A bordo del avión todo el mundo permanecía en silencio, salvo por sus esfuerzos para mantener despierta a Kelly, que iba en brazos de Margaret. La pequeña estaba totalmente aletargada, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada sobre el corazón de su madre, y se mostraba cada vez menos receptiva a los estímulos externos.
Los agentes Carlson y Realto se encontraban en el avión con los Frawley. Tras contactar con la oficina del FBI en Boston sabían que sus compañeros de allí acudirían a la zona del cabo para hacerse cargo de la investigación. Un coche del FBI iría a recogerlos al aeropuerto para llevarlos a la jefatura de policía de Hyannis, donde se establecería el centro de mando de la búsqueda. Antes de subir al avión los dos agentes reconocieron tácitamente haber sido testigos de que Kelly se comunicaba con Kathy. Y a juzgar por el comportamiento de Kelly en aquellos momentos ambos pensaban que tal vez no llegaran a tiempo para salvar a la otra gemela.
En el avión viajaban ocho pasajeros. Carlson y Realto iban sentados uno al lado del otro, absortos ambos en sus propios pensamientos y disgustados por el hecho de que Clint Downes se les hubiera escapado por solo unas horas. Aunque Angie estuviera en el cabo esta mañana, lo más probable es que a estas horas esté con él en Maine, pensó Carlson. Tenía su lógica. Clint había pedido un mapa de Maine en la agencia de alquiler de coches, y Angie había crecido allí.
Realto, por su parte, analizaba mentalmente lo que haría si estuviera en el lugar de Clint y Angie. Me desharía de la furgoneta y del coche de alquiler, y también de la niña, concluyó. Con toda la policía del país en guardia para dar con ella, Kathy es un verdadero lastre.
Si al menos tuvieran la consideración de dejarla donde podamos encontrarla fácilmente.
Pero eso nos proporcionaría la ubicación exacta desde donde empezar a seguirles la pista, concluyó con pesar. Algo me dice que esa gente está demasiado desesperada o es demasiado perversa para tener consideración con nadie.