81

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté a Vincent Slater mientras me apresuraba a levantarme—. ¿Cómo has entrado?

—¿Que cómo he entrado? No me puedo creer que tengas la desvergüenza de preguntarme cómo he entrado… Después de treinta años de tener una llave para mi propio despacho en esta casa, después de todos los años que he pasado protegiendo a Peter, también de la ley, llego esta tarde y me encuentro con que has cambiado todas las cerraduras…

—¿Qué quieres decir con eso de que has protegido a Peter de la ley? —grité—. ¡Peter es inocente!

—No, no lo es. La noche que Susan desapareció, Peter se levantó sonámbulo. No supo qué había hecho, de eso estoy seguro.

—¡Y tú crees eso!

—Su padre debió de enterarse de lo que pasó —contestó Vincent—. Por eso sobornó a la doncella. Yo tengo la camisa, y está manchada de sangre. Por eso sé que lo hizo él. ¿Sabes, Kay? La verdad es que lograste engañarme. Al principio creí que realmente amabas a Peter y que serías buena para él. Pero entonces contrataste a Greco, precisamente el hombre que localizó a María Valdez, cuyo testimonio acerca de un soborno del padre de Peter añadió otro clavo a su ataúd. Tenías la esperanza de que Greco descubriese nuevas pruebas para poder enterrar a Peter definitivamente, ¿no es cierto? Sé que le hubieras dado la camisa a Greco, así que la guardé. ¡Admítelo! Te casaste con Peter para echar mano a su dinero. Ahora que esperas un hijo suyo, te has asegurado la jugada. Pero ¿es hijo de Peter?

Estaba demasiado atónita para responder.

—¿O del hombre al que has dado la llave de mi despacho? —prosiguió—. Acabo de ver a alguien entrar en la casa por la puerta de mi despacho. Dejó la puerta abierta, y por eso pude entrar. He vuelto por dos motivos: el primero, porque quería decirte lo que pienso sobre el hecho de que me hayas humillado cambiando la cerradura, y sin ni siquiera avisarme.

—¿Y el segundo? —pregunté con sarcasmo.

—El segundo motivo —contestó él con el mismo sarcasmo—, porque, si por alguna remota posibilidad me equivoco y Peter no mató a Susan, esta tarde has creado una situación de peligro dejando esa página de People en la biblioteca. No entiendo por qué lo has hecho. No sé qué importancia tiene esa página, pero sospecho que alguna debe de tener. ¿Por qué si no la hubiera guardado Grace?

—Vince, acabas de decirme que has visto a un hombre entrar en la casa por la puerta de tu despacho. ¿Quién era? Esa puerta tenía que estar cerrada con llave.

—Estaba oscuro y no sé quién era. Pero creo que tú lo sabes muy bien. ¿Dónde está ahora? ¿En tu dormitorio?

—No, estoy aquí mismo. Kay, no deberías haber dejado las llaves nuevas en el cajón de la cocina.

Sobresaltados, los dos nos volvimos hacia la voz. Richard Walker avanzaba con una pistola en la mano.