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Marty Browski, de Albany, Nueva York, no conocía a Tommy Duggan, del condado de Monmouth, Nueva Jersey, pero eran almas gemelas, detectives hasta la médula, con la absoluta tenacidad de los Bulldogs cuando se lanzaban a resolver un crimen.

Tenían algo más en común. Cuando experimentaban aquella sensación casi mística de que había algo raro en un crimen (aunque en apariencia se hubiera resuelto satisfactoriamente), algo que no encajaba, no descansaban hasta haber vuelto a examinar todos los aspectos en busca de un fallo de la justicia.

Desde que recibiera la llamada telefónica de Emily Graham, acerca de la fotografía que habían deslizado por debajo de su puerta, Marty Browski estaba muy inquieto.

Se había convencido de que Ned Koehler era el acosador y de que le habían cazado antes de que pudiera matar a Emily, pero ahora ya no estaba tan seguro.

Un sábado por la tarde, Marty hablaba del tema con su mujer, Janey, mientras daban un largo paseo por el parque cercano a su casa de Troy en compañía de Ranger, su labrador.

—Cuando detuvimos a Koehler estaba ante la casa de Emily Graham. Afirmó que solo quería asustarla. Dijo que no tenía intención de entrar.

—Tú le creíste, Marty. Todo el mundo le creyó. Fue condenado por acoso —observó Janey.

—Ayer, cuando hablé con él, cambió la historia. Deseaba que Emily sintiera el miedo que había pasado su madre antes de morir.

—Un chico muy agradable.

—La primavera se acerca. —Marty olisqueó el aire—. Podremos ir a pasear en la barca. —Hizo una mueca—. Janey, al parecer Ned Koehler llegó a casa y encontró muerta a su madre con un cuchillo clavado en el pecho. Se volvió loco: la alzó en volandas, saco el cadáver del apartamento y pidió ayuda a gritos. Joel Lake había estado robando en el apartamento. Es un milagro que Emily consiguiera que le absolvieran de la acusación de asesinato.

—Si no recuerdo mal, el jurado creyó a la hermana de Ruth Koehler cuando declaró que había hablado con ella después de que vieran a Joel Lake salir del edificio.

—No creí que se fueran a tragar el cuento. Pensé que la vieja era tan fiable como la previsión meteorológica.

Janey Browski sonrió. Marty y ella eran novios desde niños y se casaron a la semana siguiente de acabar el instituto. Con sólo cuarenta y nueve años, tenía tres hijos crecidos y cuatro nietos, una realidad que no se ajustaba con su apariencia juvenil. Estudiaba segundo curso en la Universidad de Sienna y pensaba licenciarse siguiendo los pasos de Marty, que durante los últimos cinco años de su matrimonio había asistido a clases nocturnas.

Sabía que la expresión de incredulidad suprema de Marty era comparar un testimonio con la previsión meteorológica.

—¿Insinúas que Ruth Koehler sorprendió a Joel Lake mientras estaba robando en su apartamento y que él es el asesino?

—Estaba seguro. Le pillamos a un par de manzanas de distancia. Llevaba encima lo que había robado en el apartamento. El hecho de que no encontráramos manchas de sangre no significaba nada, porque el cuchillo fue arrojado contra Ruth Koehler y se clavó en su pecho.

—¿Huellas dactilares?

—Joel Lake utilizó guantes y Ned Koehler metió la pata cuando quitó el cuchillo del cadáver de su madre y la sacó al pasillo. Todos nos tragamos la historia de que, al encontrarla, se había puesto histérico.

Janey Browski se agachó y cogió una ramita para tirarla a Ranger, cuya mirada suplicaba que jugaran con él.

Lanzó la ramita. Ranger salió tras ella con un ladrido de felicidad.

—Los Mets podrían contratarle —dijo Marty, admirado.

—Ya lo creo… Habías clasificado a Ned Koehler como un chiflado, pero también como un hijo dolorido que acosaba a la abogada que había conseguido la absolución del asesino de su madre.

—Exacto.

—¿Nuestro detective sabelotodo se enfrenta al hecho de que tal vez se precipitara al extraer sus conclusiones?

Ranger volvió corriendo hacia ellos, con la rama entre los dientes.

Marty Browski suspiró.

—Janey, ¿por qué tu madre no te enseñó a respetar a tu marido? Ned Koehler es un chiflado y un mentiroso. Después de verle ayer, creo que también es un asesino, el asesino de su madre. Y…

—¿Qué más? —preguntó Janey.

—También creo que tal vez no sea el acosador que amargó la vida de Emily Graham. El verdadero acosador es la persona que pasó la fotografía por debajo de su puerta la otra noche. He hablado con la policía de Spring Lake. Piénsalo bien. Si alguien de aquí la siguió, descubrió dónde se alojaba, incluso la habitación donde dormía y luego se fue a la playa con la intención de captarla en la ventana, sacó la foto, la reveló y la echó por debajo de su puerta la noche siguiente, pese a que la policía vigilaba la propiedad… ¿qué te sugiere todo eso?

—Obsesión. Temeridad. Astucia.

—Exacto.

—Por lo tanto, a la persona que la acosaba aquí no le importó hacer el viaje a Spring Lake. Si eliminas a Ned Koehler, ¿por dónde empiezas a buscarle?

—¿Joel Lake, quizá? Lo absolvieron. Es escoria. Recibió una sentencia leve por el robo y ya estaba en libertad cuando empezó el acoso. Después le echaría un buen vistazo a Gary White.

—¡Oh, venga ya, Marty! Hace más de tres años que Emily Graham y Gary White se divorciaron. Me han dicho que rompió con Barbara no-sé-qué y no para de ligar. Es un donjuán de pacotilla.

—Presentó una demanda contra Emily Graham por cinco millones de dólares, la mitad de lo que ganó cuando vendió las acciones. Lo más inteligente que ha hecho en su vida, por cierto —añadió Marty.

Habían llegado al extremo del parque donde siempre daban media vuelta para regresar a casa. Se cogieron de la mano con un gesto instintivo.

—¿Y tu próxima parada es…? —preguntó Janey.

—Mirar los informes sobre la muerte de Ruth Koehler, con la premisa de que su hijo Ned puede ser el asesino. Y reabrir el caso de acoso.

—Me parece muy sensato.

—Y poner sobre aviso a Emily Graham —añadió Marty Browski con semblante sombrío.