Max N. N.
Las iniciales N. N. provienen de la expresión latina nomen nescio (literalmente, ‘desconozco el nombre’). Habitualmente se utilizan para referirse a alguien indeterminado, es decir, sin una identidad específica, ya sea porque se desconoce el nombre real de la persona o para ser usado en un caso hipotético.
En español suele interpretarse como Ningún Nombre y en inglés como No Name. En la antigua Roma se creía que era por Numa Nigerio, un soldado de las regiones más apartadas del imperio del que se desconocían sus datos. En el Decreto Nacht und Nebel de la Alemania nazi estaba incorporado en sus siglas el N N, y así se llamó a los desaparecidos por crímenes de estado en América Latina y el Caribe en los años 70.
Fuente: Wikipedia: La enciclopedia libre
Unidad de Salud Mental del Hospital Provincial de Almería. Área de Psiquiatría
Sesión dos (2) con el paciente no identificado N. N.
El paciente fue transferido a esta área hace una semana desde la Unidad de Daño Cerebral, donde se recuperó de un coma producido por una herida en la cabeza.
El paciente fue encontrado hace un año en el interior de una patera que arribó a las costas almerienses. Los ocupantes de la patera explicaron que lo encontraron flotando en el mar, inconsciente. Un chaleco salvavidas evitó que se hundiese y muriese ahogado.
El paciente presentaba una herida a medio cicatrizar en la cabeza. Se determinó que la herida fue causada por un disparo de arma de fuego. La bala, afortunadamente, entró y salió del cráneo del paciente sin dejar apenas residuos de plomo. La forma del cráneo ha quedado intacta y las facciones del paciente solo muestran una pequeña falta de simetría debido a una parálisis facial de la que el paciente está recuperado casi por completo. El paciente ha estado en coma durante varios meses, coma del que despertó con una grave amnesia de la que no se ha recuperado.
Cuando salió del coma el paciente mostraba serios problemas motores y era incapaz de hablar. Sorprendentemente, recuperó esas funciones al cien por cien en apenas unos meses. Desde el punto de vista neurológico es un caso fascinante. El paciente desconoce, a día de hoy, su identidad. A pesar de las investigaciones policiales, todavía no ha sido identificado. El paciente tiene aspecto de hombre blanco de aproximadamente 30 años de edad y su acento indica que es de nacionalidad española, posiblemente del norte.
El cerebro del paciente, a pesar de la terrible lesión sufrida por perforación de bala, no presenta derrames, tumores, ni otras anomalías provocadas por la lesión, lo cual explica en parte su rápida recuperación. Es destacable que el cuerpo calloso del cerebro del paciente está dividido quirúrgicamente, muy probablemente a edad temprana, lo que sugiere que sufría de epilepsia y le practicaron una callosotomía parcial. El paciente permanecerá ingresado durante un tiempo en este centro psiquiátrico, donde está siendo evaluado.
—¿Ya has elegido un nombre para ti mismo?
—Todavía no.
—¿Sabes? Me alegro de que no te lo tomes a la ligera. Tu nombre es algo muy importante y cuando elijas uno ya no lo vas a poder cambiar.
El paciente mira el suelo de la consulta del doctor, concentrado en una losa que le queda a la izquierda de sus pies. Finalmente responde.
—Ya sabe que tengo ganas de tener un nombre, no me gustaba como me llamaban en el hospital. Pronto le diré algo al respecto, en nuestra próxima visita, espero.
—Bien, entonces, de momento, te voy a seguir llamando «Paciente», ¿te parece bien?
—Sí —responde sin mirar al doctor.
—Bien, pues tengo buenas noticias, Paciente, he revisado las últimas resonancias magnéticas que te hicimos ayer. Tu cerebro no muestra derrames de ningún tipo, todo funciona correctamente, es un milagro, teniendo en cuenta lo ocurrido.
—Una bala me atravesó el cerebro. —En el rostro del paciente se produce una mueca casi imperceptible de dolor.
—Nada menos. Y, aparte de la amnesia, no parece que perdure ningún daño neurológico. ¿Sigues sufriendo esos dolores de cabeza?
—Apenas. Desde que tomo su medicación han desaparecido casi por completo.
—¿Crees que debería dejar de recetártela?
—No, por favor. —Sus ojos se despegan del suelo y mira al doctor sacudiendo la cabeza a los lados.
—Te aconsejo que solo te tomes esa pastilla cuando sientas dolor, no dejes de tomarte el resto de la medicación, independientemente de cómo te sientas.
—¿Ha visto ya los primeros informes que me hicieron en el hospital?
—Sí. Aunque esta es solo nuestra segunda visita, créeme que he revisado todo tu caso a fondo. Por lo visto, después de salir del coma, recibiste muchas sesiones de logopedia, incluso tuvieron que volver a enseñarte a caminar y a comer. ¿Cómo recuerdas esos meses? ¿Cómo recuerdas la sensación de no saber expresarte?
—No recuerdo nada, nada en absoluto. Hasta donde puedo recordar, siempre he sabido hablar. Bueno, más o menos.
—¿Más o menos? ¿Qué quieres decir? —El doctor asiente con la cabeza un poco inclinada hacia la derecha.
—Comprendo el significado de casi todas las palabras que escucho, pero no tengo ningún recuerdo de ellas.
—¿Me puedes poner un ejemplo?
—Alguien dice… no sé… «río». La primera vez que escuché esa palabra pensé en agua, en una línea de agua, vi en mi mente un río en mitad de la nada, no recordaba haber visto un río con mis propios ojos, pero la idea estaba ahí.
—Era un río sin ningún tipo de contexto, sin asociación.
—Así es. Recuerdo que el río que vi en mi mente atravesaba un espacio vacío, blanco, no había árboles, no había ni orillas.
—Interesante, me sugiere un modo de investigar datos de tu pasado.
—No le entiendo.
El psiquiatra tiene el pulgar apoyado en su barbilla.
—Pongamos, por ejemplo, que fuiste un mecánico de coches; entonces deberías tener los conceptos de palabras técnicas relacionadas con los coches, ¿comprendes?
—Tiene razón.
—¿Esas ideas vienen acompañadas de alguna emoción? Tal vez no estén totalmente descontextualizadas, a lo mejor no viste árboles ni orillas, pero la primera vez que escuchaste la palabra «río» ¿te sugirió alguna emoción, alguna sensación, como frío, calor…?
El paciente calla por un momento. Cierra los ojos y sus pupilas, detrás de los párpados, recorren el techo de derecha a izquierda. Finalmente abre los ojos y responde.
—Miedo, cuando escuché la palabra «río» sentí… miedo.
—Interesante una vez más. Tal vez en tu pasado tuviste alguna experiencia traumática relacionada con un río.
—Supongo que sí.
—Pero volviendo al inicio, dices que no recuerdas no saber hablar después de salir del coma.
—Así es, no recuerdo no ser capaz de comunicarme.
—En tus informes queda muy claro que durante casi ocho semanas no fuiste capaz de hablar, o sea que esas primeras semanas después de despertar del coma también se han borrado de tu mente. Eso me hace pensar que sufriste de amnesia anterógrada…
—¿Amnesia anterógrada?
—Sí, se trata de un tipo de amnesia que se caracteriza porque los nuevos acontecimientos no permanecen en la memoria a largo plazo. Todo se olvida en el acto. No se recuerda nada más allá de los últimos cinco minutos. Si estamos en lo cierto, durante un tiempo, después de que saliste del coma, tu cerebro fue incapaz de crear recuerdos nuevos, por eso también esas primeras semanas se han esfumado de tu mente. Por eso tus recuerdos no empiezan al despertar del coma, sino un poco después. Se trata de algo frecuente en los casos de traumatismo cerebral. ¿Comprendes eso?
El paciente asiente, pensativo, observando fijamente al doctor.
—Lo que no entiendo es… —continúa el psiquiatra— los informes mencionan la amnesia, fue muy evidente en cuanto despertaste del coma, aunque no recuerdo haber leído en todos tus informes médicos que además sufrieras amnesia anterógrada durante un tiempo. ¿Cómo es posible que pasaran algo así por alto?
—No me lo pregunte a mí, eso mismo quisiera saber yo.
—Vamos a ver, ¿qué es lo primero que recuerdas?
—Recuerdo… hummm… estar en una cama, en una habitación muy blanca, recuerdo que me dolía todo el cuerpo. Recuerdo las heridas y la sangre en el cuerpo.
—¿Heridas y sangre? ¿Quieres decir en la cabeza?
—No, heridas en el cuerpo, recuerdo que me dolían mucho aquellas heridas abiertas. Recuerdo la sangre supurando de esas heridas.
—Acabamos de ver que no recuerdas nada de los primeros meses, después de que despertaras del coma.
—Así es, doctor, supe ese mismo día que llevaba meses en el hospital, y le repito que tenía heridas por todo el cuerpo como si me hubieran golpeado, puede usted ver las cicatrices.
—Sí, las he visto. En el informe que leí en el hospital las describe como… —el doctor consulta unos papeles sobre su escritorio— semejantes a las producidas por latigazos, o golpes con algún objeto fino y flexible, como una porra telescópica o una vara —dice leyendo en el papel—. Pero tenía entendido que te hiciste esas heridas antes de ingresar en el hospital.
—Recuerdo que algunas heridas estaban todavía abiertas. Y recuerdo que cuando vi las heridas abiertas sabía hablar, comer, había pasado varios meses en el hospital y aquellas heridas eran recientes.
—Interesante. Si estás en lo cierto, eso significa que…
—… esas heridas se produjeron cuando yo ya estaba en el hospital.
—Durante ese lapso que se te ha borrado.
El paciente y el psiquiatra guardan silencio durante unos segundos. El psiquiatra vuelve a hablar.
—Tengo que investigar este tema… No tiene mucho sentido que te lesionaras estando bajo cuidados en el hospital. —El doctor reflexiona unos instantes—. En cualquier caso, los problemas neurológicos son muy complejos, los recuerdos se confunden con los sueños, con tu imaginación, muy probablemente todo esto se deba a que estás confundiendo cosas que te han ocurrido con cosas que te han contado, cosas que has deseado, soñado, cosas que les han pasado a otros…
—No es así, doctor, no estoy loco. —El paciente niega con la cabeza enérgicamente.
—¡Por supuesto que no estás loco!
—Le digo que recuerdo eso muy bien y no es mi imaginación. Mire estas cicatrices. —El paciente se sube las mangas de la camisa y muestra los brazos—. Recuerdo que estaban abiertas. Estas mismas cicatrices. Y le aseguro que llevaba ya mucho tiempo en el hospital.
—Paciente, esto te va a costar entenderlo: es muy probable que esas imágenes que tienes de tus heridas abiertas, el recuerdo del dolor, no sean verdaderos recuerdos, por mucho que tú los consideres así. Te voy a poner un ejemplo. Cientos de personas, después de que ocurra una catástrofe o un atentado terrorista con docenas de víctimas, aseguran que soñaron con detalles lo ocurrido semanas antes de que sucediera. Recuerdan incluso haber hablado con sus amigos y familiares de la catástrofe antes de que se produjera, juran que dieron detalles sobre el número exacto de muertos, el lugar y otros datos. Pero después de que pasó el desastre, cuando le preguntan a sus amigos si recuerdan esas conversaciones, nadie recuerda nada. —El doctor hace una pausa antes de proseguir—. La explicación es muy sencilla. Después de enterarse de la catástrofe crean todos esos acontecimientos anteriores que nunca ocurrieron. Crean el recuerdo de haber soñado con el accidente y con el número exacto de muertos, el recuerdo de haber hablado con amigos y familiares sobre el accidente antes de que ocurriese, y recuerdan esas conversaciones como si fueran verdaderas y no hay manera de convencerles de otra cosa. Créeme, Paciente, eres una persona inteligente, más de lo normal, he visto tus tests de inteligencia. Así que te voy a pedir algo muy difícil: tienes que dejar de confiar en esos «recuerdos».
El paciente no contesta. Su mirada vuelve a recaer en las losas del suelo. El psiquiatra tensa los labios, ha hecho un puño con su mano izquierda y lo apoya en su boca y su nariz, mientras el codo descansa en la mesa. El paciente está sumido en una confusión que no le deja experimentar otros sentimientos.
* * *
Unidad de Salud Mental del Hospital Provincial de Almería. Área de Psiquiatría
Sesión cuatro (4) con el paciente no identificado N. N.
El paciente fue transferido a esta área hace una semana desde la Unidad de Daño Cerebral, donde se recuperó de un coma producido por una herida en la cabeza. El paciente fue encontrado hace un año en el interior de una patera que arribó a las costas almerienses. Los ocupantes de la patera explicaron que lo encontraron flotando en el mar, inconsciente. Un chaleco salvavidas evitó que se hundiese y muriese ahogado. El paciente presentaba una herida a medio cicatrizar en la cabeza. Se determinó que la herida fue causada por un disparo de arma de fuego. La bala, afortunadamente, entró y salió del cráneo del paciente sin dejar apenas residuos de plomo. El paciente estuvo en coma durante varios meses, coma del que despertó sufriendo una severa amnesia de la que no se ha recuperado.
Actualmente se encuentra ingresado en esta unidad psiquiátrica, donde está siendo evaluado. El paciente sufre una amnesia profunda que le impide recordar cualquier dato sobre su vida anterior al coma.
—Max.
—¿Perdón?
—Max, quiero llamarme Max —dice el paciente, que tiene un pulgar levantado sobre el regazo.
—¿Tienes alguna idea de por qué has elegido ese nombre?
—Usted es el experto.
—No hay duda de que eras… eres una persona inteligente. —El psiquiatra sonríe abiertamente—. Y respondiendo a tu pregunta, creo que es muy posible que haya una o varias personas que se llamasen así en tu pasado. Veamos, Max no es un nombre muy habitual. No creo que lo hayas podido escuchar por aquí. Puede ser una forma reducida de Maximiliano, o de Máximo, nombres un poco pasados de moda últimamente. ¿Te dice algo alguno de ellos?
—Maximiliano. Por algún motivo me resulta… familiar. Podría ser incluso mi nombre real.
—Tendría sentido, en teoría, pero en los pocos casos de amnesia en la que la identidad del sujeto era desconocida anteriormente a la recuperación, nunca ha sido el caso.
—Nadie elige su propio nombre…
—Así es, aunque no sabemos por qué, sería algo muy lógico. La gente subestima la importancia de los nombres. Ni te imaginas las discusiones que tengo con mi esposa respecto al nombre de nuestra futura hija.
El doctor sonríe, animado. Max mantiene un gesto inexpresivo, aunque el pulgar ya no señala al techo. Max mira una foto que el psiquiatra tiene sobre su mesa, una foto que no estaba ahí antes. En ella aparece el doctor abrazando a una hermosa mujer. Max deduce que se trata de la esposa que acaba de mencionar.
—En cualquier caso —dice el doctor—, si has elegido ese nombre espontáneamente, tal vez tenga algún vínculo emocional con tu pasado, tal vez fue alguien importante para ti.
—¿Un vínculo emocional?
—Así es. La parte de nuestra mente que almacena recuerdos está muy relacionada con la parte que genera las emociones. Por eso es más fácil recordar un dato que asociamos con una emoción, ya sea feliz o triste, positiva o negativa, que un dato aislado. Por eso los niños solo recuerdan las asignaturas de los profesores a los que les cogieron cariño. Por eso esta charla será más o menos efectiva para ti en función de lo mejor o peor que yo te caiga.
El doctor sonríe afable. El rostro de Max sigue sin desprender emoción alguna.
—Está bien —dice el psiquiatra—, lo que quiero decir es que el nombre de Max probablemente tenga algún valor sentimental para ti. Tal vez fue tu padre, o tu hermano, o un amigo muy querido. Alguien a quien quisiste mucho.
—O alguien a quien odié —responde Max elevando las cejas y apretando los labios.
—Vaya, ¿por qué has dicho eso?
—Es lo que me ha sugerido. —El paciente se encoge de hombros.
—Bueno, en ese caso, ¿estás seguro que quieres mantener ese nombre?
—Sí. Por algún motivo, sea cual sea, ese nombre es importante para mí.
—De acuerdo entonces. Se lo comunicaré a la asistente social para que prepare tus papeles.
El doctor realiza unas anotaciones en un cuaderno. Cuando acaba dirige su atención de nuevo al paciente.
—Muy bien… Max, ahora que hemos resuelto el tema de tu nombre, me gustaría hacerte algunas preguntas. ¿Cómo encuentras la vida en el pabellón psiquiátrico? ¿Has hecho amigos?, ¿tienes aficiones?
—Me mantengo alejado de la gente. No entiendo bien ciertas cosas.
—¿A qué te refieres? ¿Me puedes poner un ejemplo?
—Pues son… pequeñas cosas, la gente habla y no la entiendo, dicen cosas sin sentido. El otro día escuché a alguien decir que «iba a matar dos pájaros de un tiro». Yo pensé que se trataba de un cazador. Luego descubrí que ni era cazador ni pensaba en matar pájaros; a partir de ese momento ya no pude entender nada.
—Se trata de expresiones hechas, Max. —El doctor no puede evitar una sonrisa condescendiente—. Cuando se dice que se van a matar dos pájaros de un tiro es que se pueden hacer dos cosas a la vez, obtener dos beneficios con un solo esfuerzo.
—¿Por qué no lo dicen directamente? —contesta Max con los ojos entornados.
—Es una manera de hablar, de darle dramatismo a lo que se dice, es una especie de dramatización consciente. Supongo que la primera persona que usó esa expresión era cazador y le pareció una buena manera de expresar esa idea de hacer dos cosas a la vez, obtener dos beneficios con una sola acción. Imagina que te apetece… no sé, esquiar, por ejemplo, y recuerdas que precisamente en Granada tienes un buen amigo que hace mucho tiempo que no ves. Si vas a Granada, puedes ir a esquiar a Sierra Nevada y ver a tu amigo, «matas dos pájaros de un tiro», ¿lo entiendes?
—Creo que sí —miente Max, que no ha llegado a comprender del todo.
—Bueno, cuéntame algo más, ¿participas en las actividades del centro?
—Como le he dicho, intento mantenerme al margen. La mayoría de los otros internos se pasan horas delante de la televisión. La verdad, no entiendo qué placer encuentran. En la televisión todo me resulta muy falso, no entiendo cómo alguien puede creerse lo que pasa en una película.
El psiquiatra escribe algo en su cuaderno y frunce el ceño mientras sonríe levemente apretando los labios, indicándole a Max que se explique.
—En las películas noto enseguida que están actuando, que no son sentimientos reales. Y enseguida sé cuál es la intención del autor de la historia, puedo predecir lo que va a suceder. Quién va a morir, quién se va a salvar. No le veo sentido alguno.
—Vaya, entonces te pareces a mi mujer, Max: ella siempre me arruina las películas.
Max pone una cara parecida a la que acaba de poner el doctor, pero sin la sonrisa. Al psiquiatra se le borra la suya.
—Antes ha mencionado a la asistente social —dice Max—. ¿Sabe si ya ha averiguado algo sobre mí?
—He hablado con ella, Max, y no ha habido suerte, de momento. No encajas con la descripción de ninguna persona desaparecida en los últimos doce meses. Y tus huellas no están registradas en ningún lado.
—Ya veo.
—¿Cómo te hace sentir eso?, dime lo primero que te venga a la mente.
—Alivio.
—¿Alivio?
—Tal vez sea que no quiero recordar, aunque eso no tiene sentido, estoy deseando recordar, ¿qué es un hombre sin sus recuerdos?
—Max, déjame que sea yo el que saca las conclusiones. Y no te obsesiones con recordar. Tus recuerdos, si vuelven, volverán por sí solos, no hay manera de acelerar el proceso. Si fuerzas la máquina, te puedes encontrar con muchos problemas.
—¿Problemas?
—Tal y como comentamos en nuestra última visita, podrías acabar confundiendo recuerdos reales con sueños, con situaciones que serían solo un producto de tu imaginación. Si sigues empeñado en recordar lo que sea, conseguirás precisamente eso, «recordar» lo que sea, real o ficticio. Es como meterte en internet: siempre encuentras lo que quieres, eso no quiere decir que esa información sea de fiar.
Max no sabe lo que es internet, por eso agacha la cabeza.
—Además —prosigue el psiquiatra— me alegro mucho de que hayas elegido un nombre porque lo vas a necesitar; tenemos que proveerte de documentación cuanto antes. Verás, hay algo que sí me ha comentado la asistente social.
Max sigue guardando silencio y deja que el psiquiatra continúe.
—Max, considero que debes reincorporarte a la vida normal. No es bueno que permanezcas aquí, en un centro psiquiátrico, aislado del mundo. Relacionarte con otras personas y realizar una actividad será bueno para tu recuperación. Obligará a tu cerebro a ponerse en marcha, si me permites la expresión. La actividad te ayudará a que puedan emerger recuerdos que están ocultos o bloqueados.
—La vida normal —repite Max como si se hubiese quedado en esa primera frase.
—Así es, la asistente social te proporcionará un lugar donde vivir en una vivienda social. Y también un trabajo. No te preocupes: la trabajadora social ha sugerido algo sencillo, en un supermercado. No es gran cosa… Si tú estás de acuerdo, voy a autorizarlo, no hay nada en tu perfil que represente ninguna amenaza o riesgo trabajando de mozo de almacén. Además, con esa corpulencia que tienes, es muy probable que antes tuvieras un trabajo que te demandara estar en forma.
—Estoy… hum… le quiero dar las gracias…
—No las merece, es mi deber. Por supuesto, tendrás que seguir visitándome para seguir tu caso. Con una vez al mes será suficiente. Me gustaría hacer algunas pruebas complementarias para averiguar qué es lo que sí recuerdas de tu vida anterior.
—No le entiendo. Ya le he dicho muchas veces que no recuerdo absolutamente nada de antes, ni siquiera sé quién soy.
—Me refiero a tus habilidades. No es cierto que no recuerdes absolutamente nada. Sabes comer usando los cubiertos, sabes hablar correctamente, incluso diría que con cierto acento culto, y eso no se debe a las sesiones de logopedia. ¿Crees que una persona puede aprender a hablar como tú lo haces en menos de un año? Son cosas que nadie te ha enseñado después de despertar del coma. Los recuerdos desaparecen, no las habilidades, las aptitudes. Intentaremos averiguar si sabías conducir, montar en bicicleta, a caballo. Si tienes alguna habilidad deportiva o destreza manual. Tal vez sabías tocar algún instrumento musical. Todo eso nos dará pistas sobre ti que nos ayudarán a progresar en tus recuerdos. Te ayudaré, Max. No voy a olvidarme de tu caso. Vamos a intentar resolver el misterio de tu identidad.