Tras ver desaparecer la furgoneta, Clint regresó al coche robado con una cara de sombría satisfacción y, una vez sentado al volante, dio una vuelta cerrada. A la luz de los faros vio la expresión de sobresalto del Flautista mientras este se acercaba a él a pie. Lleva una pistola, como ya me esperaba, pensó. ¿Conque pensaba compartir el dinero conmigo? Ya lo veo. Podría atropellarlo, pero eso sería demasiado fácil. Sería más divertido jugar con él.
Clint fue directo hacia él y vio con regocijo cómo el Flautista soltaba el arma y se apartaba de un salto de la trayectoria del vehículo. Y ahora a largarse del cabo, pensó Clint, pero antes tengo que deshacerme de este coche. Queda menos de una hora para que la parejita esa salga del cine, y la policía comenzará entonces a buscar el coche.
Clint pisó el acelerador para recorrer a toda velocidad la serpenteante carretera sin tráfico hasta llegar a la carretera 28. Supuso que el Flautista tal vez intentara perseguirlo, pero sabía que le llevaba una gran ventaja. Creerá que voy por el puente, dedujo, qué va a pensar si no, siendo como es el camino más rápido. Clint giró a la izquierda. Por la carretera central del cabo llegaría antes, pero decidió seguir por la carretera 28. A estas alturas seguro que saben que he volado a Boston y he alquilado un coche, pensó. Me pregunto si se habrán tragado lo del mapa de Maine.
Encendió la radio justo a tiempo para oír la voz nerviosa de un locutor informando de que Kathy Frawley había sido vista sin lugar a dudas en Hyannis en compañía de su raptora, Angie Ames, que también se hacía llamar Linda Hagen. La policía estaba desplegando controles en todas las carreteras de la zona.
Clint se aferró al volante. Tengo que salir de aquí cuanto antes, se dijo. No hay tiempo que perder. La maleta con el dinero estaba en el suelo del asiento trasero. Pensar en ella y en lo que podría hacer con un millón de dólares le sirvió para evitar que el pánico se apoderara de él mientras conducía, pasando primero por South Dennis y luego por Yarmouth antes de verse finalmente a las afueras de Hyannis. Veinte minutos más y habré llegado al puente, pensó.
El sonido de una sirena le hizo encogerse de miedo. No puede ser que vengan a por mí, no estoy corriendo, pensó, pero entonces vio cómo un coche patrulla lo adelantaba y daba un viraje brusco para cortarle el paso al tiempo que otro se detenía detrás de él.
—Salga del coche con las manos en alto. —La orden le llegó a través de un altavoz desde el vehículo que tenía detrás.
Clint notó que le corrían gotas de sudor por las mejillas mientras abría poco a poco la puerta del coche y salía de él, alzando sus robustos brazos por encima de la cabeza.
Dos policías se acercaron a él con las armas desenfundadas.
—Se le ha acabado la suerte —dijo uno de ellos en tono afable—. A los chicos no les ha gustado la película y la han dejado a la mitad. Queda detenido por posesión de un automóvil robado.
El otro policía alumbró el rostro de Clint con la linterna y fue entonces cuando reaccionó. Clint supo que estaba comparándolo con la descripción que la policía tenía sin duda de él.
—Usted es Clint Downes —afirmó categóricamente el policía antes de preguntarle en un tono cargado de ira—: ¿Dónde está la niña, sinvergüenza? ¿Dónde está Kathy Frawley?