17

El ex embajador Charles Althorp llamó a la puerta de la habitación de su esposa. El día anterior, tras el funeral, ella volvió a casa y se acostó. Charles aún no sabía si se había enterado de que María Valdez, la que fuera doncella en la finca de los Carrington, había dicho que la versión de los hechos que dio cuando la desaparición de Susan no era cierta.

La encontró recostada en la cama. Aunque casi era mediodía, era evidente que Gladys Althorp no había hecho ningún intento por levantarse. La bandeja del desayuno, casi intacta, seguía sobre la mesita de noche. Tenía el televisor encendido, pero el volumen estaba tan bajo que apenas era un murmullo.

Al contemplar a aquella mujer tan demacrada de la que se había distanciado hacía años, Althorp sintió una inesperada y abrumadora oleada de ternura. En la capilla ardiente, fotos que reflejaban momentos aislados de los diecinueve años de vida de Susan rodeaban el féretro. «He viajado demasiado», pensó. En muchas de las fotos, sobre todo en las últimas, sólo aparecían Gladys y Susan.

Señaló el televisor.

—Imagino que te has enterado de lo de María Valdez —dijo.

—Sí. Nicholas Greco me telefoneó, y luego vi la noticia en la CNN. Me dijo que el testimonio de Valdez puede ser clave para acusar a Peter Carrington de la muerte de Susan. Sólo deseo llegar al juicio para ver cómo se lo llevan esposado.

—Espero que estés allí, querida. Y te aseguro que yo estaré.

Gladys Althorp meneó la cabeza.

—Sabes perfectamente que me estoy muriendo, Charles, pero eso ya da lo mismo. Ahora que sé dónde está Susan, y que pronto estaré con ella, tengo que confesarte algo. Siempre he creído que Peter mató a Susan, pero también albergo una duda. ¿Tú la oíste salir aquella noche? ¿La seguiste? Estabas enfadado con ella. ¿Os habíais peleado porque se enteró de que tenías una aventura con Elaine? Susan siempre me protegió…

—Elaine fue una equivocación, y cuando se casó con el padre de Peter ya habíamos terminado —dijo Charles, amargamente—. Cuando la conocí estaba divorciada y sin compromiso. Ésa es la verdad.

—Puede que ella no tuviera compromiso, pero tú sí, Charles.

—¿No es un poquito tarde para discutir eso, Gladys?

—Aún no me has contestado. ¿Por qué discutisteis tú y Susan aquella noche?

—Procura descansar, Gladys —dijo Charles Althorp mientras se daba la vuelta y salía del cuarto de su esposa.