Capítulo 105

—Mamá, he estado oyendo la radio y han dicho que hay muchas probabilidades de que Kathy esté viva. Solo quiero que sepas que yo no tengo nada que ver con el secuestro de las hijas de Steve. Por Dios, ¿crees que le haría algo así a mi hermano? Si siempre ha estado ahí cuando lo he necesitado.

Richie Mason echaba un vistazo nervioso alrededor de la sala de embarque del aeropuerto Kennedy mientras escuchaba impaciente a su madre, que le aseguraba entre sollozos que sabía perfectamente que nunca tendría nada que ver con algo que pudiera causar algún daño a las hijas de su hermano.

—Y si salvan a Kathy iremos todos a Ridgefield a hacer una reunión familiar por todo lo alto. ¿Eh, Richie? —propuso.

—Claro que sí, mamá —la interrumpió bruscamente—. Tengo que irme —añadió—. Me han ofrecido un trabajo nuevo que pinta muy bien. Estoy a punto de coger un avión a Oregón, donde está la sede de la empresa. Van a anunciar el embarque de un momento a otro. Te quiero, mamá. Ya te llamaré.

—Pasajeros del vuelo 102 de Continental con destino a París diríjanse a la puerta de embarque —anunció una voz a través del sistema de megafonía—. Los pasajeros de primera clase y los que requieran asistencia…

Lanzando una última mirada furtiva a la sala, Mason presentó su tarjeta de embarque y entró en el avión para acomodarse en el asiento 2B. En el último momento había decidido no ir a recoger el último envío de cocaína de Colombia. Con el FBI pendiente de él por el tema de las niñas desaparecidas, el instinto le decía que había llegado la hora de irse del país. Por suerte había podido contar con aquel crío de Danny Hamilton para recoger la maleta llena de cocaína y esconderla en un sitio seguro hasta que él pudiera recuperarla. Aún no se le había ocurrido un distribuidor en el que pudiera confiar para que recogiera la maleta de casa de Danny y se encargara del pago de la remesa, pero eso ya lo decidiría más adelante.

Dense prisa, quiso gritar a medida que el avión comenzaba a llenarse. Estoy bien, se dijo, tratando de tranquilizarse. Como le he dicho a mamá, mi hermano mayor siempre me ha sido de gran ayuda. Y es que, como nos parecemos tanto, su pasaporte me ha ido de perlas. Gracias, Steve.

La azafata había anunciado ya la salida. Vamos, vamos, pensó mientras permanecía sentado con la cabeza gacha y los puños apretados. De repente, se le secó la boca al oír unos pasos que se aproximaban corriendo por el pasillo hasta detenerse junto a su asiento.

—Señor Mason, ¿sería tan amable de acompañarnos? —le preguntó una voz.

Richie alzó la vista. De pie junto a él había dos hombres.

—FBI —dijo uno de ellos.

La auxiliar de vuelo se disponía en aquel momento a recoger el vaso de Richie.

—Debe de tratarse de un error —protestó—. Este es el señor Steven Frawley, no el señor Mason.

—Sé lo que dice el billete del pasajero —repuso el agente Alien del FBI en tono amable—. Pero en estos momentos el señor Frawley se encuentra en Cabo Cod con su familia.

Richie apuró de un trago la copa de whisky de malta que le habían servido. Este es el último whisky que me tomaré en mucho tiempo, pensó mientras se ponía de pie. El resto de los pasajeros estaban mirándolo, y Richie los saludó con simpatía.

—Que tengan un buen viaje —les deseó—. Siento no poder acompañarlos.