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—Ésta es una de las maneras de salir de la cárcel del condado de Bergen.

Peter Carrington observó a Conner Banks mientras, esposado, con grilletes en los pies, y escoltado por dos policías y cuatro guardias de seguridad privados, entraban en el vestíbulo del Pascack Valley Hospital y subían al piso superior, donde estaba el Centro de Trastornos del Sueño.

—No es el modo que yo elegiría —dijo Conner.

—Es evidente que piensa que esto es una idiotez —dijo Peter.

—No quería decir eso. Lo que quiero decir es que me gustaría que volviera a casa en vez de tener que venir aquí.

—Bueno, pues parece que esta noche me quedaré aquí. Siento las molestias.

Eran las ocho de la tarde. Banks se había informado sobre lo que podía esperarse de ese experimento. Peter se entrevistaría con un especialista en el sueño, respondería a una serie de preguntas y le llevarían a un dormitorio en la zona de pruebas. Harían un polisomnograma de su ritmo cardíaco, las ondas cerebrales, la respiración, los músculos oculares, el movimiento de las piernas y los cinco estadios del sueño. Por la mañana volverían a llevarlo a la cárcel.

En la parte exterior de la puerta de la habitación donde estaría Peter habían instalado un cerrojo y una cadena especiales. Banks y otros tres guardias ocuparían sillas en el pasillo, mientras el cuarto, acompañado por un técnico del hospital, observaría el monitor de vídeo donde se veía el interior del dormitorio, con Peter en la cama. Los oficiales del sheriff montaban guardia frente a la puerta.

A la una de la mañana, el pomo de la puerta giró. Los guardias se pusieron en pie de un salto, pero la cadena instalada en el exterior impidió que la puerta se abriese más de dos centímetros. El tironeo del otro lado duró más de un minuto; luego la puerta volvió a cerrarse.

Banks corrió a ver el monitor. Peter estaba sentado en la cama. Miraba a la cámara con rostro inexpresivo y mirada perdida. Mientras Banks lo observaba, Peter intentó volver a conectarse el tubo respiratorio, y luego se echó y cerró los ojos.

—¿Qué sucede? —preguntó al técnico.

—Acaba de ser testigo de un episodio clásico de sonambulismo —contestó éste.