LIX

De camino hacia el noroeste, agosto de 1306

Una pena bastante irracional invadió a Druon mientras se alejaban, dejando tras ellos el castillo de la baronesa Béatrice, a pesar de que solo habían permanecido unos días junto a aquella difícil señora, preguntándose en todo momento si saldrían vivos de allí.

Huguelin parecía compartir aquella especie de melancolía con su maestro y caminaba a su lado, sin decir una palabra, al ritmo lento del paso de Brise. Por fin, el chico suspiró:

—¡Qué aventura!

—Ese es el término adecuado.

—¿Dónde vamos, maestro? Hacia lugares más apacibles, espero.

—Así es. Vamos a dirigirnos al este.

—¿Por qué al este?

—¿Por qué no? Nos espera lo mismo allí que en el sur o en el oeste.

—Es verdad.

—Seguro que encontraremos un castillo o una casa solariega, incluso una aldea donde poder ejercer mi arte un tiempo, donde podremos descansar y vivir con tranquilidad.

Se equivocaba por completo.

Fin