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Max

Unidad de Salud Mental del Hospital Provincial de Almería. Área de Psiquiatría.

Sesión once (11) con el paciente Max N. N.

El paciente ha demostrado una extraordinaria habilidad para leer el lenguaje corporal. Interpreta los gestos y las expresiones faciales involuntarias hasta el punto de que es capaz de determinar con gran certeza si una persona miente o no. Esta habilidad me ha sugerido algunas posibilidades sobre el pasado del paciente que estoy indagando, ya que seguimos sin tener indicaciones de su identidad anterior. No obstante, se ha abierto una nueva vía de investigación que resulta prometedora. Se basa en el descubrimiento de que el paciente, además de español, entiende y habla perfectamente el idioma ruso. Mi idea consiste en aplicar técnicas de hipnosis al paciente para acceder a su subconsciente y tratar de recuperar datos sobre su vida pasada. Para evitar falsos recuerdos (algo que el paciente hubiese visto o escuchado recientemente y que su subconsciente situase en un momento de su pasado) las sesiones de hipnosis tendrán lugar en ruso. Será como interrogar a su subconsciente en ese idioma. Al hacer preguntas en ruso provocaremos que las respuestas también sean en ruso y de ese modo estaremos seguros de que se trata de recuerdos reales previos a la amnesia, recuerdos que se almacenaron en ese idioma. Por otro lado, utilizaremos como catalizadores algunos objetos que el paciente conserva y que supuestamente pertenecen a su vida anterior. Emplearé esos objetos para disparar la cadena de recuerdos de su subconsciente. Para las sesiones de hipnosis necesitaré un intérprete ruso. He iniciado los trámites con el hospital para requerir los servicios de uno. Espero que en un par de semanas podamos realizar las primeras sesiones.

—Son muy interesantes las conclusiones que ha alcanzado, doctor —dice el desconocido.

—¿Quién es usted? ¿Qué hace en mi consulta? —El doctor está alarmado ante la presencia de un extraño en su despacho.

—Tranquilícese, soy policía.

El desconocido le enseña una placa identificativa. El doctor lee un nombre: Juan Pablo Guerrero.

—Soy teniente de la Policía Nacional, de la Brigada contra el Crimen Organizado.

—Usted no tiene derecho a colarse en mi despacho. ¡Esos informes son privados entre mi paciente y yo!

El doctor está furioso. Rodea la mesa del despacho y arrebata los papeles de las manos del policía.

—Mi querido doctor, supongo que no sabe que ese hombre, su paciente, es alguien muy peligroso.

—¡Es mi paciente y usted no tiene derecho a interferir!

—Por supuesto que tengo derecho. —El agente sonríe con malicia.

El doctor lo observa sin poder contener la rabia. Duda sobre qué hacer. Debería llamar a la policía, piensa. La idea es ridícula, puesto que aquel hombre que ha irrumpido en su despacho pertenece a las fuerzas de seguridad del Estado.

—Tranquilícese, por favor —dice el agente—. Déjeme decirle que su paciente sigue en libertad solo por un motivo. Porque sabe algo que a nosotros nos interesa averiguar.

—Supongo que sabe que Max sufre amnesia. No recuerda absolutamente nada.

—Por supuesto, mi querido doctor. Y también sé que usted está intentando ayudarle a recuperar sus recuerdos. Es muy interesante la idea de la hipnosis. Algo que solo funciona cuando existe una absoluta relación de confianza entre el paciente y el doctor, ¿no es cierto?

—No se puede hipnotizar a alguien a la fuerza, si no quiere —confirma el doctor.

—Así es. Por eso no hemos podido hacerlo nosotros antes. Tampoco han funcionado otros métodos, como la fuerza bruta… o la tortura.

El psiquiatra le mira con los ojos muy abiertos. Abre la boca como queriendo gritar, mas ningún sonido sale de su garganta.

—¡Entonces Max tenía razón! —exclama por fin, comprendiendo—. Las heridas que tenía cuando despertó del coma, ¡se las infringieron ustedes!

—Correcto. Verá, al principio no nos creíamos el cuento de la amnesia. Sospechábamos que podía ser un truco para no revelarnos lo que sabe. Sin embargo, su paciente fue muy convincente. Nos convenció de que realmente no recordaba nada, y eso que casi enloqueció del dolor. Yo creo que a mis compañeros se les fue un poco la mano…

—Dios mío, ustedes no pueden hacer eso…

El agente sonríe. Su mirada se torna fría y dura. El vello se eriza en la nuca del doctor.

—¿Qué es lo que quiere de mí? —pregunta el psiquiatra.

—Creo que usted ya lo ha adivinado. Quiero que utilice la hipnosis para averiguar algo que sabe su paciente, algo que nosotros también queremos saber. Mis chicos vendrán ahora para instalar cámaras ocultas en su consulta. Estaremos vigilándole, doctor, y le daré instrucciones sobre lo que debe hacer.

El doctor le mira con incredulidad. No puede creer lo que está pasando.

—Recuerde que su paciente puede darse cuenta si usted le miente —dice el agente—. Deberá ser muy cuidadoso, doctor, para no traicionar la confianza que ha puesto en usted. Recuerde que es un hombre muy peligroso. Su reacción podría ser imprevisible si se siente traicionado. Le recomiendo que practique un poco el lenguaje corporal. No debe dar muestras de nerviosismo. Mantenga una actitud relajada para mantener la confianza del paciente. Asegúrese de tomar un Valium antes de verle, eso bloqueará bastante las señales corporales que puedan desvelar que anda usted detrás de algo. Un Valium o cualquier tranquilizante. Usted es el experto y sabrá lo que más le conviene. Haga lo posible para que el paciente no sospeche nada. Si nota que algo va mal, que ese cabrón se ha dado cuenta de algo, no le mire a los ojos, invente cualquier excusa sin mirarle a los ojos. ¿Lo ha entendido?

El psiquiatra tiene la boca abierta, asiente despacio.

El agente sonríe, se pone en pie y se dirige hacia la salida.

—Tiene usted una mujer muy guapa —dice mirando el retrato sobre la mesa en el que aparece el doctor y su mujer—. Sería una pena para ella si esto saliese mal —dice antes de abandonar el despacho.