Hemos vuelto a El Amanuense Azteca. Un éxito. Los reservados consisten en una diminuta habitación enmoquetada, con una mesa, un perchero y un diván, y una cabina de cemento en donde está la ducha y el vapor. La llave de paso del vapor, como en una película de nazis, está a ras de suelo. La puerta que separa ambos cubículos es gruesa y a la altura de la cabeza (aunque yo debo agacharme pues soy demasiado alto para el canon del arquitecto) se abre un inquietante y siempre empañado ojo de buey. Hay servicio de restaurante. Nos encerramos y pedimos cubalibres. Nos duchamos, tomamos baños de vapor, descansamos y nos secamos en el diván, nos volvemos a duchar. Hacemos el amor en la cabina del baño, en medio de una nube de vapor que vela nuestros respectivos cuerpos. Cogemos, nos duchamos, dejamos que el vapor nos asfixie. Sólo nos vemos las manos, las rodillas, a veces la nuca o la punta de los pechos.