28

Carla

—Dime una cosa, ¿nunca te entraban remordimientos por lo que hiciste? Me refiero al aborto —preguntó Aarón.

—Cada vez menos —respondió Carla—, eso era algo que no podía olvidar, pero que intentaba apartar de mi mente cada vez que se me presentaba. Luego, Aarón, me lo pusiste fácil, eres un niño muy inteligente. No tenías ni tres años cuando empezaste a interesarte por mis cosas, incluso a darme consejos sobre la ropa que debía llevar. Y mírate ahora, ya estás hecho un hombrecito.

—Bueno, supongo que la pregunta es obvia.

—¿Qué pregunta?

—¿Tengo amigos?, ¿otros niños imaginarios como yo?, ¿otros niños abortados por madres que decidieron negarles la existencia?

Carla se quedó muda.

—Esto tiene que acabar —dijo—. No puedo seguir viviendo en una fantasía. Tienes que desaparecer de mi vida.

—No me puedo creer que me digas esto precisamente ahora. Que no existo, que soy un producto de tu imaginación. Sabes que eso no es cierto, sabes que sí estoy vivo, que soy real.

—No… no entiendo por qué dices eso. Tú no eres real. —La agitación la hizo temblar.

—Y me lo dices con esa tranquilidad, ¿qué tipo de persona eres, mamá? Sabes perfectamente que sí. ¡Mírame! ¡Soy real! ¡Estoy vivo!

—¡No!

—Reconócelo, mamá. Admite la verdad.

* * *

Carla se despertó con la sensación de que una centrifugadora se había instalado en su estómago. Salió al pasillo del hospital perseguida por la urgencia, fue corriendo hasta el cuarto de baño y vomitó. Ni se acordaba de la última vez que había comido algo. Lo único que vomitó fue un líquido blanco y viscoso. Las paredes blancas del cuarto de baño dieron vueltas a su alrededor. Se sentía débil y mareada.

Había pasado la noche en la habitación de hospital donde yacía su hermano. Había sido una noche larga y solo ya de madrugada se quedó dormida, acurrucada en una incómoda butaca.

En el lavabo bebió un poco de agua directamente del grifo. El pelo le cayó hacia adelante y se le mojó. Se quedó agachada con los ojos cerrados, la cabeza apoyada pesadamente en el grifo y el agua corriendo. Podía sentir el bombeo de la sangre en las sienes, latidos que empujan la oscuridad tras los párpados. La oscuridad y el vacío parecían crecer en su interior como un cáncer que amenazaba con devorarlo todo.

Se irguió con fuerza, como si emergiese de una profunda zambullida, y abrió los ojos para ahuyentar el miedo. El espejo le devolvió la imagen de su rostro, demacrado y pálido. Mechones de cabello mojado y enredado se le pegaban a la cara, como sangre a medio secar.

Se recogió el pelo en un moño y regresó a la habitación. En ese momento una enfermera estaba anotando en un cuaderno las constantes vitales de Isaac.

—¿Se encuentra usted bien? —preguntó la enfermera—. He oído que vomitaba.

—Bien; solo un poco mareada, tengo el estómago revuelto.

—Se lo diré al doctor de planta. No es usted la única que tiene esos síntomas en este ala del hospital. Tiene que hacerse un chequeo.

—¿A qué síntomas se refiere?

—Al parecer tenemos un brote de legionelosis en el hospital. Es una bacteria que a veces se reproduce en el circuito del agua caliente.

—Pues yo estoy bien —dijo Carla—, es solo que he pasado una mala noche.

—Tendrá que hacerse un análisis por precaución. Ya hay dos personas infectadas. Tenemos órdenes de la dirección del hospital de avisar de cualquier persona que muestre síntomas. Puede que necesite tratamiento con antibióticos.

Carla asintió sin darle importancia. Comparado con el dolor que le oprimía el alma, aquella sensación de malestar físico no era nada. Se acercó a la cama y se inclinó sobre su hermano para darle un beso en la frente. La piel seguía fría. Le estrechó la mano. El tacto era gélido. Como la mano de un muerto.

«Buenos días», susurró con un nudo en el estómago.

Por lo menos seguía estable, dentro de la gravedad. La hemorragia en el cerebro estaba contenida, aunque según los doctores todavía era pronto para evaluar los daños que podría haber producido. El pronóstico no había cambiado: había que esperar y observar cómo evolucionaba. No había mucho más que se pudiera hacer.

Carla se echó al hombro el maletín donde guardaba su ordenador portátil. El día anterior, antes de volver al hospital, había pasado por casa a recogerlo. Necesitaba su ordenador para hacer lo que tenía en mente, que era encontrar al desgraciado que le había tendido la trampa a su hermano.

Se despidió de Isaac con un beso en la frente y salió de la habitación. Las enfermeras le habían prohibido conectar el ordenador allí dentro. Según los doctores, las señales electromagnéticas que emitía podían interferir con el delicado instrumental de la unidad de cuidados intensivos. Así que bajó hasta la cafetería, compró un café en la barra y se instaló en una de las pocas mesas libres. Sacó el ordenador del maletín y lo abrió frente a ella, sobre la mesa.

La cafetería del hospital estaba abarrotada. Se quedó mirando a la gente que vagaba a su alrededor de un lado a otro sin entusiasmo, apesadumbrados por la suerte de sus familiares, comiendo poco y mal sin alzar la voz, como en una biblioteca. Uno tras otro pagaban por su comida, se la llevaban a una mesa y comían con desgana, con los ojos tristes, cansados, comentando que las cosas podrían ir aún peor, que a todos nos llega la hora, que es ley de vida, que ya estaban deseando salir de allí, mientras le hincaban el diente a las comidas precocinadas, a los sándwiches de jamón de york y queso, a las frutas tan frías que casi estaban congeladas y les daban escalofríos en los dientes, o daban sorbos a sus refrescos y al café, armonizando con sus tristes comentarios el ronroneo de las máquinas frigoríficas. Todos tan tristes, tan meditabundos, y al mismo tiempo tan respetuosos, tan silenciosos.

Su hijo Aarón estaba sentado a dos mesas de distancia. Esta vez no la miraba, sorbía distraídamente un batido de chocolate. Carla no tuvo que decirle nada, solo le bastó mirarlo para que la imagen se difuminara una vez más.

Carla le dio un sorbo al café y volvió a dejar la taza sobre la mesa. El líquido caliente le reconfortó el estómago. Dirigió la mirada a la pantalla del ordenador. Estaba decidida. Haría lo imposible por encontrar al individuo que había tendido la trampa a Isaac. Respiró hondo para infundirse determinación.

Lo primero que tenía que hacer era revisar las conversaciones de su hermano. Tenía que averiguar en qué había fallado, si no quería cometer ella el mismo error. Saber cómo había descubierto a Isaac.

Se registró en el chat con el mismo usuario que había utilizado su hermano —el de una chica de trece años llamada María González, la hija del hombre que lo había mandado al hospital— y navegó en las opciones de la página web hasta el historial de conversaciones, donde se guardaba un registro de los diálogos del último mes.

Carla empezó a leer por orden cronológico. Los primeros diálogos correspondían a la María González auténtica, antes de que ella y su hermano hubiesen suplantado su perfil:

26-noviembre-2012 23:25

María González (alias: Chica_Linda)

Chico10 (alias: Chico10), identidad real desconocida

Chico10: hola, niña de mis sueños

Chica_Linda: hola mi dulce niño

Chico10: esta noche he soñado contigo, soñé que le daba a cada estrella un motivo por el cual te amo… y sabes qué?

Chica_Linda: siiii??

Chico10: me faltaron estrellas

Chica_Linda: eso es muy bonito

Chico10: nunca había imaginado que pudiese existir alguien como tú, mi dulce María

Chica_Linda: oohhhh

Chico10: antes de conocerte creía que la vida no tenía sentido, que no había nada por lo que mereciese la pena vivir. He conocido a muchas chicas, ¿sabes? Pero tú eres diferente a todas, eres única, me siento la persona más afortunada del mundo

Chica_Linda: me haces sentir especial

Chico10: si pudieses leer mi corazón no tendría que pensar tanto en como hacerte escuchar mi amor

Chica_Linda: tú también eres muy especial para mí, Telmo

(pausa)

Chico10: ¿recuerdas lo que te dije?

Chica_Linda: lo siento, lo siento, lo siento, no volveré a hacerlo

(pausa)

Chica_Linda: por favor, dime que me has perdonado

Chico10: te perdono, ¿sabes qué?

Chica_Linda: ¿qué?

Chico10: algunos amores duran toda la vida, el verdadero amor es para siempre, llevo tu nombre grabado en el corazón

Chica_Linda: gracias por iluminar mi vida

Chico10: tú me haces diferente por el solo hecho de existir

30-noviembre-2012 22:55

María González (alias: Chica_Linda)

Chico10 (alias: Chico10), identidad real desconocida

Chica_Linda: ¿crees que soy bonita?

Chico10: eres preciosa, la criatura más maravillosa, aunque ya sabes…

Chica_Linda: sí, lo sé, estoy un poco gordita

Chico10: solo te sobran unos gramos, pero tienes que ser perfecta, todas te envidiarán

Chica_Linda: mi padre quiere llevarme a un psicólogo, cree que estoy enferma por no querer comer

Chico10: ya sabes lo que pienso, tu padre NO quiere que seas perfecta, él no tiene en cuenta tus sentimientos, solo quiere utilizarte. Te he explicado muchas veces lo que es tu padre. Dímelo ahora.

Chica_Linda: mi padre es un hijo de puta egoísta

Chico10: exacto. solo piensa en sí mismo

Chica_Linda: no sabes lo que es vivir con alguien así, queriendo controlarte las 24 horas del día, que no te considera una persona libre

Chico10: ya te conté lo que me hizo MI padre, ¿crees que no te entiendo?

Chica_Linda: sé que me entiendes, si no fuera por ti no sé qué haría, me suicidaría

Chico10: tu padre solo piensa en sí mismo, ni por un segundo se preocupa de tus sentimientos

Chica_Linda: ¿qué puedo hacer?

Chico10: ¿sigues tomando las pastillas que te envié?

Chica_Linda: claro, pero mi padre me vigila

Chico10: mi dulce María, quiero verte desnuda ahora

5-diciembre-2012 22:55

María González, alias Chica_Linda

Chico10 (alias: Chico10), identidad real desconocida

Chico10: hola, niña de mis sueños

Chica_Linda: hola mi dulce niño

Chico10: tantas frases, tantas letras, tanto escribir, y no existe descripción de lo que es pensar en ti, María, no es posible expresar con palabras tu belleza

Chica_Linda: eso es muy bonito

Chico10: tú me inspiras, por ti podría matar, librar batallas, escalar montañas, cruzar océanos, solo por verte

Chica_Linda: yo también te amo, pero

Chico10: ¿pero?

Chica_Linda: no te va a gustar una cosa

Chico10: qué, mi amor

Chica_Linda: mi padre va a internarme en una clínica, dice que estoy enferma, que tengo anorexia

(pausa)

Chica_Linda: estás enfadado?

Chico10: estoy furioso, tu padre quiere engordarte para destruir tu belleza

Chica_Linda: lo sé, dios mío qué puedo hacer

Chico10: tu padre es un egoísta, no puede hacerte eso

Chica_Linda: tienes que ayudarme, me obligarán a comer

Chico10: no sufras, mi princesa. estoy desesperado, por una sola vez en la vida he encontrado la belleza, y el sentimiento de mi amor es más fuerte que mi mente

Chica_Linda: tú has traído la felicidad a mi vida

Chico10: pero es que tu padre va a romper tu belleza, María, va a destruir todo lo que amo

Chica_Linda: dejarás de quererme?

(pausa)

Chica_Linda: por favor, por favor, contéstame

(pausa)

Chico10: quiero verte desnuda

Carla tenía ganas de dar un puñetazo en la mesa. Aquel individuo era repugnante. Estaba manipulando a la pobre chica. Dios sabe cómo habría acabado aquello de no haber intervenido su hermano Isaac suplantando la identidad de la joven. A lo mejor también habría desaparecido, como había ocurrido con Irena Aksyonov. Se preguntó cuál habría sido el destino de Irena. ¿Seguiría viva? ¿Estaría en manos de aquel sujeto?

De lo que no había duda era de que aquel Chico10 no era ningún adolescente, sino un perturbado, un psicópata con intenciones oscuras. No tenía que olvidar que también era muy peligroso. Había sido a partir de aquella última conversación cuando ella había interceptado el perfil y su hermano se había hecho pasar por Chica_Linda. Carla leyó atentamente los siguientes fragmentos de conversación:

08-diciembre-12 22:55

María González (alias: Chica_Linda); identidad real: Isaac Barceló

Chico10 (alias: Chico10), identidad real desconocida

Chico10: hola niña de mis sueños

Chica_Linda: hola mi dulce niño

Chico10: una inspiración se refleja en cada sueño, en cada ternura, en cada pedazo de corazón porque yo sin ti no valgo nada

Chica_Linda: eso es muy hermoso

Chico10: tú eres lo más hermoso, María, lo más hermoso que ha concebido el universo

Chica_Linda: gracias, te quiero

Chico10: dime una cosa, tu padre… te ha vuelto a obligar a que comas?

Chica_Linda: sí, estoy desesperada

Chico10: no desesperes, mi dulce María, pronto cambiarán nuestras vidas

Chica_Linda: ¿qué vas a hacer mi dulce Telmo?

(pausa)

Chico10: ¿has olvidado lo que te dije?

(pausa)

Chica_Linda: no, no, claro que no

(pausa)

Chico10: quiero verte desnuda, ahora

Chica_Linda: no puedo, mi padre me está vigilando, viene cada poco a mi habitación

Chico10: tu padre, tu padre, te odia, te controla, impide que seas libre

Chica_Linda: lo sé, no puedo más, ¿qué puedo hacer?

Chico10: estoy pensando, mi dulce amor, pronto van a cambiar nuestras vidas

Chica_Linda: me haces muy feliz, Telmo

(pausa larga)

Chica_Linda: ¿estás ahí?

Chico10: pronto, muy pronto estaremos juntos, ¿eso te gustaría?

Chica_Linda: sí, claro que sí, ¿cuándo?

Chico10: pronto, mi dulce María, pronto

09-diciembre-12 21:55

María González (alias: Chica_Linda); identidad real: Isaac Barceló

Chico10 (alias: Chico10), identidad real desconocida

Chico10: hola niña de mis sueños

Chica_Linda: hola mi dulce niño

Chico10: tenemos que hablar, ya sé lo que vamos a hacer con tu padre

Chica_Linda: ¿de verdad, qué es?

Chico10: no te lo puedo decir aquí, podría descubrirnos, tenemos que vernos personalmente, ¿estarías dispuesta, mi amada María?

Chica_Linda: claro, mi dulce Telmo

Chico10: entonces nos encontraremos mañana mismo

Chica_Linda: ¿dónde?

Chico10: en un bar de copas que se llama Chillout, en la calle Hortaleza, mañana a las cinco de la tarde

Chica_Linda: eso es maravilloso, allí estaré

Chico10: nos vemos mañana, mi dulce amada

Chica_Linda: hasta mañana, mi dulce amor

Carla pensó que su hermano lo había hecho bastante bien haciéndose pasar por aquella chica. Había imitado su modo de hablar y había simulado muy bien sus emociones. Ni ella misma lo hubiese hecho mejor.

A pesar de todo, el acosador lo había descubierto. Lo que no veía era cómo.

Volvió a leer de nuevo todas las conversaciones. Fue en la tercera lectura cuando empezó a sospechar lo que había ocurrido. Había algo que enfadaba a aquel individuo.

Con el puntero del ratón, seleccionó un pequeño fragmento de conversación de la verdadera María:

Chica_Linda: tú también eres muy especial para mí, Telmo

Chico10: ¿recuerdas lo que te dije?

Chica_Linda: lo siento, lo siento, lo siento, no volveré a hacerlo

Chica_Linda: por favor, dime que me has perdonado

Chico10: te perdono, ¿sabes qué?

María también había olvidado algo en una ocasión, algo que enfadaba a aquel sujeto. El problema es que Isaac no tenía modo de saber a lo que se refería.

Chico10: ¿recuerdas lo que te dije?

Carla sospechaba de qué se trataba. Héctor Rojas, el funcionario de la Oficina de Protección del Menor, le había enviado algunas conversaciones de las otras víctimas. Carla recordó que en una de ellas se había producido una situación parecida. Abrió el fichero que contenía una transcripción de aquellas conversaciones y leyó a toda prisa hasta que encontró lo que buscaba:

Girlbitch: oye ¿como te llamas en realidad?

Chico10: Telmo, pero no me llames por mi nombre, nunca

Girlbitch: por qué?

Chico10: porque odio mi nombre. Te lo he dicho para que veas que te tengo confianza

Girlbitch: por qué lo odias? A mí me parece bonito

Chico10: porque así se llamaba mi padre

Girlbitch: odias a tu padre?

Chico10: con toda mi alma

Girlbitch: por qué??

Chico10: te lo contaré cuando nos conozcamos mejor

Así que aquel individuo decía llamarse Telmo. Carla siguió leyendo hasta encontrar lo que buscaba:

Chico10: si pudieses leer mi corazón no tendría que pensar tanto en como hacerte escuchar mi amor

Girlbitch: tú también eres muy especial para mí, Telmo

Chico10: ¿recuerdas lo que te dije sobre mi nombre?

Girlbitch: lo siento

Chico10: nunca vuelvas a decir mi nombre, NUNCA ¿está claro?

Girlbitch: sí, pero por favor, por favor, no te enfades

Chico10: está bien, lo siento, no quería enfadarme

Girlbitch: tú eres muy especial para mí, Chico10

El tío se enfadaba cuando le llamaban por su supuesto nombre real, Telmo. Se lo había advertido a aquella chica, Girlbitch, y también, probablemente, a María, en alguna ocasión anterior. El problema es que Isaac no tenía modo de saberlo.

Carla volvió a leer la conversación donde su hermano suplantaba a María:

Chico10: no desesperes, mi dulce María, pronto cambiarán nuestras vidas

Chica_Linda: ¿qué vas a hacer Telmo?

Chico10: ¿has olvidado lo que te dije?

Chica_Linda: no, no, claro que no

(pausa)

Chico10: quiero verte desnuda, ahora

Chica_Linda: no puedo mi padre está vigilando

Chico10: tu padre te odia, te controla, impide que seas libre

Chica_Linda: lo sé, ¿qué puedo hacer?

Chico10: estoy pensando, mi dulce amor, pronto van a cambiar nuestras vidas

Chica_Linda: me haces muy feliz, Telmo

Mierda. Allí estaba el error. Isaac había imitado muy bien el modo de hablar de aquella chica. Seguro que se habría preparado una lista con las expresiones más habituales que ella utilizaba. El problema es que había repetido el nombre que enfurecía tanto a Chico10. Le había advertido, pero Isaac no tenía modo de saber a qué se refería y había vuelto a mencionar su nombre acto seguido. Eso había puesto sobre aviso a aquel individuo. La verdadera María no hubiese repetido su nombre después de la advertencia.

Carla maldijo entre dientes. Toda esa historia del nombre que no se podía mencionar tenía que ser a caso hecho, una especie de medida de precaución de aquel individuo. Le servía para detectar si alguien suplantaba a alguna de sus víctimas. Carla tuvo que reconocer que además de retorcido era muy inteligente.

Chico10: quiero verte desnuda, ahora

Chica_Linda: no puedo, mi padre me está vigilando, viene cada poco a mi habitación

Era evidente que desde aquel momento el acosador sabía que ya no estaba hablando con una chica de trece años, sino con alguien que se hacía pasar por ella. Isaac ni siquiera se había dado cuenta de que lo habían descubierto.

Los ojos se le llenaron de lágrimas. Isaac estaría sano y salvo si no le hubiese dejado hacer aquello. Tendría que haberse ocupado ella. Ella era la experta en internet. Ella era la experta en redes sociales. Cerró los ojos y se presionó las sienes con las manos, como si la cabeza le fuese a estallar.

«Maldito seas, Chico10, Telmo o como demonios te llames, maldito seas».

Tenía los ojos arrasados por las lágrimas. Las sienes le palpitaban con fuerza. Lo único de lo que estaba segura era de que iba a encontrar a aquel hijo de perra, aunque fuese lo último que hiciese en su vida.

Abrió el programa que gestionaba la actividad del robot de búsqueda. Desde que lo puso en marcha —hacía solo unos días, aunque tenía la sensación de que había transcurrido una eternidad—, el robot había identificado al menos un centenar de perfiles sospechosos en los chats de menores. El robot se encargaba de guardar una copia de cada conversación que registraba con un enlace. Los enlaces aparecían en una lista en una ventana. Carla los ordenó por orden cronológico y se puso a leer la conversación más reciente:

Lidia15: mi hermana es una gilipollas, la odio tanto

Lorena16: ayer la vi con el chulo de Marcos, son tal para cual

Lidia15: se cree tan guapa y tan lista, doña perfecta, ojalá se quede preñada, mi madre la mataría

Lorena16: pues sabes qué, una vez le pinché los condones a mi hermano

Lidia15: ¿me estás dando ideas?

Lorena16: claro!! mira en su cajón

Carla leyó unas líneas más. Aunque el robot había encontrado las palabras clave en aquella conversación de chat (odio, hermana, madre, mataría), Carla llegó a la conclusión de que solo eran dos chicas de la edad que decían tener. Ninguna de ellas parecía un adulto haciéndose pasar por un menor o queriendo manipular al otro.

Carla abrió el siguiente enlace de la lista:

Alicia: esta noche he quedado con un tío

Julia: gu​uu​uu​uu​aa​aa​aa​aa​aa​uu​uu​uu​uu!!!

Alicia: viene a mi casa dentro de un rato

Julia: genial!!!

Alicia: es el tío del que te hablé el otro día, el del súper

Julia: ¿cuántos años tiene en realidad?

Alicia: no sé, creo que unos 30, a lo mejor 40

Julia: ¡podría ser tu padre!

Alicia: no me hables de mi padre, es un cabrón, ojalá esté muerto

Julia: ok, ok, sigue hablándome de ese tío del súper

Alicia: lo que me gusta es su aire desvalido y a la vez… varonil

Julia: hummm, ya

Alicia: no es un niñato, y además es muy guapo

Julia: a por él!!! esta noche pierdes la virginidad!!!

Alicia: bueno, ahora tengo que dejarte

Julia: mañana me tienes que contar!!!

Aunque la conversación contenía las palabras clave, aquellas dos chicas parecían conocerse bien, ninguna de las dos fingía ser lo que no era.

Carla siguió leyendo uno tras otro los diálogos de los chats. Al poco empezó a dolerle la cabeza de toda aquella cháchara fragmentada: un torrente de palabras en argot juvenil, pretencioso, altivo, arrogante, presumido, soberbio, desdeñoso… La mayoría de aquellos jóvenes se creía con derecho a todo y pensaban que se estaba cometiendo una enorme injusticia contra ellos cuando no conseguían hasta el último de sus caprichos. El egoísmo y el desprecio hacia los demás era el valor predominante. Dentro de unos pocos años aquellos muchachos serían adultos. ¿Qué pasaría con el mundo entonces?

El mundo podía irse al cuerno, gruñó Carla entre dientes. Comenzó a temer que el maldito psicópata hubiese permanecido inactivo todo aquel tiempo.

Justo en ese momento una voz de hombre subida de tono la sacó de su trance. Carla levantó la cabeza. Uno de los clientes de la cafetería, un familiar de algún paciente, estaba gritando algo a una de las empleadas. Al parecer, exigía que le sirviese un café en la mesa. La empleada, detrás de la caja registradora, argumentaba que esa no era su función, que ella solo se dedicaba a cobrar, que no había nadie dedicado a servir mesas, que esas eran las reglas de la cafetería. El cliente, un hombre alto y corpulento de unos cincuenta años de edad, respondía que algunos clientes no serían capaces de servirse ellos mismos el café, que «aquello era un hospital, por Dios santo».

El intercambio seguía y seguía, la empleada manteniendo el tono de voz firme pero controlado, el cliente en sus trece, exigiendo que alguien le sirviese en su mesa, repitiendo los mismos argumentos una y otra vez, levantando tanto la voz que sus palabras parecían más ladridos que palabras, con los brazos bajados y los puños apretados.

Carla pensó en irse, incómoda por la situación, mas comprobó que la dependienta, una chica joven y muy guapa, no estaba alterada en absoluto, tal vez acostumbrada a situaciones como aquella. Su cara no demostraba ninguna emoción, si acaso aburrimiento. Mantenía los brazos apoyados sobre el mostrador, con delicadeza, como si tuviera las manos sobre figuras de porcelana. Desde el puñado de metros que las separaban, Carla pudo leer su nombre en la insignia de su chaleco: Maribel.

Bonito nombre, pensó. Maribel mantenía el tipo con tranquilidad, impávida ante los ataques verbales de aquel mequetrefe, respondiendo con elegancia a cada idiotez. «Entiendo lo que usted me dice, caballero, pero…»

«Comprendo muy bien sus palabras, señor, pero…»

«Todos tenemos derecho a opinar, caballero, pero…»

Carla observó que Maribel comenzaba cada réplica explicando que comprendía muy bien lo que el hombre le pedía y luego soltaba aquel «pero».

«… pero entienda usted que las normas del hospital…!»

«… pero debe usted comprender también que nuestras funciones…»

«… pero las opiniones no pueden imponerse a los demás…»

Cada «pero» parecía bajar el volumen a los ladridos de aquel idiota, que ya empezaba a apuntar a retirada. Las manos ya tenían los dedos desplegados y sus piernas no estaban tan tensas como antes, además de que había retrocedido un metro desde la posición de Maribel.

Carla esbozó una sonrisa por lo bien que aquella chica tan guapa había manejado la situación. Tomó nota mental de aquella técnica del «entiendo… pero», para cuando tuviese que bajar los humos a alguien en una discusión.

Cuando se fijó en los otros clientes de la cafetería se llevó una buena sorpresa. Algo había cambiado. Antes se mostraban cabizbajos y ensimismados en sus propias preocupaciones. Ahora todos estaban pendientes de la trifulca. Quienes pocos minutos antes parecían representar la esencia misma de la melancolía estaban ahora sonriendo, disfrutando de aquella pelea ridícula como si vieran un combate de boxeo en la televisión.

Definitivamente, pensó Carla, la enfermedad la tenemos todos, en lo más profundo del alma.

Si allí, a cara descubierta y en un lugar donde reinaba la tristeza y la compasión, afloraban con tanta facilidad los peores instintos de las personas, cómo podía alguien extrañarse de lo que sucedía en internet amparándose en el anonimato. Uno solo tenía que darse una vuelta por los foros de las páginas deportivas o por los comentarios en los blogs políticos para ver como el odio, los celos y las más bajas pasiones lo inundaban todo, ahogando cualquier intento de conversación racional y sosegada.

Se obligó a concentrarse en la pantalla de su ordenador y olvidarse del mundo a su alrededor. Lo único que importaba era volver a encontrar una pista que la condujese hasta el individuo que buscaba.

Había demasiadas conversaciones que contenían las palabras clave y se iba a volver loca si tenía que leerlas todas. Necesitaba filtrar los resultados. Meditó unos instantes. Decidió añadir algunas palabras al filtro de búsqueda del robot. Escribió:

«niña de mis sueños»

«mi dulce niña»

Por lo que había leído, el acosador usaba esas expresiones con frecuencia y era probable que también las repitiese en otras conversaciones.

Cuando aplicó el filtro de búsqueda, los cientos de enlaces quedaron reducidos a uno solo como por arte de magia. Carla contuvo el aliento cuando comenzó a leer aquella conversación:

Chico_amor: cuéntame mas de tu vida, tienes hermanos?

Virginia13: no, vivo sola con mi padre

Chico_amor: mimada

Virginia13: no me digas eso, no estoy mimada

Chico_amor: perdona

Virginia13: te perdono

Chico_amor: bueno, cuéntame de tu vida eres feliz?

Virginia13: menuda pregunta

Chico_amor: yo voy al grano Virginia, me interesa conocer a la gente

(pausa)

Virginia13: no, no soy feliz

Chico_amor: por que???

Virginia13: mi padre me da miedo

Chico_amor: por que???

Virginia13: mi padre a veces me toca de una forma rara

Chico_amor: que te hace exactamente?

Virginia13: me sienta en su regazo, me dice cosas al oído

Chico_amor: ¿qué palabras te dice al oído?

Virginia13: que soy su hijita favorita, que estoy creciendo muy deprisa, que tengo unos bonitos pechos

Chico_amor: eso es porque eres una chica muy guapa

Virginia13: ¿cómo sabes que soy guapa?

Chico_amor: he visto tu foto

Virginia13: ¿cómo sabes que esa foto es verdadera?

Chico_amor: Esas cosas se notan

Virginia13: Yo creo que soy fea

Chico_amor: para nada. eres muy guapa

Virginia13: gracias

Chico_amor: en cuanto vi tu foto algo tembló en mi pecho, me pareciste un ángel

Virginia13: dices cosas muy bonitas

Chico_amor: tú me inspiras. tienes que estar orgullosa

Virginia13: por qué??

Chico_amor: por tener un cuerpo bonito que atrae a los hombres

Virginia13: eso dice mi padre

Chico_amor: no, tu padre NO debería decir eso.

Virginia13: lo sé, no está bien

Chico_amor: cuéntame, ¿qué más te hace tu padre?

Virginia13: me pone la mano en los muslos, me acaricia los pechos, noto algo duro en su regazo, no sé qué es

Chico_amor: ¿qué sabes sobre el sexo de los hombres?

Virginia13: nada

Chico_amor: yo podría enseñarte muchas cosas

Virginia13: ¿de verdad?

Chico_amor: claro que sí, mi dulce niña

Virginia13: quiero saber

Chico_amor: me harás muy feliz si me dejas enseñarte

Virginia13: gracias, no tengo muchos amigos

Chico_amor: no te preocupes, ahora no te sentirás diferente de las otras chicas, yo te enseñaré todo lo que ellas ya saben

Virginia13: qué suerte he tenido al conocerte!

Chico_amor: yo soy el afortunado, mi dulce ángel. ahora tengo que marcharme. ¿hablamos otro día?

Virginia13: claro, te espero

Chico_amor: chao

Carla sintió que el corazón se le aceleraba en el pecho. Estaba claro que Chico_amor no era ningún adolescente. Su forma de comportarse seguía el mismo patrón que en los otros casos. Era manipulador y manejaba los sentimientos de aquella chica.

Abrió el panel de conexiones de red y comprobó la dirección IP del usuario Chico_amor. Las direcciones IP eran algo así como el número de teléfono desde el cual se establece una conexión a internet. Al igual que existen guías telefónicas donde se puede averiguar el domicilio de alguien a partir de su teléfono, las direcciones IP indican el punto físico donde un ordenador está conectado.

Sin embargo, había modos de ocultar la dirección IP desde la que se accede a internet. El modo más sencillo era utilizar servidores de acceso a internet anónimos. Los servidores de internet son grandes conjuntos de ordenadores que almacenan las diferentes páginas web. Cuando alguien accede a una página, un servidor de internet envía el contenido de la página a su ordenador a través de una conexión de datos. La dirección IP es la que le dice al servidor de internet a quién tiene que enviar la información, como si se tratase de un servicio de entrega a domicilio. Si le preguntas al mensajero, te dirá dónde ha hecho la entrega.

Pero las cosas no eran tan sencillas. internet es una red formada por millones de servidores de datos interconectados entre sí por nodos de comunicaciones. La página web desde la que un usuario se descarga contenidos bien puede encontrarse en Australia, en Hong Kong o en la India. Los datos atraviesan cientos y a veces miles de nodos de conexiones, saltando de uno a otro para interconectar cualquier punto del planeta. Los ordenadores de los usuarios, los servidores de internet y los nodos de comunicaciones forman una gigantesca red que abarca el mundo entero.

Para trasladar información de un punto a otro en esa red los servidores de internet funcionan también como guardias que regulan el tráfico, o como las operadoras en las antiguas centralitas manuales: configuran los enlaces entre un nodo de comunicaciones a otro para interconectar dos puntos tejiendo caminos en la red. No importa dónde esté esa página, en Madrid o en Singapur, los servidores de internet conocen los caminos que hay que recorrer y como mensajeros aplicados saben a quién deben entregar la información.

Cuando un usuario se conecta a internet, los servidores de datos registran su dirección IP para saber a quién deben entregar la información entre toda la gigantesca red de millones de ordenadores interconectados. Así que es posible averiguar quién ha accedido a una página web concreta pidiéndole la dirección IP al servidor que la envió. Cuando la policía investiga un delito informático, lo que hace es averiguar las direcciones IP de los servidores y a partir de estas pueden llegar hasta los usuarios.

El problema es que existen servidores de internet que borran las direcciones IP a las que envían información. Se conocen como servidores anónimos. Estos servidores no mantienen ningún registro de sus conexiones. Borran los datos escudándose en la supuesta libertad de internet, aunque en realidad sirven como un escudo muy útil para los delincuentes: acosadores y estafadores saben que si no quieren ser descubiertos, tienen que utilizar servidores anónimos para cometer sus delitos en la red.

Eso fue precisamente lo que Carla se encontró cuando quiso averiguar la dirección IP de Chico_amor. Se había conectado a través de un servidor anónimo. Era imposible saber quién era o dónde se encontraba. Lo cual lo hacía aún más sospechoso.

En cambio, no tuvo ningún problema en seguir la conexión de Virginia13. Se había conectado mediante un servidor normal. La dirección IP de Virginia13 apuntaba a un domicilio de Madrid.

Los dedos de Carla aletearon sobre el teclado de su ordenador. Entró en el panel de configuración y cambió el modo en el que su ordenador se conectaba a internet. Estableció un puente entre su conexión actual inalámbrica y un servidor de datos anónimo de Nueva Deli, en la India. Después falsificó la dirección IP que aparecía en su conexión para que fuese igual que la de Virginia13. Planeaba suplantar a Virginia13 y, aunque no sabía hasta qué punto aquel individuo tendría conocimientos de informática, cualquier precaución era poca: si era capaz de rastrear su conexión, nunca podría llegar hasta ella.

A continuación entró en la página web del chat y suplantó la identidad de Virginia13. Al igual que había hecho anteriormente con María González, forzó la cancelación de la cuenta original y creó una propia que ella misma pudiese controlar.

Cuando acabó, miró el listado de usuarios conectados en aquel momento en el chat. Carla recorrió la lista hasta encontrar a Chico_amor. En su perfil no había fotografía, solo una silueta gris. Un escalofrío le recorrió la columna cuando le vino a la mente el título del artículo que estaba escribiendo su hermano: «¿Quién se esconde tras la máscara digital?».

Respiró hondo y se preparó mentalmente. Si aquel Chico_amor era quien buscaba, tenía que andarse con mucho cuidado. No solo era peligroso, sino que también había demostrado ser muy inteligente.

Por si acaso, Carla chequeó otra vez las medidas de seguridad. Su dirección IP decía que estaba conectada a través de un nodo de la India. Aunque aquel individuo descubriese que ella había suplantado la identidad de Virginia13, era imposible que pudiese saber dónde estaba, quién era ella. Aun así las manos le temblaron cuando envió una solicitud para iniciar conversación a Chico_amor.

Virginia13: hola!

Chico_amor: hola preciosa, ¿cómo estás hoy?

Carla contó hasta diez tratando de apaciguar sus nervios. El corazón latía alocado en su pecho. Metió aire en sus pulmones.

Virginia13: no demasiado bien

Chico_amor: oh, que te pasa?

Virginia13: algo terrible, mi padre… ¿recuerdas que te hablé de cómo me tocaba?

Chico_amor: como olvidarlo, he pensado mucho en ti, en lo que estás viviendo

Virginia13: ahora ha hecho algo mucho más horrible

Chico_amor: qué?

Virginia13: me ha hecho daño

Chico_amor: qué clase de daño?

Virginia13: no puedo contarlo… me da mucha vergüenza

Chico_amor: puedes confiar en mí, soy tu amigo

Virginia13: es que es algo que no puedo contar

Chico_amor: mi niña, quieres que te cuente un secreto?

Virginia13: dime

Chico_amor: mi padre también me hizo daño una vez

Virginia13: qué daño

Chico_amor: yo era un crío, tenía 10 años cuando me obligó a hacer algo…

(pausa)

Chico_amor: tampoco quiero recordarlo

Virginia13: es algo malo, ¿verdad? yo quiero mucho a mi padre, pero creo que lo que me hizo es algo sucio

Chico_amor: así es. lo que tu padre te ha hecho NO está bien

Virginia13: qué hago?

Chico_amor: tu padre tendría que arrepentirse

Virginia13: si, no quiero que vuelva a tocarme

Chico_amor: tu padre tiene que arrepentirse con toda su alma

Virginia13: así no volverá a hacerlo

Chico_amor: yo sé por lo que estás pasando, te ayudaré

Virginia13: cómo?

Chico_amor: tienes que confiar en mí. confías en mí?

Carla dejó que transcurriesen unos instantes. No tenía que contestar demasiado rápido. Tenía que aparentar dudas. Desvió la mirada de la pantalla del ordenador y sus ojos se encontraron con los de la cajera de la cafetería, Maribel. La chica era muy guapa, pelirroja, con unos finos labios que parecían congelados al inicio de una sonrisa. Carla envidió la serenidad que desprendía aquella mujer. Le hubiese gustado ser el tipo de persona que transmite ese tipo de serenidad a los demás.

Chico_amor: sé lo que estas sufriendo, te comprendo, mi padre me hizo lo mismo

«Está bien, vamos allá», suspiró Carla.

Virginia13: entonces entiendes lo sucia que me siento

Chico_amor: si, lo sé muy bien

Virginia13: no sabes lo importante que es para mí que alguien me comprenda

Chico_amor: me alegro de poder ayudarte, me gustaría conocerte mejor, creo que eres una chica muy especial

Virginia13: por favor ayúdame, que tengo que hacer

Chico_amor: ahora tengo que irme, más tarde volvemos a hablar

Virginia13: por favor, por favor, no te olvides de mi

Chico_amor: te llevo en mi corazón mi dulce niña

Chico_amor se desconectó

Carla sentía que la náusea se removía en su interior. Estaba casi segura de que era él otra vez. Tenía la misma voz, el mismo comportamiento manipulador. La rabia y el asco sacudieron su cuerpo. Por unos segundos sintió que las mesas y las paredes daban vueltas a su alrededor. Una neblina de confusión turbó su cabeza y las cosas se volvieron imprecisas.

Miró el reloj de su ordenador con los ojos entrecerrados como si mirase un objeto lejano. Eran casi las dos de la tarde. ¡Se había pasado toda la mañana allí sentada sin despegarse del ordenador! Tendría que comer algo, pero tenía el estómago revuelto. Hizo un esfuerzo para contener las náuseas. A lo mejor sí que se había contagiado de aquella bacteria de la que le había hablado la enfermera, el brote que se había propagado en el circuito del agua caliente del hospital. No era normal que tuviese tantas ganas de vomitar si no había comido nada en veinticuatro horas. Debería hacerse el análisis de sangre y tomar los antibióticos. Solo faltaba que ella también acabase ingresada en el hospital, enferma.

Estaba a punto de apagar el ordenador cuando en la ventana del chat apareció un nuevo mensaje. No era de Chico_amor:

«Eva_Luna quiere ser tu amiga»

¿Eva_Luna? No tenía ni idea de quién podría ser; por si acaso, aceptó la invitación.

El mensaje que llegó a continuación le heló la sangre en las venas:

Eva_Luna: no sigas hablando con Chico_amor, no es quien dice ser. No sabes dónde te estás metiendo. Chico_amor va a hacerte mucho daño.