A las nueve y cuarto de la noche del lunes Lucas estaba viendo la tele en el apartamento donde vivía, situado encima de una vieja ferretería de Danbury cercana a Main Street, cuando interrumpieron la programación para transmitir un boletín informativo. C.F.G. & Y. había acordado pagar el rescate de las gemelas de los Frawley. Al cabo de un instante sonó su móvil especial. Lucas puso en marcha el aparato de grabación que había comprado al volver del aeropuerto.
—Empieza la acción —susurró la voz ronca.
Garganta Profunda, pensó Lucas con sarcasmo. La policía tiene avanzados equipos de identificación de voz. Si sale algo mal, podré hacer un trato con ellos. Te entregaré si es necesario.
—Estaba esperando a que dieran el comunicado —dijo Lucas.
—He llamado a Harry hace una hora —le informó el Flautista—. He oído a una de las crías llorando. ¿Te has pasado a verlas?
—Las vi anoche. Yo diría que estaban bien.
—¿Seguro que Mona está cuidando bien de ellas? No quiero ninguna metedura de pata. —Al oír aquel comentario Lucas no pudo morderse la lengua.
—La muy mema las está cuidando tan bien que hasta les ha comprado unos conjuntos a juego y todo.
—¿Dónde? —Esta vez la voz no se oyó fingida.
—No sé.
—¿Y qué espera, que vayan vestidas de punta en blanco cuando las dejemos donde sea? ¿Que la policía siga la pista de la ropa hasta dar con una dependienta que diga «Ah sí, recuerdo a la mujer que compró unos conjuntos a juego para unas niñas de tres años»?
A Lucas le gustaba notar al Flautista alterado. Le servía para disipar algunos de los miedos que le corroían. Cualquier cosa podía salir mal. De eso era consciente, y necesitaba compartir su preocupación.
—Le dije a Harry que no la dejara salir más de la casa —le aseguró.
—Dentro de cuarenta y ocho horas todo esto habrá acabado, y estaremos en casa tan tranquilos —predijo el Flautista—. Mañana haré otra llamada para darles las instrucciones sobre el dinero. El miércoles tú te encargarás de recogerlo, y por la noche te diré dónde tienes que dejar a las niñas. Asegúrate de que vayan vestidas exactamente igual que cuando os las llevasteis.
Fin de la comunicación.
Lucas pulsó el botón de pausa del aparato de grabación. Siete millones para ti, medio para mí y medio para Clint, pensó. Ni lo sueñes, don Flautista.