Capítulo 79

Una vez en el aeropuerto de Logan, Clint fue directamente a la zona donde se hallaban las agencias de alquiler de coches. Plenamente consciente de que no podría alquilar un vehículo si Angie había excedido el límite de crédito de la tarjeta, Clint estudió con mucha atención las tarifas antes de elegir el servicio más económico y el coche más barato.

Un millón de dólares en metálico, pensó, y si la tarjeta de crédito no funciona tendré que robar un coche para llegar a la zona del cabo.

Pero funcionó.

—¿Tienen mapas de Maine? —le preguntó al empleado de la agencia.

—Los tiene ahí mismo.

El hombre señaló con gesto indiferente un estante con una colección de mapas. Clint cogió la copia del recibo del alquiler del coche y se acercó al expositor. Poniéndose de espaldas para evitar que el empleado pudiera verlo, cogió un mapa de Cabo Cod y se lo metió en la americana. Veinte minutos más tarde estaba embutido al volante de un compacto de gama inferior. Encendió la luz del techo y estudió el mapa. Estaba tan lejos como lo recordaba, a una hora y media desde Boston. En esta época del año no debería haber mucho tráfico, pensó.

Clint arrancó el coche.

Angie recordaba que él le había comentado que había estado en Cabo Cod. Ésta se queda con todo, pensó. Lo que no le conté era que había estado haciendo un trabajo con Lucas. Lucas trajo hasta aquí a un pez gordo, y tuvo que quedarse en un motel a esperarlo para llevarlo de vuelta, así que aprovechó la ocasión para inspeccionar la zona. Un par de meses más tarde vinimos los dos juntos y entramos a robar en una casa de Osterville, recordó Clint. El barrio era muy pijo, pero no sacamos tanto como Lucas esperaba. De hecho, por aquel trabajo me dio una miseria. Por eso esta vez le pedí que fuéramos a medias.

Clint salió del aeropuerto. Según el mapa, debía girar a la izquierda por el túnel Ted Williams y luego buscar las indicaciones a Cabo Cod. Si la cojo bien, la carretera 3 me lleva directamente al puente de Sagamore, pensó. Luego, según el mapa, tengo que coger la carretera central del cabo hasta la carretera 137, que me llevará a la carretera 28.

Le alegró ver que el tiempo en Boston estaba despejado. Le resultaría más fácil seguir las indicaciones de la carretera. Por otra parte, el tiempo despejado podría suponer un problema más tarde, pero no sería nada que no tuviera solución. Debería parar en alguna parte para llamar a Angie, se planteó. Así podría asegurarle con certeza que llegaría a eso de las nueve y media.

Una vez más la maldijo por llevarse todos los móviles.

Unos minutos después de salir del túnel vio una indicación a Cabo Cod.

Quizá esté bien que no lleve un móvil encima, pensó. Aunque está loca, Angie no es tonta. Le podría dar por pensar que, en lugar de esperar a que yo llegara, tampoco le costaría tanto deshacerse de la cría sin ayuda y luego largarse de nuevo con el dinero.

La idea le hizo pisar a fondo el pedal del acelerador.