El biberón sin conflictos
Durante un tiempo, cuando se empezó a difundir la idea de que el pecho se podía dar a demanda, mucha gente aceptaba que «sí, de acuerdo, el pecho se puede dar a demanda porque la leche materna es muy digerible y el vaciamiento del estómago es muy rápido. Pero el biberón se ha de dar a sus horas exactas para evitar desarreglos intestinales, porque cuesta más de digerir».
El caso es que nadie sabe qué desarreglos intestinales pueden ser esos, y las recomendaciones actuales, comenzando por las normas de la ESPGAN (1982), son que el biberón, lo mismo que el pecho, se dé a demanda, tanto en horario como en cantidad[25].
¡Cuántas madres se han visto obligadas a dejar de dar el pecho porque su hijo «no ganaba suficiente peso», sólo para descubrir que no se acaba los biberones y que gana menos peso todavía!
Si su bebé se acaba los 120 ml en un periquete, dele 150; pero si siempre deja 30, prepare el biberón de 90, que la leche tampoco la regalan. Si pide antes de 3 horas, pues tranquilamente le da otro poco. Y si un día duerme 5 horas, aproveche para descansar también usted, que eso no pasa cada día.
Tenemos un hijo de dos meses y medio que pesó al nacer 2,950 kg y ahora pesa 5,840 kg. Estas dos últimas semanas apenas ha aumentado (100 y 80 g). Esto no me preocuparía tanto de no ser porque no se termina los biberones. Toma todavía 120 ml (cuando se los acaba).
(La queja de Rosana merece un paréntesis. Dice que, si su hijo se acabase los biberones, no le preocuparía el peso. He oído comentarios similares cientos de veces, al explicar a las madres que el peso de sus hijos —como el del hijo de Rosana— es normal: «Sí, si yo no quiero que esté gordo, lo que quiero es que coma…». Pero ¿cómo puede comer más y no engordar más? Como no tenga la solitaria…).
Los niños no suelen acabarse el biberón. Las cantidades de leche que recomiendan en la lata según la edad, lo mismo que las que le recomendará su pediatra, están siempre exageradas. Necesariamente exageradas. No todos los niños necesitan la misma cantidad de leche. Si los expertos han llegado a la conclusión de que los bebés de una cierta edad necesitan, digamos, entre 120 y 160 ml de leche, en la lata no pondrán 120, porque sería poco para casi todos. Ni la media, 140, porque sería poco para la mitad. El que un niño pase hambre es, evidentemente, más peligroso que el que sobre algo de leche en los biberones; así que habrá que poner como mínimo 160 ml. Pero claro, los expertos hicieron sus cálculos basándose en los casos más habituales y los niños más habituales. ¿Y si algunos necesitan algo más, o nos hemos equivocado en los cálculos? Pondremos 165 ml, por si acaso. Pero la leche se prepara con una medida por cada 30 ml de agua, y la madre se haría un lío para poner media medida, así que habrá que redondear a 180 ml… El resultado: ningún niño se queda con hambre, pero muchos se dejan parte del biberón. Si nadie le advirtió a la madre que la criatura podía dejar algo, y que es normal, puede que ella intente meterle a la fuerza los 180 ml, cuando su hijo era de los que sólo necesitaban 120. La batalla está servida.
Muchos pediatras creemos que una de las grandes ventajas del pecho es que no se puede ver cuánto se dejan. Y la propuesta de fabricar biberones de aluminio, para que la madre no sepa si están vacíos, es ya un chiste viejo en la profesión.