34
Tiempo de venganzas (III)
La historia de la muerte de Pepón, el jefe de la contrapartida de Caso, y el tiroteo contra el coche en el que viajaban sus compañeros se extendió por el valle como las aguas de las borrascas por los regueros. Al cabo de pocas horas estaba en todas las bocas. Y también en el cuartelillo de la Guardia Civil.
—Llamen a todos los guardias. Los quiero en formación de inmediato. Iniciamos una batida contra los Caxigal —gritó el cabo Artemio, y su voz retumbó en las cuatro paredes del pequeño cuartel.
Mocu se le acercó.
—Mi cabo, ¿puedo decirle algo que he averiguado?
—Proceda.
—Hace unos días, el médico del pueblo habló sobre Pepón. Sabía exactamente dónde vivía y dónde trabajaba. Y dijo algo de emprender represalias contra él.
—¿Represalias? ¿De qué tipo?
—Habló de que habría que expulsarlo del pueblo, o algo así. Pero como ahora han matado a Pepón, creí que era mi obligación poner esto en su conocimiento.
—Ha hecho usted bien. O sea que ese médico puede estar pasando información a los Caxigal.
—No lo sé, pero es posible…
Artemio se quedó meditando mientras los guardias iban formando en el patio.
—Florencio, ¿dónde tiene la consulta?
—Encima de Casa Justa, en la segunda planta.
—Vamos a tenderle una trampa —murmuró.
—Lo que usted ordene, mi cabo —dijo Mocu.
—Usted —señaló a un guardia joven—, ¿acaba de llegar?
—Sí, mi cabo.
—¿Le conoce alguien en el pueblo?
—Todavía no.
—Quítese el uniforme. Usted no sale de batida, no quiero que le vean con nosotros. Mañana, en cuanto regresemos, se dirige hasta la consulta del médico. Le dice que es usted un enlace de la guerrilla y que en una cuadra del pueblo hay herido uno de los Caxigal.
—A la orden, mi cabo.
—Procure no levantar sospechas hasta entonces.