El agente especial Connor Ryan había convocado una reunión en su despacho de New Haven para las once de la mañana del sábado. Resueltos a encontrar a los secuestradores, costara lo que costase, los agentes Carlson y Realto, el comisario Jed Gunther de la policía del estado de Connecticut y él estaban sentados en torno a una mesa de juntas, examinando el estado de la investigación.
En calidad de jefe del departamento de Connecticut, Ryan condujo la conversación.
—Wohl, como lo llamaban, podría haberse suicidado. Físicamente es factible, aunque esa forma de dispararse no es la habitual. La mayoría de los suicidas se meten la pistola en la boca o se la ponen en la sien y aprietan el gatillo. Echad un vistazo a estas fotos.
Ryan pasó al resto de los presentes las fotografías de la autopsia de Lucas Wohl.
—Fijándonos en el ángulo de la bala podemos decir que debía de estar sujetando el arma por encima de su cabeza cuando la disparó. Por otra parte, tenemos la nota de suicidio, que también presenta sus peculiaridades —dijo con voz cansina—. En ella se han encontrado las huellas de Wohl, pero no por todo el folio, como cabría esperar si hubiera metido la hoja de papel en la máquina de escribir y luego la hubiera sacado al terminar de escribir su confesión. A menos, claro está, que llevara guantes cuando la escribió.
Ryan pasó la nota a Carlson.
—Reconstruyamos los hechos —prosiguió Ryan—. Sabemos que hay al menos dos personas implicadas. Una era Lucas Wohl. La noche del secuestro la canguro se dirigía al dormitorio de las gemelas porque había oído gritar a una de ellas. Fue entonces cuando la agarraron por detrás en el descansillo del piso de arriba. La chica cree que debía de haber alguien en la habitación con las niñas cuando la agredieron, lo cual tiene sentido, ya que sabemos que el día de la entrega del rescate fueron vistos dos hombres llevándose las bolsas con el dinero.
—¿Crees que uno de ellos sería el Flautista? —preguntó Gunther.
—Creo que el Flautista era otra persona, un tercer hombre, el que habría dirigido el secuestro sin estar presente en él, pero eso solo es una corazonada.
—Yo creo que puede que haya otra persona más involucrada —opinó Walter Carlson—. Una mujer. Cuando Kelly ya estaba de vuelta en casa mencionó dos nombres en sueños, «Mona» y «Harry». El padre estaba sentado junto a la cama y la oyó. Los Frawley están más que seguros de que no conocen a nadie con ninguno de esos nombres. Así pues, es posible que Harry sea el nombre del otro secuestrador y Mona el de una mujer encargada de cuidarlas.
—Quedamos pues en que estaríamos buscando al menos a dos, o quizá tres personas aparte de Lucas Wohl: un segundo secuestrador, que podría llamarse Harry, y una mujer, que podría llamarse Mona. Y si ninguno de estos tres es el Flautista, estaríamos buscando además a una cuarta persona —recapituló Ryan.
Por el leve gesto de cabeza con el que asintieron el resto de los presentes dedujo que estaban todos de acuerdo.
—Lo que nos llevaría a las personas que hay ahora mismo bajo sospecha —continuó Ryan—. Tal y como yo lo veo, habría cuatro en total. Por un lado está el hermanastro de Steve Frawley, Richard Mason, que tiene celos de Steve, que podría sentir algo por Margaret, que conocía a Franklin Bailey y que mintió cuando dijo que fue a Las Vegas. Por otro lado está el propio Bailey. Y también Norman Bond, el hombre de C.F.G. & Y. que contrató a Steve, que vivió en Ridgefield, que comparte una historia similar a la de Steve en sus inicios, que ha sufrido varias crisis nerviosas y que se refirió a su ex mujer desaparecida como «su difunta mujer».
Ryan apretó los labios.
—Por último tenemos a Gregg Stanford, que se opuso enérgicamente a votar a favor de que C. F. G. amp;Y. pagara el rescate, que podría tener problemas conyugales con su acaudalada esposa y que en su día tuvo a Lucas Wohl como conductor particular. Cuando acabemos de contrastar los hechos con las versiones de los cuatro sospechosos, es decir, de Mason, Bailey, Bond y Stanford, sabremos hasta el día en que empezaron a hablar y la primera palabra que dijeron. Estoy seguro. Pero eso no quiere decir que no nos equivoquemos con todos ellos. Podrían ser otras las personas implicadas.
—Nuestros hombres tienen en consideración la posibilidad de que alguien supiera cómo acceder a la casa de los Frawley la noche del secuestro —explicó Gunther—. Estamos revisando todos los archivos del agente inmobiliario que les vendió la vivienda para ver si podemos establecer algún tipo de relación. Aparte de eso, he hablado con el agente de la policía estatal de Nueva York que encontró a Kelly, y ha hecho varias observaciones de interés. Kelly iba con el pijama que según nos consta llevaba puesto la noche que desapareció, pero por lo visto estaba bastante limpio. No conozco a ningún niño de tres años que lleve la misma ropa durante cinco días seguidos sin que parezca que lleva cinco meses sin quitársela. Eso significa que alguien la vistió con otra muda, o bien que lavaron y secaron el pijama al menos un par de veces. A mi modo de ver parece un claro indicio de que podría haber una mujer implicada en esto.
—Yo también tengo esa sensación —asintió Carlson—. Otra incógnita es si fue Lucas quien llevó a Kelly a aquel aparcamiento en el coche robado. En tal caso puede que la niña lo viera dispararse. ¿Dónde estarían los otros secuestradores? ¿No sería razonable suponer que no sabrían que Lucas tenía pensado suicidarse y que lo habrían seguido hasta el aparcamiento con la idea de dejar a Kelly, o quizá a Kelly y a Kathy, en el coche para que después Lucas pudiera volver con ellos? Y no olvidemos que cuando el Flautista telefoneó a monseñor Romney le dijo que las niñas, en plural, estaban sanas y salvas. A aquellas alturas no tenía motivo para mentir. Puede que le pillara por sorpresa enterarse de que Kathy estaba muerta.
»Ahora bien, yo creo que está muerta y que ocurrió como Lucas lo describió en la nota. Creo que fue un accidente, y que Lucas arrojó el cuerpo al mar. He hablado tanto con el mecánico que vio a Wohl cargando la caja pesada hasta la avioneta como con el conductor del servicio de catering que lo vio bajar del aparato una hora más tarde sin la caja. Todos sabemos que los secuestradores profesionales que piden un rescate no tienen la intención de herir a sus víctimas, y menos aún si estos son niños. Yo veo factible la siguiente situación: Lucas mató sin querer a Kathy y perdió los estribos, sembrando la inquietud entre los demás. Mi teoría es que lo acompañaron en otro vehículo hasta el aparcamiento y que uno de ellos lo mató para evitar que se fuera de la lengua si le daba por emborracharse. Tenemos que hablar con Kelly para tratar de averiguar lo que sabe. Durante su estancia en el hospital apenas dijo una palabra, y al parecer tampoco ha hablado mucho desde que está de vuelta en casa. Pero el jueves por la noche dijo esos dos nombres en sueños: «Mona» y «Harry». Tal vez podamos conseguir que diga algo más sobre lo que ocurrió durante el tiempo que estuvo desaparecida. Quiero plantearles a los padres la posibilidad de llevarla a un psiquiatra infantil para interrogarla.
—¿Qué hay de Margaret Frawley? —preguntó Ryan—. Tony, ¿has hablado hoy con su marido?
—Hablé con él anoche, después de que la policía llevara a Margaret a casa. Me dijo que su mujer estaba en estado de shock y que la doctora que es la pediatra de las gemelas le dio un fuerte sedante. Por lo visto Margaret no sabía dónde había estado ni recordaba siquiera que había ido a la tienda donde compró los vestidos de cumpleaños de sus hijas.
—¿Qué razón tenía para ir a esa tienda?
—He hablado esta mañana con la encargada. Se ve que Margaret estaba bastante fuera de sí cuando estuvo allí ayer. Quería hablar con la dependienta que le vendió los vestidos; cuando la encargada accedió a facilitarle el número de móvil de la dependienta, Margaret perdió el control y se fue corriendo. A saber lo que le pasó por la cabeza. Su marido me contó que estaba convencida de que el nuevo moretón que le había salido a Kelly en el brazo era reflejo de algo que le estaba ocurriendo a Kathy, y que Kelly estaba experimentando el dolor de su hermana.
—No creerás esa tontería, ¿verdad, Tony? —Ryan se mostró claramente incrédulo.
—No, por supuesto que no. No creo ni por un instante en que Kelly esté en comunicación con Kathy, pero me gustaría que comenzara a comunicarse con nosotros, y cuanto antes mejor.