La torre impoluta se rompe
e hinca la rodilla ante el símbolo olvidado.
Los océanos rugen embravecidos y los nubarrones de tormenta
se acumulan sin ser vistos.
Más allá del horizonte, se inflaman fuegos ocultos
y las sierpes anidan en el pecho.
Lo que era exaltado, se echa por tierra;
lo que se pisoteaba, se encumbra.
El orden arde para despejar el camino del anunciado.
De Las Profecías del Dragón,
traducción de Jeorad Manyard,
gobernador de la provincia de Andor
para el Rey Supremo, Artur Paendrag Tanreall