algunos se volvían hacia la Gran Roca, como si estuvieran impacientes por que empezara la reunión.

Por fin, un maullido sonó desde lo alto de la roca, y el murmullo de los gatos asistentes se apagó. Corazón de Fuego encontró un lugar al borde de la hondonada, donde tenía buena vista de los cuatro líderes, cuyas siluetas negras se recortaban contra el cielo.

Tormenta de Arena se acomodó a su lado, sentándose sobre las patas.

—Allá vamos —maulló expectante.

Estrella Nocturna dio un paso adelante, con las patas rígidas por la furia contenida.

—¡Gatos de todos los clanes, escuchadme! —pidió—. Escuchadme y recordad. Hasta la última estación de la hoja verde, Estrella Rota era el líder del Clan de la Sombra. Él era…

Estrella Alta, líder del Clan del Viento, se adelantó para situarse junto a Estrella Nocturna.

—¿Por qué pronuncias ese odiado nombre? —gruñó. Sus ojos llamearon, y Corazón de Fuego supo que estaba recordando cómo Estrella Rota y sus guerreros habían echado al Clan del Viento de su territorio.

—Odiado, sí —coincidió Estrella Nocturna—. Y por buenas razones que tú conoces tan bien como cualquiera, Estrella Alta. Obligó a cachorros de su propio clan a participar en batallas demasiado pronto, lo que les costó la vida. Al final, era tan sanguinario que nosotros, su propio clan, lo expulsamos. ¿Y dónde está ahora? —La voz de Estrella Nocturna se transformó en un chillido—. ¿Se lo condenó a morir en el bosque o a rebuscar entre la basura de los Dos Patas? ¡Pues no! Porque hay gatos aquí que lo han aceptado. ¡Hay traidores al código guerrero y a cualquier gato del bosque!

Corazón de Fuego intercambió una mirada de inquietud con Tormenta de Arena. Sabía qué iba a ser lo siguiente, y Tormenta de Arena también, por la mirada de angustia que le devolvió.

—¡El Clan del Trueno! —bramó Estrella Nocturna—. ¡El Clan del Trueno está dando asilo a Estrella Rota!