Capítulo 37

Las luces llevaban encendidas toda la noche en las oficinas ejecutivas de la sede de C.F.G. & Y. en Park Avenue. Algunos de los miembros de la junta directiva se habían mantenido en vela en su deseo de ser partícipes del regreso triunfal de las gemelas Frawley a los brazos de sus padres.

Todo el mundo estaba informado de que el Flautista había prometido llamar alrededor de la medianoche una vez que se hubiera hecho efectiva la entrega del dinero. A medida que transcurrían las horas pasada la medianoche la expectativa por parte de la junta directiva de que la noticia reportara una amplia cobertura informativa y un importante espaldarazo publicitario para la empresa pasó a convertirse en un sentimiento de preocupación e incertidumbre.

Robinson Geisler sabía que muchos periódicos habían argumentado en sus editoriales que el pago del rescate suponía ponerse en manos de los secuestradores, lo que convertía a todo el mundo en víctimas potenciales de un secuestro similar.

Rapto, la película protagonizada por Glenn Ford en la que el padre de la historia sale sentado en un estudio de televisión frente a una mesa cubierta con montones de billetes y advierte a los secuestrados que en lugar de pagar el rescate utilizará el dinero para encontrarlos, estaba siendo emitida en aquel momento en varios canales de televisión. Se trataba de un filme con final feliz, ya que el pequeño era liberado sano y salvo. ¿Tendría la historia de los Frawley un final feliz?

A las cinco de la madrugada, Geisler se dirigió al baño privado de su oficina para darse una ducha, afeitarse y cambiarse de ropa. Recordó que el difunto editor Bennett Cerf, al que tanto le gustaba ver en sus apariciones en televisión, siempre iba de punta en blanco, con aquellas pajaritas que solía llevar. ¿Quedará demasiado pomposo que lleve pajarita cuando me filmen con las gemelas?, se preguntó.

Por supuesto que quedaría pomposo. En cambio, una corbata roja siempre era señal de optimismo, incluso de victoria. Así pues eligió una corbata roja de entre las que tenía en su armario.

Geisler regresó a su despacho y frente a la mesa de trabajo ensayó en alto el discurso triunfal que pronunciaría ante los medios.

—Puede que haya quien vea el pago del rescate como una forma de cooperar con los secuestradores. Si hablan con los agentes del FBI les dirán que su máxima preocupación es conseguir la liberación de la víctima. Solo entonces pueden centrarse en la persecución implacable de los delincuentes. La lectura que se extraerá del caso de estos secuestradores no es que recibieran el dinero del rescate, sino que nunca tuvieron oportunidad de gastarlo.

Y llegado este punto cedo la palabra a Gregg Stanford, pensó esbozando una sonrisa.