—Me temo que van a creer que soy una de esas personas que solo buscan salir en los periódicos —le confió Elsie Stone a su hija, con el teléfono en una mano y en la otra el Cape Cod Times. En la pantalla del televisor no hacían más que salir fotos de las gemelas Frawley—. La mujer me dijo que era un niño, pero yo estoy convencida de que era una niña. Y pongo a Dios por testigo de que esa niña era Kathy Frawley. Te lo juro, Suzie. La verdad es que llevaba una capucha puesta y solo se le veía algo de pelo de color castaño oscuro, pero al recordarlo he caído en la cuenta de que había algo raro en ese pelo, como si no fuera suyo de verdad. Ya sabes, como cuando a tío Ray se le ve que lo lleva mal teñido. Y cuando le pregunté cómo se llamaba me respondió que Kathy, pero luego vi que la mujer le ponía mala cara y la cría, que pareció asustarse mucho, dijo que se llamaba Stevie.
—Mamá —la interrumpió su hija—. ¿No serán imaginaciones tuyas? —Suzie miró a su marido y se encogió de hombros. Habían esperado a acostar a Debby para ponerse a cenar; ahora las chuletas de cordero se enfriaban en su plato mientras Vince, su marido, hacía un gesto como si se cortara el cuello con el pulgar, dándole a entender que dejara de hablar y colgara el teléfono.
Vince sentía verdadero aprecio por su suegra, lo que no le impedía pensar que Elsie tenía tendencia a «repetirse».
—No es que quiera hacer el ridículo, hija, pero suponte que…
—Mira, mamá, voy a decirte lo que puedes hacer y luego colgaré y me sentaré a la mesa antes de que a Vin le dé un infarto. Llama a la policía de Barnstable; cuéntales exactamente lo que me has contado a mí y déjalo en sus manos. Te quiero, mamá. Debby se lo ha pasado en grande hoy contigo, y las galletas que ha traído son una maravilla. Adiós, mamá.
Elsie Stone sostuvo el auricular en la mano mientras consideraba qué hacer. ¿Llamo al teléfono de colaboración ciudadana que ha dado la policía?, se preguntó. Seguro que en ese teléfono reciben un montón de llamadas de gente rara.
—Si no desea realizar ninguna llamada cuelgue, por favor. —El zumbido de la voz computerizada fue el catalizador que redobló la determinación de Elsie.
—Sí que deseo realizar una llamada —dijo antes de pulsar el botón de colgar y aguardar un instante para darle de nuevo al botón de descolgar y marcar el número de información.
Cuando otra voz computerizada la preguntó la ciudad y el estado desde el que telefoneaba, Elsie se apresuró a contestar:
—Barnstable, Massachussets…
—Barnstable, Massachusetts —repitió la voz maquinal—. Diga sí si es correcto.
Súbitamente consciente de la importancia de contactar con la persona indicada rápidamente en vista de que lo que tenía que decir guardaba relación con el caso Frawley, Elsie espetó:
—Sí, es correcto, ¿y se puede saber por qué tengo que perder el tiempo con usted?
—¿Particular o empresa? —quiso saber la voz computerizada.
—Jefatura de policía de Barnstable.
—Jefatura de policía de Barnstable. Diga sí si es correcto.
—Sí, sí, sí.
Tras una pausa la voz de una operadora humana le preguntó:
—¿Se trata de una emergencia, señora?
—Páseme con la comisaría.
—Ahora mismo.
—Comisaría de Barnstable, el sargento Schwartz al habla.
—Sargento, soy la señora Elsie Stone —dijo, dejando atrás la falta de seguridad en sí misma—. Trabajo de camarera en el McDonald's que hay cerca del centro comercial. Estoy casi segura de haber visto a Kathy Frawley esta mañana y ahora le explicaré por qué.
Elsie procedió a narrar al policía los hechos acontecidos aquella mañana.
En la comisaría se habían estado comentando las últimas noticias sobre el caso Frawley. Mientras el sargento Schwartz escuchaba ahora a Elsie Stone iba comparando su relato con la airada explicación de David Toomey de un robo inexistente en el motel Soundview.
—¿La niña dijo que se llamaba Kathy y luego rectificó y dijo que se llamaba Stevie? —repitió el sargento para confirmar la información.
—Así es. Y eso ha estado dándome vueltas en la cabeza todo el día, hasta que me he fijado bien en la foto que sale en el periódico de esas dos preciosidades y en la imagen que han puesto en la tele. Es la misma cara. Lo juro por lo más sagrado; era la misma cara, y me ha dicho que se llamaba Kathy. Solo espero que no me tome por una excéntrica.
—No, señora Stone. No la tomo por una excéntrica. Ahora mismo voy a llamar al FBI. No cuelgue, por favor. Puede que quieran hablar con usted.