De camino hacia el noroeste, agosto de 1306
Una pena bastante irracional invadió a Druon mientras se alejaban, dejando tras ellos el castillo de la baronesa Béatrice, a pesar de que solo habían permanecido unos días junto a aquella difícil señora, preguntándose en todo momento si saldrían vivos de allí.
Huguelin parecía compartir aquella especie de melancolía con su maestro y caminaba a su lado, sin decir una palabra, al ritmo lento del paso de Brise. Por fin, el chico suspiró:
—¡Qué aventura!
—Ese es el término adecuado.
—¿Dónde vamos, maestro? Hacia lugares más apacibles, espero.
—Así es. Vamos a dirigirnos al este.
—¿Por qué al este?
—¿Por qué no? Nos espera lo mismo allí que en el sur o en el oeste.
—Es verdad.
—Seguro que encontraremos un castillo o una casa solariega, incluso una aldea donde poder ejercer mi arte un tiempo, donde podremos descansar y vivir con tranquilidad.
Se equivocaba por completo.
Fin