—No necesito más pruebas de que Carrington mató a mi hermana —dijo Philip Meredith a Nicholas Greco la mañana siguiente al descubrimiento del esqueleto de Jonathan Lansing en la propiedad de los Carrington—. Mi esposa y yo lo hemos hablado. Iré a la oficina de la fiscal y se lo contaré todo. Ese tío es un asesino en serie.
A Greco no le sorprendió la llamada de Meredith.
—Me parece una buena idea —dijo—. Y es posible que no sea necesario hacer pública ninguna información sobre la relación que su hermana mantenía con otro hombre. Si conseguimos que Carrington admita su muerte, la gente asumirá que intentaba evitar el nacimiento de un niño enfermo.
—Pero sus abogados también sabrán esto, ¿no?
—Por supuesto. Pero, como usted sin duda entenderá, mientras estén intentando negociar la mejor sentencia para su cliente, no querrán que el público sepa que un hombre con la inmensa fortuna de los Carrington asesinaría a nadie para ahorrar dinero.
—Y una vez que admita que mató a Grace, ¿podré demandarle por lo civil?
—Sí.
—Ya sé que parece que lo que más me interesa es el dinero, pero tener a mi madre en la residencia cuesta diez mil dólares mensuales y necesito ayuda. No quiero tener que llevarla a otra parte.
—Lo entiendo.
—Gracias por estar dispuesto a ayudarme, señor Greco. Supongo que a partir de ahora la fiscalía llevará el caso.
«Este podría ser el caso más corto que he tenido nunca», pensó Nicholas Greco mientras, amablemente, le daba la razón a Philip Meredith. Pero cuando devolvió el auricular a su sitio, se reclinó en su silla. En internet había conseguido una copia de la página de la revista People que habían encontrado en el cuerpo de Grace Carrington la noche que se ahogó.
Grace llevaba puesto un traje de noche premamá de satén cuando la encontraron en la piscina. «¿Por qué guardó la página en un bolsillo de la chaqueta en vez de dejar la revista abierta sobre la mesa?», se preguntó Greco.
A veces, cuando Greco visualizaba una situación, se preguntaba: «¿Qué habría hecho Frances?». En este caso supo la respuesta. No se habría arriesgado a que se viese un bulto en el bolsillo de una chaqueta de noche de satén. En casa, si Frances viera en una revista un artículo que quería leer, pondría algo como punto de libro o dejaría la revista boca abajo sobre la mesa, abierta por esa página.
En el archivo de la fiscalía no se mencionaba que la revista estuviera entre las pruebas reunidas por los investigadores. «Tengo que enterarme de en qué fecha salió ese ejemplar a los quioscos o se envió por correo —pensó Greco—. Y estoy impaciente por reunirme ocn los forasteros que asistieron a la cena, la pareja de Englewood, Nancy y Jeffrey Hammond».
«Voy a llegar al fondo de este caso aunque para ello me salte mi norma básica, que es jamás trabajar pro bono —pensó Nicholas Greco sonriendo para sí—. Como mi madre me decía siempre: "El obrero es digno de su salario"».