Phil King, el recepcionista del motel Shell y Dune, no apartaba la vista del reloj. Su turno acababa a las diez y no veía la hora de marcharse. Había aprovechado todos los ratos libres en lo que llevaba de día para intentar arreglar una pelea que había tenido con su novia, y al final la había convencido para que quedara con él a tomar una copa tranquilamente en el bar del Impudent Oyster. Solo me quedan diez minutos, se dijo Phil con agitación al ver la hora.
Detrás del mostrador había un televisor pequeño que servía de compañía a quien tuviera que cubrir el turno de noche. Phil recordó que los Celtics jugaban contra los Nets en Boston y encendió el aparato, confiando en poder ver el marcador.
Lo que vio, en cambio, fue el comunicado de una noticia de última hora. La policía había confirmado que Kathy Frawley había sido vista aquella misma mañana en el cabo. Su raptora, Angie Ames, llevaba una furgoneta Chevy de color marrón oscuro, de doce años de antigüedad y con matrícula de Connecticut. El periodista también facilitó los datos de la matrícula.
Phil King no lo oyó. Se había quedado mirando la televisión, boquiabierto. Angie Ames, pensó. ¡Angie Ames! Con mano temblorosa descolgó el teléfono y marcó el número del servicio de emergencias.
Cuando la telefonista atendió su llamada, Phil le explicó a gritos:
—¡Angie Ames está alojada aquí! ¡Angie Ames está alojada aquí! No hace ni diez minutos que he visto su furgoneta saliendo del aparcamiento.