9 de noviembre

He decidido volver al Encrucijada Veracruzana, no porque espere encontrar a los real visceralistas sino por ver una vez más a Rosario. Le he escrito unos versitos. Hablo de sus ojos y del interminable horizonte mexicano, de las iglesias abandonadas y de los espejismos de los caminos que conducen a la frontera. No sé por qué, creo que Rosario es de Veracruz o de Tabasco, incluso puede que de Yucatán. Acaso lo mencionó ella. Puede que sólo sea imaginación mía. Tal vez la confusión esté propiciada por el nombre del bar y Rosario no sea ni veracruzana ni yucateca sino del DF. En todo caso, he creído que unos versos que evoquen tierras diametralmente distintas de las suyas (en el supuesto de que sea veracruzana, algo de lo que estoy cada vez más dudoso) resultarán más prometedores, al menos en lo que a mis intenciones respecta. Después pasará lo que tenga que pasar.

Esta mañana he deambulado por los alrededores de la Villa pensando en mi vida. El futuro no se presenta muy brillante, máxime si continúo faltando a clases. Sin embargo lo que me preocupa de verdad es mi educación sexual. No puedo pasarme la vida haciéndome pajas. (También me preocupa mi educación poética, pero es mejor no enfrentarse a más de un problema a la vez.) ¿Tendrá novio Rosario? ¿Si tiene novio, será un tipo celoso y posesivo? Es demasiado joven para estar casada, pero tampoco puedo descartar esa posibilidad. Creo que le gusto, eso resulta evidente.