Massimo pasó la noche en compañía de sus paranoias. No le faltó ni una.
Como le ocurría en los momentos complicados y decisivos, para bien y para mal (aunque últimamente no hubiera tantos, lo que acentuaba esto), sintió la ausencia de su hermana Carlotta. Obviamente, también de papá y de mamá, y de la señora Maria, en fin, de personas que ya no estaban con él; en cambio, su hermana Carlotta estaba vivita y coleando, por suerte, lástima que hubiera un océano de por medio, y eso era algo que a veces pesaba.
Pero la lejanía tenía sus ventajas: era más fácil abrirle su corazón a una persona a la que luego uno no estaba obligado a ver cada día.
Massimo encendió el ordenador y escribió un largo mail, que, en un abrir y cerrar de ojos, llegó virtualmente a tierras canadienses.
Asunto: Estar o malestar
Hermanita:
La oscuridad me rodea y la oscuridad siempre está llena de sorpresas. Pero como se preguntó Hamlet antes y mejor que yo, y muchos otros a su manera, ¿no sería mejor cesar de existir y de palpitar, luchar, sufrir y, al final, morir, dormir, tal vez soñar?, ya ves tú, pero ¿y si no halláramos la paz ni siquiera después?, ¿es el único motivo por el que soportamos los ultrajes de la fortuna, las tropelías de los tiranos, los retrasos de la ley, las penas de un amor rechazado?, ¿el miedo a algo peor después de la muerte, esa tierra inexplorada de la que ningún viajero ha regresado jamás?
No, no me he vuelto loco, es que estoy aquí, parafraseando al gran Willy. Es que esta noche he ido al teatro y estoy en vena de monólogos dramáticos, si es posible, de tema fúnebre.
¿Qué puedo decir? Me pierdo en preámbulos, no me resulta fácil llegar al meollo de la cuestión, pero contigo voy a poder hacerlo, tan solo has de tener un poco de paciencia durante unas líneas más.
No tengo proyectado ningún insano gesto, no te preocupes.
Pero reflexionaba acerca de esto: vivir plenamente, intentar por todos los medios perseguir la felicidad con efe mayúscula es bonito, tal vez incluso justo, pero es arriesgado. De repente, te sientes desnudo y carente de toda clase de defensas. Carne de matadero.
Estoy listo para emprender el vuelo y precisamente por eso me da una horrible flojera estrellarme contra el suelo.
No sé si aún estoy a tiempo de echarme para atrás o bien es que tengo miedo de seguir avanzando.
Vale, vale, digamos la verdad. Mejor dicho, dos verdades. La primera es que estoy metido hasta el cuello, quieras que no. La segunda es que me la has jugado, ni que lo hubieras hecho adrede: porque con todas esas ideas tuyas sobre la chica con la que casarse, el hombre con el que casarse y todo lo demás, has hecho que cayera sobre mí la ira de Venus, que se ha vengado de inmediato perturbando sin remedio mi tranquilidad.
¿Es que no te había dicho que los camareros son castos y espirituales como monjes budistas?
Ay, hermanita, me ha caído encima esta chica que nadie sabe de dónde ha salido. Parece que es una pariente lejana de la señora Maria y que ha recibido su casa como herencia, aunque yo sinceramente no haya entendido aún cuál es ese vínculo de parentesco. Esa chica sigue siendo un misterio para mí. El hecho es que me la encuentro en el bar, mientras yo estoy allí tan tranquilo, con las caras de costumbre que nunca cambian. Aunque, ¿es este el problema?, ¿a qué se debe esta fijación por el cambio? ¿Quién ha dicho que los cambios tengan que ser positivos a la fuerza? Mejor dicho, si echamos cuentas, las desventajas superan siempre a las ventajas, porque si piensas cómo es la vida, tú cambias esto, cambias lo otro, luego cambias de nuevo los recambios y después pruebas incluso algo nuevo, y te sientes atraído por una novedad, y buscas lo que es diferente, creces, creces, creces, envejeces y mueres. Tal vez, si todo siguiera siendo siempre igual, ni siquiera existiría la muerte. Sí, lo sé, tal vez me contradiga con respecto a Hamlet y compañía, pero la misma tierra que pisamos es una contradicción única, por lo tanto nosotros somos contradicción.
Me he enamorado, me parece. Y ella es francesa: ya sabes que para mí es chino.
Te he explicado la situación hasta en sus mínimos detalles; en tu opinión, ¿tengo alguna esperanza?
M
Re: Asunto: Estar o malestar
¿Estás drogado? Hay poco que decir: no tienes remedio. Si quieres que te lo diga, estoy contenta, así por lo menos jugarás la partida hasta el final. Echarte para atrás ahora es imposible. No sé nada, porque nada me has explicado, al margen de tus adorables delirios, pero precisamente verte tan delirante me hace pensar que vale la pena.
Si ella fuera tan estúpida como para no quererte, algo que me parece casi imposible, bueno, yo creo que estar enamorados en cierto sentido prescinde del resultado. En fin, que tú, evidentemente, necesitas estar enamorado. Es tu momento. Disfrútalo, inténtalo. Y, si las cosas se torcieran, no te desanimes, porque seguirá siendo tu momento y ya encontrarás a otra.
Pero tengo el placer de anunciarte que dentro de poco podré venir a aconsejarte personalmente, es más, me estudiaré a base de bien a la chica para ver si vale o no la pena. ¿Qué dice, qué hace, por qué te parece tan inalcanzable? ¡No me digas que es una monja! ¿O es que está casada?
C
P. D.: Tengo que decírtelo porque podría ser una señal del destino y las señales del destino no hay que menospreciarlas nunca. El finde pasado conseguimos por fin ir un par de días a nuestra casa de… no sé cómo llamarla, si estuviéramos en Italia diría que casa de campo, aunque la verdad no es que tenga mucho que ver con el campo, me parece que más bien se trata de una casa de bosque, hasta hay un lago en las inmediaciones, donde el paisaje se abre un poco, en fin, la casa te la describí ya y te he invitado un montón de veces, pero tú no quieres saber nada del asunto, pero, en definitiva, no es ese el punto. Eso es, mejor le pongo un punto a la frase, que se me estaba yendo de las manos. El punto es que ha vuelto a mis manos el libro que me regalaste tú para el viaje de avión. ¿Te acuerdas? Me lo he leído estos días. En la dedicatoria escribiste: «A lo mejor no es Shakespeare, pero es emoción en estado puro». Y, mientras leía esa historia de amor, he pensado mucho en ti. Me he dicho que eres un romanticón (es tiempo de los «-ón») y que (lo sé, lo sé, siempre lo digo) tienes todos los papeles en regla para dejarte arrastrar por una ola del destino. ¡Tal vez te la haya desencadenado yo!
R: Asunto: Estar o malestar
No. Es una francesa que hasta hace dos semanas no había tomado nunca un café. ¿Qué te parece? Y luego dirás que yo divago: es el post scríptum más largo de la historia. ¿De manera que tengo que echarle la culpa al querido y viejo Sparks?
M
Re: R: Asunto: Estar o malestar
Ay, caramba. Eso es grave (café). Pero si quieres puedo hacerte de intérprete. Tanto con ella como con el libro. ¿Culpa o mérito? De todas formas, ya he llorado todas mis lágrimas. Pero ¿no ves cómo siempre hay que aprender de los libros? Allí es el mar el que lleva hasta Theresa el mensaje en una botella con las palabras de Garret, que están destinadas a su esposa perdida y que, en cambio, hacen que ella se enamore. Y luego está el azar, que sigue conjurando de todas las formas posibles. Tú dirás: es un libro. Sí, es cierto, pero la lección vale también para nuestra vida: hay que aceptar lo que el destino nos propone. Y, además, se titula Las palabras que no te dije[6], escucha ese mensaje e intenta decir todo lo que hay que decir. Traducción del intérprete: inténtalo hasta el fondo. He tenido bastante con dos líneas para darme cuenta de que tienes que hacerlo. La intuición me dice que esa muchacha es tu mensaje en la botella. Por lo que parece, escrito en francés…
C
R: R: Asunto: Estar o malestar
¡Anda que no me vendría bien (ese intérprete)! En la práctica, cada uno de nosotros habla de sus cosas, mejor dicho, hablo yo solo, porque ella está a la suyo y yo venga a cotorrear, ni siquiera sé si ella me entiende o no… Por tanto a Las palabras que no te dije habría que añadir una secuela: Las palabras que no entendiste.
M
Re: R: R: Asunto: Estar o malestar
¡Tal vez sea mejor así!
C
R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Seguro que mejor así.
M
Re: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Pero, si no me dices nada, ¿cómo voy a ayudarte? Y, sobre todo, ¿qué puñetas haces despierto a estas horas?
C
R: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Los fantasmas me mantienen despierto. Yo, por lo menos, no estoy dentro de mi horario de trabajo… De hecho, podríamos conectarnos en un chat. ¿Qué es lo que tengo que decirte?
M
Re: R: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
No, nada de chat. El mail es más simpático. Puede ser lento y pomposo como las cartas del XIX, o rápido e incorrecto como el habla de un estibador marsellés. No sé…, ¿qué hace, qué dice, a qué nivel de relaciones estáis, la conoces o la viste desde tu ventana con un catalejo? En la práctica ya te lo he preguntado, pero tú juegas al despiste.
P. D.: Perdona que te lo diga, pero el reposo es tan sagrado, al menos, como el trabajo. Por lo demás, es cierto: estoy en la oficina, pero ¿qué culpa tengo yo de ser tan eficiente hasta el punto de que a partir de determinada hora no me queda nada por hacer? ¡Eso sin contar que un mail de mi hermanito hay que celebrarlo y rendirle honores como es debido!
C
R: R: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Me estás poniendo entre la espada y la pared, me he dado cuenta. Por otra parte, he sido yo quien ha empezado y eso te da derecho a hacerme todas las preguntas que quieras, pero solo hasta las primeras luces del amanecer (hora de Roma, no te pases de lista, si tengo que esperar hasta tu mañana por la mañana terminarías poniéndome en un aprieto ante el personal del bar, y arruinarías así mi reputación), que, dicho sea de paso, no van a tardar mucho. Aparte de que tendrás que explicarme cómo es posible que conozcas la dicción de los estibadores de Marsella. Te digo dos cosas rápidas porque al final el sueño se ha apoderado de mí, justo un par de horas antes de que suene el despertador (¡por Dios!).
¿Qué puedo decir? La chica entra en el bar. No se sabe muy bien si es tímida o engreída, de todas formas, ya sabes cómo van las cosas, tarda tres horas en pedir, luego lo que pide es un té negro con rosas (¿qué hay de malo en ello?, bueno, ¿tú qué crees?) y los chicos se burlan de ella, ya sabes cómo son. De manera que ella se ofende y se marcha. En fin, que el primer encuentro, un desastre. Es una tipa desagradable. Bueno, en mi opinión; tras algunas peripecias que no me entretengo en explicarte, conseguí acercarme un poco, hasta el punto de que me sentía a un paso de triunfar en mi empresa, ya sabes, como cuando notas que la sangre te retumba, y te falta la respiración, porque estás en la rampa de lanzamiento y ha empezado la cuenta atrás. Bueno, en ese momento ella se retrae bruscamente, como si hubiera algo que le impidiera soltarse. Pero se despide de mí con un beso… en la boca. Tan rápido que ni siquiera me doy cuenta, aunque luego me doy cuenta de que sí. Pero me pregunto: ¿no será que en su tierra se despiden así? En caso contrario, ¿a qué viene ese retraerse y luego besarme después? ¿Y si me besas, por qué no lo haces con más calma? Tal vez solo fuera para compensarme por el hecho de haberse retraído antes, pero ese paso atrás era terriblemente instintivo, cuando, en cambio, mi instinto me lanzaba dentro de ella como un imán gigantesco y esta diferencia es decisiva, terrible, muy preocupante.
Tengo miedo de haberme metido en una de esas picadoras de carne del tira y afloja, del sí y no y del graciasquizámástarde, algo que, sinceramente, a partir de determinada edad, no puede tolerarse… ¿o no?
M
Re: R: R: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Vale. Tengo que marcharme, de lo contrario me van a pagar horas extraordinarias y me sentiría culpable por toda la eternidad (fuera de Italia, hasta los italianos se vuelven civilizados y respetuosos). Por lo que a mí respecta, adelante, utiliza todas las flechas que tienes, persigue el sueño, ¡es tan hermoso tener uno…!
Me siento muy feliz de ser tu hermana. Hubo épocas en las que te habría estrangulado, pero a medida que me hago mayor (más vieja), más valoro esos hilos invisibles que nos unen, esa sensación intermitente de ser iguales, de entendernos al vuelo de una forma atávica y única. No veo la hora de abrazarte. Prontísimo.
C
R: R: R: R: R: R: Asunto: Estar o malestar
Te quiero, hermanita, ahora tengo sueño nfqoenb lgcibigkxbclibl icvkqdg se me cae la cabeza sobre el tecladn gwwlncn lannazlaktnhttlw cnhwcn adiós qnvokcw, hvnhc gracias por existirwgnovnc lvhcnlnttx, sndó, ncan, nk.
Tuyo,
Mwvbigb kjhvbkjxbv bttvxkxjc bqkbke rkywt
El despertador le sacó del rincón más oscuro del universo. Pulsó el botón de repetir la alarma a los cinco minutos, porque la almohada con una atracción gravitatoria de agujero negro le impedía levantar la cabeza un solo milímetro.
Solo el miedo a despertar a los vecinos, en particular a la señora Fiammetta (que no bebía café por miedo al insomnio, evidentemente un enemigo común), que vivía en el piso de debajo y tenía un sueño ligerísimo y si se despertaba ya no volvía a dormirse, le impidió pulsar por segunda vez (y por tercera, y por cuarta, y quién sabe cuántas veces) el botón para repetir la alarma y, mezclado con el miedo a no despertarse hasta mediodía y fallar por primera vez desde que tenía diecinueve años a la apertura del bar, lo obligó a abandonar la cama.
Se metió en la ducha con la esperanza de que el agua pudiera despertarlo. Se acordó de cuando era niño: se divertía con locura quedándose debajo del chorro, metido a medias en la bañera, imaginando ser una nave en plena tempestad. Ahora pensó en una playa, en un diluvio tropical y en la sensación de dejar que le lloviera encima. Pero no había tiempo para quedarse oxidándose allí: el uniforme de camarero lo esperaba sobre la silla. Se puso la camisa blanca de costumbre, los pantalones negros a juego con el chaleco y el corbatín y se preparó para vivir un nuevo día de superhéroe de lo cotidiano.
Bien. Tras los fantasmas y las sugestiones nocturnas, tras el carteo con Carlotta y, sobre todo, tras aquel extraño beso incomprensible, le parecía haberse decantado, entre ser y no ser, por la primera hipótesis, aunque solo fuera para no arrepentirse luego (si se lo decían Dario y Carlotta, algún motivo habría, si además su padre se había tomado la molestia de venir a jugar a las canicas con él, si además un destino disfrazado de mensaje en una botella había decidido enviarle una señal, no le quedaba otra cosa que rendirse: el mundo real y también el paranormal conspiraban para que él chocara contra las horcas caudinas de las penas de amor. ¡Qué así sea!).