Capítulo 71

Alan Hart, el encargado de noche del motel Soundview de Hyannis, ocupó su puesto a las siete en punto.

Lo primero que hizo David Toomey, el gerente del motel, fue informarle del robo de la silla del coche que Linda Hagen, la mujer de la A-49, había denunciado al agente Tyron.

—Estoy seguro de que mentía —afirmó Toomey—. Me juego el cuello a que no llevaba ninguna silla. Al, ¿por casualidad echaste un vistazo a su furgoneta cuando llegó anoche?

—Pues sí —respondió Hart, frunciendo el ceño de su rostro delgado de rasgos marcados—. Ya sabes que siempre echo un vistazo a los vehículos nuevos; por eso instalé la luz de fuera. Esa morena flaca llegó pasada la medianoche. Me fijé en la furgoneta, pero no vi ningún niño dentro. Debía de ir dormido en la parte trasera, pero seguro que no iba en una silla.

—Me ha fastidiado mucho ver que Sam Tyron se pasaba por aquí —soltó Toomey—. Quería saber si hemos tenido otros casos de robo. He ido a hablar con esa tal Hagen después de que él se fuera. Tiene un niño pequeño, de tres o cuatro años como mucho por lo que he podido ver. Le he dicho que lo llevara al hospital. El crío tenía una respiración asmática de mucho cuidado.

—¿Y ha ido?

—No sé. Me ha dicho que estaba esperando a su madre para ir todos juntos al hospital.

—En principio se quedará hasta mañana por la mañana. Pagó en metálico con un fajo de veinte dólares. Me imagino que tendrá un novio con el que habrá quedado por aquí y que es ella quien lo financia. ¿Ha vuelto por aquí con el niño? —inquirió Hart.

—No lo creo. A lo mejor me paso ahora por su habitación para preguntar por él.

—¿Crees que esa mujer es de fiar?

—A mí ella me importa un bledo. Lo que creo es que no se da cuenta de lo enfermo que está ese crío. Si no está, me iré. Pero me pasaré por la comisaría para hacerles saber que aquí no hubo ningún robo anoche.

—Vale. Estaré pendiente por si aparece.

David Toomey se despidió de su compañero con la mano antes de salir y girar a la derecha para enfilar hacia la habitación situada en la planta baja y señalada con el distintivo A-49 a un lado de la puerta. Al acercarse vio que no había ninguna luz encendida tras el estor bajado. Llamó a la puerta, aguardó unos segundos y, tras vacilar un breve instante, decidió sacar la llave maestra, abrir la puerta, encender la luz y entrar en la habitación.

Por el aspecto que presentaba el interior le dio la sensación de que Linda Hagen pensaba volver. En el suelo había una maleta abierta con ropa de mujer dentro. Encima de la cama había una chaqueta de niño, lo que hizo que Toomey se asombrara. La prenda seguía estando en el mismo sitio donde la había visto aquella tarde. ¿Cómo era posible que la mujer hubiera sacado al crío de allí sin ponerle la chaqueta? Puede que lo hubiera envuelto en una manta. Miró dentro del armario y vio que la manta de repuesto no estaba. Lo que me imaginaba, pensó asintiendo con la cabeza.

En un rápido vistazo al baño vio artículos de maquillaje y perfumería esparcidos por el lavabo. Parece que piensa volver, pensó. A lo mejor han ingresado al crío en el hospital. Eso espero. Bueno, yo me voy. Al volver sobre sus pasos de camino a la puerta algo tirado en el suelo llamó su atención. Toomey se agachó para examinarlo de cerca. Era un billete de veinte dólares.