Prólogo

Querida mía:

No puedo decirte lo que ocurrirá y no puedo pedirte que me comprendas.

Lo que puedo, eso sí, es intentar explicarte por qué he tomado esta decisión. Hay momentos en los que es necesario un sacrificio. Sé que tú no me abandonarías nunca y, precisamente por eso, tengo que marcharme, para permitir que vivas una vida mejor. Conmigo no serías nunca libre, sin mí lo serás.

Ya sé que prometí que velaría por ti, pero puedes estar convencida de que no te perderé de vista ni un instante siquiera.

No siento remordimientos porque sé que, a pesar de todo, estaré siempre contigo y seguiremos siendo invencibles, igual que el té negro con rosas.

No te digo adiós porque estaré siempre a tu lado.

M.